Allan Kardec |
Allan Kardec dice que el espiritismo es la ciencia que llegaría en el momento adecuado, cuando las seres humanos tuviesen las condiciones de comprenderlo. Sería necesario que la ciencia evolucionará para poder llegar el Consolador. Y gracias a la evolución de la ciencia el Consolador llego a la tierra y pudo ser comprobado. Porque muchas informaciones del cristianismo aguardaban a la ciencia, por ejemplo, la reencarnación, la comunicabilidad de los espíritus, los mundos habitados, que aguardaban un proceso de evolución del conocimiento.
Al
mismo tiempo que hubo esa
evolución, el espiritismo ofreció
una filosofía de comportamiento. Y esa información es aquella que
propicia la paz, explicando quién es el hombre, de dónde viene, y
cuál
es su destino.
Tenemos
preguntas acerca
de:
cuál es la razón del dolor?, ¿porque
hay personas más felices y otras más desgraciadas?,
¿porque
hay enfermedades degenerativas?, cuál es la causa de la belleza, de
la inteligencia, del amor?. Y solamente por medio de la reencarnación
se puede entender la justicia divina.
Por
eso al mismo tiempo, con ese conocimiento reencarnacionista, hay una
propuesta de orden moral. Por qué el ser deja de ser el instrumento
de la justicia divina, para ser el autor del propio destino. Somos
sembradores y recolectores
de todas nuestras
obras,
y esto es fascinante, porque nos ofrece una visión de la divinidad,
y por tanto, una aceptación de una ética moral, que
tiene por base el
reconocimiento de Dios, el
valor de la oración, la justicia divina y por consecuencia una nueva
ética qué es la misma del Evangelio de Jesús: la vivencia del
amor.
Los
cristianos primitivos tenían como costumbre encontrarse para
dialogar con Jesús. En las noches estrelladas El
hablaba
de Dios, de
las necesidades humanas, de
la finalidad de la vida y de cómo se puede conseguir la plenitud,
la felicidad. Posteriormente aquellos que lo seguían prosiguieron
con la
misma labor.
Con
el espiritismo se repite la práctica: nos encontramos, exponemos
nuestros problemas emocionales, espirituales, a la luz del
entendimiento de Jesús. En esos momentos Su
pensamiento divino desciende hasta nosotros y nos llena el alma,
impulsándonos
hacia
la conquista
personal,
y a la conquista de la verdadera fraternidad.
Del
Evangelio según el espiritismo en
el capítulo XII item 5
surge esta frase: amad a vuestros enemigos.
De
entre los enemigos que tenemos existen aquellos que se encuentran en
la tierra, en el cuerpo físico, y otros desencarnados. En el
item 5 se
refiere a los enemigos desencarnados.
El
espírita tiene todavía otro motivo de indulgencia para con sus
enemigos. En primer lugar sabe que la maldad no es el estado
permanente de los hombres. Que ella se debe a una imperfección
momentánea, y que de la misma manera que un niño
se corrige de sus defectos, el hombre errado reconocerá
un día sus obras y se transformará.
Sabe
también que la muerte solo lo libera de la presencia material de sus
enemigos, por eso éstos
pueden
perseguirlo
con su odio incluso después de haber dejado la tierra. Por
tanto,
la venganza no consigue su objetivo,
sino tiene un
efecto efecto
contrario produciendo una
irritación mayor que puede continuar de una existencia a
otra.
Correspondía
al espiritismo probar, por la experiencia y la ley que rige las
relaciones entre el mundo visible y el mundo invisible, que la
expresión: “ lavar el odio con la sangre” es radicalmente falsa.
Quiere
decir que anular el odio, matando a su enemigo es totalmente
falso.
Porque
antiguamente se decía: “cuando se muere se acabó el odio”. Con
el conocimiento de que la vida continúa, la muerte no pone fin a las
enemistades. Es, por tanto, una expresión falsa. La
verdad es que la sangre conserva el odio hasta incluso del otro lado
de la tumba. Por
lo tanto se otorga al perdón,
una razón de ser, efectiva, y una utilidad práctica que
conlleva a
la sublime máxima de Cristo. Quiere decir que: “Con
la muerte prosiguen las enemistades, y que solamente por el amor y el
perdón esto puede transformarse.
Como
seres humanos
estamos
en niveles diferentes de conciencia. Hay aquellos que todavía están
en el nivel de sueño, son
los que
actúan por los instintos. Siempre reaccionan. No son tan
responsables por sus actos.
A
medida que evolucionan cambian de nivel de conciencia, y se presentan
con la conciencia despierta, tienen
la percepción de lo
correcto
y lo
incorrecto.
Y en ese momento que se producen los karmas, cuando se practica el
mal, pudiéndo practicar el bien.
La
cuestión del perdón es
psicológica.
Las religiones nos han dicho que es necesario olvidar el mal que nos
hacen,
y
que no deberíamos aceptar la ofensa. Pero esto es un problema del
estado evolutivo
de cada ser
humano.
La
nueva psicología hace una propuesta psicoterapéutica muy
interesante. Cuando tenemos un enfrentamiento con alguien,
principalmente una agresividad, nuestra
respuesta instintiva es reaccionar.
A
continuación, la
razón nos controla para no devolver la misma agresión. Perdonar
a
aquél
que nos agregue es no hacerle el mismo mal. Acción
que
concuerda plenamente con
Allan Kardec.
Perdonar
es un sentimiento, olvidar tiene
relación con la
memoria. Por
lo que
podemos perdonar, pero
no olvidar, pues solamente con el tiempo es que se va limpiando la
memoria. El hecho de no desearle el mal, es el primer paso para el
perdón.
Gandhi
solía
decir:
“nadie me ofende, porque yo no acepto la ofensa”. Cuando alguien
me agrede, tengo compasión de él y comprendo que él se está
agrediendo a sí mismo. Porque entre los hindús,
hay una frase extraordinaria en sánscrito que dice: “om sai ram”,
qué significa: el
Dios que está en mi saluda al Dios que está en ti.
Y el otro responde: “sai ram”: y el mío también.
Cuando
alguien ofende a otro, está ofendiendo a su Dios interno. Por eso
nadie hace mal a nadie, excepto cuando aceptamos el mal. Si una
persona dice que yo soy un ladrón, yo sigo siendo el mismo. Si
alguien dice que soy un rey, sigo
siendo el mismo.
Yo no soy lo que dicen, soy
el que
soy.
Esto
es algo que
tenemos que tener en mente, que no seremos mejores porque nos
elogien,
ni seremos peores porque nos insulten
o nos ofendan.
Pero como somos
muy sensibles, nos sentimos agredidos, violentados. Y estos
sentimientos, a veces prosiguen hasta el otro lado de la vida. Un
enemigo desencarnado es
peor que un enemigo encarnado, porque dispone de un campo psíquico
más amplio, y fácilmente puede
influir
en nuestro comportamiento. Por eso hemos
de
hacer un gran esfuerzo para perdonar, principalmente aquellos que nos
hayan ofendido y procurar adquirir valores morales, para que nos
perdonen los enemigos desencarnados
a quien hayamos perjudicado en reencarnaciones pasadas, o en esta
misma.
Para
prevenir y evitar este tipo de asedios es conveniente: Actuar
en el bien, orar, meditar,
mantener la mente llena de pensamientos saludables,lecturas
edificantes,
para que los
desencarnados,
observando nuestro cambio moral, se den cuenta de que estamos
mejorando, y por consecuencia dejen de ser nuestros enemigos. Y
si en el caso que quieran continuar como nuestros
enemigos ya no nos alcanzarán, porque faltará la afinidad, porque
sintonizaremos
en franjas vibratorias distintas.
En
cuanto estemos
con sentimientos negativos sintonizaremos
con aquellos que sienten
de forma
similar.
A medida que vamos evolucionando nos separamos de ellos,
y
por tanto,
ya no nos alcanzarán.
Por eso Jesús recomienda el
Amor a Dios y la
práctica de la solidaridad con el sufrimiento ajeno, pues la
caridad hace
el
bien
a
quien
la práctica, devolviéndonos
el
amor para
perdonar a
quienes
nos hirieron.
Cabe
al espiritismo esta tarea extraordinaria de descubrir que más allá
de la tumba prosiguen aquellos que vivieron en la tierra, y que cada
cual continúa siendo
de la forma que era.
La muerte no transforma nadie. Morir es despojarse de un traje y continuar siendo el mismo en otro estado más sutil. Por eso a continuación de éste capítulo del Evangelio, Allan Kardec nos recomienda orar por nuestros enemigos desencarnados y perdonarlos. Solo hay enemigos porque existen personas que se sienten perjudicadas. Quizá nuestra intención no haya sido mala, pero eso ha producido consecuencias negativas, y por eso sufren aquellos a los que hemos perjudicado. Por eso es preferible estar siempre abiertos para el amor. El amor ha sido el alma del mensaje de Jesús y la base sólida del espiritismo.
Divaldo Pereira Franco en Estocolmo 1999.
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