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20 junio 2023

Festividad de San Juan

El precursor 


De la obra "Las primicias del Reino" (Capítulo 3) dictada por el espíritu Amelia Rodrigues y psicografíada por Divaldo Franco. Editorial LEAL (Librería Espírita Alborada).





La puerta se abrió rechinando sus goznes gastados y una figura grotesca asomó en el umbral, irguiendo la cimitarra brillante al reflejo lunar que invadió la estrecha celda. (*) 

La noche serena estaba envuelta en un manto de espuma plateada y se oían, a lo lejos, los sordos sonidos reveladores de la bacanal desenfrenada, en otro lado.

 Maquerunte o Maquero, la sombría fortaleza erguida en las cumbres de la altiplanicie de Moab, en Perea, permitía apreciar horizontes ilimitados. De un lado, el foso del Mar Muerto, cayendo mil doscientos metros abajo y más allá de las inmensas planicies, el monte Nebo, desde donde Moisés contemplara la Tierra Prometida. 

En aquella torre de la siniestra ciudadela, él ya había pasado diez meses de doloroso cautiverio.

 En verdad no había sufrido suplicios; con todo, aislado de los discípulos amados, que en el vado de Betabara o en los "manantiales de la paz", en Escitópolis, predicaban la necesidad del arrepentimiento y la penitencia, sufría la amargura del castigo indebido. Íntimamente recordaba sus propias palabras dirigidas a los compañeros, cuando éstos, algo recelosos le hablaron sobre Jesús:

 "El hombre no puede recibir ninguna cosa que no le sea dada por el cielo. Vosotros mismos sois testigos de que os dije: No soy el Cristo; he sido enviado tan sólo como precursor. Quien tiene esposa, ése es el esposo. El amigo del esposo, que lo acompaña, se alegra íntimamente cuando oye la voz del esposo. Pues, esta alegría, me cabe abundantemente. Es conveniente que Él se engrandezca y yo disminuya..." 

* * * 

Era marzo del año 29. 

Herodes Antipas retornaba de un viaje iniciado en Babilonia, como miembro de la comitiva de Tiberio, encabezada por el legado Vitelio, para conseguir las simpatías de Artabano, rey de los Medos, quien venciera a los Partos en una guerra sangrienta y cruel. 

Deteniéndose en Maquerunte, resolvió conmemorar allí su propio natalicio, ofreciendo a la comitiva principesca y ociosa, un suntuoso festín en medio de aquel invierno, en vez de disfrutar del agradable clima del Tiberíades donde pasaba invariablemente esa época del año. 

* * * 

Él aguardaba aquel instante y para ello se fortaleció con amplias y profundas meditaciones. 

En aquellos meses de amargo cautiverio, en ningún momento quebrantó su ánimo firme o su coraje férreo. No tergiversó ni jamás temió; si muchas vidas poseyese, las daría todas de una sola vez por el derecho de proclamar los días de justicia que se avecinaban y censurar la degradación de las costumbres que se infiltrara en la propia corte, donde el incesto y el adulterio primaban bajo el beneplácito condescendiente de la cordialidad vulgar. 

En los días transcurridos en peregrinación por el desierto, alimentándose frugalmente y sumergido en hondas cavilaciones, sintió las manos fuertes e intangibles del Padre fortaleciendo sus fibras y OYÓ en el corazón, las voces de los seres angelicales, ordenándole la prédica redentora, para abrir los senderos por donde habría de marchar el Esperado...

 Aquella era la hora del testimonio; lo sentía interiormente. 

Experimentaba la extraña algidez preanunciadora del momento. Hasta entonces, había estado recordando todos los acontecimientos. 

Desfilaron mentalmente aquellos días risueños de la infancia feliz, ensombrecida tan sólo por la secreta preocupación acerca de Dios y sobre los hombres, preocupación ésta que aumentara constantemente con el correr de los días, en el frescor de sus años de adolescente.

 ¡Cuántas veces, no podría decirlo, escuchando las narraciones de la Ley, en la Sinagoga o comentando los Libros Sagrados, se había sentido arrebatado por la necesidad de meditar a solas, perdido por los áridos y difíciles caminos de las regiones ásperas del desierto montañoso y adusto! Y al hacerlo, ¡cuántas visiones confusas experimentó...!

 En toda la inquietud que lo atormentaba y en las necesidades de las que procuraba huir, sentía que los Cielos lo conducían hacia un destino: ¡el de preparar caminos para otros pies... para el Mesías Libertador!

 Todo en su vida transcurrió de manera poco común. La cuna le fue ofrecida en circunstancias trascendentales. Sus padres lo recibieron cuando ya no lo esperaban.Conocía el hecho, narrado por el propio Zacarías.

 Ansioso por un hijo, él fue al Templo a orar y al hacerlo, se sorprendió ante la presencia de un ser espiritual que le dijo: "No receles Zacarías, puesto que tu oración fue escuchada. Tu mujer, Isabel, te dará un hijo, al cual pondrás el nombre de Juan. Él será para ti motivo de alegría y regocijo, ya que será grande a los ojos del Señor".

 La perturbación y el recelo invadieron a su padre, extraña mudez le adviniera, y después, el nacimiento aguardado.

Las manos de Dios, indiscutiblemente, se posaban sobre su hogar. 

Después... 

Al marchar hacia el desierto, se vistió como el antiguo profeta Elías: una piel de camello en el cuerpo sujeta por un cinto de cuero.

 Inició su ministerio alrededor del año 15 del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilatos gobernador de la Judea y Herodes Antipas, tetrarca de Galilea... 

Descendió a las planicies rocosas y duras de la Perea y llegó a Betabara, cerca del Mar Muerto, donde el Jordán ofrece un vado de fácil acceso para las caravanas, y allí comenzó a predicar y a lavar las impurezas con el agua del río, expectante, sin embargo, con relación a Aquél que conduciría a los hombres, señalándoles con el fuego de la verdad, con la marca de la vida eterna. 

En invierno, el clima allí es delicioso y las aguas velocespasan cantando entre cañas y helechos, bajo la sombra de los tamarindos cuyo verdor contrasta con el desierto de fuego, ardiente y desnudo que se extiende más adelante.

 Contaba solamente treinta años y estaba encendido de fuerza y vigor.

La voz potente clamaba sin cesar: "¿Quién os enseñóa huir de la cólera que va a llegar? El hacha corta ya las raíces de los árboles. Todo árbol que no produce buen frutoserá cortado y lanzado al fuego."

 La evocación, lo hacía llorar: añoranzas de aquellos días de acción preparatoria para la llegada de Él...

 * * *

 Hacía casi cinco siglos que la boca profética se había acallado y una preocupación general dominaba los corazones.

 La sangre de las víctimas de las guerras y las rebeliones incesantes, sofocadas a hierro y fuego, corría abundante y el clamor de las voces al Señor era ensordecedor. Mientras tanto, lo Alto, permanecía en silencio...

 Él se sentía, cómo dudarlo, "la voz que clama en el desierto" y preparaba "los caminos del Señor". Fue así como respondió a los judíos enviados por los sacerdotes y levitas de Jerusalén, al indagar si él era el Cristo o el Elías esperado. 

En aquel instante, una fuerza fuera de lo común lo dominó y una noble inflexión moduló su voz al proclamar: "Yo bautizo con agua; pero en medio de vosotros se encuentra aquél que os es desconocido y que vendrá después de mí. Yo no soy digno de desatar las correas de sus sandalias". Esto fue en Betania, un poco más allá del Jordán y se sintió grande, en medio de la propia pequeñez. 

Al día siguiente, el alba se esparcía lentamente y la "Casa transitoria" se encontraba llena de viajeros lo recordaba con los ojos nublados de llanto e indecible felicidad interior , bajo los laureles y tamarindos en flor zumbaban miríadas de insectos, en tanto que suaves aromas flotaban en el aire.

 Estaba predicando las primicias del Reino de Dios con inusitada emoción.

 El verbo inflamado se derramaba en torrentes de hálito esperanzado y humedecía sus ojos quemados por el sol ardiente. Mientras se movilizaba en el afán de reunir almas para el ejército que preparaba, Lo vio instantáneamente descendiendo por la orilla del río, sobre el césped verdoso, con la vestimenta brillando de singular manera llevando en la cabeza el "coffieh" (1) tradicional. El recipiente improvisado que utilizaba para el baño cayó de su mano y gritó sin poder dominarse: "Ése es el Cordero de Dios que viene a arrojar el pecado del mundo. Éste es de quien yo decía: detrás de mí, viene uno que es mayor que yo; porque existía antes que yo. No lo conocía, Pero para tornarlo conocido en Israel es que vine con el bautismo del agua" y aproximándose le dijo:

"¿Yo soy quien debía ser bautizado por ti y tú Vienes a mí?" 

"Dejémoslo así por ahora; es conveniente cumplir con todo lo que es justo".

Él hablaba con elocuente grandeza espiritual. 

Luego del acto sencillo, oyó una voz, no sabría decirlo, rememorando, si venía de adentro o fuera de sí: "Éste es mi Hijo querido en el cual deposité mi complacencia." 

¡Todo había sucedido en enero del año anterior y parecía tan próximo...!

 Él se alejó por el mismo camino por donde transitaban los rebaños, desapareciendo entre las filas de datileras. No volvería a verlo; no tuvo la felicidad de dialogar con Él. 

Una tranquila confianza envolvía su espíritu desde entonces.Y se puso a censurar con más ardor la degeneración moral, donde ésta se encontrase. 

Fue a visitar al Tetrarca y sin titubear reprobó su conducta.

 ¡Cómo podía, aquel reyezuelo pusilánime e innoble, traicionar a la hija de Aretas, rey de los Nabateos, que se viera obligada a buscar refugio junto a su padre, fuera de la Perea, en Petra, mientras que él recibía a la esposa de su medio hermano, Herodes Filipo I que vivía en Roma como ciudadano, carente de títulos y que era hija de otro medio hermano, Aristóbulo, apasionado como su abuela Mariana, la asmoneana, asesinada por Herodes, el Grande! 

Las palabras vehementes quemaban y Antipas lo escuchaba impresionado. 

Empero, débil o indiferente, no tuvo el príncipe la nobleza de libertarse de la extraña pasión, ni de reaccionar siquiera.Sin embargo, sabía de la ira que envolvía el alma de la mujer herida en su orgullo y descaro. 

La noche soñaba muy lejos y el viento frío corría por encima de los montes de Galaad.

 * * *

 Los pífanos agudos atraviesan la noche estrellada y las sombras en el salón de fiestas de la fortaleza, danzan divididas por las llamas rojizas. que se desprenden de las lámparas colgantes de cobre y cristal 

...Los recuerdos continúan asaltándolo en la mazmorra fría e infecta. 

¡Cuántas humillaciones, que, sin embargo, no lo hirieron! 

En lo íntimo recordaba:"Es necesario que Él crezca y yo disminuya ..." ¡Cómo le hubiera agradado oírlo, conversar con el Ungido! Venía a su mente el recuerdo de Moisés, atormentado, en el elevado Nebo, mirando la "tierra elegida" sin conseguir alcanzarla... 

Con ese recelo en el corazón, nacido tal vez de los días de solitaria y triste reclusión, mandó a dos de sus discípulos que buscasen a Jesús, de Quien tanto oyera hablar, para saber...

 La respuesta no llegaba y la hora era aquélla, su hora. El sudor comenzó a correr, abundante. 

Sin embargo, estaba en paz. 

Su espíritu preparado para el testimonio no abrigaba ilusiones. Tenía la esperanza forjada en los crisoles y yunques del ascetismo, de la dedicación y de la confianza totales. 

Se levantó, aspiró el aire tranquilo de la noche, observó un pedazo de cielo bañado de luna y miró al verdugo que lo contemplaba sombrío desde la puerta abierta. La voz sonó firme como en el pasado a pesar del desgaste orgánico.

 ¡Estoy preparado! dijo. 

Se arrodilló sobre la paja inmunda del cubículo y curvó lacabeza hacia abajo.

 * * *

 Meses atrás, una mañana clara, en la hermosa Galilea, los discípulos de Juan, ansiosos, interrogaron al extraño y noble Rabí:

 "¿Eres tú aquel que habrá de venir, o debemos de esperar por otro?"

 "Id respondió jubiloso y contadle a Juan lo que oís y veis: los cojos andan, los ciegos ven, los leprosos tórnense limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres, les es anunciada la buena nueva. Feliz de quien no se escandalice de mí".

 Luego se separaron, conmovidos y fascinados. El Maestro, imbuido de ternura por el prisionero que lo mandara inquirir, dijo: 

"¿Qué salisteis a ver al desierto?, ¿un cañaveral agitado por el viento?, ¿qué salisteis a ver? ¿un hombre con ropas delicadas? Pues los que visten ropas delicadas residen en los palacios de los reyes. ¿Por qué, pues, salisteis?, ¿para ver un profeta? Sí, yo os declaro que es más que un profeta: porque éste es de quien está escrito: "¡Es que envío a precederte a mi mensajero, a fin de preparar el camino delante de ti!"

 La balada de la revelación en los labios del Rabí se enmarca de cristalina belleza y Él prosigue:

 "En verdad os digo que entre los hijos de mujer no surgió quien fuese mayor que Juan el Bautista. Entre tanto, el menor en el reino de los cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta hoy, el reino de los cielos sufre violencias y los hombres violentos lo toman por asalto. Porque todos los profetas y la ley, hasta Juan, vaticinaron. Él, sin embargo si lo queréis aceptares el Elías que ha de venir. ¡Quien tiene oídos para oír, que oiga!"

 ¡Sí, Juan es Elías reencarnado, abriendo caminos y preparando nuevos rumbos!La verdad estaba enunciada. 

Una luz nueva se proyecta en los laberintos dela ignorancia milenaria.

 * * * 

En Masquerunte, entre los convidados de todas partes, se encontraban Herodías y Salomé, su hija del matrimonio con Filipo I; Agripa, su hermano, que más tarde, en el imperio de Calígula, sería nombrado sucesor de Filipo en su territorio y, posteriormente, cuando Antipas fue exilado para Lyon, en la Galia, le sucedería en su Tetrarquía. También allí estaba Herodes-Filipo II, el Tetrarca pacífico de la Gaulanite y Traconiteque,en breve, habría de casarse con Salomé.

 El festín, digno de las cortes orientales, se excedía en lujo y desenfreno.Vitelio, llegando en su litera suntuosa, trae consigo todo un séquito de aduladores y criados y entra triunfalmente recibido por el agasajado. 

Los crótalos cantan; las cítaras y los "kinnor" (2) llenan el ambiente de extrañas y lánguidas melodías, mientras los timbales marcan un febril compás.

 Las arañas encendidas lucen en todo su esplendor y los candelabros, con sus recipientes de aceite, de oro y plata, derraman luz sobre las alfombras dela Babilonia, de Tiro, de Sidón y los paños coloridos de Damasco, que penden de las paredes de piedra labrada. 

Jacintos, dalias, rosas y jazmines forman un marco colorido y perfumado alrededor del salón, por detrás de las mesas de ébano y caoba talladas. 

Saduceos y fariseos discuten animadamente, mientras los suculentos manjares desfilan para deleite de los comensales.

Una esclava canta una extraña e ignota melodía.En un intervalo, los cortinados son corridos.Y súbitamente, ante el asombro general, Salomé, mujer casi niña aún, comienza a danzar... 

El vino dorado que corría abundante y el baile extravagante embriagaba a los príncipes, a los fariseos, a todos en general.La danza, una mezcla de ritmos religiosos y paganos, era también lasciva. 

Cuando la música se interrumpió y un inmenso silencio reinó, triunfante, la bailarina cayó en actitud insólitae injuriosa.

Antipas, entorpecido por el vino y por la sensualidad,exclamó febril, enlazando con sus brazos a la jovencita:

 ¡Pide! ¡Pídeme la mitad de mi reino y te la daré!" 

 Por la mente ambiciosa de la joven excitada, desfilan las pasiones y ansiedades de su época.

Aturdida, busca a su madre para solicitarle consejo y ésta, encontrando propicia la ocasión, le dice en secreto: "pídele la cabeza de Juan". 

La joven empalidece. La madre, autoritaria, insiste: ¡Pídele! Y yo te daré lo que quieras. Ese Juan tuvo la osadía de insultarme delante de la plebe y frente al propio rey, que, acobardado, idumeo supersticioso, no tuvo la altivez de castigarlo, degollándolo con severidad, para que sirva de ejemplo. Limpia mi nombre, hija. No sólo lo pido: ¡yo te lo exijo! 

El aire pesaba y la expectativa se hizo general. Alguien gritó: ¡pídele! Es rey y luego de prometer no podrá negarse. Somos testigos. ¡Pide!

Con voz grave, la muchacha propuso:

 "Dame la cabeza de Juan", ¡para que yo pueda bailar! 

Antipas, le respetaba y temía al Bautista. Oyendo el singular pedido se estremeció y se puso lívido.

Una carcajada general resonó en el aire y las voces,en coro, reclamaron: 

¿Dale la cabeza del Bautista, o temes ofrecerla? Aturdido, el rey llamó a un sicario y mandó cortar la cabeza de Juan, que estaba encarcelado.

 En lo alto, la luna, en menguante, se ocultó entre las nubes oscuras y un silencio tétrico se llenó de expectación...

 * * * 

...La lámina plateada cortó el aire y en un golpe sordo la cabeza del Precursor rodó por el suelo de piedra...

 La música volvió a sonar y girando, con una bandeja de plata en la mano, Salomé entregó a Herodías el trofeo: la cabeza cercenada del Bautista, que miraba con ojos sin luz, la conciencia ultrajada de sus verdugos. 

Semidesvariada la infeliz mujer se puso a reír a carcajadas. Elías rescataba el crimen cometido en las márgenes del río Ouizom, cuando mandara decapitar a los adoradores de Baal libre, cumplida va la tarea, ascendía, ahora, a las Cimas. 

Sus discípulos solicitaron a Antipas el cadáver y lo sepultaron con cariño. 

En una colina lejana, contemplando la noche silenciosa, Jesús oraba. Días después, abandonaba las tierras de Herodes Antipas e iba a sembrar la buena nueva en otras tierras ...  

Se cumplían las Escrituras. El silencio que con el Precursor se hiciera, brindaba la oportunidad de oír al Mesías por toda la Tierra, en una nueva Era. 

(*) Mateo,3: 1-12 y 14: 1-12.
 Lucas, 3: 1-20 y 9: 7-9.
Marcos, 1: 1-8 y 9: 7-9. 
Juan, 1: 19-37. 
(l) Couffieh: Especie de turbante.
(2) Kinnor: Arpa judaica de sonido grave

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