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17 octubre 2019

PADRE NUESTRO

De "El Evangelio según el Espiritismo" por Allan Kardec



Es el más perfecto modelo de concisión, verdadera obra maestra de sublimidad es su sencillez.


En efecto, a pesar de su brevedad, resume todos los deberes del hombre para con Dios, para consigo mismo y para con el prójimo: encierra una profesión de fe, un acto de adoración y de sumisión, la petición de las cosas necesarias a la vida, y al principio de caridad.

Dedicarla hacia alguien, es pedir para él/ella lo que pediríamos para nosotr@s mism@s.

Sin embargo, en razón mismo de su brevedad, el sentido profundo encerrado en algunas palabras de las que se compone, pasa desapercibido para la mayor parte; generalmente se dice sin dirigir el pensamiento sobre las aplicaciones de cada una de sus partes; se dice como una fórmula cuya eficacia es proporcionada al número de veces que se repite; así es que casi siempre es el número cabalístico de tres, siete, o nueve, sacados de la antigua creencia supersticiosa que atribuía una virtud a los números, y que se usaba  en las operaciones de la magia.

Para suplir el vacío que la concisión de esta oración deja en el pensamiento, según el consejo y con la asistencia de los buenos espíritus, se ha añadido a cada proposición un comentario que desarrolla su sentido y enseñanza sus aplicaciones. Según las circunstancias y el tiempo disponible, se puede decir la oración dominical “sencillamente o comentada”.

Oración .-

I. “¡ Padre nuestro que estás en los cielos santificado sea tu nombre!”

Creemos en vos , Señor, porque todo revela vuestro poder y vuestra bondad:  La armonía del Universo atestigua una sabiduría, una prudencia y una previsión tales, que sobre pujan a todas las facultades humanas, el nombre de un ser soberanamente grande y sabio está inscripto en todas las obras de la creación, desde la hebra de la más pequeña planta y desde el más pequeño insecto, hasta los astros que se mueven en el espacio; en todas partes vemos la prueba de una solicitud paternal, por eso es ciego el que no os reconoce en vuestras obras, orgulloso el que no os glorifica, e ingrato el que no os da las gracias.

II. “¡ Venga a nos tu reino!”

Señor, habéis dado a los hombres leyes llenas de sabiduría, que producirían su felicidad si las observasen; con esas leyes harían reinar entre ellos la paz y la justicia, se ayudarían mutuamente en vez de perjudicarse como lo hacen, el fuerte sostendría al débil y no lo abatiría, evitando los males que engendran los  abusos y los excesos de todas clases. Todas las miserias de la tierra tienen su origen en la violación de vuestras leyes, porque no hay una sola infracción que no tenga fatales consecuencias.

Habéis dado al bruto el instinto que le traza el límite de lo necesario, y maquinalmente se conforma a él; pero al hombre además de su instinto, le  habéis dado la inteligencia y la razón; le habéis dado también la libertad de observar o de infringir aquellas de vuestras leyes que le conciernen personalmente, esto es, de elegir entre el bien y el mal, a fin de que tengan el mérito y la responsabilidad de sus acciones.

Nadie puede alegar que ignora vuestras leyes, porque en vuestro cariño habéis querido que estuviesen grabadas en  la conciencia de cada uno, sin distinción de cultos  ni de naciones; los  que las violan es porque os desconocen.

Vendrá un día, según vuestra promesa, en que todos las practicarán; entonces la incredulidad habrá desaparecido; todos os reconocerán como el Soberano Señor de todas las cosas, y el reino de vuestras leyes será vuestro reino en la Tierra.

Dignaos, Señor, activar su advenimiento dando a los hombres la luz necesaria para que se conduzcan por el camino de la verdad.

III. “Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo!”.

Si la sumisión es un deber del hijo para con su padre y del inferior para con su superior ¡cuándo más grande debe ser la de la criatura para con su Creador! Hacer vuestra voluntad, Señor, es observar vuestras leyes y someterse sin  murmurar a vuestros divinos decretos; el hombre se someterá a ellos, cuando comprenda que sois origen de toda sabiduría, y que sin vos nada puede; entonces realizará vuestra voluntad en la Tierra, como los elegidos en el Cielo.

IV. “El pan nuestro de cada día, dádnosle hoy”.

Dadnos el alimento para conservar las fuerzas del cuerpo; dadnos también el alimento espiritual para el desarrollo de nuestro espíritu.

El bruto encuentra su alimento; pero el hombre lo debe a su propia actividad y a los recursos de su inteligencia porque vos le habéis creado libre.

Vos le habéis dicho: “Extraerás tu alimento de la tierra con el sudor de tu frente”; por eso habéis hecho una obligación del trabajo a fin de que ejercitara su inteligencia buscando los medios de proveer a su necesidad y a su bienestar; los unos por el trabajo material, y los otros por el trabajo intelectual; sin trabajo quedaría estacionado y no podría aspirar a la felicidad de los espíritus superiores.

Vos  secundáis al hombre de buena voluntad que confía en vos para lo necesario, pero no al hombre que se complace en la ociosidad, que todo quisiera obtenerlo sin pena, ni al que busca lo superfluo. (“El Evangelio según el Espiritismo” Cap. XXV).

¡Cuántos hay que sucumben por su propia falta, por su injuria, por su imprevisión o por su ambición, y por no haber querido contentarse con lo que les habéis dado! Esos son los artífices de su propio infortunio, y no tienen derecho de quejarse, porque son castigados por donde han pecado. Pero ni aún a esos abandonáis porque sois infinitamente misericordioso,  sino que les tendéis una mano caritativa desde el momento en que, como el hijo pródigo, vuelve sinceramente a vos. (“El Evangelio según el Espiritismo” Cap. V, núm. 4).

Antes de quejarnos de nuestra suerte, preguntémonos si es producto de nuestras propias acciones: a cada desgracia que nos sucede, preguntémonos si hubiese de pendido de nosotros el evitarla: pero digamos también que Dios nos ha dado la inteligencia para salir del atolladero, y que de nosotros depende el hacer uso de ella.

Puesto que la ley del trabajo es la condición del hombre en la tierra, dadnos ánimo y fuerza para cumplirla; dadnos también prudencia, previsión y moderación, con el fin de no perder el fruto de este trabajo.

Dadnos, pues, Señor, nuestro pan de cada día, es decir, los medios de adquirir con el trabajo las cosas necesarias a la vida, porque nadie tiene derecho de reclamar lo superfluo.

Si nos es imposible trabajar, confiamos en vuestra Divina Providencia.

Si entra en vuestros designios el probarnos por las más duras privaciones, a pesar de nuestros esfuerzos, las aceptamos como justa expiación de las faltas que hayamos podido cometer en esta vida o en una vida precedente, porque vos sois justo; sabemos que no hay penas inmerecidas, y que jamás castigáis sin causa.



Preservadnos, Dios mío, de concebir la envidia contra los que poseen lo que nosotros no tenemos, ni contra aquellos que tienen lo superfluo cuando a nosotros nos hace falta lo necesario. Perdonadles si olvidan la ley de caridad y de amor al prójimo que les habéis enseñado. (“El Evangelio según el Espiritismo” Cap. XVI, núm. 8).



Separad también de nuestro espíritu el pensamiento de negar vuestra justicia, viendo prosperar al malo, y al hombre de bien sumergido algunas veces en la desgracia. Gracias a las nuevas luces que habéis tenido a bien darnos, sabemos ahora que vuestra justicia se cumple siempre y no hace falta a nadie; que la prosperidad material del malo es efímera, como su existencia corporal, y que sufrirá terribles contratiempos, mientras que la alegría reservada al que sufre con resignación será eterna. (“El Evangelio según el Espiritismo” Cap. V, núms. 7, 9, 12 y 18).



V. “Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. –



Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.”


Cada una de nuestras infracciones a vuestras leyes, Señor, es una ofensa hacia vos, y una deuda contraída que tarde o temprano tendrá que pagarse. Solicitamos la remisión de ellas de vuestra infinita misericordia, y os prometemos hacer los debidos esfuerzos para no contraer nuevas deudas.



Vos habéis hecho una ley expresa de la caridad; pero la caridad no consiste sólo en asistir a su semejante en la necesidad: consiste también en el olvido y en el perdón de las ofensas. ¿ Con qué derecho reclamaríamos vuestra indulgencia, si nosotros mismos faltásemos a ella con respecto a aquellos contra quienes tenemos motivos de quejas?



Dadnos ¡ Dios mío! La fuerza para ahogar en nuestra alma todo sentimiento, todo odio y rencor; “haced que la muerte no nos sorprenda con un deseo de venganza en el corazón”. Si hoy mismo os place el quitarnos la vida, haced que podamos presentarnos a vos puros de toda animosidad, a ejemplo de Cristo, cuyas últimas palabras fueron de clemencia para sus verdugos. “El Evangelio según el Espiritismo” (Cap. X).



Las persecuciones que nos hacen sufrir los malos, son parte de nuestras pruebas y debemos aceptarlas sin murmurar, como todas las otras pruebas y no maldecir a aquéllos que con sus maldades nos facilitan la senda de la felicidad eterna, pues vos nos habéis dicho por boca de Jesús: “¡ Felices los que sufren por la justicia!”. Bendigamos, pues, la mano que nos hiere y nos humilla, porque las heridas del cuerpo nos fortifican nuestra alma y seremos levantados de nuestra humildad. (“El Evangelio según el Espiritismo” Cap. XII, núm. 4).



Bendito sea vuestro nombre, Señor, por habernos enseñado que nuestra suerte no está irrevocablemente fijada después de la muerte, y que encontraremos en otras existencias los medios de rescatar y de reparar nuestras faltas pasadas, cumpliendo en una nueva lo que no podemos hacer en ésta para nuestro adelantamiento. (“El Evangelio según el Espiritismo” Cap. IV y V, núm. 5).



Con esto se explican, en fin, todas las anomalías aparentes de la vida pues es la luz derramada sobre nuestro pasado y nuestro porvenir, la señal resplandeciente de vuestra soberana justicia y de vuestra bondad infinita.



VI. “No nos dejes caer en la tentación, más líbranos de todo mal” (1).



Dadnos, Señor, fuerza para resistir a las sugestiones de los malos espíritus que intentasen desviarnos del camino del bien, inspirándonos malos pensamientos.



Pero nosotros mismos somos espíritus imperfectos encarnados en la tierra para expiar y mejorarnos. La causa primera del mal reside en nosotros, y los malos espíritus no hacen más que aprovecharse de  nuestras inclinaciones viciosas, en las cuales nos mantienen para tentarnos.



Cada imperfección es una puerta abierta a su influencia, mientras que son impotentes y renuncian a toda tentativa contra los seres perfectos. Todo lo que nosotros podamos hacer para separarlos, es inútil, si no les oponemos una voluntad inquebrantable en el bien, renunciando absolutamente al mal. Es, pues, necesario, dirigir nuestros esfuerzos hacia nosotros mismos, y entonces los malos espíritus se alejarán naturalmente, porque el mal es el que los atrae, mientras que el bien los rechaza. (Véase Oraciones para los obsesados del Evangelio según el Espiritismo).





Señor, sostenednos en nuestra debilidad, inspirándonos por la voz de nuestros

Ángeles custodios y los buenos espíritus, la voluntad de corregirnos de nuestras imperfecciones, con el fin de cerrar a los espíritus impuros el acceso de nuestra alma. (Véase núm.11)



El mal no es obra vuestra, Señor, porque el origen de todo bien nada malo puede engendrar, nosotros mismos somos los que lo creamos infringiendo vuestras leyes por el mal uso que hacemos de la libertad que nos habéis dado. Cuando los hombres observen vuestras leyes, el mal desaparecerá de la tierra como ha desaparecido de los mundos más avanzados.



El mal no es una necesidad fatal para nadie, y sólo parece irresistible a aquellos que se abandonan a él  con complacencia. Si tenemos la voluntad de hacerlo, podemos también la voluntad de hacer el bien, por eso, Dios mío, pedimos vuestra asistencia y la de los buenos espíritus para resistir a la tentación.



(1)    Algunas traducciones dicen: “No nos induzcáis en la tentación” (et ne nos induces in tentationem);  esta expresión daría a entender que la tentación viene de Dios, que él induce voluntariamente a los hombres al mal; pensamiento blasfematorio que asimilaría Dios a Satanás, y no puede haber sino el de Jesús. Por lo demás, está conforme con la doctrina vulgar sobre la misión atribuida a los demonios. (Véase “Cielo e Infierno”, cap. X : Los demonios).



VII. “Amén”.



¡ Haz, Señor, que nuestros deseos se cumplan! Pero nos inclinamos ante vuestra sabiduría infinita. Sobre todas las cosas que no nos es dado comprender, que se haga vuestra santa voluntad, y no la nuestra, porque Vos sólo queréis nuestro bien y sabéis mejor que nosotros lo que nos conviene.



Os dirigimos esta plegaria, ¡ oh, Dios mío!, por nosotros mismos, por todas las almas que sufren, encarnadas o desencarnadas, por nuestros amigos y enemigos, que por todos aquellos que pidan nuestra asistencia, y en particular por (nombre)



Solicitamos, sobre todo, vuestra misericordia y vuestra bendición.



Nota- Aquí se pueden formular las gracias a Dios por lo que nos haya concedido, y lo que cada uno quiera pedir para sí o para otr@. (Véanse más adelante las oraciones números 26 y 27 del Evangelio según el Espiritismo.)

24 mayo 2019

Dr. Bezerra de Menezes


  Oración psicografiada por Divaldo Franco por Bezerra de Menezes


!Señor!
Algunos hombres se reúnen en el mundo para pedir y quejarse, maldiciendo. 
 
En cambio, las legiones humanas dedicadas a la fe se entregan para que las comandes; las multitudes sintonizan contigo buscando servirte.

Permítenos ahora agradecerTe por estos días de entendimiento fraternal que vivimos en la Casa que nos habéis prestado para la planificación de las actividades evangélicas del futuro.

 Permítenos hacer esta petición, con agradecimiento y alabanza de forma diferente.

Cuando casi todos piden por los infelices, nos atreveremos a suplicar por los verdugos; cuando los corazones suplican en favor de los caídos, de los delincuentes, de los que se agreden, nos proponemos interferir en beneficio de los que fomentan las caídas, los delitos y la violencia; cuando los pensamientos se vuelven a interceder por los paralíticos, los carentes, los desilusionados, nos alentamos a formular nuestras rogativas por aquellos que responden por todos los errores que asolan la Tierra, estableciendo la miseria social, la quiebra moral y el pronunciado descenso de la ética en el comportamiento.

No te queremos pedir por las víctimas, sino, por sus verdugos, los que entenebrecen los sentimientos, la conciencia y la conducta, complaciéndose como chacales sobre los cadáveres de los vencidos.

Tú que eres nuestro Pastor y prometiste apoyo a todas las ovejas, tienes misericordia de ellos, los hermanos que se han cegado a sí mismos y, ensangrentados, atienden las llamaradas del odio en la Tierra y fomentan las desgracias que dominan en el mundo.

Tú puedes hacerlo, Señor, y es por eso que, Te agradezco todos los dones de la paz que hemos disfrutado. No podemos olvidar a aquellos que arden en las llamaradas crueles de la ignorancia, alucinados por los desequilibrios que los hacen profundamente desdichados.

Canaliza nuestros sentimientos de amor hacia los hermanos enloquecidos en la voluptuosidad del placer, que congelaron el corazón lejos de los sentimientos de humanidad y que tendrán que despertar, un día, bajo el látigo de la conciencia que nadie puede evitar.

Porque ya pasamos, en épocas remotas, por estos caminos, es que te suplicamos por ellos, los hermanos más infelices que desconocen la propia negligencia.

En cuanto a nosotros, enséñanos a no disfrutar de la felicidad mientras haya en la Tierra y en la Patria del Cruzeiro seres humanos que lloran,  que se debaten en los desvíos de la perturbación, y, que consciente o inconscientemente, niegan Tu sabiduría, Tu amor y Tu guía con ternura como Pastor que eres de nuestras vidas.

Cuando tus discípulos, aquí reunidos, terminamos esta tarea del día, nos damos las manos, y, emocionados, repetimos como los devotos del pasado: 
 
- "¡Ave Cristo! En tus manos depositamos nuestras vidas, para que de ellas hagas lo que sea conveniente, sin consultar lo que queremos, porque sólo tú sabes lo que es de mejor para nosotros".

Hijos del alma, que os bendiga el Padre de Misericordia y que Jesús permanezca con nosotros son los votos del servidor humilde y paternal de siempre.
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Ver largometraje en Youtube: 
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Ver video en nuestro canal 

"Vida y obras del Dr. Adolfo Bezerra de Menezes" 
por Alessandra Almeida y Fernanda Vilasboas



21 mayo 2019

Gratitud

POEMA DE GRATITUD, Por Amelia Rodrigues


Señor Jesús,
¡Muchas gracias!
Por el aire que nos das,
por el pan que nos diste,
por la ropa que nos viste,
por la alegría que poseemos,
por todo de lo que nos nutrimos.


Muchas gracias,
por la belleza del paisaje,
por las aves que vuelan en el cielo añil,
¡por tus dádivas mil!


¡Muchas gracias, Señor!
Por los ojos que tenemos…
ojos que ven el cielo,
que ven la tierra y el mar,
¡que contemplan toda belleza!
Ojos que se iluminan de amor
ante el majestuoso festival de color
¡de la generosa Naturaleza!
¿y los que perdieron la visión?

Déjame rogar por ellos
¡a tu noble Corazón!
Yo se que después de esta vida,
más allá de la muerte,
volverán a ver con alegría
incontenida…..


Muchas gracias por los oídos míos,
oídos que me fueron dados por Dios.
Gracias, Señor, porque puedo escuchar
tú nombre sublime y, así, puedo amar.


Gracias por los oídos que registran:
La sinfonía de la vida,
en el trabajo, en el dolor, en la lucha…
el gemido y el canto del viento en los
ramos de los olmos,
las lágrimas doloridas del mundo entero
y la voz lejana del cancionero…
¿y los que perdieron la facultad de escuchar?
déjame por ellos rogar…
Yo se que en tu reino volverán a soñar.
Gracias, Señor, por mi voz.

Más también por la voz que ama,
por la voz que canta,
por la voz que ayuda,
por la voz que socorre,
por la voz que enseña,
por la voz que ilumina…
y por la voz que habla de amor,
¡Gracias, Señor!
¡Me acuerdo, sufriendo, por aquellos
Que perdieran el don de hablar
Y tu nombre pueden siquiera pronunciar!...
los que viven atormentados en la mudez
y no pueden cantar ni de noche, ni de día….
yo suplico por ellos,
sabiendo que más tarde,
en tu reino, volverán a hablar.


Gracias, Señor,
por estas manos, que son mías
alabanzas de la acción, del progreso, de la
redención.

Agradezco por las manos que hacen adioses,
por las manos de ternura,
y que socorren en la amargura;
por las manos que acarician,
por las manos que elaboran las leyes
y por las heridas que cicatrizan
rectificando las carnes cortadas,
¡a fin de disminuir los dolores de muchas
vidas!
Por las manos que trabajan el suelo,
que amparan el sufrimiento y detienen las
lágrimas,
por las manos que ayudan a los que sufren,
los que padecen….
¡Por las manos que brillan en estos trazos,
como estrellas sublimes fulgurando en mis
brazos!


…Y por los pies que me llevan a marchar,
recto, firme a caminar,pies de renuncia que siguen
humildes y nobles sin reclamar.
Y los que están amputados,
los paralizados,
los heridos y los deformados,
los que están retenidos en la expiación
por crímenes practicados en otra encarnación.
Yo ruego por ellos y puedo afirmar
que en tu reino, después de la faena
de esta dolorosa vida,
podrán bailar
y en transportes sublimes con sus brazos
también acariciar.


¡Se que allá todo es posible
cuando tú quieres ofrecer,
aunque en la Tierra parece increíble!


¡Gracias, Señor, por mi hogar,
el recinto de paz o escuela de amor,
la mansión de gloria,
el pequeño cuartito,
el palacio o mansión,

el tugurio o la casa
de miseria!
¡Gracias, Señor, por el amor que yo tengo y
por el hogar que es mío….
más, si yo ni siquiera
ni un hogar tuviera
o un techo amigo para cubrirme,
ni otra cosa para confortarme,
si yo no poseyera nada,
solo las calles y las estrellas del cielo,
como senda el lecho de reposo y la suave
sábana!


Y si a mi lado nadie existiera,
viviendo y llorando solita, al cielo….


Sin alguien para consolarme,
diré, cantaré, aún:
¡Gracias, Señor,
porque te amo y se que me amas,
porque me diste la vida,
jovial, alegre, por tu amor favorecida…


Gracias, Señor, porque nací,
Gracias, porque creo en ti!
….Y porque me socorres con amor,
Hoy y siempre,

¡Gracias, Señor!




Mensaje de la poetisa Amelia Rodrigues, recibido por el
médium Divaldo Pereira Franco,
por psicografía, tomado del
libro: «Sol de Esperanza».

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  La doctrina de la creación del alma en el acto del nacimiento constituye un sistema de creaciones privilegiadas. Los hombres son extraños...