Mostrando entradas con la etiqueta EDUCACIÓN PARA LA MUERTE. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta EDUCACIÓN PARA LA MUERTE. Mostrar todas las entradas

29 octubre 2022

REGRESO AL MUNDO ESPIRITUAL

 


 

En el instante de la muerte o desencarnación, el Espíritu regresa al mundo de los Espíritus que había dejado momentáneamente. (9)

 

La individualidad del desencarnado se mantiene gracias a su periespíritu que conserva los rasgos y apariencia característicos de sí mismo y aprende a relacionarse con otros desencarnados. (10)

 

La muerte es un fenómeno natural, por lo general la persona lo que se lleva es el recuerdo y el deseo de ir a un mundo mejor, recuerdo éste lleno de dulzura o de amargura, según cómo haya utilizado su vida. Cuanto más pura es el alma, mejor comprenderá la futilidad de lo que deja en la Tierra. (11)

 

1. Individualidad del Espíritu después de la desencarnación

Existen interpretaciones filosóficas y religiosas que defienden la hipótesis de que después de la desencarnación el Espíritu pierde su individualidad y se incorpora al todo universal, como así llaman algunos a Dios, y otros, al “Alma Universal”. El Espiritismo se manifiesta de esta manera respecto de este tema: ¿El conjunto de los Espíritus no forma un todo? ¿No constituye un mundo completo? Cuando estás en una asamblea, eres parte integrante de ella, no obstante, conservas siempre tu individualidad. (12)

 

Los que piensan que mediante la muerte el alma reingresa al todo universal, suponen, que a semejanza de la gota de agua que cae en el Océano, pierde su individualidad; tienen razón, si entienden como todo universal al conjunto de seres incorpóreos, conjunto del cual cada alma o Espíritu es un elemento. Si las almas se confundieran en una amalgama, sólo tendrían las cualidades del conjunto, no se distinguirían unas de otras. Carecerían de inteligencia y de cualidades personales, mientras que por el contrario, en todas las comunicaciones (mediúmnicas) demuestran tener conciencia de su yo y voluntad propia.

 

Si después de la muerte sólo existiera lo que se llama el gran Todo que absorbiera las individualidades, ese Todo sería uniforme, y, por lo tanto, las comunicaciones que se recibieran del mundo invisible serían idénticas. Pero, desde el momento en que nos encontramos en ese mundo invisible con seres buenos y malos, sabios e ignorantes, felices o desdichados; que los hay de todos los caracteres: alegres y tristes, frívolos y reflexivos, etc. es evidente que son seres diferentes.

 

La individualidad se torna más evidente aún, cuando esos seres prueban su identidad mediante demostraciones indiscutibles, con particularidades individuales respecto de sus vidas terrestres, que se pueden verificar. Tampoco se puede dudar cuando se presentan en forma visible en las apariciones. Se nos había enseñado teóricamente la individualidad del alma como un artículo de fe. El Espiritismo la torna evidente y, en cierto modo, material. (13)

 

2. Separación del alma del cuerpo en la desencarnación

En general, la separación del alma del cuerpo no es dolorosa. Casi siempre el cuerpo sufre más durante la vida que en el momento de la muerte; el alma no participa de ese momento. Los sufrimientos que se sienten algunas veces en el instante de la muerte son un gozo para el Espíritu, que ve llegar el término de su exilio. (14)

 

Es importante tener en cuenta, que como la muerte es un fenómeno biológico natural que se produce por el agotamiento general del sistema, el alma se libera del cuerpo. (15)

 

Por ser exclusivamente material, el cuerpo sufre las vicisitudes de la materia. Después de funcionar durante algún tiempo, se desorganiza y se descompone. Cuando el principio vital (que animaba los órganos del cuerpo), no encuentra más elemento para su actividad, se extingue, y el cuerpo muere. Éste, carente de vida, se torna inútil, y el Espíritu lo deja, como se deja una casa en ruinas o una ropa en desuso. (1)

 

El fenómeno de la desencarnación es lo opuesto al de la encarnación. Así, cuando el Espíritu tiene que encarnar en un cuerpo humano en vías de formación, un lazo fluídico, que no es más que una extensión de su periespíritu, lo une al germen que lo atrae irresistiblemente desde el momento de la concepción. Bajo la influencia del principio vital material del germen, el periespíritu, que posee ciertas propiedades de la materia, se une molécula a molécula al cuerpo que se está formando. De ese modo, se puede decir que el Espíritu, por intermedio de su periespíritu, se enraíza de alguna manera en ese germen, como una planta en la tierra.

 

Por efecto contrario, cuando el principio vital deja de actuar debido a la desorganización del cuerpo, cesa la unión del periespíritu con la materia carnal que se efectuara bajo la influencia del principio vital del germen. Antes esa unión era mantenida por una fuerza actuante, pero se deshace en cuanto esa fuerza deja de actuar. El periespíritu entonces se desprende, molécula a molécula, según se uniera, y el Espíritu recobra la libertad. De ese modo, no es la partida del Espíritu lo que causa la muerte del cuerpo, sino que ésta determina la partida del Espíritu. (2) De esa forma, durante la reencarnación, el Espíritu está unido al cuerpo mediante su envoltura semimaterial o periespíritu. La muerte es solamente la destrucción del cuerpo, no la de la envoltura que se separa del cuerpo cuando cesa en éste la vida orgánica. (16)

 

3. La desencarnación

3.1 – Separación del alma del cuerpo

Generalmente, la desencarnación no provoca sufrimiento al Espíritu que desencarna. El alma se desprende gradualmente, no se escapa como un pájaro cautivo al que se le restituye la libertad repentinamente. Aquellos dos estados (la vida y la muerte del cuerpo), se ponen en contacto y se confunden, de modo que el Espíritu se va liberando poco a poco de los lazos que lo retenían. Esos lazos se deshacen, no se rompen. (15)

 

La observación demuestra que en el instante de la muerte, el desprendimiento del periespíritu no se completa en forma repentina, sino que, por el contrario, se procesa en forma gradual y con lentitud variable, según los individuos. En unos es bastante rápida, con lo que se puede decir que el momento de la muerte es más o menos el momento de la liberación. En otros, sobre todo en aquellos cuya vida fue muy material y sensual, el desprendimiento es mucho más lento; a veces dura algunos días, semanas y hasta meses, lo que no implica que en el cuerpo haya el menor indicio de vitalidad ni la posibilidad de volver a vivir, sino que se trata de una simple afinidad con el Espíritu que siempre será proporcionada a la importancia que éste le diera a la materia durante la vida.

 

Efectivamente, es razonable concebir que cuanto más se haya identificado con la materia, tanto más penoso será para el Espíritu separarse de ella, mientras que la actividad intelectual y moral, los pensamientos elevados, producen un comienzo de desprendimiento, aún durante la vida del cuerpo, de modo que cuando llega el momento de la muerte, ese desprendimiento es casi instantáneo. (16)

 

Durante los estertores de la desencarnación o agonía algunas veces el alma ya ha dejado el cuerpo; no hay más que vida orgánica. El hombre ya no tiene conciencia de sí mismo. Entre tanto, aún le queda un soplo de vida orgánica. El cuerpo es una máquina que el corazón pone en movimiento, y esa vida existe mientras el corazón hace circular la sangre por las venas, para lo cual no necesita del alma. (17)

 

En los últimos instantes de la separación, muchas veces el alma siente que se deshacen los lazos que la retenían en el cuerpo. Entonces emplea todos sus esfuerzos para deshacerlos totalmente. Cuando ya está casi desprendida de la materia, el futuro se desdobla ante ella, y goza anticipadamente del estado de Espíritu. (18)

 

Vale la pena destacar que por lo general, el momento del último suspiro no es doloroso, porque, comúnmente, se produce en un estado de inconsciencia, pero el alma sufre antes de ese instante la desagregación de la materia durante los estertores de la agonía, y después, las angustias de la turbación. Apresurémonos a afirmar que ese estado no es general, porque la intensidad y duración del sufrimiento está directamente relacionada con la afinidad que exista entre el cuerpo y el periespíritu. (aumento endorfinas)

 

Así, cuanto mayor sea esa afinidad, tanto más penosos y prolongados serán los esfuerzos que realizará el alma para desprenderse. En algunas personas la cohesión es tan débil, que el desprendimiento se produce naturalmente; es como cuando un fruto maduro se separa del árbol, y es el caso de las muertes serenas y de pacífico despertar en el mundo espiritual. (3)

 

La causa principal de la mayor o menor facilidad con que se produce el desprendimiento es el estado del alma. La afinidad del cuerpo con el periespíritu está íntimamente relacionada con el apego a la materia, y alcanza su máxima expresión en el hombre cuyas preocupaciones están dirigidas exclusiva y únicamente a los gozos materiales de la vida. Por el contrario, en las almas puras que se identifican anticipadamente con la vida espiritual, el apego es casi nulo, ya que la lentitud del desprendimiento depende del grado de pureza o desmaterialización del alma. Solamente a nosotros nos compete tornar más fácil o penoso, agradable o doloroso ese desprendimiento. (4)

 

3.2 - Separación del alma del cuerpo por muerte natural

Cuando se trata de muerte natural, es decir, cuando ésta se produce como la resultante de la extinción de las energías vitales por causa de la vejez o de una enfermedad, el desprendimiento se realiza gradualmente. Para el hombre cuya alma se ha desmaterializado y cuyos pensamientos se apartaron de las cosas terrenas, el desprendimiento es casi completo antes de la muerte real, es decir, que mientras el cuerpo aún tiene vida orgánica, el Espíritu ya penetra en la vida espiritual unido solamente por un vínculo tan frágil, que se desliga con el último latido del corazón.

 

En esa contingencia, el Espíritu pudo haber recobrado su lucidez y haber sido testigo consciente de la extinción de la vida del cuerpo, y se siente feliz por haberlo dejado. Para ese ser, la turbación es casi nula, o no es más que un ligero sueño sereno del cual despierta con intraducible sensación de esperanza y ventura. En el hombre materializado y sensual que vivió más para el cuerpo que para el Espíritu; en aquel para el cual la vida espiritual no significa nada y ni siquiera pensó en ella alguna vez, los vínculos materiales se estrechan, y, cuando se aproxima la muerte, el desprendimiento, aunque también se procesa en forma gradual, le exige grandes esfuerzos. Las convulsiones de la agonía son indicios de la lucha que sostiene el Espíritu, que a veces procura deshacer ligamentos resistentes que lo retienen, y otras veces, se une al cuerpo del cual una fuerza irresistible lo expulsa con violencia, molécula a molécula. (5)

 

En esta situación, el hombre deja la vida sin percibirlo: es como una lámpara que se apaga por falta de combustible. (14)

 

 3.3. Separación del alma del cuerpo por muerte repentina

La muerte repentina puede o no estar asociada a un acto de violencia. Son muertes violentas: los homicidios, torturas, suicidios, desastres, calamidades naturales o provocadas por el hombre, etc. Esas muertes provocan en la persona que desencarna sufrimientos que varían a lo infinito. En la muerte violenta, las sensaciones no son las mismas. Ninguna desagregación inicial ha comenzado previamente la separación del periespíritu.

 

La vida orgánica, en toda la plenitud de su fuerza, es aniquilada en forma repentina. En esas condiciones, el desprendimiento sólo comienza después de la muerte y no se puede completar con rapidez. El Espíritu, tomado por sorpresa, queda confundido, y siente, piensa y cree que está vivo. Esta ilusión se prolonga hasta que comprende su nueva situación. Este estado intermedio entre la vida corporal y la espiritual es un período muy interesante para ser estudiado, porque presenta la singular situación de que un Espíritu considere que su cuerpo fluídico es material, y al mismo tiempo, siente todas las sensaciones de la vida orgánica. Además de eso, hay, dentro de ese caso, una serie infinita de modalidades que varían según los conocimientos y progresos morales del Espíritu.

 

 Para aquellos cuya alma está purificada, este estado dura poco tiempo porque ya poseen en sí una especie de desprendimiento anticipado cuyo término la muerte sorpresiva no hace más que apresurar. En otros, ese trance se prolonga durante años. Esta es una situación muy frecuente, aún en los casos de muerte común, que para los Espíritus adelantados no es penosa, pero que se torna horrorosa para los atrasados. En el suicida principalmente, excede a toda expectativa. Prisionero del cuerpo a través de todas sus fibras, el periespíritu transmite al alma las repercusiones de las sensaciones de aquel, con sufrimientos atroces. (6)

 

El estado del Espíritu en el momento de la muerte puede resumirse así: El sufrimiento es tanto mayor cuanto más lento sea el desprendimiento del periespíritu. La rapidez de ese desprendimiento depende del progreso moral del Espíritu. Para el Espíritu desmaterializado, de conciencia pura, la muerte es como un leve sueño, libre de agonía, cuyo despertar es muy suave. (7)

 

Para que cada uno se esfuerce por su purificación, combata las malas tendencias y domine las pasiones, es necesario que abdique de las ventajas inmediatas en pro del futuro, ya que, para identificarse con la vida espiritual y encaminar hacia ella todas las aspiraciones prefiriéndola a la vida terrena, no basta con creer, sino que también es necesario comprender.  

 

Hemos de considerar esa vida desde un punto de vista que satisfaga al mismo tiempo a la razón, a la lógica, al buen sentido y al concepto en que tengamos la grandeza, la bondad y la justicia de Dios. Teniendo en cuenta este punto de vista, el Espiritismo es, de todas las doctrinas filosóficas que conocemos, la que ejerce una influencia más poderosa por la fe inquebrantable que proporciona.

 

El espírita serio no se limita a creer, porque comprende, y comprende, porque razona. La vida futura es para él una realidad que se desarrolla incesantemente ante sus ojos, una realidad que palpa y ve, por así decir, a cada paso, de modo que la duda no puede llamar su atención ni albergarse en su alma. La vida corporal, tan limitada, queda disminuida ante la espiritual, que es la verdadera vida. ¿Qué le importa los incidentes de la jornada si comprende la causa y utilidad de las vicisitudes humanas cuando se las soporta con resignación? Su alma se eleva en sus relaciones con el mundo visible; los lazos fluídicos que lo vinculan a la materia se debilitan, y se va produciendo anticipadamente un desprendimiento parcial que le facilita el tránsito a la otra vida. La turbación que se produce como consecuencia de la transición perdura poco tiempo porque, al haber franqueado el límite, se reconoce enseguida sin que esto le cause sorpresa, y comprende su nueva situación. (8)

 Ver también en nuestro canal:

DESPUÉS DE LA MUERTE LA VIDA CONTINÚA - YouTube

CENTRO ESPIRITA ANA FRANCO BENIDORM: EDUCACIÓN PARA LA VIDA ANTE LA MUERTE

CENTRO ESPIRITA ANA FRANCO BENIDORM: LOS FAMILIARES QUE PARTIERON


ANEXO

APRENDIZAJE PARA LA MUERTE *

Preocupado por la supervivencia después de la sepultura preguntas, atemorizado, cómo se puede realizar el aprendizaje de un hombre para afrontar las sorpresas de la muerte. La indagación es curiosa y da realmente qué pensar. Con todo, créeme que, por el momento, no es muy fácil preparar técnicamente a un compañero ante esa peregrinación infalible. Los turistas que proceden de Asia o de Europa prepararon futuros viajeros con eficacia, porque no les faltaron los términos analógicos necesarios. Pero nosotros, los desencarnados, tropezamos con obstáculos casi insalvables.

 

En rigor de verdad, la Religión debería orientar las realizaciones del espíritu así como la Ciencia dirige todo lo que concierne a la vida material. Entre tanto, la Religión, hasta cierto punto, permanece sometida a la superficialidad del sacerdocio, sin alcanzar la profundidad del alma. Es importante tener en cuenta también, que tu consulta, en vez de ser enviada a los grandes teólogos de la Tierra que hoy habitan en la Espiritualidad, fue dirigida justamente a mí, pobre comunicador de noticias sin méritos para tratar semejante indagación. A pesar de que me encuentro nuevamente aquí desde hace casi veinte años, siento aún el asombro de un indígena que fuera traído repentinamente de la selva del Mato Grosso hacia alguna de nuestras Universidades, con la obligación de inscribirse, inopinadamente, en los más elevados estudios y en las más complicadas disciplinas. Debido a eso, no puedo dirigirme sino a mi propio punto de vista, con las deficiencias del salvaje sorprendido ante la corona de la Civilización.

 

Preliminarmente, admito que debo referirme a nuestros antiguos malos hábitos. La cristalización de ellos, aquí, es una plaga que influye cruelmente. Comienza a renovar tus costumbres por el plato de cada día. Disminuye gradualmente el placer de comer la carne de los animales. El cementerio en la barriga es un tormento después de la gran transición. El lomo de cerdo o el bife de ternera condimentados con sal y pimienta, no nos alejan mucho de nuestros antepasados los tamoios y los ciapós, que se devoraban unos a otros. Los estimulantes ingeridos en abundancia, son otra peligrosa obsesión. He visto a muchas almas de origen aparentemente primorosa dispuestas a cambiar el cielo por un aristocrático whisky o por la cachaça brasileña. Cuanto te sea posible, evita los abusos en el fumar. Infunde mucha pena la angustia de los desencarnados amantes de la nicotina.

No te rindas a la tentación de los narcóticos. Por aflictivas que te parezcan las crisis de la estadía en el cuerpo, soporta firme los golpes de la lucha. Las víctimas de la cocaína, de la morfina y de los barbitúricos se detienen largo tiempo en la celda oscura de la sed y de la inercia.

¿Y el sexo? Ten mucho cuidado en la preservación de tu equilibrio emotivo. Aquí tenemos mucha gente que lleva consigo el infierno con el rótulo de “amor”.

Si tienes algún dinero o algún bien terrestre, no postergues su donación en caso de que realmente estés dispuesto a hacerlo. Grandes hombres que admirábamos en el mundo por su habilidad y por su poder de concretar importantes negocios, en muchas ocasiones aparecen junto a nosotros como niños desesperados porque ya no pueden disponer más de sus chequeras. En el ámbito de la familia, ten cautela con los testamentos.

Las enfermedades fulminantes llegan en forma sorpresiva, y si tus papeles no estuvieran en orden, padecerás muchas humillaciones a través de tribunales y escribanías. Sobre todo, no te apegues demasiado a los lazos consanguíneos. Ama a tu esposa, a tus hijos y a tus parientes con moderación, teniendo la seguridad de que un día estarás ausente y que, por eso mismo, generalmente, actuarán en desacuerdo con tu voluntad, aunque respeten tu memoria.

No te olvides que en el actual nivel educativo terrestre, si bien es cierto que algunos de sus aprendices registran la presencia extra terrena, después de los funerales, los intimarán a descender a los infiernos, temiendo un regreso inoportuno. Si ya posees el tesoro de la fe religiosa, vive de acuerdo con los preceptos que abraces. Es muy grande la responsabilidad moral de aquel que ya conoce el camino y que no se equilibra dentro de él. Haz todo el bien que puedas sin preocuparte por satisfacer a todos.

Convéncete de que si no sientes simpatía por determinadas criaturas, hay mucha gente que te soporta con mucho esfuerzo. Por esa razón, en cualquier circunstancia, conserva tu noble sonrisa. Trabaja siempre, trabaja sin cesar. El trabajo es el mejor diluyente de nuestras angustias. Ayúdate mediante el leal cumplimiento de tus deberes. En cuanto a lo demás, no te agobies ni indagues en exceso, porque con más o menos tiempo, la muerte te ofrecerá su tarjeta de visita imponiéndote el conocimiento de aquello que por ahora, no te puedo decir.

 

* XAVIER, Francisco Cândido. Cartas e Crônicas. Por el Espíritu Irmão X. Capítulo 4.

 

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

1. KARDEC, Allan. La Génesis. Capítulo XI. Ítem 13.

2. __________. Ítem 18.

3. __________. El Cielo y el Infierno. Segunda Parte. Capítulo I. Ítem 7.

4. __________. Ítem 8.

5. __________. Ítem 9.

6. __________. Ítem 12.

7. __________. Ítem 13.

8. __________. Ítem 14.

9. __________. El Libro de los Espíritus. Pregunta 149.

10. __________. Pregunta 150 a.

11. __________. Pregunta 150 b.

12. __________. Pregunta 151.

13. __________. Pregunta 152- Comentario.

14. __________. Pregunta 154 y Pregunta 154- Comentario.

15. __________. Pregunta 155 a.

16. __________. Pregunta 155 a- Comentario.

17. __________. Pregunta 156. 18. __________. Pregunta 157.

 

 


01 octubre 2021

EDUCACIÓN PARA LA VIDA ANTE LA MUERTE





1) Educación para la muerte por Herculano Pires

2) Repaso de los items 149 a 167 El alma después de la muerte. El libro de los Espíritus

3) Repaso de "El temor a la muerte". El Cielo y el Infierno

4) Videos recomendados:

    Desencarnación de Dimas

(2) Desencarnación de Dimas - YouTube

    La vida en el mundo espiritual Chico Xavier/André Luiz

(2) vida después de la muerte Chico Xavier - YouTube


1) EDUCACIÓN PARA LA MUERTE

Estamos en una fase  histórica en que el misterio de la muerte fue resuelto ampliamente y con seguridad. No habrá más posibilidades de duda en lo  relativo a la sobrevivencia de todos los seres vivos al fenómeno  universal de la muerte.


Nada se acaba; la duración de las cosas y de los seres es infinita. Este es un aspecto de la realidad que  estuvo siempre expuesto a la observación humana, probándose  incesantemente por si mismo, desde las selvas hasta las más  elevadas civilizaciones.

 

Estas pruebas llegaron en nuestro tiempo  a un punto decisivo, gracias al desarrollo de las Ciencias,  al esclarecimiento cultural que alejó de las mentes más desenvueltas y capacitadas las dudas creadas por las supersticiones y  por el comercio religioso de la muerte en todo el mundo.

 

A pesar  de esto, la posición de la Ciencia al respecto de la cuestión  permaneció invariable en los últimos siglos, particularmente en los siglos XVIII y XIX. El entusiasmo por las conquistas técnicas, por las victorias en la lucha contra el dogmatismo de la  Iglesia y la esperanza ilusoria de una rápida y fácil explicación  del mundo por las teorías mecanicistas, generaron el materialismo simplista y alegre que Marx y Engels llamarían utópico,  reservando para si mismos la clasificación pomposa y temeraria  de materialismo científico. 


Así también en la segunda mitad del siglo XIX surgía la Ciencia Espírita y se abría para  el mundo una visión más seria y detallada de la realidad total del  Universo. Como acentuó Conan Doyle, a las invasiones inconsecuentes y dispersas de los espíritus en nuestro mundo terreno, sucedía una incursión organizada, dirigida por Espíritus Superiores, con una finalidad clara y definida de revelar la verdad cristiana,  hasta entonces estafada, en su pureza esencial. Solo entonces la muerte comenzó a mostrar a los seres humanos su cara oculta, revelando al mismo tiempo el sentido verdadero de la vida y, como  acentuó León Denis, su pesada responsabilidad.

 

Las prácticas  misteriosas y aterradoras de la preparación de los seres humanos para la muerte fueron difuminándose por las informaciones compiladas por  Denizard Rivail, discípulo y continuador de Pestalozzi, en el desenvolvimiento de una educación para la muerte.

 

Toda la larga fase anterior, envuelta en supersticiones mágicas y misticismo alienante, de los tiempos primitivos hasta la  primera mitad del siglo XIX, fue apenas de preparación dramática, sombría y trágica de la criatura humana para el misterio  insondable de la muerte en que toda la Humanidad estaba sumergida.


Es increíble que las iglesias cristianas se esforzaran tanto, hasta  hoy, para mantener esta situación desesperante en el mundo.


Aunque el Papa Pablo VI, mostrándose preocupado  con su muerte próxima, declaró que nada dice la Iglesia sobre la  muerte, a no ser que sobreviviremos a ella en una forma de vida  misteriosa.


De misterio en misterio, como se ve, los problemas  fundamentales de la vida y de la muerte fueron escapando de las manos de los clérigos. Hoy estos asuntos pasaron hacia el ámbito  de la Ciencia. Mas será la Educación y la Pedagogía que, en  última instancia, cabe hoy la obligación de elaborar los programas de orientación educativa de todos nosotros para el acto de morir.

 

En la didáctica especializada de esta nueva disciplina  resalta, como punto central nuevo campo educativo, el acto educativo. En el se concentra, como en el núcleo del átomo, todo  el poder organizador y orientador del proceso a desarrollarse.


Para René Hubert y Kerchensteiner, el acto educativo es un acto  de amor. En las pesquisas sobre la Educación primitiva, entre los  salvajes, se evidenció que la naturaleza de la Educación es  esencialmente afectiva y amorosa.

 

Esto nos muestra que la Educación para la Muerte no puede ser coercitiva, autoritaria, constreñidora y mucho menos aterrorizadora.

 

Las religiones de la muerte, por lo tanto, se negaron a si mismas al optar por el terrorismo  de las maldiciones y de las amenazas para educar a los seres humanos  en el difícil oficio de morir y de soportar la muerte a su alrededor.

 

Simone de Beauvoir observó, en contacto con materialistas  ideológicamente convencidos, que morir es una necesidad natural del ser humano, que los materialistas temen, principalmente, la  soledad de la muerte. Nada saben, como los religiosos, sobre los  secretos de la muerte. Tendrá que ser por esto que siempre mueren con los ojos abiertos, dejando a los vivos el trabajo de cerrarlos para estar acompañados.


Si los materialistas pudiesen ser filósofos, no les importaría la  soledad de la muerte, puesto que si en ella todo se acaba, no  podría haber soledad. Y será también por esto que no puede  haber una Filosofía materialista.

 

La esencia de la Filosofía es la  libertad y su objeto es ella misma. La Filosofía es la captación  libre de la realidad que nos dará una libre concepción del mundo.


El materialista no es libre, puesto que está preso a la idea fija de que todo es materia.


No es por casualidad que estamos en un mundo tan lleno de conflictos y angustias. Pagamos caro el mundo fantasioso que orgullosamente construimos sobre el mundo natural de la Tierra.

 

Adaptar este mundo humano a la realidad planetaria es tarea  urgente, que cabe a todos y a cada uno de nosotros. El acto educativo, en el proceso de la educación para la muerte, se revela aún más profundo y significativo que en la educación común.

 

Comienza por el llamado de una consciencia esclarecida y madura a las consciencias inmaduras, para elevarse  sobre los conceptos erróneos a los cuales se apegan. Tenemos  que revelar y justificar para estas consciencias, con datos científicos actuales, el mecanismo individual y colectivo de la muerte.

 
Urge hacer comprender al ser humano que la muerte no es un mal, sino  un bien de la naturaleza y una necesidad para el ser  humano. Tenemos que demostrar que el muerto no es un cadáver, sino un ser  inmortal que, al pasar por la vida y la muerte se enriqueció con  nuevas experiencias, adquirió más saber, desenvolvió sus facultades o potencialidades divinas.

 

Tenemos que esclarecer el  sentido de la palabra hasta hoy empleada de manera alienante,  esclareciendo que la condición divina del ser humano es simplemente el producto de una existencia de trabajo, amor y abnegación,  en que la criatura supera, en las vías de la trascendencia, el  condicionamiento animal del cuerpo material y la ilusión sensorial que lo imanta al vivir animal.

 

Tenemos que trascender la sistemática habitual de las escuelas y de las iglesias, que se apegan al  pragmatismo, a las subfilosofias del vivir por vivir, desvendando  el verdadero significado del placer y del amor, como elementos  de sublimación de la criatura humana en las funciones vitales y  genésicas de la especie.

 

El mandamiento del amor al prójimo  ha de ser colocado en plano racional, libre de las amenazas  opresivas y de la maraña de las conveniencias inmediatistas.

Mostrar que el Amor a Dios, la más elevada forma de amor  existente en la Tierra, no se hace con miedo y terror, sino de comprensión; no se dirige a un mito, sino a una Consciencia que  nos impulsa en la práctica de la justicia y de la bondad, sin  discriminaciones de especie alguna.

 

Tenemos que esclarecer  que la muerte está en nosotros mismos y no fuera de nosotros,  que convive con la vida en nosotros. Como enseñaba Buda, “la  muerte nos visita en cada una de nuestras respiraciones”.

 

Tenemos que demostrar que, en verdad, morir es simplemente dejar el condicionamiento animal y pasar a la vida espiritual. La fase más difícil del acto educativo es la que da la comprensión del desapego a los bienes pasajeros del mundo, sin  despreciarlos, como forma de preparación para las actividades de  abnegación amorosa que hemos de ejercer después de la muerte.

 

Mas no tendremos que exagerar las promesas de más allá del  túmulo, puesto que no se promete lo que no se puede dar, sino  enseñar que solo se llevará, en el cambio de la muerte, el bagaje  de las conquistas que se realizan aquí, en la vida terrenal.

 

No  seremos premiados, sino pagados en la otra vida, justamente  pagados por todo lo que demos gratuitamente en esta vida. Esta  enseñanza, acompañada de ejemplos vivos de nuestra vivencia,  demostrará a los educandos que no usamos palabras piadosas,  sino que los convidamos a caminar a nuestro lado, haciendo lo  que hacemos.

 

Tendremos que sustituir las ideas de recompensa por  las de consecuencia. Pero si hiciéramos todo esto sin amor,  pensando apenas en nosotros mismos, nuestros actos no tendrán  repercusión, puesto que nada más hicimos que cumplir con  nuestro deber, en el contrato social y universal de la convivencia  humana.

 

Ninguno hace sin haber aprendido, pero ninguno aprende sin hacer. Así, la reciprocidad de nuestro quehacer nos liga  profundamente a los otros en las redes de la ley de acción y reacción, demostrándonos de manera objetiva y subjetiva que todos precisamos de la ayuda de los demás.

 

La convivencia  humana se entreteje de intereses, desconfianzas, despechos y  aversiones, sobre un paño de fondo en que el amor, la simpatía y  el respeto ofrecen precaria base de sustento. Gran parte de este  tejido de malquerencias recíprocas provienen de motivos ocultos,  provenientes de envidias y celos. Porque unos están mejor dotados que otros y la vanidad humana no permite a los inferiores  perdonar a los más agraciados por la naturaleza o por la fortuna.

 

El problema de la reencarnación explica estas diferencias, muchas veces chocantes, y alienta a los infelices con esperanzas  racionales, demostrándoles que cada uno de nosotros será el  responsable único por su condicionamiento individual. 


Los  seres humanos aprenden a tolerar sus derrotas hoy para alcanzar victorias futuras, y en este aprendizaje se superan a si mismos, modificando el tenor inferior de las relaciones sociales. 


Las pesquisas  científicas actuales sobre la reencarnación hacen parte necesaria  de la educación para la muerte, que en el caso pierde la mayoría  de sus aspectos negativos, transformándose en promesa de  recompensa posible. Al mismo tiempo, sustituyendo las amenazas religiosas absurdas por los socorros de las buenas acciones  en la vida de prueba, que será siempre pasajera, predisponiendo a  las criaturas condiciones espirituales en la vida presente. 


Las  pruebas científicas del poder del pensamiento, que hoy se revela  como forma de comunicación permanente en la sociedad humana, nos demuestra la conveniencia de la conformidad y de la  alegría íntima en las relaciones sociales.

 

El acto educativo, en esta extensión y en esta profundidad,  se torna el más poderoso instrumento de transformación del  ser humano, llevándolo a descubrir en si mismo las más poderosas  fuentes de energía de que podemos disponer en el mundo, y  basta esto para darnos la Nueva Consciencia que apagará en  nosotros todos el fermento viejo del que hablaba Jesús a los  fariseos, los residuos animales de nuestra condición humana.

 

No será con sermones tejidos con palabras mansas y palabrería emotiva, ni con piedad fingida, bendiciones formales del  profesionalismo religioso, promesas de un cielo de delicias al  lado de amenazas de condenas eternas que podremos despertar a  los seres humanos para una vida más elevada.

 

Tenemos que colocar los  problemas humanos en términos racionales, sin contradicciones  amedrentadoras. El ser humano reacciona, consciente o inconscientemente, a todas las amenazas y condenas, y a todas las injusticias  de la sociedad y de las potencias divinas.

 

Hasta hoy, hemos sido tratados como animales en fase de domesticación y reaccionamos intensificando la violencia y la revuelta por toda la Tierra.


De ahora en adelante precisamos pensar seriamente en la educación positiva del ser humano en la vida, con vistas a su educación  para la muerte.

 

El instinto de posesión y las ambiciones del  poder desencadenaron en la Tierra la ola de violencias que hoy nos asombra. Mas el ser humano es racional y puede superar esta  situación desastrosa ante la revelación de las primaveras secretas del amor y de la bondad.

 

En su consciencia está la marca divina  del Creador, en la idea de Dios que Descartes descubrió en las  profundidades de si mismo. En un mundo y en una sociedad en que los estímulos son, en la mayoría negativos, los ejemplos  deplorables, las leyes injustas, las religiones mentirosas entregados al tráfico de la simonía, la moral hipócrita y así por delante,  en que los buenos se hunden en la miseria para que los malos  vivan con las tripas llenas, no habrá condiciones para el desenvolvimiento de las virtudes del espíritu, sino solamente para los  vicios de la carne.

 

El acto educativo, en la Educación para la Muerte, se constituye en un proceso complejo que debe abarcar todas las facultades humanas, para elevarlas al plano de las funciones superiores  del espíritu.

 

Comenzando en el individuo, primera brecha por la  cual se puede inyectar la idea nueva en relación constante con la  muerte, este acto de amor se extenderá a las comunidades, contagiando al mundo.

 

Es lo que Jesús comparó a la acción del  fermento en una medida de harina, para levarla. Es también el  poquito de sal que da gusto a la insipidez del mundo, a través de  aquellos que se dispongan a salarse a si mismos para transmitir a  los otros el estimulo salino. Todas estas cosas no son nuevas, son  viejas, pero en verdad no envejecen.

 

Hace dos mil años Jesús de  Nazaret, carpintero e hijo de carpintero, enseñó al mundo los  principios de la Educación para la Muerte y enriqueció sus  enseñanzas con su ejemplo personal. Ejemplificó la inmortalidad, resucitando en su cuerpo espiritual, el cuerpo bioplasmático que los materialistas descubrieran y que se apresuraron a esconder de la Humanidad.

 

Mas la Educación para la Muerte fue entonces  transformada en las Religiones de la Muerte por los mercaderes  de los templos y el mundo retornó a las tinieblas, apegado a los  mitos y enriqueciendo el panteón mitológico con la imagen del  carpintero crucificado por judíos y romanos en colusión.

 

Nos  cabe ahora, en la antevíspera científica y tecnológica de la Era  Cósmica, disponernos a luchar por la reimplantación de la Educación para la Muerte, que enseñará a los seres humanos a vivir bien para morir bien, o sea, morir conscientes de que no mueren, pues la Ley del Cosmos no es la muerte, sino la vida sin fin,  indestructible en la realidad infinita de la Creación. 


La Hora de la Magia se agotó en las selvas, en los intentos  ingenuos de los seres humanos primitivos, de descubrir y controlar las  leyes naturales, dominando la naturaleza por medios ilusorios y  grotescos.

 

La Hora de las Religiones se escurrió por el cuello del reloj de arena o en las clepsidras goteantes. 


La Hora de la Ciencia desapareció en las minucias de la técnica. 


Mas surgió al final la Hora de la Verdad, en que toda la realidad se transforma en estructuras invisibles, en el polvo atómico y sub-atómico de las  inversiones de la antimateria. Es la Hora Esperada de la Resurrección del Espíritu.



2-3) Repasar los items de la visión espírita sobre la muerte en "El Libro de los Espíritus", "El Cielo y el Infierno" y "La Génesis":






4) Videos recomendados








Bibliografía

- Calle, Ramiro. Enseñanzas para morir en paz.
- Gyampso, Lama Jinpa. Morir y volver a nacer.
- Kardec, Allan. El libro de los Espíritus
- Kardec, Allan. El cielo y el infierno.
- Kardec, Allan, La Génesis
- Oliveira, Therezinha. Ante los que partieron.
- Pires, Herculano. Educación para la muerte.

07 mayo 2020

DE LA LUZ HAS VENIDO

 ¡DE LA LUZ HAS VENIDO Y A LA LUZ VOLVERÁS!





España y el resto del mundo se encuentra en estado de crisis. Durante el tiempo que hemos estado en confinamiento por causa del coronavirus he tratado de utilizar el tiempo para hacer algo útil. Entre otras cosas, he clasificado documentos y puesto orden entre los viejos recortes de periódicos.

Encuentro muchas cosas interesantes, por ejemplo un ejemplar del diario "Svenska Dagbladet" del 11 de mayo 1996, con una entrevista al líder político del partido popular María Leisner. La entrevista profundiza sobre el accidente de tráfico ocurrido hace dos meses, cuando falleció su marido Hans Holmgren. La desesperación de María no tenía limites, pero cuenta también lo que le ayudaba a llevar la tristeza para poder seguir trabajando y luchando. Había recibido muchas cartas de la familia y amigos, pero también de personas completamente desconocidas. Así, por ejemplo, le escribió una persona desconocida: "cuando morimos, no desaparecemos, solo entramos en otra habitación". Estas fueron también las palabras de Ramakrishna, cuando se apareció a su mujer Sarada Devi, que estaba llorando la muerte de su marido. Desconozco si María Leisner llegó a conocer a Ramakrisna, pero mandó pintar el ataúd de color celeste y se vistió con el traje que más le gustaba a su marido.

El escritor sueco August Strindber dice lo que piensa en un libro "Roda Rummet". Cuenta de un grupo de pintores pobres pero alegres que volvían a Estocolmo. Uno de ellos se muere y otro sirve de oficiante en su entierro. En vez de lo tradicional "de la tierra has venido y a la tierra volverás", dice "De la luz has venido, a la luz volverás".

El escritor francés Víctor Hugo, gran amigo de Allan Kardec trata sobre las ceremonias funerales en su libro "Calvario de Liberación”, ofreciendo su consejo a los que se encargan de las cuestiones religiosas, proponiendo un cambio en las palabras que componen el ritual del entierro. 
 
Solveig Nordstrom 

28 abril 2020

¿MIEDO A LA MUERTE?


Esa histeria de juventud y ese miedo a la vejez ¿tiene algo que ver con el miedo a la muerte?

===============================================
Hay una serie de cosas que me causan tristeza, no tanto por mi, sino por el efecto que veo que produce en los demás, son los prejuicios de la vejez. 


Muchas personas piensan, que cuando somos un poco mayores ya no servimos, solemos ponernos feos, débiles, cansados, perdemos la memoria y el amor.

Yo pienso al revés, que con los años debemos ponernos más fuertes, más felices y más bellos, con mejor memoria y, ante todo, con más amor. Pero la gente se deja hipnotizar por las autoridades, la prensa, los demás... 

El falso ideal de la eficacia superficial ha hecho mucho daño. Yo oigo las objeciones: "Pero cuando tenía 20 años menos, corría mucho mas rápido”. Es posible, pero ahora puedes hacer otras cosas, que solías hacer entonces.

Un admirable amigo, desencarnado hace años, solía decir: "La Vejez es un naufragio”. Yo no quería discutir, pero nunca llegué a entenderle. Un naufragio es un cosa rota, una cosa estropeada. Veo la proa de una barca que sobresale por encima del agua, el resto está hundido, medio podrido y todos los detalles están dispersos, víctimas de la destrucción. ¿Qué tiene esto que ver con la vejez?

La vejez es la edad mas íntegra de las edades del hombre, a lo mejor has naufragado varias veces, pero ahora estas reparado. Te encuentras flotando en el océano de la existencia esencial, por encima de todas las cosas secundarias.

Cuántos amigos han querido hacerme la permanente en el pelo y ponerme pendientes con la excusa de que estaría diez años más joven. Yo no entiendo nada. Admiro a los peluqueros y a los orfebres, pero por su arte y les mando muchas clientas, para que hagan milagros con ellas.

A mi me interesa mucho cuidar mi belleza y de la de mis familiares, pero no para que parezcamos más jóvenes.

Esa histeria de juventud y ese miedo a la vejez ¿tiene algo que ver con el miedo a la muerte?


Normalmente un viejo esta mas cerca de la muerte que un joven. Digo normalmente, porque los accidentes y el consumo de drogas son mas frecuentes en la juventud. Son los jóvenes quienes llevan camisetas con calaveras y esqueletos.

Si supiéramos algo más de la muerte, a lo mejor no nos daría tanto horror la vejez. La muerte es un cambio de vibración no es una aniquilación. La vida es única, pero tenemos que cambiar muchas veces. ¡La vida es un regalo de Dios!.

El suicidio es el crimen mas grande que hay. La personalidad cambia, pero la individualidad es eterna y está destinada a la perfección.

Juana de Ángelis, una monja brasileña que fue una gran psicóloga, escribió:
"Tu edad ideal es aquella en la que te propicias las más amplias posibilidades de autodescubrimiento , de autoiluminación y de servicios en favor del bien general . Esta edad son todas las edades de tu ser eterno".

Sol

12 abril 2020

EL DUELO ANTE LAS PÉRDIDAS



¿Qué es el duelo? Es un camino.


Es un recorrido que comenzamos cuando se produce una pérdida, como la partida de un ser querido.

También existe un duelo cuando se producen las separaciones, pérdida del empleo, pérdida de una mascota, quiebra... Es lo que se denomina “el duelo simbólico".

Esto nos afecta en todas las dimensiones no sólo en lo que se refiere a nuestras emociones, también a nivel físico, energético, emocional y de la conciencia.




Se habla de un período entre 6 y 18 meses aunque para algunas personas este acontecimiento es tan impactante que este período puede extenderse durante muchos años.


Elisabeth Kübbler Ross describió en su amplio trabajo sobre el acompañamiento en el final de la vida, cinco etapas en ese recorrido por las personas que eran conscientes que iban a dejar su cuerpo físico, tal como se explica más adelante.

El doctor Salomon Sellam ha llegado a percibir en los pacientes que han acudido a él en busca de consuelo y esclarecimiento ante una pérdida, hasta nueve etapas y lo que es más importante en este proceso, lo que ocurre cuando se quedan bloquead@s en una de estas etapas.

NUEVE ETAPAS DEL DUELO

1 - NEGACIÓN
2 – REGATEO
3 - RABIA
4 - TRISTEZA
5 – EXPLICACIÓN
6 – COMPRENSIÓN
7 – INTEGRACIÓN/ EMOCIONAL
8 – DEJAR IR, EL SOLTAR Y PERDONAR (EN LA SERENIDAD)
9 – REINVERSIÓN (REHACER), REINVERTIR EN LA VIDA

A veces encontramos a personas que se bloquean en la etapa de la negación y su vida transcurre en una negación constante, no permitiéndose avanzar y perdiéndose aspectos maravillosos de la vida.

Otras, en cambio, se bloquean en la etapa de la comprensión e intentan obtener una comprensión de todas las cosas, donde le surgen muchas preguntas sobre todas las cosas que llegan a su vida y querer recibir amplias explicaciones sobre todo.

También se produce un proceso donde se bascula entre una y otra etapa. Sintiendo una enorme rabia y enojo durante todo el día sin saber porqué y en otros momentos una tristeza a la cual no encuentran sentido.

Existen recursos para poder alcanzar las tres últimas etapas: integración emocional, el soltar dejando ir y, por último y más importante, el rehacer la vida.

Retomando de esta forma nuestro camino evolutivo, desarrollo personal y la apertura a nuevas y preciosas experiencias.


Ver video siguiente sobre la exposición del Duelo
 
 
 

De la agonía a la supervivencia. Testimonios de supervivientes.

Constituye un campo de investigación que ha adquirido una nueva dimensión a partir de los trabajos de una doctora americana, la doctora Elísabeth Kübler-Ross. En el seminario que dirige en el hospital Billings, de Chicago, explora y analiza los datos que recoge con su equipo junto a los que van a morir. Trata de romper con el comportamiento negativo, con el silencio y la comedia de los vivos en torno al agonizante. Pero el tabú de la muerte es algo muy vivo y numerosos son los que condenan ese tipo de investigaciones.

Después de entrar en contacto con los médicos, visita a los enfermos que están –y lo saben- condenados. Con mucha sinceridad les explica que está dirigiendo unos trabajos sobre la muerte y les pregunta si aceptan hablar de lo que sienten. Se lleva al enfermo a una habitación con un cristal de espejo, de forma que los participantes en el seminario puedan observarle. El mismo decide el momento y la duración de las conversaciones que mantiene con Kübler-Ross, ayudada por el médico que trata al enfermo y por un capellán.

En 1969, Kübler-Ross había realizado cerca de doscientas entrevistas. Se encuentra en ellas una semejanza de las actitudes ante la muerte, pese a las situaciones socioculturales, las razas y las religiones diversas, así como a las diferentes personalidades del sujeto. Esta notable unidad de los comportamientos permite trazar un esquema coherente de las distintas etapas recorridas por el hombre en los últimos meses de su vida. Elísabeth Küblen-Ross ha definido siete etapas en la agonía:

El choque, la negativa, la ira, la depresión, el regateo, la aceptación y la decatexis (Última etapa de la agonía). Desde luego, estos períodos no están claramente delimitados; se interpenetran unos en otros.

Las etapas constituyen un auténtico “sistema de señalización” que revela que el agonizante posee la facultad de percibir el momento preciso de su muerte. Esta información está primero disimulada, deformada por el rechazo consciente, la negativa a su propio fin. Luego, cuando abandona la negativa brutal y “se abre” a su muerte, se manifiesta en él esa extrema sensibilidad. Sabe, acepta.

“Cuando nuestros enfermos –escribe Kübler-Ross- habían alcanzado la etapa en que aceptaban la muerte y la decatexis final, les parecían indeseables las intervenciones procedentes del exterior, las consideraban tormentos inútiles que les impedían morir en paz y con dignidad. Desde el punto de vista médico, este comportamiento revelaba la muerte inminente del paciente en el que, hasta el momento, no se habían encontrado indicios que anunciaran el final. En este caso, responden a un sistema de señales psicológicas internas que no conocemos, pero cuyos efectos percibimos muy bien. Tiene conciencia de su muerte inminente; a veces, su forma de expresarlo consiste en pedirnos que nos sentemos junto a él. Es lo último que podemos hacer por él, y no debemos negarnos.”

Pero antes de esta última toma de conciencia, el moribundo pasa por diferentes fases:

El choque tanático

La persona se entera, por diversas fuentes, de la eventualidad de la muerte próxima. La idea obsesiva de su final invade de pronto su conciencia. Muy rápidamente, trata de poner entre paréntesis ese traumatismo y de evadirse con actividades fútiles e irrisorias. El choque de extrema soledad se introduce en esta situación, le lleva a no reaccionar y se interesa por toda clase de cosas insignificantes, para llenar cada segundo, cada minuto.

La negativa

Luego…un día, la conciencia clara de su estado, va a llevarle al fin del primer estado de choque. Lucha y hace unos últimos intentos. Consulta a otros médicos, se somete a análisis complementarios e incluso recurre a curanderos, todo ello para dar nuevas razones de esperanza. Después se da cuenta de que no puede escapar a su destino.

La ira

El hombre siente que se va alejando progresivamente del mundo de los vivos. Ese sentimiento provoca una reacción agresiva bastante clara, que emana de ese aislamiento. Mientras se retira su vida, percibe el movimiento de los vivos como algo insoportable, injusto. Asiste como un extraño al espectáculo de los demás.

La rebeldía no la provoca el miedo. La persona toma conciencia de que se va despegando de todos los vínculos que han ido haciendo. Rechazar esa ruptura es una expresión normal y justificada. ¿”Por qué partir”, por qué detenerse? Esta actitud negativa hace vacilar el mito popular del “miedo irracional ante la muerte”.

La depresión

El enfermo ya no se deja llevar como antes por la comedia del personal que le asiste o de los familiares que tratan de “mantener” su moral. Se deja llevar por la depresión, se agrava a veces por preocupaciones morales o materiales, ya que, a fin de cuentas, él es el único que siente lo que pasa en su interior.

El regateo

El estado depresivo se interrumpe de pronto para dar lugar a una conciencia clara de la lucha emprendida contra la muerte. La persona trata de pactar con la muerte. El regateo aparece principalmente cuando el agonizante se encuentra debilitado, pero también puede tener claramente conciencia del trato que intenta hacer con la muerte.

La aceptación

Después de haberlo intentado todo para escabullirse, el hombre acepta su situación y se enfrenta cara a cara con la muerte. Algunos desean incluso que llegue rápidamente. Otros la esperan con curiosidad, con la impresión de que al fin se les va a revelar el sentido y la verdad de su vida. Sienten que se aproxima un acontecimiento que les concierne a ellos. Los vivos y sus problemas les parecen irrisorios e insignificantes. Los agonizantes ya están vueltos hacia el mundo de las tinieblas. Buscan los primeros síntomas. En su notable obra “Les vivants et la mort” ( Editions du Seuil, París, 1975.) escribe Jean Ziegler, a propósito de esa frase:

“Ante los ojos del moribundo se abren los desconocidos paisajes de un mundo nuevo. El hombre vivo mira al moribundo de espaldas. Por eso no ve más que a un hombre que se aleja un poco más en la noche. Ahora bien, para este último, la aceptación no significa la rendición de su voluntad de vivir, sino que es traspasar un umbral de percepción nuevo y hasta entonces radicalmente desconocido. Por otra parte, toda agonía es, en sus diferentes etapas, no una esencial y progresiva decadencia de la conciencia, sino, por el contrario, su progresión, traspasando sucesivos umbrales, hacia unas percepciones siempre nuevas cuyo equivalente inteligible no había conocido antes”.

En ese período es en el que se puede dar fenómenos como apariciones, visiones, o manifestaciones auditivas. El moribundo se siente entonces rodeado de quienes han venido a acompañarle en su tránsito. La esperanza de una supervivencia ocupa, en la mayoría de los hombres, la totalidad de la conciencia.

La decatexis

Si bien el cuerpo aún vive, la conciencia se abstrae progresivamente del entorno y parece absorta en otra dimensión. La comunicación con los vivos se corta definitivamente.

“Llega un momento en la vida del enfermo –escribe Kübler-Ross- en el que cesan los dolores, en el que el enfermo se sume en un estado de conciencia lejana, en el que todo lo que le rodea se vuelve vago.

Los familiares van y vienen. Ya es demasiado tarde para las palabras; pero demasiado pronto para una separación definitiva. Es una terapia de silencio para el enfermo y la disponibilidad para con los familiares.”

El informe más importante que poseemos es el constituido por el psiquiatra catedrático norteamericano y doctor en filosofía Raymond A. Moody, publicado bajo el título de “Vida después de la vida”. Apasionado por las investigaciones de Kúbler-Ross, recogió, a lo largo de cinco años, más de ciento cincuenta testimonios de experiencias cercanas a la muerte (near-death experiences) una parte de ese trabajo se recoge en el documental "vida después de la vida" que se puede ver en youtube:


https://www.youtube.com/watch?v=sz4Oc1_icl4



En dicho estudio se pueden apreciar diferentes items:


  • Relatos de personas que volvieron a la vida tras haber sido declaradas muertas por sus médicos. 

  • Casos de sujetos que, a consecuencia de accidentes, de heridas graves o de enfermedades, se encontraron muy cerca de la muerte física. 

  • Experiencia de aquellos que, en el momento de su muerte, describen a los presentes los fenómenos y sensaciones que les embargan. 

  • El sujeto oye al personal médico declararle muerto. 

  • De pronto se encuentra “fuera de su cuerpo”. Su conciencia, proyectada de ese modo a varios metros, percibe su cuerpo y lo que le rodea. 

  • Vienen a su encuentro. El sujeto tiene el sentimiento de que le acogen los espíritus de sus familiares o de sus amigos, muertos antes que él. 

  • Aparición de un “ser de luz” que entra en contacto –no verbal- con él para que evalúe su vida. 

  • En ese momento, la visión panorámica de toda su vida invade su campo perceptivo. Las imágenes se suceden “intercalándose” a gran velocidad. 

  • El individuo tiene la impresión de llegar a una barrera o a una frontera, que simboliza el límite entre vida y la “próxima vida”. 

  • Sabe que tiene que “volver a la tierra” porque no ha llegado aún el instante de su muerte. 

  • Se resiste, pero, sin embargo inicia su “retorno” difícil y desagradable.

  • Luego, un sentimiento de intensa alegría, de amor y de paz embarga todo su ser.

  • Vuelve completamente en sí, trata de referir a sus allegados su sorprendente aventura, pero no encuentra palabras para definir lo que le ha ocurrido. Con frecuencia hacen burla de él. 

  • Sin embargo, este suceso va a transformar por completo su vida y sus ideas sobre la muerte.

Tras esta descripción, Raimond Moody insiste en el hecho de que se trata de una representación abstracta de los testimonios, un “modelo”, y no de lo “vivido” por una sola persona. A veces, la experiencia se compone tan sólo de unos elementos de lo descriptivo y su desarrollo no se cumple en el orden de la clasificación.

El bioquímico V. A. Negovski ha definido los diferentes mecanismos en juego en ese momento crítico, clasificándolos en cuatro períodos bien identificables: el estado de conmoción, el estado preagónico, la agonía y la muerte clínica. (Pathophysiology and therapy of agony and clinical death, Moscú, 1954).

Las reacciones fisiológicas de un perro, al que habían cortado la arteria femoral. En unos minutos, el cuerpo se vació de casi la mitad de la sangre. El cerebro recuperó sangre de reserva, gracias a una dilatación de los vasos, e “hizo llegar a él” una importante cantidad de azúcar. El aporte de azúcar resultaba de una rapidísima conversión del glucógeno en glucosa, por efecto del aumento de la tensión arterial.

Demuestra que un dispositivo automático de socorro alimenta el cerebro permitiéndole funcionar con un potencial decuplicado con respecto a una situación normal. ¿Será esta configuración bioquímica particular la que da lugar a los primeros fenómenos tales como la visión del pasado, descritos por los supervivientes? Es una hipótesis verosímil.

El segundo estado se caracteriza por una abundante superactividad cerebral. La cantidad de azúcar consumida por el cerebro aumenta mucho más rápidamente que la que le puede ser suministrada. Los investigadores han asociado el estado preagónico con los estados alterados de conciencia. El electroencefalograma obtenido en este período de “avance hacia la muerte” presenta extrañas semejanzas con el registrado durante una fase de meditación. Los ritmos cerebrales indican una abundancia de ritmos beta rápidos, en los que vienen a intercarlarse, de vez en cuando, ritmos alfa. De ese modo, las sensaciones de beatitud, de euforia y de trascendencia a que hacen referencia los supervivientes, tendrían su origen en este estado modificado de la conciencia, que se inicia al acercarse la muerte.

Los que definen los temas supervivivencistas interpretan el fenómeno como una clara indicación del paso de una vida a otra, de una muerte a un renacimiento…

Después del estado preagónico viene el cese de la actividad, de la respiración y de los reflejos oculares; luego la muerte clínica.

La reciente aproximación científica a los estados alterados de conciencia y el estudio de los fenómenos que se dan durante la meditación trascendental permiten establecer una serie de interesantes y curiosas relaciones con los testimonios y observaciones realizados antes de la muerte o en casos límite. 


Marilyn Fergusson, en “La révolution du cerveau” (Calmann-Lévy, 1974). Hace una lista de las impresiones y sensaciones referidas por los sujetos que se han adentrado en esos estados alterados, por medio de la hipnosis, de la meditación y de las drogas psicodélicas…

Unos procesos atribuidos al inconsciente o a la memoria, parecen trascender con mucho todos los sistemas mecánicos, lógicos, que puede concebir el hombre. Pasar de la fría razón a una vivencia inexpresable es acaso la única forma que tiene el hombre y su último recurso para sentir lo que es, allí donde se detiene la conciencia.




*      *      *


ACTUALIDAD

ALLAN KARDEC INSTRUMENTO DE LIBERTAD

  La doctrina de la creación del alma en el acto del nacimiento constituye un sistema de creaciones privilegiadas. Los hombres son extraños...