Como ciencia, el Espiritismo se dirige a la razón; ¿pero cómo se dirige al corazón humano?
– 1 ° Como consolador
en la prueba; 2 ° Haciéndole amar la vida, la naturaleza, el universo, como una
obra solidaria y armoniosa, totalmente impregnada de amor, poesía, belleza.
¿Cómo consuela el Espiritismo al hombre en sus
pruebas?
– Dándole a entender que el sufrimiento es una educación necesaria
para su destino; que engrandece el alma, forma el juicio, templa el carácter, refina
las sensaciones, e inspira el sentimiento noble de piedad, por el cual nos parecemos
más a Dios.
Estos son los consuelos que todavía se dirigen
a la razón; pero las verdaderas penas del corazón, tales como la pérdida de aquellos
a los que queremos, de una madre, de un niño, de un amigo, etc., ¿no son absolutamente
penas inconsolables?
− No hay penas inconsolables. Precisamente son las que el Espiritismo
consuela mejor, ya que, gracias a su enseñanza y gracias a sus prácticas, sentimos
alrededor nuestro la presencia de nuestros difuntos queridos. Su fluido nos envuelve;
nos hablan, a veces se dejan ver y hasta fotografiar. La fe religiosa da solamente
la esperanza: el Espiritismo da la certeza y hace tocar la realidad.
¿El Espiritismo niega pues a la muerte? −
No, pero la libra de espantos y temores de los perjuicios que la rodean. El
Espiritismo nos hace amar la vida y nos enseña a no temer a la muerte.
¿Cómo hace amar la vida el Espiritismo?
− Presentándonosla como una de las etapas necesarias de nuestro
destino. Además, nos da a entender cómo la existencia humana, a pesar de su duración
y sus apariencias efímeras, se relaciona con plano general de evolución, de amor
y de belleza que constituye el universo.
(...)La suprema dicha consiste en el goce de todos los esplendores de la Creación, que ninguna lengua humana podría expresar y que ni la imaginación más desarrollada podría concebir.
Consiste en el conocimiento y la penetración de todas las cosas, en la carencia de todas las penas físicas y morales, en una satisfacción íntima, en una serenidad de alma que nada turba, en el amor puro que une todos los seres, resultado de ningún roce ni contacto con los malos, y, sobre todo, en la visión de Dios y en la contemplación de sus misterios revelados a los más dignos.
Consiste también en las funciones, cuyo encargo es una dicha. Los espíritus
puros son los mesías mensajeros de Dios para la transmisión y la ejecución de
sus voluntades. Llevan a cabo las grandes misiones, presidiendo a la formación
de los mundos y a la armonía general del Universo, cometido glorioso al cual se
llega con la perfección. Los espíritus de rango más elevado son los únicos
iniciados en los secretos de Dios, inspirándose en su pensamiento, puesto que
son sus representantes directos(...) (Cielo e Infierno. Allan Kardec).
¿Cómo
se relaciona la vida humana con el plano general del universo?
− Como la parte se relaciona con el todo; así como el detalle
se reduce del conjunto. El universo es el océano eterno de la vida; la existencia
humana procede de allí en su principio y regresa allí a su fin.
¿No
es justamente lo que se conoce por panteísmo?
− En forma alguna, porque el ser humano, es decir el espíritu
encarnado o desencarnado, conserva su personalidad y su identidad en la vida universal,
como ciertas corrientes que circulan en el océano sin mezclar sus aguas con él.
¿Si
la vida humana no existiera, faltaría entonces alguna cosa en el universo?
− Ciertamente, porque el hombre resume en si mismo todas las
vidas de los diversos reinos de la naturaleza: del mineral, del vegetal, del animal,
y los completa por la conciencia y la libertad. La vida humana es el fenómeno consciente
de la naturaleza.
¿La naturaleza es, pues, eterna?
− La naturaleza es el efecto; solo la causa es eterna: es Dios.
Entonces,
¿Dios es el autor de la naturaleza?
− Sí; por todas partes encontramos su fuerza, su inteligencia,
su amor y el reflejo de su belleza.
¿La naturaleza es entonces el reflejo de
Dios?
− Sí; la naturaleza es una transparencia bajo la cual se descubre
a Dios; cada uno de los fenómenos de la naturaleza es el símbolo de un pensamiento
divino.
¿Cómo
es que tan pocos hombres ven la naturaleza de esa manera?
− Porque el mayor número de hombres mira estas cosas con un ojo
cansado por la costumbre o falseado por la pasión. El hombre que guardó la juventud
del corazón y la pureza de la mirada ve la naturaleza y la vida en la verdadera
luz. Es en este sentido que Jesús dijo: «felices los corazones puros, porque verán
a Dios» y también: «si su mirada es simple, todo su cuerpo será iluminado.»
¿Pero esta forma de comprender la naturaleza
no es exclusivamente mística puesto que la ciencia moderna ve allí sólo un fenómeno
puramente material?
− Precisamente es el error de la ciencia contemporánea ver en
la naturaleza sólo el fenómeno material; y es también su castigo no poder, a causa
de ello, abarcar la ley de la naturaleza ni la vida profunda de los seres que encierra.
El espírita, como su nombre indica, busca siempre en todas partes "el espíritu
" de las cosas; y es el espíritu que le responde y le instruye.
¿Así, el espírita está en comunión más íntima
con la naturaleza?
− Ciertamente; esa es la comunión verdadera y universal. En medio de la naturaleza, el espírita nunca está solo. El mundo de los espíritus le rodea, una protección invisible le envuelve; por todas partes descubre un misterio y oye voces. Siente que un amor inmenso queda en el fondo de toda vida; que cada ser repite un canto del gran poema y aporta su nota particular al concierto universal.
Dijo antes que el Espiritismo tenía también una estética especial, ¿se entiende como una concepción de la Belleza?
− Es la única estética, la única que es adecuada a la razón universal:
la estética espiritualista.
¿Qué
es la estética?
− Es la ciencia de las leyes de la belleza.
¿Qué es la belleza?
− Es aquello que gusta al espíritu y encanta los ojos.
¿Por qué lo que es bello es aquello que gusta
al espíritu y a los ojos?
− Porque lo bello está conforme con la naturaleza, como la naturaleza,
a su vuelta, está conforme con la idea divina, que es el modelo eterno.
¿La naturaleza es pues
la expresión de la belleza?
− Sí, la naturaleza es el primer hecho estético que se impone
a nuestro pensamiento y a nuestras miradas. Es la regla impecable, el modelo de
donde las artes sacarán siempre la medida de su inspiración.
¿Cómo expresa el hombre la belleza de la
naturaleza?
− Por las artes.
¿Qué son las artes?
− Las artes son la expresión material de los tres elementos que
constituyen la belleza, es decir la idea, la forma y la vida.
¿Dónde
saca el artista la idea o mejor el ideal de sus obras?
− En la contemplación
interior de una belleza increada, divisada como un espejismo de la belleza eterna,
que es Dios visto en sus obras. Es esta visión interna que llamamos concepción del
genio e inspiración.
¿El artista no debe simplemente imitar entonces
a la naturaleza?
− Si, pero no debe ser el copista servil, como lo pretende la
escuela dicha realista. Debe tomarle solamente las formas sensibles, los signos
materiales necesarios para dar cuerpo al ideal que está en él. Cuanto más un artista
se acerca al ideal, más expresa la realidad; lo mismo que cuanto más nos acercamos
a un alma, mejor poseemos y conocemos al hombre entero.
− Son esas, tres formas de la actividad humana que tienen cada
una su objeto particular, pero que se solidarizan por la unidad del plazo que deben
alcanzar. La industria tiene como objeto la utilidad bajo todas sus formas: oficios,
invenciones, descubrimientos, etc.; la ciencia tiene como objeto las leyes que rigen
la esencia de las cosas y de los seres, es decir la verdad; las artes tienen como
objeto la belleza, que es el esplendor de la verdad, es decir el brillo del Ser
en el universo.
¿La Verdad y la Belleza no deben unirse para
constituir el Bien?
− Evidentemente, la verdad, la belleza y el bien son una sola
y única cosa; son tres facetas de un solo y único diamante: la verdad, que es la
ciencia, la belleza, que es el arte, deben resumirse en el bien, que es el amor.
«Toda ciencia, dijo un pensador, que no nos lleva al amor es una ciencia estéril
que se traiciona a si misma.»
(...)En efecto, el Espiritismo
nos demuestra el porvenir bajo un nuevo aspecto más a nuestro alcance. Según
él, la dicha está más cerca de nosotros, está a nuestro lado, en los Espíritus
que nos rodean y que nunca han cesado de relacionarse con nosotros.
La moral de los elegidos y de los condenados no está aislada; existe incesante solidaridad entre el cielo y la tierra, entre todos los mundos de todos los universos; la dicha consiste en el mutuo amor de todas las criaturas llegadas a la perfección y en la constante actividad cuyo objeto es el de instruir y conducir hacia aquella misma perfección a los que están atrasados.
El infierno está en el corazón del mismo culpable que haya castigo en sus propios remordimientos, pero no es eterno, y el perverso, entrando en el camino del arrepentimiento, encuentra la esperanza, sublime consuelo de los desgraciados.
¡Qué inagotables manantiales de inspiración para el arte! ¡Que obras maestras de todo género no podrán originar las nuevas ideas, reproduciendo las escenas tan múltiples de la vida espiritista! En vez de representar despojos fríos e inanimados, se ve a la madre teniendo a su lado a la hija querida en su forma radiante y etérea; la víctima perdonando a su verdugo; el criminal huyendo en vano del espectáculo sin cesar renaciente de sus culpables acciones; el aislamiento del egoísta y del orgulloso en medio de la multitud: la turbación del Espíritu que nace a la vida espiritual, etc., etc.
Y si el artista quiere levantarse por encima de la esfera terrestre hasta los mundos superiores, verdaderos edenes en que los Espíritus adelantados gozan de la felicidad adquirida, o reproducir algunas escenas de los mundos inferiores, verdaderos infiernos en que reinan como soberanas las pasiones, ¡que conmovedoras escenas, que cuadros palpitantes de interés no reproducirá!
Si, el Espiritismo abre al arte un campo nuevo, inmenso e inexplorado aún, y cuando el artista reproduzca con convicción el mundo espiritista, tomar en semejante origen las más sublimes inspiraciones, y su nombre vivirá en los futuros siglos, porque a las preocupaciones materiales y efímeras de la vida presente, sustituirá el estudio de la vida futura y eterna del alma (...) (Obras Póstumas. Kardec.)
Entonces, ¿todo debe resumirse en el amor?
− Sí, el amor es el principio y el fin de las cosas; todo procede de él; todo debe regresar a él. Es la ley de progreso para los pueblos; es la condición del adelanto para el individuo. Toda la ley del destino se encuentra en esta palabra.
¿Cómo es el amor ley del progreso para los pueblos?
− Lo mismo que Dios hizo los granos de arena para vivir unidos
en la misma orilla, los granos de trigo para abrazarse sobre la misma espiga y los
granos de uva sobre el mismo racimo, así hizo a los hombres para vivir unidos en
la familia, luego en la ciudad, en la patria, y finalmente en la humanidad. Es la
condición esencial de la civilización.
(...) La ley grabada en la
conciencia se enseña a todos. Dios ha hecho de la dicha el precio del trabajo y
no del favor, a fin de que indudablemente tuviesen los hombres el mérito de
ella. Cada uno es libre de trabajar o de no hacer nada para su adelanto. El que
trabaja mucho y pronto, antes es recompensado, mientras que el que se extravía
en la ruta o pierde su tiempo, retarda su llegada, y no puede culpar a nadie
sino a sí mismo. El bien y el mal son voluntarios y facultativos. Siendo libre
el hombre, no es impulsado fatalmente ni hacia el uno ni hacia el otro. (Cielo e
Infierno. Allan Kardec).
¿Entra pues en el plano del amor, es decir
en plano de Dios, que todos los hombres sean hermanos y que todos los pueblos se
unan un día en la fraternidad universal?
− Sí, es la ley del amor devolver todo a la unidad, es decir
a la imagen y semejanza de Dios, que es uno.
¿Esta noción del amor humanitario no destruye
la noción del patriotismo?
− De ninguna manera, pero la explica y la modifica según la misma
ley de la naturaleza y de los progresos de la historia.
¿Cómo hace eso?
− La ley de la naturaleza y la de la historia piden que el círculo
del amor progresivamente se extienda en el curso de los siglos. La humanidad, en
cada una de sus etapas, el hombre, en cada una de sus existencias, se afinan y se
dilatan más. Es para amar cada vez más que los hombres y los pueblos están sometidos
a la ley ineluctable de las reencarnaciones aquí abajo y en otros mundos del espacio.
La vida individual y la vida colectiva evolucionan por ciclos: el primero, es la
familia; el segundo, la ciudad; la tercera, la patria; la cuarta, la humanidad;
el último, el universo.
(...)El principio siempre es el mismo: para los Espíritus elevados la patria es el universo.
En la Tierra, es el lugar donde se encuentra la mayor cantidad de personas con las que simpatizan.” La situación de los Espíritus y su modo de ver las cosas varían hasta lo infinito en virtud de su grado de desarrollo moral e intelectual.
Por lo general, los Espíritus de un orden elevado sólo permanecen en la Tierra por poco tiempo. Todo lo que se hace en este mundo es tan mezquino en comparación con las grandezas de lo infinito; las cosas a las cuales los hombres otorgan más importancia son tan pueriles para los Espíritus, que estos encuentran aquí pocas razones para sentirse atraídos, a menos que se los haya convocado para cooperar en el progreso de la humanidad.
Los Espíritus de un orden intermedio vienen a la Tierra con mayor frecuencia, aunque consideran las cosas desde un punto de vista más elevado que cuando estaban vivos.
Los Espíritus vulgares, en cierto modo, están asentados aquí, y constituyen el conjunto de la población circundante del mundo invisible. Han conservado con escasas variantes las mismas ideas, los mismos gustos y las mismas inclinaciones que cuando tenían la envoltura corporal. Se entrometen en nuestras reuniones, en nuestros asuntos y entretenimientos, en los que toman parte más o menos activa, según su carácter. Como no pueden satisfacer sus pasiones, gozan junto con los que se entregan a ellas, y los incitan a hacerlo. No obstante, entre esos Espíritus los hay más serios, que ven y observan para instruirse y perfeccionarse (...) (Libro de los Espíritus. Kardec. #317).
¿A qué ciclo de la historia humana hemos
llegado actualmente?
− Al ciclo de transición entre al amor a la patria y al del género
humano.
¿Así, el patriotismo está llamado a desaparecer?
− En su noción exclusiva y celosa, sí; en su noción histórica
e íntima, ¡no!
¿Qué entiende usted por esto?
− Hay un patriotismo estrecho y feroz que es el egoísmo de los pueblos, ése debe perecer. El que un hombre viva a este lado de la frontera, y otro más allá, no resulta que deban odiarse, pelearse y matarse. Pero hay un patriotismo que cada hombre lleva en su corazón, que está hecho de emociones íntimas, alegrías y dolores comunes, memorias sagradas; ése jamás perecerá; forma parte integrante de la conciencia humana.
No obstante, esta noción íntima se dilata y se engrandece
con el progreso de la vida, la supresión de las distancias que separan los pueblos,
el carácter internacional de las relaciones que las reúnen. Un día, este patriotismo
será absorbido por la humanidad entera; la verdadera patria estará por todas partes
dónde el hombre puede nacer, amar y morir. La difusión del Espiritismo ayudará a
esta transformación.
¿Y después del amor de la humanidad, será
el amor universal?
− Sí. El pensamiento y el amor siguen la misma ley. Lo mismo
que el progreso del pensamiento humano consiste en abrazar horizontes cada vez más
vastos, y que el genio del hombre puede ser adecuado al universo, así el corazón
humano también, debe dilatarse, ensancharse indefinidamente por los crecimientos
del amor. Es por la ley que el hombre se acerca a Dios. Nos hicimos «a su imagen
y a su semejanza» solo por la facultad que poseía nuestro espíritu de abrazar todo
el universo en un solo y único arranque de amor.
¿No estamos todavía muy lejos de realizar
este ideal de amor y de bondad universales?
− Colectivamente, sí; individualmente, ¡no! Existen actualmente
sobre la Tierra almas que han llegado a tal grado de evolución que sus aspiraciones
son más vastas y más grandes que el mundo donde viven. Sus sacrificios, por ejemplo,
sus actos de amor son la fuerza más grande del género humano. Es con las almas sublimes
que Dios prepara las grandes transformaciones morales del futuro.
¿Podemos esperar que un día la humanidad
colectiva alcance este ideal de amor y de bondad, que es solamente reparto de algunas
almas de élite?
− Sí, sea en este mundo, sea en otros. Es la ley de los mundos
que ellos también deben ascender en la luz y en el amor al mismo tiempo que los
espíritus encarnados en su superficie
¿Así los mundos habitados también evolucionan
en el amor universal?
− Sí. Lo mismo que soles innumerables son llevados, con sus comitivas de planetas, hacia un centro irresistible que los atrae, así las almas y el mundo gravita alrededor del sol eterno, alrededor de la Inteligencia suprema: Dios. Esta ascensión, esta subida del universo hacia las cumbres constituye el progreso ilimitado en la luz, el movimiento, la actividad, la alegría serena. Es la vida eterna en la acepción plena de la palabra, que resume todo el destino de los seres, toda historia de los pueblos, toda evolución universal.
(...) El amor no tiene
límites, llena el espacio, dando y recibiendo a sus divinos consuelos. “El mar
se extiende en perspectiva infinita. Su último límite parece confundirse con el
cielo, y el espíritu se deslumbra con el magnífico espectáculo de estas dos
grandezas. Así es que el amor, más profundo que las olas, más infinito que el
espacio, debe reuniros a todos, hombres y espíritus, en la misma comunión de
caridad, y obrar la admirable fusión de lo que es finito y de lo que es
eterno.”(...) (Cielo e infierno. Allan Kardec).
(...) El Espíritu que tiene el sentimiento de la armonía, es como el Espíritu que ha adquirido un caudal intelectual; ambos gozan de la propiedad inalienable que han amasado.
El Espíritu inteligente que enseña la ciencia a los que la ignoran, goza la dicha de enseñar, porque sabe la felicidad que procura a los que instruye; lo mismo sucede con el que hace vibrar el éter a los acordes de la armonía que está en él, pues goza de la dicha de ver satisfechos a los que le escuchan.
La armonía, la ciencia y la virtud son las tres grandes concepciones del Espíritu: la primera le arrebata, la segunda le ilumina y la tercera le eleva. Poseídas en toda su plenitud, se confunden y constituyen la pureza.
¡Oh! Espíritus puros que tenéis la armonía, la ciencia y la virtud, ¡descended a nuestras tinieblas e iluminad nuestro camino! ¡Mostradnos la guía que habéis tomado con el fin de que sigamos vuestras huellas! (...) (Obras Póstumas. Allan Kardec.)
Bibliografía
consultada
- Denis, León. Síntesis doctrinaria y Espiritismo práctico.
- Kardec, Allan. El libro de los Espíritus.
- Kardec, Allan. El Cielo y el Infierno
- Kardec, Allan. Obras Póstumas
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