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25 marzo 2023

TRANSFORMACIÓN HUMANA

 

 ACCIÓN DEL ESPIRITISMO EN LA TRANSFORMACIÓN HUMANA

 

 

Tres son los elementos fundamentales que el Espiritismo utiliza para transformar la humanidad en una sociedad mejor


1. Amor,
2. Trabajo,
3. Solidaridad.


1 - El amor


Incluye la comprensión y la tolerancia, pues quien ama comprende al ser amado y sabe tolerarlo en todas las circunstancias. Abarca también la Verdad, pues quien ama sabe que el objetivo supremo del Amor es la Verdad. Nadie ama la mentira, pues hasta los mentirosos apenas soportan la falta de la verdad.


Con el desenvolvimiento psicobiológico, el amor egoísta del hombre a sí mismo se transmuta, según ya vimos, en amor altruista, amor a los otros; que expandiéndose desde el núcleo familiar engloba también a la Sociedad, a la Patria y a la Humanidad.

 


Algunos espíritas dicen que los espíritas no tenemos patria, porque sabemos que podemos renacer en diferentes países. Eso es absurdo, pues entonces tampoco amaríamos al padre ni a la madre, que con frecuencia varían en diferentes encarnaciones.


El Amor no tiene límites, pero nosotros, los hombres, somos creaciones limitadas y estamos restringidos, en cada existencia, por las limitaciones de la condición humana.


Amamos de manera especial a quienes están unidos a nosotros en esta vida o que se unieran a nosotros en vidas anteriores.


Amamos a todos los seres y a todas las cosas en proporción a nuestra disposición mental para comprender la realidad. Y amamos nuestra tierra, el pedazo de mundo en que nacemos y vivimos, y a la gente a que pertenecemos, sección de la población mundial que corresponde a la población de nuestra Tierra. Y amamos a nuestro planeta Tierra y a toda la humanidad que la puebla, compañeros nuestros y maestros en esta divina aventura por el camino del progreso evolutivo. Y amamos a los que están más allá de la Tierra, en las zonas planetarias espirituales, como amamos, por intuición mental y efectiva a todos los seres y cosas de todo el Universo.

 

Lo ilimitado del amor se impone a los límites temporales de nuestra condición actual. Y ese es nuestro primer escalón hacia la trascendencia espiritual. En la medida en que nuestra capacidad infinita de amar se concretiza en realidad afectiva (nacida de los sentimientos profundos y verdaderos del amor) sentimos que nos vamos elevando a planos superiores de afectividad intelectual y moral, y vamos al mismo tiempo aumentando nuestro respeto a todas las manifestaciones de la vida y de la belleza en todo el Universo.

 

El Amor no es placer, ni preferencia, ni deseo: es afección; es decir, afectividad en acción, flujo permanente de vibraciones espirituales del ser que se expanden hacia todo lo que forma la realidad. Fue por eso que Francisco de Asís amó con la misma ternura y el mismo afecto, llamándolos hermanos, a los minerales, a los vegetales, a los animales, a los hombres y a los astros en el infinito. Las ondas del Amor alcanzan todas las distancias, alturas y profundidades, aunque no puedan ser medidas como hacemos con las ondas hertzianas de la radio.

 

Después de sobrepasar los límites posibles de la Creación, el Amor alcanza su objetivo principal, que es Dios, y en Él se transfunde. El Espiritismo profundiza el conocimiento de la Realidad Universal; no pretende modificar el Mundo en que vivimos por medio de cambios superficiales en sus estructuras. Esa es la actitud de los hombres ante los desequilibrios e injusticias sociales. Mas l@s espíritas miran más lejos y más hondo buscando las causas de los efectos visibles. Si queremos apagar una lámpara eléctrica, nada adelantamos con soplarla, es necesario desactivar el conmutador que permite el flujo de la electricidad.

 

Si queremos cambiar la Sociedad, nada adelantamos con modificar su estructura hecha por los hombres, sino que hemos de modificar a los hombres que modifican las estructuras sociales. El hombre egoísta produce el mundo egoísta, el hombre altruista producirá el mundo generoso, bueno y bello, que todos deseamos. No podemos hacer una buena plantación con malas simientes. Tenemos que mejorar las simientes. Las relaciones humanas se basan en la afectividad humana. Entre corazones insensibles no hay afecto, y cuando éste falta el dolor campea en el mundo, pues solamente él puede enternecer los corazones de piedra. Mas el Espiritismo enseña que el corazón de piedra es duro porque le falta comprensión de la realidad debido a la influencia de tradiciones negativas religiosas que el hombre desarrolló en tiempos salvajes y brutales. Cuantas veces se ha ofrecido a los hombres una visión más humana y más lógica de la Realidad Universal, sus relaciones han mejorado.

 

El Espiritismo surgió en una etapa de acelerado desarrollo cultural y espiritual, en que los espíritas contaron y cuentan con los mejores medios de que la humanidad terrestre haya jamás dispuesto para adquirir conocimientos y progresar. En esta época hay que recuperar el amor por la doctrina de que hablaba Urbano de Asís Xavier; recuperar el amor por los compañeros que se dedican a sembrarla renunciando a sí mismos y a sus propias condiciones profesionales e intelectuales; recuperar el amor por el pueblo hambriento de esclarecimientos precisos y seguros; recuperar el amor por la Verdad que continúa sofocada por las mentiras de las tinieblas.

 

Los médiums de grandes posibilidades se ven rodeados de multitudes de aprovechados, que los llevan casi siempre al fracaso o al agotamiento precoz. Solamente los interesados los procuran: los que pretenden aprovechar sus obras en beneficio propio; los que desean solamente presentarse como íntimos del médium; los que procuran consolación pasajera con su presencia; los que buscan chuparles los beneficios fluídicos, etc....


Los mismos médiums acaban muchas veces desanimados y desviándose hacia otros campos de actividades buscan donde poder gozar, por lo menos, de convivencias menos penosas. La explotación inconsciente y consciente de los médiums por los propios adeptos de la doctrina, es uno de los factores más negativos que entorpecen el desarrollo del Espiritismo en el mundo. La contribución que estos médiums podrían dar para la ejecución de las metas doctrinarias se pierde en las menudencias de las consultas personales y los mensajes cotidianos semejantes a confesiones religiosas, tocados más de emoción embaucadora que de raciocinio y esclarecimiento. Eso es lo que todos piden, como niños llorones acostumbrados a dormirse con la monotonía del arrullo. Incluso hasta un médium como Arigó, dotado de un temperamento agresivo como el de Joao Batista y asistido por una entidad positiva como el dr. Fritz, acabó envuelto en una red de intereses contradictorios que lo envolvieron en maniobras que lo aturdieron, mezcladas con calumnias y campañas difamatorias que lo llevaron, en su ignorancia de labriego inculto, a precipitarse, sin quererlo, a su destrucción precoz.

 

Las grandes tesis de la Doctrina Espírita no fueron suficientes para movilizar a los espíritas en favor del médium, para resguardarlo y facilitarle, por lo menos, la investigación de los científicos norteamericanos de diversas Universidades y de la NASA, que intentaron desesperadamente manejar el problema en términos de ecuación científica.

 

Cada espírita, al aceptar y comprender la grandeza de la causa de las Enseñanzas y su finalidad suprema - que es la transformación moral, social, cultural y espiritual de nuestro mundo- asume un serio compromiso con su propia conciencia.


La aparición de un médium como Chico Xavier o Arigó no tiene ya el sentido restringido que tenía la aparición de una pitonisa o de un oráculo en el pasado, sino que tiene una importancia similar a la que tuvo la aparición de un Juan Bautista o de un Cristo en la fase crítica de la caída del mundo clásico grecorromano, durante la trágica agonía de la civilización mitológica. Empero, hoy, después de más de un siglo de siembra espírita, en la hora cierta y precisa de la cosecha, vemos nuevamente al pueblo elegido ocupado en intrigas a la Puerta del Muladar, mientras “los romanos crucifican entre ladrones” a quienes se habían sacrificado en reencarnaciones providenciales.


Esa mentalidad de lechuzas agoreras y de troyanos que no escuchan a Casandra, proviene del egoísmo, (esa lepra del corazón humano, según la expresión de Kardec), del comodismo y del prejuicio mental.

 

La falta de estudio serio y sistemático de la doctrina, que permite la infiltración de elementos extraños en el cuerpo doctrinario causándole deformaciones superfluas imaginadas como novedades, envilece con la marca de Caín la conciencia espírita de los grupos de traidores. Esos traidores no traicionan solamente a la doctrina, al Cristo y a Kardec sino también a la Humanidad y al Futuro.

 

¿Dónde queda el principio del Amor en todo esto? ¿Cuál de ellos reveló amor a la Verdad? ¿Cuál probó amar y respetar la doctrina? ¿Cuál mostró amar a su semejante y quiso, por eso, realmente ayudarlo, orientarlo, esclarecerlo? A este fin superior sobreponen el interés falso y mezquino de pavonearse ante los ojos que necesitan luz, de presentarse con un conocimiento superficial ante los que nada saben, imponer a criaturas ingenuas su manera mentirosa de ver la enseñanza pura de Kardec.


El amor no está en los que se confabulan, en los que se comprometen recíprocamente para el engaño, implicándose en la solidaridad de la profanación consciente o inconsciente. El amor está en los que repelen la farsa y condenan el gesto egoísta de los que escamotean la verdad en provecho propio, llevando a multitudes ingenuas y desprevenidas a corromper la doctrina esclarecedora.


El amor en ese caso puede parecer impiedad, mas es piedad, puede asemejarse a la injuria y a la agresión, mas es ayuda y salvación. Las condenaciones violentas de Jesús a escribas y fariseos no fueron dictadas por el odio, sino por la indignación justa, necesaria, indispensable del Maestro, que sacudía a aquellas almas impuras para librarlas de la impureza con que corrompían a las almas sencillas.

 

Quien no tiene inteligencia para comprender eso, debe por lo menos tener la delicadeza del médico André Luiz, quien, arrojado a las zonas del umbral, se contentó con hacer trabajos de limpieza y lavado en los hospitales de los planos superiores para aprender la grandeza de la humildad, la nobleza de los pequeños, en vez de rebelarse contra las leyes divinas en la búsqueda de la Verdad.

 

El movimiento espírita, como todo el negro panorama religioso de la Tierra, está lleno de ignorantes revestidos o no de grados universitarios, que se juzgan maestros iluminados y son solamente los ciegos del Evangelio que conducen a otros ciegos al barranco. Impedirles cometer ese crimen de vanidad afrentosa es el deber de los que saben realmente amar y servir. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!” advirtió Jesús, no para condenarlos al fuego del Infierno, sino para salvarlos del infierno de sí mismos.


2 - El trabajo


Es exigencia del principio de trascendencia. El hombre trabaja por necesidad, como quieren los teóricos de la Dialéctica Materialista. Mas no sólo para suplir sus necesidades físicas de subsistencia y sobrevivencia. No solamente, como quieren los teóricos de la voluntad de poder, para adquirir poder. Ni siquiera, como también pretenden Bentham y los teóricos de la ambición, para acumular posesiones que representen poder. La búsqueda de las causas en ese campo, es trascendente.


En el desenvolvimiento de la Civilización, el trabajo individual se va extendiendo progresivamente, con los métodos de división del trabajo, hacia la fase superior del trabajo colectivo. Por eso, es en el trabajo y a través del trabajo como el ser humano se realiza como ser, desenvolviendo sus potencialidades.

 

La extrema especialización de la Era Tecnológica nació en las cavernas cuando en los primeros clanes el hombre se encargó de la guerra, de la caza y de la pesca, y la mujer de criar, alimentar y orientar a los hijos. La Revolución Industrial en Inglaterra marcó un momento decisivo en la evolución humana para la adquisición de la conciencia de solidaridad humana. Es mediante el esfuerzo común (y hecho en conjunto) de las relaciones del trabajo, como se desenvuelve el sentido de comunidad, comprobando la necesidad del principio espírita de solidaridad y tolerancia para el mayor rendimiento, mayor estímulo y mayor perfeccionamiento de las técnicas de producción.

 

La competencia del mercado, que estimula la ganancia y la voracidad de los individuos y de los grupos, de las empresas y de los sistemas de producción, se opone a la conjunción de las conciencias en la solidaridad del trabajo común que procura el bienestar de todos. Los teóricos que condenan a las comunidades de trabajo orientadas hacia el interés de la mayoría, reducen la finalidad superior del trabajo a intereses mezquinos de enriquecimiento de individuos y de grupos particulares. La propia realidad los contradice con el espectáculo gigantesco del trabajo de la Naturaleza orientada hacia la grandeza de todo.


Remy Chauvin considera a los insectos sociales como expresiones de sistemas colectivos de trabajo y de vida en donde el egoísmo individualista y grupal (socio centrismo) no impidió el desenvolvimiento normal de la solidaridad. La Naturaleza entera es un ejemplo que el hombre rechaza en nombre de su egoísmo, de su vanidad y de sus ambiciones desmedidas. Estos tres elementos funcionan en la especie humana como puntos de atracción hipnóticos que han impedido el libre flujo de las energías libres del trabajo, condensándolas en formas institucionales tiránicas. Los esfuerzos por romper estas formas dominantes por métodos violentos representan una reacción instintiva que lleva fatalmente, como lo demuestra el panorama histórico actual, a nuevas formas de organización. Ese círculo vicioso sólo puede ser roto por una profunda y general comprensión del verdadero sentido del trabajo, que no lleva a luchas y disensiones, sino a la conjunción y armonización de todas las fuentes y todos los recursos del trabajo, en los más diferenciados sectores de actividad. La proposición espírita en ese sentido, como fue en su tiempo la proposición cristiana original, encarna los más altos ideales de la especie, orientados hacia el trabajo comunitario en acción y fines.

 

Hegel observó, en sus estudios de Estética, que la dialéctica del trabajo se revela en los reinos de la Naturaleza. El mineral es la materia prima de las elaboraciones futuras, presentándose como la concentración de las energías que constituyen las reservas básicas; el vegetal es donación pues las fuerzas del mineral se abren hacia la floración y los frutos de la vida; el animal es la vida en expansión dinámica, síntesis de las elaboraciones de los dos reinos anteriores, que dirige esos resultados al futuro, a la síntesis superior del Hombre, en el cual las contradicciones se resuelven en la armonía psicofísica y espiritual del ser humano, dotado de conciencia.

 

Toca ahora a esa conciencia elaborar la grandeza de la Tierra de los Hombres (según la expresión de Saint - Exupéry). Parece que Exupéry, aviador, poeta y profeta, representa el arquetipo actual de la evolución humana buscando el Infinito. Por eso, Simone de Beauvoir consideró a la Humanidad, no como la especie a que nos referimos por alegoría a los planos inferiores, sino como un devenir, un proceso de mutaciones constantes en dirección al futuro. Hoy somos todavía reflejo de los primates obtusos y violentos, antropófagos (según Tagore) devoradores de sí mismos y de sus semejantes, escarnecedores y corruptores de la condición humana. Pero mañana seremos hombres, seres humanos que encarnarán las fuerzas naturales bajo el dominio de la Razón y de la Conciencia. Tendremos entonces la República de los Espíritus, formada por la solidaridad de conciencias de que trata René Hubert en su Pedagogía General.

 

Como puede apreciarse de estos datos, la Enseñanza Espírita nos ofrece una precognición del hombre en su condición espiritual, sin las deformaciones teológicas y religiosas de la visión común, ataviada de supersticiones e idealizaciones superfluas. Habiendo penetrado objetivamente en el mundo de las causas, un siglo antes de que las Ciencias Materiales lo hiciesen, la Ciencia Espírita, experimental e inductiva -y que tiene ahora todos sus principios fundamentales endosados por aquellas, en investigaciones tecnológicas y de laboratorio - no formuló una estructura dogmática de suposiciones para imaginar al hombre después de la muerte y al hombre del futuro.


La imagen que nos dio del hombre nuevo hace un siglo está hoy plenamente confirmada por los hechos. La controvertida cuestión de la sobrevivencia espiritual fue resuelta tecnológicamente de manera positiva, comprobando la tesis espírita. Falta poco para que se rompa, en las manos ya trémulas de los teólogos, la Túnica de Nessus bordada con los dogmas religiosos, que generó por todas partes angustias y desesperación.


Ahora estamos en condiciones de pensar tranquilamente en un futuro mejor para la Humanidad, en etapas mejores de su evolución. Podemos ahora integrarnos conscientemente a la gigantesca oficina de trabajos de la Tierra, preparando el camino de las generaciones venideras. Las revelaciones ya no nos llegan gratuitamente, pues como enseña Kardec, brotan de los esfuerzos en conjunto del hombre esclarecido y de los espíritus conscientes.

 

Los dos mundos en que nos movemos, el espiritual y el material, abrirán sus compuertas para que sus aguas se encuentren en el esplendor de una nueva aurora. Y el Sol que origina esa aurora ya no será una llama solitaria en la oscuridad total de los espacios vacíos, sino sólo una antorcha olímpica entre millones de antorchas que jalonan las conquistas futuras del hombre en la escalada sin fin de la Evolución. Prometeo no volverá a ser sacrificado por querer robar el fuego celestial de Zeus, porque ese fuego es el mismo que resplandecerá en el cuerpo espiritual de la resurrección, que brilla en el alma humana y define su naturaleza divina. Nos basta continuar en nuestro trabajo para tener nuestra parte asegurada en la Herencia de Dios, pues como enseñó el Apóstol Pablo, somos herederos de Dios y coherederos del Cristo.
El conocimiento es nuestra fe, la cual no se funda en palabras, sacramentos e ídolos muertos, sino en la certeza de las verificaciones positivas y en las conquistas del trabajo humano, generador constante de nuevas formas de energía para la escalada humana a la trascendencia espiritual.


3 – Solidaridad


La solidaridad espírita se manifiesta particularmente en el campo de la asistencia a la pobreza, a los enfermos y desvalidos. El gran impulso en ese sentido fue dado, desde el inicio del movimiento doctrinario en Francia, por el libro El evangelio según el Espiritismo, de Allan Kardec, quien trabajó silenciosamente en la elaboración de esa obra, sin decir nada a nadie. Seleccionó numerosos mensajes psicografiados, procedentes de diversos países en los que el Espiritismo ya florecía. Su intención era señalar a los espíritas un derrotero para la práctica religiosa, basándose en lo que él llamaba esencia de la enseñanza moral de Cristo.

 

Conociendo profundamente la Historia del Cristianismo y las dificultades con que los originales del Evangelio habían sido escritos en épocas y lugares diferentes, tanto como el problema de los evangelios apócrifos y de las interferencias mitológicas en los textos canónicos y las interpolaciones ocurridas en estos, descartó todos esos elementos espurios para ofrecer a los espíritas una obra pura, despojada de todos los accesorios comprometedores. Su trabajo solitario y abnegado nos dio una obra maestra que cuenta con millones de ejemplares incesantemente reeditados en el mundo.

 

La solidaridad espírita no es solamente interna, entre los adeptos y compañeros. Se proyecta por lo menos en tres dimensiones.


a) en el medio social general de la comunidad espírita, más allá de los grupos domésticos y de las instituciones cerradas;

b) incluye a todas las criaturas vivas, protegiéndolas, amparándolas, estimulándolas en sus luchas por la trascendencia espiritual, procurando ayudarlas sin pedir nada a cambio, ni siquiera la simpatía doctrinaria, pues quien ayuda no tiene el derecho de imponer cosa alguna;


c) se eleva a los planos superiores para unirse a Kardec y a su obra, a todos los espíritus esclarecidos que luchan por la propagación del Espiritismo en el mundo, y a Dios y a Jesús en la Solidaridad cósmica de los mundos solidarios.

 

En estas tres dimensiones la Solidaridad Espírita realiza, como si estuviera apoyada en tres poderosas palancas, el esfuerzo supremo de elevar el mundo, estimulando a los seres humanos hacia la trascendencia espiritual. Las mentes que todavía no alcanzaron a comprender este proceso pueden encerrarse en grupos e instituciones de tipo eclesiástico, aislándose en ambientes de madriguera, donde los espíritus mistificadores y embusteros se guarecen fácilmente. Pero en la proporción en que los adeptos así aislados, o por lo menos algunos de ellos, procuren realmente comprender la doctrina, la situación se modificará, despertando a los indolentes hacia actividades mejores.

 


Todo trabajo espírita es exigente y penoso, porque participa de una gran batalla: la de la Redención del Mundo, iniciada por el joven carpintero Jesús, hijo de María y de José. Esa batalla no es la de Dios contra el Diablo, el extraño ángel de luz que se rebeló para fundar el Infierno. Esa ingenua concepción de las civilizaciones agrarias y pastoriles tuvo su tiempo y su función, su efecto de control en fases de barbarie, mas no pasa de ser una alegoría inadecuada para nuestro tiempo.


Todo en el Evangelio, como Kardec demostró, desde que es separado del clima mitológico, se vuelve claro y demuestra la posición evidentemente racional del Cristo. El joven carpintero no pertenecía a la era Mitológica y cerró esa época con su paso por la Tierra y la propagación de su enseñanza. El mito se vengó de él, pues también lo transformó en mito. Por mucho tiempo, hasta nuestros días, la figura humana de Jesús figuró en la nueva mitología, en la fase romana del Renacimiento Mitológico, en la que se destacó la figura del Emperador Juliano el Apóstata, que después de aceptar el Cristianismo se apostató y se empeñó en la salvación de sus dioses antiguos.

 

Los residuos de la mentalidad mitológica de las civilizaciones arcaicas, particularmente la griega y la romana, reaccionaron, como era natural, contra el racionalismo cristiano. De esa manera, en la mente de las poblaciones bárbaras del Imperio Romano decadente, Jesús fue transformado en un mito de la Era Agraria.


Los curas y obispos del Cristianismo naciente, todos impregnados por la carga mitológica de un largo pasado de ignorancia y supersticiones, no fueron capaces de comprender el racionalismo de las propuestas cristianas. Por el contrario, llenos de temor y espanto, contribuyeron a la deformación del cristianismo. Antes y después de la caída del Imperio, los cristianos hicieron concesiones necesarias a los pueblos bárbaros para absorberlos en el seno de la Religión Redentora.


Donde quiera que los cristianos se impusieran por la fuerza del número y de las armas, las iglesias paganas eran transformadas en templos cristianos, conservándose cautelosamente las tradiciones mitológicas más arraigadas.


El ejemplo clásico y más conocido de esa táctica romana es la Catedral de Notre Dame en París, que todavía guarda en sus subterráneos los restos de un templo de la Diosa Lutecia.
La diosa pagana fue conservada en el templo, mas con el nombre de Nuestra Señora, para que el pueblo ingenuo aceptase así el culto cristiano a María bajo el prestigio secular de la diosa pagana.

 

Blavatsky recuerda que la Diosa Ceres, divinidad de la fecundación y en muchas religiones más específicamente diosa de los cereales, proveyó al cristianismo naciente una de las más conocidas imágenes de nuestra Señora en la que ella está representada con el manto estrellado del Cielo, en pie sobre el globo terrestre: Ceres cubriendo la Tierra con su manto celeste para fecundarla.


Ese mismo proceso de transposición ocurre hoy en el Sincretismo Religioso Afrobrasileño y en las formas de sincretismo de otros países de América, donde los ritos y las figuras de los dioses o santos católicos son absorbidos por las religiones africanas trasplantadas por el tráfico negrero de esclavos al nuevo continente. Jesús se volvió Oxalá, nuestra Señora se volvió Lemanyá, San Jorge se volvió Ogum (dios de la guerra,) San Sebastián se volvió Oxum (dios de la caza, etc., etc....)


Basta que leamos El Libro de hechos de los Apóstoles, en el evangelio, y las epístolas de Pablo (anteriores a los Evangelios) para que tengamos la confirmación de esa verdad histórica. En la primera epístola de Pablo a los Corintios, en el tópico referente a los Dones Espirituales, tenemos una descripción viva del llamado culto pneumático (del griego: pneuma, soplo, espíritu) las sesiones mediúmnicas realizadas por los primeros cristianos y en las cuales, según las investigaciones históricas modernas, que confirman los datos de la Tradición, se manifestaban espíritus inferiores lleno de odio contra Cristo. Esas manifestaciones intimidantes fueron consideradas como diabólicas, reforzando la imagen tradicional del Diablo en la mente ingenua de los adeptos. La lucha entre el Bien y el Mal es simplemente el proceso dialéctico de la evolución. El Mal es la ignorancia, el atraso, la superstición. El Bien es el conocimiento, el progreso, la adecuación de la mente a la realidad. Esa es la gran lucha de las cosas y de los seres, representada por la revuelta absurda de Luzbel, Ángel de luz, que se entregó a la envidia y se convirtió en adversario de Dios.


Esos símbolos de un pasado bárbaro y distante todavía prevalecen en la Tierra como residuos míticos que el tiempo va desgastando en la misma proporción en que la Cultura se desenvuelve. La Ciencia se encargó de ajustar la mente humana a la realidad terrestre, los hombres se envanecieron y se negaron a sí mismos en las ideas materialistas, colocándose por debajo de todo cuanto existe. Duro castigo que el orgullo humano todavía no ha reconocido.

 

La Ciencia afirma que nada se pierde en la Naturaleza, todo se transforma. El hombre aprueba eso con entusiasmo y, sin saberlo, se ríe de sí mismo, pues no comprende que sólo él no subsiste, solamente él es polvo que revierte al polvo. Esa es la verdadera caída del hombre, que se rebaja al polvo en un mundo en que todo se eleva incesantemente en la dirección de los planos superiores.


La tentación simbólica de Jesús en el desierto se asemeja a la tentación de Buda en la floresta. Es la tentación de los hombres por la fascinación de los bienes terrenales. Cuando el hombre se apega a la tierra (con t minúscula porque nos referimos a la tierra que pisamos y no el Globo Terrestre), se niega a evolucionar y es reprendido por las fuerzas de la evolución, que lo impelen a salir de su cueva de insecto para alcanzar la condición existencial de su especie. La ley de la existencia no es el polvo, sino la trascendencia espiritual.

Puede el hombre andar de rodillas por las calles y las carreteras, ayunar, mortificarse, usar cilicio cuanto tiempo quiera, mas con eso no se volverá mejor. Volverá a tener reencarnaciones difíciles y dolorosas para aprender, con el sufrimiento y con la decepción, que no se busca a Dios arrastrándose sino elevándose en el amor y en la dedicación a los otros.


Las prácticas religiosas de purificación son egoístas, aumentan la miseria humana y el apego del hombre a sí mismo. Las tentaciones que sufrimos no vienen del Diablo, sino de nosotros mismos, de nuestra ignorancia y de nuestro apego hipnótico a los bienes perecederos de la vida terrenal.

 

El Diablo es el ogro traganiños de los adultos, el espantajo de los supersticiosos.
Giovanni Papini, escritor católico italiano contemporáneo, en su libro IL DIABOLO, escandalizó al Vaticano, pregonando la conversión del Diablo. No podía admitir ese mito impío en su teología. El Padre Teilhard de Chardin, en sus estudios teológicos, negó la condenación eterna del Diablo. El Espiritismo se limita a señalar la naturaleza mitológica del Diablo y a demostrar, práctica y lógicamente, la imposibilidad de la caída del Angel Luzbel.


La evolución espiritual es irreversible. El espíritu que se elevó al plano angelical no puede retroceder, no puede tener envidia ni otros sentimientos humanos. El ángel malo es una contradicción en sí mismo, pues la Angelitud es la condición divina que el espíritu busca y alcanza en la existencia.


La lucha del hombre para transformar el mundo es la lucha del hombre consigo mismo, pues es él quien hace el mundo, y lo hace a su imagen y semejanza. Dios creó la Tierra y todos los mundos del espacio, pero dio cada mundo a los hombres que los habitan, para que ellos aprendan su oficio paterno de Creador, intentando crear el mundo humano que les compete.


Es evidente que existe el mundo físico, material, en que nacemos, vivimos y morimos. Y es también innegable que, sobre ese mundo físico y con sus materiales, los hombres han construido un mundo diferente, hecho de artificios humanos. El mundo material y su contraparte espiritual (que los científicos comienzan a descubrir como antimateria) constituyen el mundo natural. Mas sobre ambas partes de ese mundo natural los hombres construyen sus mundos ficticios.

 

Cada Civilización es un mundo imaginario que el hombre construyó con su trabajo, modelando en arcilla y piedra sus sueños y sus ilusiones. Esos mundos artificiales son el reflejo de las ideaciones humanas en la materia. Nosotros los creamos, alimentamos, desenvolvemos, dirigimos y matamos. Los mundos bárbaros creados en la Tierra eran ingenuos; los mundos civilizados, presentan una gradación que refleja la evolución humana, viniendo desde las civilizaciones agrarias, fantaseadoras y alegóricas, hasta las grandes civilizaciones orientales, masivas y arrogantes y las Civilizaciones Teocráticas, míticas y supersticiosas; llegando a las Civilizaciones Científicas, politeístas y pretenciosas, que se transforman en Civilizaciones Tecnológicas, materialistas y conflictivas y que morirán para dar lugar a la Civilización del Espíritu, en la búsqueda cultural de la Trascendencia.


Según Toynbee, más de veinte grandes civilizaciones ya existieron en la Tierra. Ahora está surgiendo ante nuestros ojos y bajo nuestros pies una Nueva Civilización, la del Espíritu, que podemos llamar Cósmica o Espiritual. Es para preparar el advenimiento de esa Civilización del Espíritu que del Espiritismo surgió. Nada adelantamos con querer hacer del Espiritismo una religión dogmática, cargada de misticismo tonto o de materialismo alienante.


Las nuevas generaciones que se encarnan para realizarlo no temen a Dios ni al Diablo, simplemente confían en los planes irreversibles de Dios, que se ejecutan según las leyes de la conciencia humana en relación telepática permanente con las entidades angelicales al servicio de Dios. El Espiritismo es la Proposición de Dios, ratificada por los Espíritus Superiores, para la transformación y elevación de la Tierra. 

 

"Curso de Espiritismo Práctico". Herculano Pires

 

 

                                                    

18 marzo 2023

PSIQUISMO-RESONANCIA DIVINA


Dr. Jorge Andrea dos Santos
 

La humanidad, en sus tareas y destinos, siempre quiso conocer “la causa primordial de todas las cosas”. El ser humano ha mantenido siempre en sus pensamientos mientras realizaba sus tareas cotidianas, el anhelo de conocer la razón de ser de la Vida. Debido a esto, el razonamiento filosófico y científico siempre se mantuvo activo y en extensos debates de cualquier naturaleza.


Dos corrientes de pensamiento prácticamente opuestas, el espiritualismo y el materialismo, siempre pusieron en evidencia sus respectivas propuestas. La ciencia con sus descubrimientos, a partir del siglo XIX, trató de deshacerse de la herencia habitual de las imposiciones religiosas por la ineficacia de sus supuestas verdades, ampliando la corriente materialista. De ese modo, las afirmaciones científicas incluso con pequeños tintes espirituales, eran rechazadas después por la invasión materialista, con el fin de liberarse de los dogmas que, realmente, en su mayoría, siempre fueron inverosímiles.


Aún así, la ciencia fue avanzando, describiendo con riqueza de detalles las formas y, poco a poco, fue penetrando en lo infinitamente pequeño y descubriendo la ampliación de la Vida trascendiendo la propia materia. El átomo pasó a ser relegado como la última partícula material y sus componentes estructurales se fueron proyectando en el mundo de las energías.


La física fue profundizando en sus propuestas, embarcándose en el terreno dinámico de los eventos y creando su tan discutido y aplaudido capítulo de la Física Cuántica. En ese terreno, la biología se va basando y comprendiendo las actuaciones dinámicas de ahí subyacentes, ampliando sus conceptos y valores, más bien expresados en las corrientes espiritualistas que se van alejando de los dogmas y acatando los acontecimientos después del examen racional y lógico.


Las propuestas de la Vida aparecen con mayor claridad y la corriente espiritualista se amplía en la condición holística, donde lo sobrenatural se va volviendo natural e inteligible. El avance psicológico se vuelve evidente. El behaviorismo o psicología del comportamiento va encontrando espacio y nuevas adquisiciones se van mostrando, con los modelos psiquiátricos y de psicoanálisis y con la psicología humanista. Los factores del psiquismo se muestran más evidentes y pasan a ser mejor interpretados, propiciando nuevas propuestas y se reflejan más eficientes ecuaciones de la psicología transpersonal.

De esta forma, el investigador moderno comienza a analizar, con más eficiencia, el psiquismo humano, a fin de definir sus bases y contenidos. Se sabe muy poco sobre la estructura de la psique, aunque ya se tiene como cierta su constante adquisición de conocimientos y experiencias en la construcción de sus propios fundamentos; fundamentos forjados en el crecimiento de fuentes o núcleos espirituales, comprensiblemente de modo individual y sin pérdida de cualquier evento. Eso quiere decir que la psique es inmortal y se va ampliando cada vez más, desde el protozoo hasta el ser humano, donde adquiere su máxima expresión.


En la comprensión de la organización de la psique humana, tomamos los hechos que se muestran ante nuestras percepciones. Muchas de esas proyecciones se reflejan en la zona consciente, la porción más externa de esa organización, otras tantas, no perceptibles por los sentidos comunes, son de más difícil evaluación.


Podemos constatar en el psiquismo humano varios planos o niveles, donde se evidencian dos zonas principales: la zona denominada de inconsciente, la más interna, de compleja estructura dinámica, cuyos ritmos energéticos no son percibidos por nuestros sentidos comunes; y la zona consciente, de estructura material que aunque reflejando elaboraciones dinámicas, es la región de nuestras percepciones cotidianas, a pesar de que las investigaciones las hayan definido muy poco todavía, debido a su complejidad funcional.


Ante la multiplicidad de los hechos observados y en hipótesis de trabajo, esquemáticamente, podemos tener en cuenta, del centro de psiquismo hasta su periferia, siete regiones bien definidas por las funciones que ejercen. Todas las zonas, a pesar de poseer condiciones que les son propias, se encuentran imbricadas, sin límites precisos, debido a las irradiaciones de sus propios impulsos. Y como si hubiese una graduación dimensional, donde la periferia sería más densa que el centro. Cuanto más al centro, más quintaesencia; cuanto más en la periferia, más densidad; tal como ocurre con la zona consciente.





La más periférica, la zona material, zona de las elaboraciones conscientes, está representada por los órganos nerviosos y sus respectivas conexiones. Las regiones que la siguen, aunque poseen estructuras dinámicas, ofrecen ricos fenómenos, siempre más complejos, a medida que vamos profundizando en la intimidad de la psique.

 

La zona siguiente es el doble etérico, está representado por un intenso campo energético producido por las irradiaciones neuro-psiquicas (Espiritu Andre Luiz) y que, como zona material o consciente, desaparece con la muerte, aunque posteriormente al de la cadaverización física.

Junto a esta última capa citada, continua el periespíritu, elemento intermediario, facilitando el sustento y orientación al campo material. Esa capa periespiritual se basa en una zona específica, el cuerpo mental (Espíritu Andre Luiz), donde parece ser una especie de expansión de sus energías.


Hacia el interior del cuerpo mental, se hallan otras regiones más profundas, con trabajos especiales del psiquismo y que, ante nuestras reducidas percepciones, entendemos muy poco de sus acontecimientos. Así, tendríamos el inconsciente actual, donde los trabajos psíquicos se desenvuelven cuando las activaciones y acciones traspasan la zona consciente, necesitando de elaboraciones y consecuentes respuestas.


Acciones armónicas en la zona consciente, respuestas armónicas y coherentes por las elaboraciones del inconsciente actual; acciones desarmónicas, respuestas de composición psíquica a través de reacciones dolorosas (tensiones, ansiedades, depresiones, etc.).


Comúnmente las reacciones de esa zona son pasajeras, por cuanto no deben alcanzar las estructuras psíquicas más profundas, donde los procesamientos, habitualmente, alcanzan varias reencarnaciones por lo que siempre han de dirigirse hacia un mecanismo constructivo para el impulso de la propia evolución.


A continuación, buscando el centro de la psique, tenemos la región del inconsciente del pasado o arcaico, cuyo nombre define sus manifestaciones. En esa zona estarían los archivos de todas nuestras experiencias y vivencias, siempre en constantes elaboraciones, buscando sublimaciones de sus fuentes, incluso de los dolores de cualquier naturaleza que las actitudes negativas de los seres pueden desencadenar.


Con el fin de que haya posibilidades de adquisiciones y avances psíquicos, solamente las etapas reencarnatorias pueden explicar tal misterio. Todas las experiencias adquiridas se concretizan, en esa zona, bajo la forma de focos energéticos, auténticas fuentes dinámicas o núcleos de energías. Por representar nuestras actividades adquiridas en el proceso reencarnatorio, se muestran de incontestable exhuberancia y formando zonas responsables por nuestras aptitudes, en constantes renovaciones, en busca de la sublimación que solamente el transcurrir de los milenios, con nuestra inmortalidad, pueden propiciar.



Finalmente, en el centro de la psique existe la chispa divina, zona intangible, de ahí que se denomine inconsciente puro. Sería la región abastecida por los impulsos purificados de energías quintaesenciadas, una auténtica pantalla donde recibiríamos los efluvios divinos, de impulsión constante a sustentar nuestra inmortalidad. Así, el inconsciente puro estaría en contacto constante con el campo del Dios Inmanente, donde todo el Universo, con sus incontables creaciones y manifestaciones, se encuentra sumergido y la criatura es amparada y sustentada por el Creador.


El campo central de la psique humana, el Logos, el Ultraser, el Eidolon de los filósofos griegos, la Chispa Divina, el Cristo Interior, el Dios en Nosotros, comandaría los núcleos o fuentes energéticas del inconsciente pasado que, a su vez, por impulsiones, irradiaciones y adaptaciones en las demás capas del psiquismo, alcanzaría, los limites del periespíritu, la zona física bajo la forma de “sugestiones” compatibles con sus propias posibilidades. Sugestiones de tal orden no serían imposiciones, por cuanto el libre albedrío entra en gran medida en el proceso psíquico de la conducta humana.


Los procesos psíquicos que engloban la propia vida del individuo estarán siempre relacionados al avance evolutivo; cuando las acciones son desarmónicas y negativas, las reacciones dolorosas de todos los matices participan del necesario equilibrio que el espíritu necesita en su avance evolutivo. Las acciones en el bien, muchas veces neutralizan campos negativos, disminuyendo el binomio reacciones-respuestas en la zona física.


Por ello, hemos de comprender que poseemos los campos captadores de “Resonancia Divina”, del pensamiento universal y causa de toda creación. Ese reflejo del pensamiento divino en nosotros, posibilita que entendamos al ser humano como imagen y semejanza de Dios.


Por el proceso evolutivo, la psique humana se irá enriqueciendo cada vez más, de núcleos o fuentes de energía que forman parte de la región del inconsciente del pasado. A medida que esos núcleos se van formando, por el nacimiento de los instintos y crecimiento en la escala de los seres vivos, en el hombre, ante el proceso de concientización, habrá un constante perfeccionamiento que las reencarnaciones van propiciando y sublimando sus respectivos dinamismos, de forma que
un día podamos alcanzar la angelitud.


Del hombre primitivo al hombre del futuro, el psiquismo de efusiones instintivas se va educando y adquiriendo una serie de condiciones, donde habrá predominio del factor razón; ésta proporcionará la angelitud, en el devenir de incontables milenios, al adquirir la auténtica intuición en el vasto campo de la colección de experiencias . Los núcleos así constituidos, basados en el bien y amor auténticos, se incorporan al vasto “Sol” del inconsciente puro, con el fin de avanzar por los senderos dimensionales desconocidos que tendremos que recorrer en las sublimes, y también desconocidas, misiones que nos esperan.


Esas fuentes o núcleos de energías del inconsciente pasado, resultado de inmensas elaboraciones que se pierden en la sucesión de los milenios, los denominamos núcleos en potencia, por no encontrarse nunca construidos en su totalidad, mostrándose en constantes adquisiciones por las interminables realizaciones que las labores de cada día proporcionan, como una necesidad biológica.


Si la Gran Fuente de los pensamientos divinos se encuentra en constante elaboración manifestando el Universo exterior, nuestro micro universo, de la individualidad, camina al mismo tiempo, como mecanismo inseparable de nuestra propia vida, constituida por el binomio trabajo-satisfacción.


Los físicos y biólogos modernos, con pensamientos más experimentados, se están incorporando a los modelos espiritualistas, con el fin de explicar las reacciones y manifestaciones de la vida. En la física cuántica, la física de los sucesos, las partículas atómicas en sus manifestaciones presentan auténticos reflejos de la presencia de un psiquismo orientador. A su vez, la biología, ciencia de la vida, cansada de escalar la muralla materialista, camina mucho más segura con los eventos dinámicos de las acciones espirituales del campo organizador de la forma, donde los fenómenos se explican de forma congruente y preestablecida.


En todo existe el psiquismo, ya lo proponía el padre T. de Chardin en su trabajo innovador,basado en las observaciones filogenéticas anteriores de J.B. Lamarck y C. Darwin. Psiquismo que se encuentra en la intimidad del Fenómeno-Vida bien expresado en la Psicología o ciencia del alma que, en sus vuelos dignos y coherentes, hoy se proyecta en las regiones transpersonales, donde el espíritu pasa a ser el campo de observaciones y manifestaciones.


En este escalón evolutivo en el que se instala el ser humano de la actualidad, observando, todavía con cautela, las dimensiones desconocidas con las que convive y que forman parte de él, en el flujo y reflujo de la vida, participa del sentimiento más noble y afectivo que la armonía Divina proyecta en su organización como hijos de Dios que somos.


Conscienticémonos de tan augusta propuesta que la Vida nos ofrece. Sepamos usar nuestro libre albedrío, aunque limitado, atravesando el Infinito con nuestra Inmortalidad.



"Presença Espirita". Enero-Febrero de 1997. Jorge Andrea dos Santos (10-8-1916 a 1/2/17) Psiquiatra, investigador y escritor. Presidente honorífico del Instituto de Cultura Espírita de Brasil.

15 febrero 2023

VOLUNTAD Y ENERGÍAS

 La Génesis. Capítulo XIV Los fluidos. Cualidades de los fluidos

Se podrá decir: Es posible huir de los hombres que se sabe malintencionados, pero,  ¿cómo sustraerse a la influencia de los malos espíritus que pululan a nuestro alrededor y se deslizan  por doquier sin ser vistos?


El medio es muy simple: depende enteramente de la voluntad del hombre mismo, que lleva  en sí el resguardo necesario. Los fluidos se unen por la similitud de su naturaleza: los fluidos  contrarios se repelen; hay incompatibilidad entre los buenos y los malos fluidos, como entre el  aceite y el agua.


 ¿Que se hace cuando el aire está viciado? Se sanea, se depura, destruyendo el centro de las  impurezas, expulsando los efluvios malsanos mediante las corrientes de aire salubre más fuertes.


Ante una invasión de malos fluidos hay que oponer otra mayor de buenos, y como cada uno tiene en  su periespíritu una fuente fluídica permanente, el remedio lo lleva uno mismo. Sólo hay que  purificar esa fuente y darle cualidades que actúen como un repulsivo para las malas influencias y no  como una fuerza de atracción. El periespíritu es una coraza a la que conviene saber templar. Ahora  bien, como las cualidades del periespíritu guardan relación con las del alma, es preciso trabajar en  su mejoramiento, puesto que son las imperfecciones del alma las que atraen a los malos espíritus.


 Las moscas se sienten atraídas por la suciedad, y a ella se dirigen; si se acaba con esos focos  insalubres, las moscas desaparecen. También los malos espíritus se sienten atraídos por la suciedad,  aunque moral, y a ella van. Destruid, por tanto el centro de atracción y se alejarán. Los espíritus  buenos, encarnados o desencarnados, no tienen nada que temer de la influencia de los malos  espíritus.


La Génesis. Capítulo XV. Los Milagros en el Evangelio 

 

Estas palabras: “Conociendo en sí mismo el poder que había salido de él”, son  significativas: expresan el movimiento fluídico que se había operado de Jesús a la mujer enferma;  ambos habían sentido la acción producida. Lo notable es que el efecto no fue provocado a voluntad  de Jesús; no hubo magnetización ni imposición de manos. La irradiación fluídica normal bastó para  operar la curación.


 Pero, ¿a qué se debió que la radiación se dirigiera hacia esa mujer y no hacia otros, si Jesús  no pensaba en ella y, además, estaba rodeado por una multitud?

 La razón es obvia: el fluido, considerado como un elemento terapéutico, debe alcanzar al  desorden orgánico para repararlo; puede ser dirigido sobre el mal por la voluntad del curador o  atraído por el deseo ardiente, la confianza o la fe del enfermo. En relación con la corriente fluídica,  el primero actúa como una bomba impelente y el segundo como otra aspirante. A veces es necesaria  la simultaneidad de las dos condiciones, en otras ocasiones sólo basta una; la última es la que operó  en la circunstancia narrada.



 Gracias al Espiritismo el hombre sabe de dónde viene, hacia dónde va, por qué está sobre la  Tierra, por qué sufre en esta vida temporalmente y comprende que la justicia de Dios todo lo  penetra.


 Sabe que el alma progresa sin cesar, al pasar de una a otra existencia, hasta el instante en  que logra el grado de perfección necesario para acercarse a Dios.   Sabe que todas las almas tienen un mismo origen, que son creadas iguales y con idénticas  aptitudes para progresar, en virtud de su libre albedrío. Que todas son de la misma esencia, y que  entre ellas la única diferencia es la del progreso alcanzado. Todas tienen el mismo destino y  lograrán igual meta, en mayor o menor lapso, según el trabajo y la buena voluntad que pongan en la  tarea. (La Génesis. Capítulo I. Caracteres de la revelación espírita. Kardec)

 
El cielo y el Infierno cap. III y VII
 

El progreso de los espíritus es fruto de su propio trabajo, pero como son libres, trabajan para su adelanto con más o menos actividad o negligencia, según su voluntad. Adelantan o detienen así su progreso, y por consiguiente, su dicha. Mientras que unos adelantan rápidamente, otros se estacionan durante muchos siglos en rangos inferiores. Son, pues, los autores de su propia situación, feliz o desgraciada, según estas palabras de Cristo: “¡A cada uno según sus obras!” Todo espíritu que queda rezagado, sólo debe culparse a sí mismo, así como al que adelanta le corresponde el mérito de ello. La dicha, que es obra suya, tiene a sus ojos un gran precio. (El Cielo y el Infierno. Capítulo 3. El Cielo. Kardec).

 

Cada existencia es para el alma una nueva ocasión de dar un paso adelante. De su voluntad depende que este paso sea lo más grande posible, el subir muchos peldaños o quedarse estacionada. En este último caso, sufrió sin provecho, y como siempre, tarde o temprano tiene que pagar su deuda y principiar de nuevo otra existencia en condiciones todavía más penosas, porque a una mancha no lavada, añade otra.



Por esta razón, en las encarnaciones sucesivas el alma se despoja, poco a poco, de sus imperfecciones. Se purga, en una palabra, hasta que esté bastante pura para merecer dejar los mundos de expiación por mundos mejores, y más tarde estos para gozar de la suprema felicidad. (El Cielo y el Infiero. Capítulo 3. El Cielo. Kardec.)

 

La reparación consiste en hacer bien a aquel a quien se hizo daño. Aquel que no repare en esta vida las faltas cometidas por impotencia o falta de voluntad, en una posterior existencia se hallará en contacto con las mismas personas a quienes habrá perjudicado y en condiciones escogidas por él mismo que pongan a prueba su buena voluntad en hacerles tanto bien como mal les había hecho antes. (El Cielo y el Infiero. Capítulo 7. Las penas futuras. Kardec.)

 

Cualesquiera que sean la inferioridad y la perversidad de los espíritus, Dios no les abandona jamás. Todos tienen su ángel guardián que vela por ellos, espía los movimientos de su alma y se esfuerza en suscitar en ellos buenos pensamientos, y el deseo de progresar y de reparar en una nueva existencia el mal que han hecho.


Sin embargo, el guía protector obra lo más a menudo de una manera oculta, sin ejercer ninguna presión. El espíritu debe mejorarse por el hecho de su propia voluntad, y no a consecuencia de una fuerza cualquiera. Obra bien o mal en virtud de su libre albedrío, pero sin ser fatalmente inducido en un sentido o en otro. Si hace mal, sufre sus consecuencias tanto tiempo como permanece en el mal camino. Luego que da un paso hacia el bien, siente inmediatamente los efectos (El Cielo y el Infiero. Capítulo 7. Las penas futuras. El Cielo. Kardec.)



LA VOLUNTAD Y LOS FLUIDOS

 León Denis. Despues de la muerte. Capítulo 32.


Las enseñanzas que debemos a los Espíritus sobre su situación, después de la muerte, nos hacen comprender mejor las reglas según las cuales el periespíritu o cuerpo fluídico se transforma y progresa.
  

La misma fuerza que impulsa al ser en su evolución a través de los siglos, a crear por sus necesidades y tendencias los órganos materiales necesarios para su desarrollo, le incita, por una acción análoga y paralela, a perfeccionar sus facultades y a crearse nuevos medios de acción apropiados a su estado fluídico, intelectual y moral.

 

La envoltura fluídica del ser se depura, se ilumina o se oscurece según la naturaleza elevada o grosera de los pensamientos que en ella se reflejan. Todo acto, todo pensamiento repercute y se graba en el periespíritu. De aquí nacen consecuencias inevitables para la situación del Espíritu. El alma ejerce una acción continua sobre su envoltura, siendo siempre dueña de modificar su estado por medio de la voluntad.

  

 La voluntad es la facultad soberana del alma, la fuerza espiritual por excelencia. Es el fondo mismo de la personalidad. Su poder sobre los fluidos es ilimitado y se acrecienta con la elevación del Espíritu. En el centro terrestre sus efectos sobre la materia son limitados porque el hombre se ignora y no sabe utilizar las fuerzas que están en él. Pero en los mundos más adelantados, el ser humano que ha aprendido a querer, domina la naturaleza entera, dirige a su gusto los fluidos materiales, y produce metamorfosis y fenómenos prodigiosos.

 

 En el espacio y en esos mundos, la materia se presenta en estados fluídicos de los cuales sólo podemos formarnos una vaga idea. Del mismo modo que en la Tierra ciertas combinaciones químicas se producen únicamente bajo la influencia de la luz, así en esos centros los fluidos no se unen y no se ligan sino por un acto de la voluntad de los seres superiores.

 

La acción de la voluntad sobre la materia ha entrado ya en el dominio de la experiencia científica gracias al estudio proseguido por varios fisiólogos de los fenómenos magnéticos, bajo el nombre de hipnotismo y de sugestión mental. Se han visto ya experimentadores que, por un acto directo de su voluntad, hacer aparecer llagas y estigmas en el cuerpo de ciertos sujetos, hacer salir de ellos sangre y humores, y curarlos en seguida por una volición contraria.

 

De modo que la voluntad humana destruye y repara a su gusto los tejidos vivos; puede también modificar las sustancias materiales hasta el punto de comunicarles propiedades nuevas, provocando la embriaguez con agua clara, etc. Tiene también acción sobre los fluidos y crea objetos y cuerpos que los hipnotizados ven, sienten y tocan, que tienen para ellos una existencia positiva y obedecen a todas las leyes de la óptica.

 

Esto es lo que resulta de las investigaciones y de los trabajos de los doctores Charcot, Dumontpallier, Liébault, Bernheim, de los profesores Liégeois, Delboeuf, etc., cuya relación puede leerse en todas las revistas médicas.

 

Pues bien, si la voluntad ejerce semejante influencia sobre la materia bruta y sobre los fluidos rudimentarios, tanto más fácil será de comprender su imperio sobre el periespíritu, y los progresos o los desórdenes que en él determine, según la naturaleza de su acción, lo mismo en el curso de la vida que después de la desencarnación.

 


Todo acto de la voluntad reviste una forma, una apariencia fluídica y se graba en la envoltura periespiritual. Es evidente que si estos actos son inspirados por pasiones materiales, su forma será material y grosera.

 

Las moléculas periespirituales, impregnadas y saturadas de estas formas y estas imágenes, se aproximan y se condensan. Al reproducirse las mismas causas, los mismos efectos se acumulan y la condensación se acelera, los sentidos se debilitan y se atrofian, las vibraciones disminuyen en fuerza y en extensión.

  

Después de la muerte, el Espíritu se encuentra envuelto en fluidos opacos y pesados que ya no dejan pasar las impresiones del mundo exterior, sirviéndole al alma de cárcel y de tumba. Es el castigo preparado por el Espíritu mismo; esta situación es su obra, y no cesa hasta que el arrepentimiento, la voluntad de corregirse y aspiraciones más elevadas, vienen a romper la cadena material que lo sujeta.

 

En efecto, si las pasiones bajas y materiales turban y oscurecen el organismo fluídico, en cambio, los pensamientos generosos y las nobles acciones afinan y dilatan las moléculas periespirituales.

 

 Sabemos que las propiedades de la materia aumentan con su grado de pureza. Las experiencias de William Crookes han demostrado que la rarefacción de los átomos lleva a estos al estado radiante.

 

 La materia, en este estado sutil, se inflama y se hace luminosa e imponderable. Lo mismo pasa con la sustancia periespiritual. Al enrarecerse, su flexibilidad y su sensibilidad ganan; su fuerza de radiación y energía vibratoria aumentan, permitiéndole sustraerse a las atracciones terrestres.


 El Espíritu entra entonces en posesión de nuevos sentidos, con cuyo auxilio podrá penetrar en centros más puros y comunicar con seres etéreos. Estas facultades, estos sentidos que abren el acceso a las regiones felices, toda alma humana pude conquistarlos y desarrollarlos, pues posee sus gérmenes imperecederos.

 

Nuestras vidas sucesivas llenas de trabajos y de esfuerzos, no tienen otro objeto que hacerlos florecer en nosotros. Ya en este mundo, vemos estas facultades despertarse en algunos individuos que, gracias a ellas, entran en relaciones con el mundo oculto.

  

Los médiums de todas clases están en este caso. Su número aumentará sin duda con el progreso moral y la difusión de la verdad. Puede preverse que llegará día en que la gran mayoría de los humanos se encontrará apta para recibir las enseñanzas de esos seres invisibles cuya existencia negaba ayer.

 

 Esta evolución paralela de la materia y del Espíritu, por la cual el ser conquista sus órganos y sus facultades, se construye completamente y se aumenta sin cesar, nos demuestra otra vez la solidaridad que une las fuerzas universales, el mundo de las almas y el mundo de los cuerpos. Nos demuestra sobre todo qué riquezas, qué profundos recursos puede crearse el ser por un uso metódico y perseverante de la voluntad. Esta llega a ser la fuerza suprema, el alma misma, ejerciendo su imperio sobre los poderes inferiores.

 


El empleo que hacemos de nuestra voluntad, dirige por sí solo nuestro adelantamiento, prepara nuestro porvenir, nos fortifica o nos rebaja. No hay azar ni fatalidad. Hay fuerzas, hay leyes. Utilizar y dirigir las unas, y observar las otras, en esto se encierra el secreto de todas las grandezas y todas las elevaciones.

 

 Los resultados producidos alrededor nuestro por la voluntad, trastornan ya la imaginación de las personas de mundo y provocan, la admiración de los sabios. El hipnotismo y la sugestión han producido en este sentido resultados que han sido calificados de maravillosos.

  

Todo esto es sin embargo poca cosa al lado de los efectos obtenidos en los centros superiores donde, a las órdenes del Espíritu, todas las fuerzas se combinan y entran en acción.

 


Y si, en este orden de ideas, llevásemos más alto nuestra atención, ¿no llegaríamos, por analogía, a vislumbrar de qué manera la voluntad divina, dominando la materia cósmica, puede formar los soles, trazar las órbitas de los mundos, y procrear los universos?

 

 Sí, la voluntad ejercida en el sentido del bien y conforme a las leyes eternas, lo puede todo. También puede hacer mucho mal. Nuestros malos pensamientos, nuestros deseos impuros, nuestras acciones culpables, corrompen, al reflejarse en ellos, los fluidos que nos rodean, y el contacto de estos produce malestar e impresiones dañinas en todos aquellos que se nos aproximan, pues todos los organismos sienten la influencia de los fluidos ambientes.

 

Asimismo los sentimientos de orden elevado, los pensamientos de amor, las exhortaciones calurosas, penetran en los seres que nos rodean, los sostienen y los vivifican. Así se explican el imperio ejercido sobre las multitudes por los grandes misioneros y las almas escogidas, y la influencia contraria de los malvados que podemos siempre conjurar, es cierto, por voliciones en sentido inverso y una resistencia enérgica de nuestra voluntad.

  

Un conocimiento más preciso de las facultades del alma y de su aplicación modificará totalmente nuestras tendencias y nuestras acciones. Sabiendo que los hechos y pensamientos de nuestra vida se inscriben en nosotros, y dan testimonio en favor o en contra, fijaremos en cada uno de ellos una atención más escrupulosa.

  

Nos aplicaremos desde ahora a desarrollar los recursos que dormitan en nosotros, a obrar por su medio sobre los fluidos esparcidos en el espacio con objeto de depurarlos y transformarlos para el bien de todos, a crear en torno nuestro una atmósfera límpida y pura, inaccesible a los efluvios viciados.

  

El Espíritu que no trabaja, y que se abandona a las influencias materiales, permanece débil, incapaz de percibir las sensaciones delicadas de la vida espiritual. Después de la muerte se siente poseído de una inercia completa, y los campos del espacio sólo vacío y obscuridad ofrecen a sus sentidos embotados.

 
 

El Espíritu activo, preocupado en ejercitar sus facultades por un uso constante, adquiere nuevas fuerzas, su vista abarca horizontes más vastos y el círculo de sus relaciones se ensancha gradualmente.

  

El pensamiento, utilizado como fuerza magnética, podría corregir muchos desórdenes, extinguir muchas llagas sociales. Procediendo por voliciones continuas, proyectando resuelta y frecuentemente nuestra voluntad hacia los seres desgraciados, hacia los enfermos, los perversos, los extraviados, podríamos consolar, convencer, aliviar, curar.

 

Por medio de este ejercicio se obtendrían no solamente resultados inesperados para el mejoramiento de la especie, sino que se llegaría a dar al pensamiento una sutileza y una fuerza de penetración incalculables.

 
 

Gracias a una combinación íntima de buenos fluidos sacados del inagotable depósito de la naturaleza, y con la asistencia de los Espíritus invisibles, se puede restablecer la salud comprometida, y devolver la esperanza y la energía a los desesperados.

 

Por un impulso regular y perseverante de la voluntad, puede llegarse a impresionar a distancia a los incrédulos, a los escépticos y a los malos, conmover su terquedad, atenuar su odio, hacer penetrar un rayo de verdad en el entendimiento de los más hostiles.

 

Ésta es una forma ignorada de la sugestión mental, de este tremendo poder del cual muchos se sirven a tontas y a locas, y que, utilizado en el sentido del bien, transformaría el estado moral, de las sociedades.

  

La voluntad, ejercida con fluidez, desafía toda vigilancia e inquisición. Opera en la sombra y en el silencio, salva todos los obstáculos y penetra en todos los centros. Mas para hacerle producir todos sus efectos, se necesita una acción enérgica, arranques poderosos y una paciencia incansable.

  

Así como la gota de agua taladra lentamente la piedra más dura, así un pensamiento incesante y generoso acaba por insinuarse en el espíritu más refractario.

 

La voluntad aislada puede mucho para el bien de los hombres; mas ¿qué no podría esperarse de una asociación de pensamientos elevados, de un agrupamiento de todas las voluntades libres?

  

Las fuerzas intelectuales, hoy en día divergentes, se esterilizan y se anulan recíprocamente. Esta es la causa de la turbación y de la incoherencia de las ideas modernas; pero tan pronto como el espíritu humano, conociendo su poder, agrupe las voluntades diseminadas para hacerlas converger hacia el bien, la belleza y la verdad, ese día la humanidad adelantará osadamente hacia las cumbres eternas y se renovará la faz del mundo.

 

11 febrero 2023

LA VOLUNTAD

Etimología:

- Facultad de decidir y ordenar la propia conducta.

- Acto con que la potencia volitiva admite o rehúye una cosa, queriéndola, o aborreciéndola y repugnándola.

- Libre albedrío o libre determinación.

- Elección de algo sin precepto o impulso externo que a ello obligue.

- Intención, ánimo o resolución de hacer algo.


El progreso es, principalmente, el resultado del esfuerzo individual; cuanto mayor sea nuestro ahínco, mejores serán los resultados que se lograrán. El progreso en los Espíritus es el fruto de su propio trabajo, pero, como son libres, trabajan en favor de su adelanto con mayor o menor afán, con mayor o menor negligencia, según su voluntad, acelerando o retrasando su progreso, y, por consiguiente, su felicidad. 

Mientras que unos avanzan rápidamente, otros se entorpecen como holgazanes en los estados inferiores. Son los autores de su propia situación feliz o desdichada, en consonancia con esta frase de Cristo: “A cada uno según sus obras.” El Espíritu que se atrasa no puede quejarse sino de sí mismo, así como aquel que progresa, tiene el mérito exclusivo de su esfuerzo, por eso le da mayor valor a la felicidad que ha conquistado. (KARDEC, Allan. El Cielo y el Infierno. Primera Parte. Capítulo III. Ítem 7)

 

- Allan Kardec: El Libro de los Espíritus. 


120. ¿Todos los Espíritus pasan por la serie del mal para llegar al bien?

“No por la serie del mal, sino por la de la ignorancia.”

 

121. ¿Por qué algunos Espíritus han seguido el camino del bien y otros el del mal? “¿Acaso no tienen libre albedrío?

Dios no creó Espíritus malos; los creó simples e ignorantes, es decir, con tanta aptitud para el bien como para el mal. Los que son malos llegaron a serlo por su voluntad.

 

804 ¿Por qué Dios no le otorgó las mismas aptitudes a todos los hombres?

Dios creó a todos los Espíritus iguales, pero cada uno de ellos ha vivido desde hace más o menos tiempo, y, por consiguiente, han adquirido también mayores o menores logros. La diferencia entre ellos reside en la diversidad de los grados de experiencia adquirida, y de la voluntad con que obran, voluntad que es el libre albedrío. De ahí que unos se perfeccionen con más rapidez que otros, lo que les proporciona aptitudes distintas.  Allan Kardec: El Libro de los Espíritus. 

 

[859a] – ¿Hay hechos que deben suceder forzosamente y que la voluntad de los Espíritus no puede evitar?

“Sí, pero que tú, en el estado de Espíritu, has visto y presentido cuando hiciste tu elección. Sin embargo, no creas que todo lo que sucede está escrito, como dicen. Un acontecimiento suele ser la consecuencia de algo que has hecho mediante un acto de tu voluntad libre, de modo que, si no hubieras hecho eso, el acontecimiento no habría tenido lugar. Si te quemas un dedo, no es más que el resultado de tu imprudencia y el efecto de la materia. Sólo los grandes dolores, los acontecimientos importantes, que pueden influir en la moral, han sido previstos por Dios, porque son útiles para tu purificación y tu esclarecimiento.”

 

860. El hombre, mediante su voluntad y sus actos, ¿puede evitar que tengan lugar acontecimientos que debían ocurrir, y a la inversa?

“Sí, puede hacerlo, en caso de que esa desviación aparente se integre a la vida que ha elegido. Además, para hacer el bien –como debe ser y por tratarse del único objetivo de la vida– puede impedir el mal, sobre todo aquel que contribuiría a un mal mayor.”

 

861. El hombre que cometió un asesinato, ¿sabía, cuando eligió su existencia, que se convertiría en un asesino? 

“No. Sabía que si optaba por una vida de lucha tendría la posibilidad de matar a uno de sus semejantes, pero ignoraba si lo haría, porque el hombre casi siempre delibera antes de cometer el crimen. Ahora bien, el que delibera acerca de algo siempre es libre de hacerlo o no. Si el Espíritu supiera por anticipado que, como hombre, habrá de cometer un asesinato, estaría predestinado a ello. Sabed, pues, que nadie está predestinado al crimen, y que todo crimen, así como cualquier otro acto, es en todos los casos el resultado de la voluntad y del libre albedrío.

 ”Además, vosotros siempre confundís dos cosas muy distintas: los acontecimientos materiales de la vida y los actos de la vida moral. Si a veces existe la fatalidad, es en esos acontecimientos materiales, cuya causa es ajena a vosotros, y que son independientes de vuestra voluntad. En cuanto a los actos de la vida moral, emanan siempre del propio hombre, quien, por consiguiente, siempre tiene la libertad de elección. En relación con esos actos, pues, nunca existe la fatalidad.”

 

Para hacer el bien, se necesita siempre la acción de la voluntad; para no practicar el mal, la mayoría de las veces, basta la inercia y la negligencia (…). Esforzaros pues, para que vuestros hermanos, observándoos, sean inducidos a reconocer que el verdadero espírita y el verdadero cristiano son una sola y una misma cosa, porque todos los que practican la caridad son discípulos de Jesús (KARDEC, Allan. El Evangelio según el Espiritismo. Cap. XV. Item10).

 

Nos cabe ejercitar la disciplina del pensamiento. ¡Querer es poder! El poder de la voluntad es ilimitado. El hombre, consciente de sí mismo, de sus recursos latentes, siente que sus fuerzas crecen en razón directa de los esfuerzos que realice. Sabe que todo lo que desea de bien y de bueno ha de realizarse inevitablemente, tarde o temprano, en el presente o en el transcurso de sus existencias, cuando su pensamiento se haya puesto en consonancia con la Ley Divina. Y es en eso que se confirma la palabra celeste: La Fe transporta montañas. (DENIS, Léon. El Problema del Ser del Destino y del Dolor. Cap. XX La voluntad).

 

Puesto que en la vida social todos los hombres pueden llegar a los primeros puestos, valdría preguntarse por qué el soberano de un país no asciende a general a cada uno de sus soldados, por qué todos los empleados subalternos no llegan a ser funcionarios superiores, o por qué todos los escolares no se convierten en maestros. Ahora bien, hay una diferencia entre la vida social y la vida espiritual: la primera es limitada y no siempre permite ascender todos los grados, mientras que la segunda es ilimitada y deja a cada uno la posibilidad de elevarse al grado supremo.

 



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La voluntad

El Problema del Ser del Destino y del Dolor. Cap. XX. León DENIS.  


Las causas de la felicidad no están en lugares determinados en el espacio; están en nosotros, en las profundidades misteriosas del alma, lo que es confirmado por todas las grandes doctrinas.

"El reino de los cielos está dentro de vosotros", dice Cristo.

El mismo pensamiento está de otra forma expresado en los Vedas: "Tu traes en ti un amigo sublime que no conoces."

La sabiduría persa no es menos afirmativa: "Vosotros vivís en medio de almacenes llenos de riquezas y morís de hambre a su puerta." (Suffi Ferdousis.)

La conocida invitación de Sócrates: “Conócete a ti mismo”.

 

Todas las grandes enseñanzas concuerdan en este punto: Es en la vida íntima, en el despertar de nuestras potencias, de nuestras facultades, de nuestras virtudes, que está el manantial de la felicidad futura.

 

Miremos atentamente al fondo de nosotros mismos, cerremos nuestro entendimiento a las cosas externas y después de haber habituado nuestros sentidos psíquicos a la oscuridad y al silencio, veremos surgir luces inesperadas, oiremos voces fortificantes y consoladoras.

 

Más, hay pocos hombres que sepan leer en sí, que sepan explorar los yacimientos que encierran tesoros inestimables. Gastamos la vida en cosas banales, inútiles: recorremos el camino de la existencia sin saber nada de nosotros mismos, de las riquezas psíquicas, cuya valorización nos proporcionaría innumerables gozos. Hay en toda alma humana dos centros o, mejor, dos esferas de acción y expresión.

 

 Una de ellas, circunscrita a la otra, manifiesta la personalidad, el "yo", con sus pasiones, sus debilidades, su morbilidad, su insuficiencia. Mientras ella sea la reguladora de nuestro proceder, tendremos la vida inferior sembrada de pruebas y males.

 

La otra, interna, profunda, inmutable, es, al mismo tiempo, la sede de la conciencia, la fuente de la vida espiritual el templo de Dios en nosotros. Y solo cuando este centro de acción domina al otro, cuando sus impulsos nos dirigen, es que se revelan nuestras potencias ocultas y que el Espíritu se afirma en su brillo y belleza. Es por él que estamos en comunión con "el Padre que habita en nosotros", según las palabras de Cristo, con el Padre que es el foco de todo el amor, el principio de todas las acciones.

 

Por uno, nos perpetuamos en mundos materiales, donde todo es inferioridad, incertidumbre y dolor; por el otro, tenemos entrada en los mundos celestes, donde todo es paz, serenidad, grandeza. Es solo por la manifestación creciente del Espíritu divino en nosotros que llegamos a vencer al "yo" egoísta, a asociarnos plenamente a la obra universal y eterna, a crear una vida feliz y perfecta.

 

¿Por qué medio pondremos en movimiento las potencias internas y las orientaremos hacia un ideal elevado? Por la voluntad.

 

El uso persistente, tenaz, de esta facultad soberana nos permitirá modificar nuestra naturaleza, vencer todos los obstáculos, dominar a la materia, a la enfermedad. Es por la voluntad que dirigimos nuestros pensamientos hacia un fin determinado. En la mayor parte de los hombres los pensamientos fluctúan sin cesar. Su morbilidad constante y su variedad infinita pequeño acceso ofrecen a las influencias superiores.

 

Es preciso saber concentrarse, poner el pensamiento acorde con el pensamiento divino. Entonces el alma humana es fecundada por el Espíritu divino, que la envuelve y penetra, tornándola apta para realizar nobles tareas, preparándola para la vida del Espacio, cuyos esplendores ella, débilmente, comienza a entrever desde este mundo. Los Espíritus elevados ven y oyen sus pensamientos unos de otros, con los cuales son armonías penetrantes, mientras que los nuestros son, la mayoría de las veces, solo discordancias y confusión.

 

Aprendamos, pues, a servirnos de nuestra voluntad y por ella, a unir nuestros pensamientos a todo lo que es grande, a la armonía universal, cuyas vibraciones llenan el espacio y encantan a los mundos.  La voluntad es la mayor de todas las potencias; es, en su acción, comparable al imán. La voluntad de vivir, de desarrollar en nosotros la vida, atraernos nuevos recursos vitales; tal es el secreto de la ley de evolución.

 

La voluntad puede actuar con intensidad sobre el cuerpo fluídico, activarle las vibraciones y de esta manera, adaptarlo para un estado cada vez más elevado de sensaciones, prepararlo para un mayor grado de existencia. El principio de evolución no está en la materia, está en la voluntad, cuya acción tanto se extiende al orden invisible de las cosas como al orden visible y material. Esta es simplemente la consecuencia de aquella.

 

El principio superior, el motor de la existencia, es la voluntad. La Voluntad Divina es el supremo motor de la Vida Universal. Lo que importa, antes que nada, es comprender que podemos realizar todo en el dominio psíquico; ninguna fuerza queda estéril, cuando se ejerce de manera constante, con vistas a alcanzar un designio conforme al Derecho y a la Justicia.

 

Y lo que tiene la voluntad; es que ella puede actuar tanto en el sueño como en la vigilia, porque el alma valerosa, que para sí misma determinó un objetivo, lo busca con tenacidad en ambas fases de su vida y determina así una cadena poderosa, que mina lenta y silenciosamente los obstáculos.

 

Con la preservación se da lo mismo que con la acción. La voluntad, la confianza y el optimismo son otras tantas fuerzas preservadoras, otros tantos baluartes nuestros opuestos a toda causa de desasosiego, de perturbación, interna y externa. Bastan, a veces, por si solos, para desviar el mal; mientras que el desanimo, el miedo y el mal humor nos desarman y entregan a él sin defensa.

 

El simple hecho de mirar de frente a lo que llamamos el mal, el peligro, el dolor, la resolución con que los enfrentamos, y los vencemos, le disminuyen la importancia y el efecto. Los norteamericanos tienen con el nombre de mind cure (cura mental) o ciencia cristiana, aplicado este método a la Terapéutica y no se puede negar que los resultados obtenidos son considerables. Este método se resume en la siguiente fórmula: "El pesimismo te hace débil; el optimismo te hace fuerte.

 

Consiste en la eliminación gradual del egoísmo, en la unión completa con la Voluntad Suprema, causa de las fuerzas infinitas. Los casos de cura son numerosos y se apoyan en testimonios irrecusables. (Ver William James, Rector de la Universidad de Harvard, L'Expérience Religieuse, pàgs. 86, 87). 

 

Además, fue ese - en todos los tiempos y con formas diferentes - el principio de la salud física y moral. En el orden físico, por ejemplo, no se destruyen los infusórios, los infinitamente pequeños, que viven y se multiplican en nosotros; ganan fuerzas para resistirlos mejor. De la misma forma, no siempre es posible, en el orden moral, apartar las vicisitudes de la suerte, se puede adquirir suficiente fuerza para soportarlas con alegría, sobrepujarlas con esfuerzo mental, dominarlas de tal forma que pierdan todo su aspecto amenazador, para transformarse en auxiliares de nuestro progreso y de nuestro bien.

 

En otra parte hemos demostrado, apoyándonos en hechos recientes, el poder del alma sobre el cuerpo en la sugestión y autosugestión. Nos limitaremos a recordar otros ejemplos aun más concluyentes. Louise Lateau, la estigmatizada de Bois-d'Haine, cuyo caso fue estudiado por una comisión de la Academia de Medicina de Bélgica, hacía, meditando sobre la Pasión de Cristo, correr a voluntad sangre de sus pies, manos y lado izquierdo. La hemorragia duraba muchas horas.

 

Pierre Janet observó casos análogos en la Salpêtrière, en París. Una extática presentaba estigmas en los pies cuando los metían en un aparato. Louis Vivé, en sus crisis, a sí mismo daba la orden de sangrar en horas determinadas y el fenómeno se producía con exactitud.

 

Se encuentra el mismo orden de hechos en ciertos sueños, así como en los fenómenos llamados "birthmarks" o señales de nacimiento.

 

En todos los dominios de la observación, encontramos la prueba que la voluntad impresiona a la materia y puede someterla a sus designios. Esta ley se manifiesta con más intensidad todavía en el campo de la vida invisible.

 

Es en virtud de las mismas reglas que los Espíritus crean las formas y los atributos que nos permiten reconocerlos en las sesiones de materialización. Por la voluntad creadora de los grandes Espíritus y antes que nada, del Espíritu divino, una vida repleta de maravillas se desarrolla y extiende, de escalón en escalón, hasta el infinito, en los confines del cielo, vida incomparablemente superior a todas las maravillas creadas por el arte humano y tanto más perfecta cuanto más se aproxima a Dios.

 

Si el hombre conociese la extensión de los recursos que en él germinan, tal vez quedase deslumbrado y en vez de juzgarse débil y temer al futuro, comprendería su fuerza, sentiría que él mismo puede crear ese futuro. Cada alma es un foco de vibraciones que la voluntad pone en movimiento. Una sociedad es una agrupación de voluntades que, cuando están unidas, concentradas en un mismo fin, constituyen el centro de fuerzas irresistibles.

 

Las humanidades son focos más poderosos que todavía vibran a través de la inmensidad. Por la educación del ejercicio de la voluntad, ciertos pueblos llegan a resultados que parecen prodigios. La energía mental, el vigor del espíritu de los japoneses, su desprecio por el dolor, su impasibilidad ante la muerte, causaran pasmo a los occidentales y fueron para ellos una especie de revelación. 


El japonés se habitúa desde la infancia a dominar sus impresiones, a no dejarse traicionar por los disgustos, por las decepciones, de los sentimientos por lo que pasa, a quedar impenetrable, a no quejarse nunca, a no encolerizarse nunca, a recibir siempre con buena cara los reveses.

 

Tal educación retempla los ánimos y asegura la victoria en todos los terrenos. En la gran tragedia de la existencia y de la Historia, el heroísmo representa el papel principal y es la voluntad la que hace los héroes. Este estado de espíritu no es privativo de los japoneses.

 

Los hindúes llegan también, con el empleo de lo que llaman a "hatha-yoga", o ejercicio de la voluntad, a suprimir en sí el sentimiento del dolor físico. En una conferencia hecha en el Instituto Psicológico de París y que "Les Annales des Sciences Psychiques", de noviembre de 1906, reprodujeran, Annie Besant cita varios casos notables debidos a estas prácticas persistentes.

 

Un hindú poseerá bastante poder de voluntad para conservar un brazo erguido hasta que se atrofie. Otro se acostará en una cama erizada de puntas de hierro sin sentir ningún dolor. Se encuentra este mismo poder en personas que no practicaran el "hatha-yoga".

 

La conferencista cita el caso de uno de sus amigos que, habiendo ido de caza al tigre y habiendo recibido, a causa de la impericia de un cazador, una bala en el muslo, recusó someterse a la acción del cloroformo para la extracción del proyectil, afirmando al cirujano que tendría suficiente dominio sobre sí mismo para quedar inmóvil e impasible durante la operación. Esta se efectuó; el herido tenía plena conciencia de sí mismo y no hizo un solo movimiento. "Lo que para otro habría sido una tortura atroz, nada era para él; había fijado su conciencia en la cabeza y ningún dolor sintió. Sin ser "yogui", poseía el poder de concentrar la voluntad, poder que, en la India, se encuentra frecuentemente."

 

Por lo que se acaba de leer, puede juzgarse cuan diferentes de nosotros son la educación mental y el objetivo de los asiáticos. Todo, en ellos, tiende a desarrollar al hombre interior, su voluntad, su conciencia, a la vista de los vastos ciclos de evolución que se les abren, mientras que el europeo adopta, de preferencia, como objetivo, los bienes inmediatos, limitados por el círculo de la vida presente. Los blancos en que se pone la mira en los dos casos, son diferentes; y esta divergencia resulta de la concepción esencialmente diferente del papel del ser en el Universo.

 

Los asiáticos consideraran por mucho tiempo, con un espanto mezclado de piedad, nuestra agitación febril, nuestra preocupación por las cosas inciertas y sin futuro, nuestra ignorancia de las cosas estables, profundas, indestructibles, que constituyen la verdadera fuerza del hombre. De ahí el contraste sorprendente que ofrecen las civilizaciones del Oriente y del Occidente.

 

La superioridad pertenece evidentemente a la que abarca más vasto horizonte y se inspira en las verdaderas leyes del alma y de su futuro. Puede haber parecido atrasada a los observadores superficiales, mientras las dos civilizaciones hicieran paralelamente su evolución, sin que entre una y otra hubiese choques excesivos.

 

Desde que las necesidades de la existencia y la presión creciente de los pueblos del Occidente forzaran a los asiáticos a entrar en la corriente del progreso moderno - tal es el caso de los japoneses -, se puede ver que las cualidades eminentes de esta raza, manifestándose en el dominio material, podían asegurarles igualmente la supremacía. Si este estado de cosas se acentúa, como es de recelar, si el Japón consigue arrastrar consigo todo el Extremo Oriente, es posible que mude el eje de la dominación del mundo y pase de una raza para otra, principalmente si Europa persiste en no interesarse por lo que constituye el más alto objetivo de la vida humana y en contentarse con un ideal inferior y casi bárbaro.

 

Restringiendo igual el campo de nuestras observaciones a la raza blanca, ahí vamos a verificar también que las naciones de voluntad más firme, más tenaz, van poco a poco tomando predominio sobre las otras. Es lo que pasa con los pueblos anglosajones y germanos. Estamos viendo lo que Inglaterra ha podido realizar, a través de los tiempos, para la ejecución de su plan de acción. Alemania, con su espíritu de método y continuidad, supo crear y mantener una poderosa cohesión en detrimento de sus vecinos, no menos bien dotados que ella, más menos resueltos y perseverantes. América del Norte prepara también para sí un gran lugar en el concierto de los pueblos.

 

Francia es, por el contrario, una nación de voluntad débil y voluble. Los franceses pasan de una idea a otra con extrema movilidad y a este defecto de deben las vicisitudes de su Historia. Sus primeros impulsos son admirables, vibrantes de entusiasmo. Con facilidad emprenden una obra, con la misma facilidad la abandonan, cuando el pensamiento ya va edificando y los materiales se van reuniendo silenciosamente a su alrededor.

 

Por eso el mundo presenta, por todas partes, vestigios medio borrados de su acción pasajera, de sus esfuerzos deprisa interrumpidos. A más de eso, el pesimismo y el materialismo, que cada vez más se extienden entre ellos, tienden también a negar las cualidades generosas de su raza.

 

El positivismo y el agnosticismo trabajan sistemáticamente para borrar lo que restaba de viril en el alma francesa; y los recursos profundos del espíritu francés se atrofian por falta de una educación sólida y de un ideal elevado. Aprendamos, pues, a crear "una voluntad potente", de naturaleza más elevada que la soñada por Nietzsche. Fortalezcamos a nuestro alrededor los espíritus y los corazones, si no quisiésemos ver nuestro país yendo a la decadencia irremediable.

 

¡Querer es poder ¡ El poder de la voluntad es ilimitado. El hombre, consciente de sí mismo, de sus recursos latentes, siente crecer sus fuerzas en la razón de sus esfuerzos. Sabe que todo lo que de bien y de bueno desee, tarde o temprano, se realizará inevitablemente, o en la actualidad o en la serie de sus existencias, cuando su pensamiento se ponga de acuerdo con la ley Divina.

 

Y es en eso que se verifica la palabra celeste: "La Fe mueve montañas." No es consolador y bello poder decir: Soy una inteligencia y una voluntad libre; me hice a mí mismo, inconscientemente, a través de las edades; edifiqué lentamente mi individualidad y libertad y ahora conozco la grandeza y la fuerza que hay en mí. He de ampararme en ellas; no dejaré que una simple duda las empañe por un instante siquiera y haciendo uso de ellas con el auxilio de Dios y de mis hermanos del Espacio, me elevaré por encima de todas las dificultades; venceré el mal en mí; me despegaré de todo lo que me encadena a las cosas groseras para levantar vuelo hacia los mundos felices. Veo claramente el camino que se extiende y que tengo que recorrer.

 

Este camino atraviesa una extensión ilimitada y no tiene fin; para guiarme en el Camino Infinito, tengo un guía seguro - la comprensión de las leyes de la vida, progreso y amor que rigen todas las cosas; - aprendí a conocerme, a creer en mi y en Dios. Poseo la llave de toda elevación y en la vida inmensa que tengo ante mí, me conservaré firme, constante en la voluntad de enoblecerme y elevarme, cada vez más; atraeré, con el auxilio de mi inteligencia, que es hija de Dios, todas las riquezas morales y participaré de todas las maravillas del Cosmos.

 

Mi voluntad me llama: "Hacia el frente, siempre hacia el frente, cada vez más conocimiento, más vida, vida divina " Y con ella conquistaré la plenitud de la existencia, construiré para mí una personalidad mejor, más radiosa y amante. Salí para siempre del estado inferior del ser ignorante, inconsciente de su valor y poder; me afirmo en la independencia y la dignidad de mi conciencia y extiendo la mano a todos mis hermanos, diciéndoles: Despertad de vuestro pesado sueño; rasgad el velo material que os envuelve, aprended a conoceros, a conocer las potencias de vuestra alma y a utilizarlas.

 

Todas las voces de la Naturaleza, todas las voces del Espacio os gritan: "Levantaos y marchad. Apresuraos para la conquista de vuestros destinos" A todos vosotros que os dobláis al peso de la vida, que, juzgándoos solos y débiles, os entregáis a la tristeza, a la desesperación o que aspiráis a la nada, vengo a deciros: "La nada no existe; la muerte es un nuevo nacimiento, un encaminarse para nuevas tareas, nuevos trabajos, nuevas cosechas; la vida es una comunión universal y eterna que une a Dios a todos sus hijos"

 

A todos vosotros, que os creéis abatidos por los sufrimientos y decepciones, pobres seres afligidos, corazones que el viento áspero de las pruebas secó; Espíritus quebrados, dilacerados por la rueda de hierro de la adversidad, vengo a deciros: "No hay alma que no pueda renacer, haciendo brotar nuevos florecimientos. Os basta querer para sentir el despertar en vosotros de fuerzas desconocidas. Creed en vosotros, en vuestro rejuvenecimiento en nuevas vidas; creed en vuestros destinos inmortales. Creed en Dios, Sol de Soles, foco inmenso, del cual brilla en vosotros una centella, que se puede convertir en llama ardiente y generosa.

 

 "Sabed que todo hombre puede ser bueno y feliz; para serlo basta que lo quiera con energía y constancia. La concepción mental del ser, elaborada en la oscuridad de las existencias dolorosas, preparada por la demorada evolución de las edades, se expandirá a la luz de las vidas superiores y todos conquistarán la magnífica individualidad que les está reservada. "Dirigid incesantemente vuestro pensamiento hacia esta verdad: - que podéis venir a ser lo que quisiereis. Y sabed querer ser cada vez mayores y mejores.

 

Tal es la noción del progreso eterno y el medio de realizarlo; tal es el secreto de la fuerza mental, de la cual emanan todas las fuerzas magnéticas y físicas. Cuando hubiereis conquistado este dominio sobre vosotros mismos, no tendréis más que temer los retrasos ni las caídas, ni las enfermedades, ni la muerte; habréis hecho de vuestro "yo" inferior y frágil una elevada y poderosa individualidad"-

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Dios estableció leyes de sabiduría, cuya sola finalidad es el bien. El hombre encuentra  dentro de sí todo lo que necesita para seguirlas, su conciencia le traza el camino, la ley divina está  grabada en su alma y, además, Dios nos la trae a la memoria sin cesar, enviándonos mesías y  profetas, espíritus encarnados que han recibido la misión de iluminar, moralizar y mejorar al  hombre y, últimamente, una multitud de espíritus desencarnados que se manifiestan en todos los  ámbitos. Si el hombre actuase conforme a las leyes evitaría los males más agudos y viviría feliz  sobre la Tierra. Si no lo hace, es en virtud de su libre albedrío, y por eso sufre las consecuencias  que merece (El Evangelio según el Espiritismo, cap. V:4, 5, 6 y ss.).

 

La Génesis. Cap. III. El Bien y el mal (Allan Kardec). 

7.Pero Dios, todo bondad, colocó el remedio al lado del mal, es decir, que el mismo mal  hace nacer el bien. Llega el instante en que el exceso de mal moral se vuelve intolerable y el  hombre siente la necesidad de cambiar. Aleccionado por la experiencia intenta encontrar un  remedio en el bien, siempre de acuerdo con su libre arbitrio, pues cuando penetra en un camino  mejor es por su voluntad y porque ha reconocido los inconvenientes del otro que seguía. La  necesidad le obliga a mejorar moralmente para ser más feliz, como esa misma necesidad le induce a  mejorar las condiciones materiales de su existencia 


 8. Se puede decir que el mal es la ausencia del bien, como el frío es la ausencia del calor. El  mal no es un atributo distinto, como el frío no es un fluido especial: uno es la parte negativa del  otro. Donde el bien no existe, allí, forzosamente reina el mal. No hacer el mal es ya el comienzo del  bien. Dios sólo desea el bien, el mal proviene exclusivamente del hombre. Si existiese en la  Creación un ser encargado del mal, nadie podría evitarlo. Pero la causa del mal está en el hombre  mismo y, como éste posee el libre arbitrio y la guía de las leyes divinas, lo podrá evitar cuando así  lo desee. 

 

14. Los espíritus actúan sobre los fluidos espirituales, pero no los manipulan como los  hombres hacen con los gases, sino con la ayuda del pensamiento y la voluntad. El pensamiento y la  voluntad son, para los espíritus, lo que la mano es para el hombre. Mediante el pensamiento,  imprimen a esos fluidos tal o cual dirección, los unen, combinan o dispersan; forman conjuntos con  determinada apariencia, forma o color; cambian las propiedades de los mismos como el químico las  de un gas o de otros cuerpos, combinándolos de acuerdo a ciertas leyes. Constituyen el inmenso  taller o laboratorio de la vida espiritual.

 

 

Reflexiones

Reflexión 18/5/19

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