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12 abril 2020

EL DUELO ANTE LAS PÉRDIDAS



¿Qué es el duelo? Es un camino.


Es un recorrido que comenzamos cuando se produce una pérdida, como la partida de un ser querido.

También existe un duelo cuando se producen las separaciones, pérdida del empleo, pérdida de una mascota, quiebra... Es lo que se denomina “el duelo simbólico".

Esto nos afecta en todas las dimensiones no sólo en lo que se refiere a nuestras emociones, también a nivel físico, energético, emocional y de la conciencia.




Se habla de un período entre 6 y 18 meses aunque para algunas personas este acontecimiento es tan impactante que este período puede extenderse durante muchos años.


Elisabeth Kübbler Ross describió en su amplio trabajo sobre el acompañamiento en el final de la vida, cinco etapas en ese recorrido por las personas que eran conscientes que iban a dejar su cuerpo físico, tal como se explica más adelante.

El doctor Salomon Sellam ha llegado a percibir en los pacientes que han acudido a él en busca de consuelo y esclarecimiento ante una pérdida, hasta nueve etapas y lo que es más importante en este proceso, lo que ocurre cuando se quedan bloquead@s en una de estas etapas.

NUEVE ETAPAS DEL DUELO

1 - NEGACIÓN
2 – REGATEO
3 - RABIA
4 - TRISTEZA
5 – EXPLICACIÓN
6 – COMPRENSIÓN
7 – INTEGRACIÓN/ EMOCIONAL
8 – DEJAR IR, EL SOLTAR Y PERDONAR (EN LA SERENIDAD)
9 – REINVERSIÓN (REHACER), REINVERTIR EN LA VIDA

A veces encontramos a personas que se bloquean en la etapa de la negación y su vida transcurre en una negación constante, no permitiéndose avanzar y perdiéndose aspectos maravillosos de la vida.

Otras, en cambio, se bloquean en la etapa de la comprensión e intentan obtener una comprensión de todas las cosas, donde le surgen muchas preguntas sobre todas las cosas que llegan a su vida y querer recibir amplias explicaciones sobre todo.

También se produce un proceso donde se bascula entre una y otra etapa. Sintiendo una enorme rabia y enojo durante todo el día sin saber porqué y en otros momentos una tristeza a la cual no encuentran sentido.

Existen recursos para poder alcanzar las tres últimas etapas: integración emocional, el soltar dejando ir y, por último y más importante, el rehacer la vida.

Retomando de esta forma nuestro camino evolutivo, desarrollo personal y la apertura a nuevas y preciosas experiencias.


Ver video siguiente sobre la exposición del Duelo
 
 
 

De la agonía a la supervivencia. Testimonios de supervivientes.

Constituye un campo de investigación que ha adquirido una nueva dimensión a partir de los trabajos de una doctora americana, la doctora Elísabeth Kübler-Ross. En el seminario que dirige en el hospital Billings, de Chicago, explora y analiza los datos que recoge con su equipo junto a los que van a morir. Trata de romper con el comportamiento negativo, con el silencio y la comedia de los vivos en torno al agonizante. Pero el tabú de la muerte es algo muy vivo y numerosos son los que condenan ese tipo de investigaciones.

Después de entrar en contacto con los médicos, visita a los enfermos que están –y lo saben- condenados. Con mucha sinceridad les explica que está dirigiendo unos trabajos sobre la muerte y les pregunta si aceptan hablar de lo que sienten. Se lleva al enfermo a una habitación con un cristal de espejo, de forma que los participantes en el seminario puedan observarle. El mismo decide el momento y la duración de las conversaciones que mantiene con Kübler-Ross, ayudada por el médico que trata al enfermo y por un capellán.

En 1969, Kübler-Ross había realizado cerca de doscientas entrevistas. Se encuentra en ellas una semejanza de las actitudes ante la muerte, pese a las situaciones socioculturales, las razas y las religiones diversas, así como a las diferentes personalidades del sujeto. Esta notable unidad de los comportamientos permite trazar un esquema coherente de las distintas etapas recorridas por el hombre en los últimos meses de su vida. Elísabeth Küblen-Ross ha definido siete etapas en la agonía:

El choque, la negativa, la ira, la depresión, el regateo, la aceptación y la decatexis (Última etapa de la agonía). Desde luego, estos períodos no están claramente delimitados; se interpenetran unos en otros.

Las etapas constituyen un auténtico “sistema de señalización” que revela que el agonizante posee la facultad de percibir el momento preciso de su muerte. Esta información está primero disimulada, deformada por el rechazo consciente, la negativa a su propio fin. Luego, cuando abandona la negativa brutal y “se abre” a su muerte, se manifiesta en él esa extrema sensibilidad. Sabe, acepta.

“Cuando nuestros enfermos –escribe Kübler-Ross- habían alcanzado la etapa en que aceptaban la muerte y la decatexis final, les parecían indeseables las intervenciones procedentes del exterior, las consideraban tormentos inútiles que les impedían morir en paz y con dignidad. Desde el punto de vista médico, este comportamiento revelaba la muerte inminente del paciente en el que, hasta el momento, no se habían encontrado indicios que anunciaran el final. En este caso, responden a un sistema de señales psicológicas internas que no conocemos, pero cuyos efectos percibimos muy bien. Tiene conciencia de su muerte inminente; a veces, su forma de expresarlo consiste en pedirnos que nos sentemos junto a él. Es lo último que podemos hacer por él, y no debemos negarnos.”

Pero antes de esta última toma de conciencia, el moribundo pasa por diferentes fases:

El choque tanático

La persona se entera, por diversas fuentes, de la eventualidad de la muerte próxima. La idea obsesiva de su final invade de pronto su conciencia. Muy rápidamente, trata de poner entre paréntesis ese traumatismo y de evadirse con actividades fútiles e irrisorias. El choque de extrema soledad se introduce en esta situación, le lleva a no reaccionar y se interesa por toda clase de cosas insignificantes, para llenar cada segundo, cada minuto.

La negativa

Luego…un día, la conciencia clara de su estado, va a llevarle al fin del primer estado de choque. Lucha y hace unos últimos intentos. Consulta a otros médicos, se somete a análisis complementarios e incluso recurre a curanderos, todo ello para dar nuevas razones de esperanza. Después se da cuenta de que no puede escapar a su destino.

La ira

El hombre siente que se va alejando progresivamente del mundo de los vivos. Ese sentimiento provoca una reacción agresiva bastante clara, que emana de ese aislamiento. Mientras se retira su vida, percibe el movimiento de los vivos como algo insoportable, injusto. Asiste como un extraño al espectáculo de los demás.

La rebeldía no la provoca el miedo. La persona toma conciencia de que se va despegando de todos los vínculos que han ido haciendo. Rechazar esa ruptura es una expresión normal y justificada. ¿”Por qué partir”, por qué detenerse? Esta actitud negativa hace vacilar el mito popular del “miedo irracional ante la muerte”.

La depresión

El enfermo ya no se deja llevar como antes por la comedia del personal que le asiste o de los familiares que tratan de “mantener” su moral. Se deja llevar por la depresión, se agrava a veces por preocupaciones morales o materiales, ya que, a fin de cuentas, él es el único que siente lo que pasa en su interior.

El regateo

El estado depresivo se interrumpe de pronto para dar lugar a una conciencia clara de la lucha emprendida contra la muerte. La persona trata de pactar con la muerte. El regateo aparece principalmente cuando el agonizante se encuentra debilitado, pero también puede tener claramente conciencia del trato que intenta hacer con la muerte.

La aceptación

Después de haberlo intentado todo para escabullirse, el hombre acepta su situación y se enfrenta cara a cara con la muerte. Algunos desean incluso que llegue rápidamente. Otros la esperan con curiosidad, con la impresión de que al fin se les va a revelar el sentido y la verdad de su vida. Sienten que se aproxima un acontecimiento que les concierne a ellos. Los vivos y sus problemas les parecen irrisorios e insignificantes. Los agonizantes ya están vueltos hacia el mundo de las tinieblas. Buscan los primeros síntomas. En su notable obra “Les vivants et la mort” ( Editions du Seuil, París, 1975.) escribe Jean Ziegler, a propósito de esa frase:

“Ante los ojos del moribundo se abren los desconocidos paisajes de un mundo nuevo. El hombre vivo mira al moribundo de espaldas. Por eso no ve más que a un hombre que se aleja un poco más en la noche. Ahora bien, para este último, la aceptación no significa la rendición de su voluntad de vivir, sino que es traspasar un umbral de percepción nuevo y hasta entonces radicalmente desconocido. Por otra parte, toda agonía es, en sus diferentes etapas, no una esencial y progresiva decadencia de la conciencia, sino, por el contrario, su progresión, traspasando sucesivos umbrales, hacia unas percepciones siempre nuevas cuyo equivalente inteligible no había conocido antes”.

En ese período es en el que se puede dar fenómenos como apariciones, visiones, o manifestaciones auditivas. El moribundo se siente entonces rodeado de quienes han venido a acompañarle en su tránsito. La esperanza de una supervivencia ocupa, en la mayoría de los hombres, la totalidad de la conciencia.

La decatexis

Si bien el cuerpo aún vive, la conciencia se abstrae progresivamente del entorno y parece absorta en otra dimensión. La comunicación con los vivos se corta definitivamente.

“Llega un momento en la vida del enfermo –escribe Kübler-Ross- en el que cesan los dolores, en el que el enfermo se sume en un estado de conciencia lejana, en el que todo lo que le rodea se vuelve vago.

Los familiares van y vienen. Ya es demasiado tarde para las palabras; pero demasiado pronto para una separación definitiva. Es una terapia de silencio para el enfermo y la disponibilidad para con los familiares.”

El informe más importante que poseemos es el constituido por el psiquiatra catedrático norteamericano y doctor en filosofía Raymond A. Moody, publicado bajo el título de “Vida después de la vida”. Apasionado por las investigaciones de Kúbler-Ross, recogió, a lo largo de cinco años, más de ciento cincuenta testimonios de experiencias cercanas a la muerte (near-death experiences) una parte de ese trabajo se recoge en el documental "vida después de la vida" que se puede ver en youtube:


https://www.youtube.com/watch?v=sz4Oc1_icl4



En dicho estudio se pueden apreciar diferentes items:


  • Relatos de personas que volvieron a la vida tras haber sido declaradas muertas por sus médicos. 

  • Casos de sujetos que, a consecuencia de accidentes, de heridas graves o de enfermedades, se encontraron muy cerca de la muerte física. 

  • Experiencia de aquellos que, en el momento de su muerte, describen a los presentes los fenómenos y sensaciones que les embargan. 

  • El sujeto oye al personal médico declararle muerto. 

  • De pronto se encuentra “fuera de su cuerpo”. Su conciencia, proyectada de ese modo a varios metros, percibe su cuerpo y lo que le rodea. 

  • Vienen a su encuentro. El sujeto tiene el sentimiento de que le acogen los espíritus de sus familiares o de sus amigos, muertos antes que él. 

  • Aparición de un “ser de luz” que entra en contacto –no verbal- con él para que evalúe su vida. 

  • En ese momento, la visión panorámica de toda su vida invade su campo perceptivo. Las imágenes se suceden “intercalándose” a gran velocidad. 

  • El individuo tiene la impresión de llegar a una barrera o a una frontera, que simboliza el límite entre vida y la “próxima vida”. 

  • Sabe que tiene que “volver a la tierra” porque no ha llegado aún el instante de su muerte. 

  • Se resiste, pero, sin embargo inicia su “retorno” difícil y desagradable.

  • Luego, un sentimiento de intensa alegría, de amor y de paz embarga todo su ser.

  • Vuelve completamente en sí, trata de referir a sus allegados su sorprendente aventura, pero no encuentra palabras para definir lo que le ha ocurrido. Con frecuencia hacen burla de él. 

  • Sin embargo, este suceso va a transformar por completo su vida y sus ideas sobre la muerte.

Tras esta descripción, Raimond Moody insiste en el hecho de que se trata de una representación abstracta de los testimonios, un “modelo”, y no de lo “vivido” por una sola persona. A veces, la experiencia se compone tan sólo de unos elementos de lo descriptivo y su desarrollo no se cumple en el orden de la clasificación.

El bioquímico V. A. Negovski ha definido los diferentes mecanismos en juego en ese momento crítico, clasificándolos en cuatro períodos bien identificables: el estado de conmoción, el estado preagónico, la agonía y la muerte clínica. (Pathophysiology and therapy of agony and clinical death, Moscú, 1954).

Las reacciones fisiológicas de un perro, al que habían cortado la arteria femoral. En unos minutos, el cuerpo se vació de casi la mitad de la sangre. El cerebro recuperó sangre de reserva, gracias a una dilatación de los vasos, e “hizo llegar a él” una importante cantidad de azúcar. El aporte de azúcar resultaba de una rapidísima conversión del glucógeno en glucosa, por efecto del aumento de la tensión arterial.

Demuestra que un dispositivo automático de socorro alimenta el cerebro permitiéndole funcionar con un potencial decuplicado con respecto a una situación normal. ¿Será esta configuración bioquímica particular la que da lugar a los primeros fenómenos tales como la visión del pasado, descritos por los supervivientes? Es una hipótesis verosímil.

El segundo estado se caracteriza por una abundante superactividad cerebral. La cantidad de azúcar consumida por el cerebro aumenta mucho más rápidamente que la que le puede ser suministrada. Los investigadores han asociado el estado preagónico con los estados alterados de conciencia. El electroencefalograma obtenido en este período de “avance hacia la muerte” presenta extrañas semejanzas con el registrado durante una fase de meditación. Los ritmos cerebrales indican una abundancia de ritmos beta rápidos, en los que vienen a intercarlarse, de vez en cuando, ritmos alfa. De ese modo, las sensaciones de beatitud, de euforia y de trascendencia a que hacen referencia los supervivientes, tendrían su origen en este estado modificado de la conciencia, que se inicia al acercarse la muerte.

Los que definen los temas supervivivencistas interpretan el fenómeno como una clara indicación del paso de una vida a otra, de una muerte a un renacimiento…

Después del estado preagónico viene el cese de la actividad, de la respiración y de los reflejos oculares; luego la muerte clínica.

La reciente aproximación científica a los estados alterados de conciencia y el estudio de los fenómenos que se dan durante la meditación trascendental permiten establecer una serie de interesantes y curiosas relaciones con los testimonios y observaciones realizados antes de la muerte o en casos límite. 


Marilyn Fergusson, en “La révolution du cerveau” (Calmann-Lévy, 1974). Hace una lista de las impresiones y sensaciones referidas por los sujetos que se han adentrado en esos estados alterados, por medio de la hipnosis, de la meditación y de las drogas psicodélicas…

Unos procesos atribuidos al inconsciente o a la memoria, parecen trascender con mucho todos los sistemas mecánicos, lógicos, que puede concebir el hombre. Pasar de la fría razón a una vivencia inexpresable es acaso la única forma que tiene el hombre y su último recurso para sentir lo que es, allí donde se detiene la conciencia.




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