PERIESPÍRITU: FORMACION, PROPIEDADES Y
FUNCIONES
El
periespíritu o cuerpo fluídico de los Espíritus, es una
condensación del fluido cósmico en torno del alma;
el cuerpo carnal es resultado de una mayor condensación del mismo
elemento, que lo transforma en materia tangible.
Aunque
tengan un origen común, el mismo elemento primitivo, las
transformaciones moleculares son diferentes en esos dos cuerpos,
resultando de eso que si el periespíritu imponderable está dotado
de cualidades etéreas, ambos son materia sólo que en diferentes
estados. (01)
El
Espíritu forma su envoltorio periespiritual con los fluidos
ambientales en que vive. Como la naturaleza de los mundos varía con
su grado de evolución, será mayor o menor la materialidad de los
cuerpos físicos de sus habitantes y los periespirituales guardan
relación, en cuanto a su composición, con ese grado de
materialidad. Al admitir que un Espíritu emigre de la Tierra, queda
allí su envoltorio fluídico y toma, en el mundo físico donde
aportará, otro que sea apropiado al nuevo medio. (02)
«La
naturaleza del envoltorio fluídico está siempre en relación con el
grado de adelanto moral del Espíritu. (...)» (03)
A
la condición moral del Espíritu corresponde, por así decirlo, una
determinada densidad del periespíritu. A mayor elevación, menor
densidad fluídica. A mayor
inferioridad, mayor densidad, es decir, un periespíritu más
grosero, con mayor condensación fluídica.
Está
claro que hasta los envoltorios fluídicos más toscos permanecen
imponderables, pero dentro de la relatividad de las cosas, se puede
admitir un peso específico para el envoltorio periespiritual. Los de
mayor peso específico retienen a los Espíritus en las regiones
inferiores, imposibilitando su acceso a planos más elevados y, por
eso mismo, la salida hacia mundos más elevados. La acentuada
densidad del espíritu de un gran número de Espíritus los lleva a
que lo confundan con el cuerpo físico. Por eso se consideran todavía
encarnados y viven, en la tierra, imaginándose entregados a las
ocupaciones que les eran habituales.
Los
periespíritus de los Espíritus superiores, de reducido peso
específico, les confiere una liviandad que les permite vivir en los
planos elevados, así como su desplazamiento a otros mundos.
Claro está que tales Espíritus pueden descender a los planos
inferiores y, normalmente, dada la sutileza de su envoltorio no son
percibidos por las entidades inferiores.
Cuando
está encarnado, el Espíritu mantiene su envoltorio periespiritual y
su cuerpo carnal, por consiguiente, constituyen un segundo
envoltorio, más grosero, apropiado al medio físico donde vive sus
experiencias.
El
periespíritu, en esa situación, sirve de intermediario al Espíritu
y al cuerpo. Es
el órgano de transmisión de todas las sensaciones; que partan del
Espíritu o que vengan del exterior, a través del cuerpo físico.
(05)
Debido
al tosco estado de la materia, los Espíritus no pueden actuar
directamente sobre ella. Tienen que hacerlo a través de su
periespíritu.» Es por medio del
periespíritu que los Espíritus actúan sobre la materia inerte y
producen los diversos fenómenos mediúmnicos.
(...)». (06)
Los
fluidos periespirituales se constituyen, por la acción de la
voluntad de los Espíritus, en verdaderas palancas que les permiten
producir golpes, ruidos, movimientos de objetos, etc.
En
condiciones normales el periespíritu es invisible pero, en razón de
las modificaciones que pueda experimentar, por acción de la voluntad
del Espíritu, puede volverse visibles Esas modificaciones consisten
en una especie de condensación o en nuevas disposiciones de las
moléculas que componen ese envoltorio fluídico. La aparición de un
Espíritu resulta de su propósito de hacerse visible. Pero no basta
con desear esa visibilidad para obtenerla: la modificación del
periespíritu requiere la existencia de ciertas circunstancias que no
dependen del Espíritu; este necesita un permiso, que no siempre le
es concedido, para mostrarse a alguien. (07)
En
las apariciones, el periespíritu se presenta más o menos
consistente. Por lo común tiene aspecto vaporoso y diáfano. Otras
veces lo hace con las formas delineadas, con los trazos bien nítidos.
En este último caso, puede hasta presentar la solidez de un cuerpo
físico, siendo por eso mismo, tangible, lo que no le impide retomar
instantáneamente el estado normal, de ser invisible y etéreo.
La
materia no constituye un obstáculo para el periespíritu. Su
condición etérea le confiere la propiedad de penetrabilidad.
Atraviesa la materia con la luz a los cuerpos transparentes. Es por
eso que las puertas y ventanas cerradas de una sala cualquiera, no
impiden la penetración, a ese lugar de un Espíritu. (07)
Como
ya dijimos, de las capas de los fluidos espirituales que envuelven a
la Tierra, sacan los Espíritus que allí viven, sus envoltorios
periespirituales. Esos fluidos no son homogéneos: son una mezcla de
moléculas de varias calidades, unas más o menos depurando el
Espíritu, su periespíritu se formará de las partes más puras o de
las más groseras del fluido característico del mundo donde éste se
encarna (...).» (04)
El
Espíritu atrae las moléculas que tengan afinidad con su modelo
vibratorio. Como consecuencia, «la constitución íntima del
periespíritu no es idéntica en todos los Espíritus encarnados o no
encarnados que pueblan la Tierra o el espacio que la circunda» (04),
cosa que no ocurre con el cuerpo carnal, que está formado por los
mismos elementos, independientemente de la mayor o menor elevación
de los Espíritus a los que revisten. Otra consecuencia de la forma
de composición del periespíritu es que el
envoltorio periespiritual de un Espíritu se modifica con el progreso
moral que éste realiza en cada encarnación, aunque encarne en el
mismo medio;... los Espíritus
superiores que encarnan excepcionalmente, en misión, en un mundo
inferior, tienen un periespíritu menos grosero que el de los nativos
de ese mundo.» (04)
El
periespíritu, que contiene un organismo fluidico-modelo, es la
fuerza directriz responsable
de la edificación del plan escultural y del tipo funcional de todos
los seres.» Contiene el dibujo previo, la ley omnipotente que
servirá de regla inflexible al nuevo organismo y le asignará el
lugar en la escala morfológica, según el grado de su evolución. Es
el embrión donde se ejecuta esa acción directiva (02)
Pero
ese modelo fluídico, verdadera matriz, mantiene la misma forma del
ser hasta el fin de su vida, promoviendo incluso la regeneración de
los tejidos orgánicos destruidos. En el periespíritu dormitan, por
así decirlo, propiedades organogenias, que se activan por la acción
de la fuerza vital.
Como
enseña el Espíritu André Luiz, ese cuerpo espiritual posee todo el
equipamiento de recursos automáticos que gobiernan a los billones de
entidades microscópicas, al servicio de la inteligencia, en los
círculos de acción en que nos demoramos; recursos adquiridos
lentamente por el ser, durante milenios y milenios de esfuerzos y
recapitulación, en los múltiples sectores de la evolución anímica.
(10)
También refiere André Luiz que en el cuerpo espiritual, o psicosoma,
están situados los centros vitales que presiden la actividad
funcional de los diversos órganos que integran el cuerpo físico.
Esos centros son focos de energía que, con la dirección automática
del alma, imprimen a las células la extrema especialización, por la
cual el hombre posee en el cuerpo denso — y todos conservamos en el
cuerpo espiritual, en recursos equivalentes —, las células que
producen fosfato y carbonato de calcio para la constitución de los
huesos, las que se distienden para recubrir el intestino, las que
desempeñan complejas funciones químicas en el hígado, las que se
transforman en filtros de la sangre en la intimidad de los riñones y
otras tantas que se ocupan de la fabricación de sustancias
indispensables para la conservación y defensa de la vida en las
glándulas, en los tejidos y en los órganos que constituyen nuestro
cosmos vivo de manifestación (11)
Ver centros de energía
«En
el momento de encarnar, el periespíritu se une, molécula a
molécula, a la materia del germen. Este posee una fuerza vital, cuya
energía más o menos vigorosa, al transformarse en energía actual,
durante la existencia, determina la longevidad del individuo (06)
Ese
germen está sujeto a las leyes de la genética, es decir que la
fuerza vital sufre las acciones modificadoras de la herencia de los
padres, que transmiten sus disposiciones orgánicas. Como ya hemos
visto, la acción de la fuerza vital es la que lleva al periespíritu
a desarrollar sus propiedades funcionales. El germen recapitula, de
modo rápido, en su desarrollo, las diferentes fases de la evolución
por las cuales pasó la raza.
De
la misma forma que el psicosoma trae el registro de todos los estados
del Espíritu, desde su origen, así también el germen material
contiene las impresiones de todas las etapas recorridas por el
psicosoma.
La
idea directriz que determina la forma está, por consiguiente,
contenida en el fluido vital y el periespíritu, al impregnarse de
él, transfundiéndose en él, uniéndose a él íntimamente, se
materializa lo suficiente como para tornarse el director, el
regulador, el soporte de la energía vital modificada por la
herencia. Es gracias a él que el tipo individual se forma, se
desarrolla, se conserva y se destruye (07)
El
periespíritu retiene todos los estados de conciencia, de
sensibilidad y de voluntad; guarda todos los conocimientos adquiridos
por el ser. Es la sede de la memoria.
Él es quien almacena, registra, conserva todas las percepciones,
todas las intenciones e ideas del alma. Y no solamente incrusta en la
sustancia todos los estados anímicos determinados por el mundo
exterior, sino que se constituye en testigo inmutable, el que posee
infaliblemente hasta los pensamientos más huidizos, los sueños
vislumbrados y los formulados. (03)
Todo nuestro pasado queda almacenado en él.
Las diferentes etapas de nuestro desarrollo están registradas allí.
Es el que conserva nuestra personalidad, los elementos de nuestra
identificación. A lo largo de su inmensa trayectoria, desde que el
alma inició sus peregrinaciones terrestres, bajo las formas más
inferiores, el periespíritu está registrando todas las experiencias
vividas por el ser inteligente, incorporando un creciente bagaje.
Nada
se destruye, todo se acumula en ese periespíritu tan imperecedero e
incorruptible como la fuerza o la materia de la que salió.
Los maravillosos espectáculos que contempla nuestra alma, las
armonías sublimes que se dilatan en los espacios infinitos, los
esplendores del arte, todo quedó fijado en nosotros y poseemos por
siempre lo que pudimos adquirir. El mínimo esfuerzo es llevado
mecánicamente a nuestro activo, nada se pierde y es así que lenta,
pero seguramente, ascendemos la escalera del progreso.
Es
comprensible que los excesos, los abusos, los atentados contra el
cuerpo físico, las lesiones a los derechos de los otros, también
tengan su registro en el cuerpo espiritual y repercutan, ya sea en la
existencia en que concurren o en otra encarnación.
A ese respecto, Kardec nos enseña que el doble fluidico, como uno de
los elementos componentes del ser humano, además del importante
papel en los fenómenos psicológicos, tiene su participación en los
sucesos fisiológicos y patológicos. (01)
André
Luiz nos dice que la etiología de las dolencias perdurables, que
angustian al cuerpo físico y lo torturan guardan sus causas
profundas en el cuerpo espiritual»; y agrega: «el remordimiento
provoca diversos disturbios en nuestras fuerzas profundas,
desarticulando las sinergias del cuerpo espiritual, creando
predisposiciones mórbidas para esa o aquella enfermedad. (09)
Cuando
está encarnado, hay una estrecha unión del Espíritu al cuerpo
físico, a través del periespíritu, razón por la cual, cualquier
modificación enfermiza, en las moléculas nerviosas del cerebro,
implica una alteración de las facultades espirituales. En
condiciones normales, las sensaciones modifican la naturaleza de las
vibraciones de la fuerza psíquica. Si esas modificaciones fueren,
por su intensidad y duración, capaces de rebasar un limite mínimo,
las sensaciones serán registradas en el periespíritu de manera
consciente, es decir que habrá una percepción, que el Espíritu
toma conocimiento de lo que está pasando. Es la memoria de fijación.
Si no es alcanzado ese límite mínimo, habrá registro de la
sensación, pero en el inconsciente.
No
todas las sensaciones y recuerdos pueden existir simultáneamente;
hay un debilitamiento de su ritmo que las lleva a descender,
gradualmente, hasta debajo de un límite mínimo de percepción, por
lo que entran en la faja del subconsciente. «Todos los aspectos de
la vida vegetativa y orgánica han sido conservados en el
periespíritu de esa forma, durante la evolución del alma a través
de la serie de las formas inferiores.» (05)
La
repetición continuada de ciertos actos crea hábitos. Inicialmente,
esos actos eran conscientes pero, con la repetición constante,
exigiendo menos tiempo y esfuerzo, fueron volviéndose mecánicos,
hasta hacerse automáticos e inconscientes. La memoria evocativa nos
permite recordar los conocimientos que se agrupan a su alrededor,
transportándose a la época de los sucesos. Para esa rememoración
tiene que haber una asociación de la voluntad a la atención, de lo
que resulta traer a la conciencia las imágenes recogidas en el
archivo periespiritual.
Estudio Sistematizado de Espiritismo
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