AMOR Y EROS (JOANNA DE ANGELIS/DIVALDO FRANCO)
El amor es la sustancia creadora y mantenedora del Universo , que está constituida por esencia divina.
Así
como el aire es indispensable para la existencia orgánica, el amor
es el oxígeno para el alma sin el cual la misma se extingue y pierde
el sentido de vivir. El amor es invencible, porque siempre triunfa
sobre todas las vicisitudes y celadas.
Cuando
el amor es aparente –de carácter sensualista, que busca apenas el
placer inmediato- se debilita y se envenena o se entorpece, dando
lugar a la frustración.
Cuando
es real, estructurado y maduro –que espera estimula, renueva- no se
satura, es siempre nuevo e ideal, armónico, sin altibajos
emocionales. Une a las personas, porque reúne a las almas, las
identifica en el placer general de la fraternidad, alimenta el cuerpo
y dulcifica el yo profundo.
El
placer legítimo proviene del amor pleno, generador de la felicidad,
en cuanto el común es devorador de energías y de formación
angustiante.
Atraviesa
diferentes fases el Amor:
El
infantil, que tiene carácter posesivo, obsesivo y dominante.
El
juvenil, que se expresa por la inseguridad. El mundo pacificador, que
se entrega sin reservas y se presenta pleno.
Hay
un período en que se manifiesta como compensación, en la fase
intermedia entre la inseguridad y la plenitud, que es cuando da y
recibe, procurando liberarse de la conciencia de culpa.
El
estado de placer difiere de aquel de plenitud, en razón de que el
primero es fugaz en cuanto el segundo es permanente, aún bajo la
imposición de relativas aflicciones y problemas –desafíos que
pueden y deben ser vencidos.
Sólo
el amor real consigue distinguirlos y los puede unir cuando se
presenten esporádicamente.
La
confianza, suave-dulce y tranquila, la alegría natural y sin alarde,
la exteriorización del bien que se puede y se debe ejecutar la
compasión dinámica, la no-posesividad, no-dependencia,
no-exigencia, son premios que otorga el amor pleno, pacificador,
imperecedero.
Aunque
se modifiquen los cuadros existenciales, que se alteren las
manifestaciones de la afectividad, no-dependencia, no-exigencia, son
premios que otorga el amor pleno, pacificador, imperecedero.
Aunque
se modifiquen los cuadros existenciales, que se alteren las
manifestaciones de la afectividad del ser amado, el amor permanece
libertador, confiante, indestructible.
Nunca
se impone, porque es espontáneo como la propia vida y se irradia
mimetizando, contagiando de júbilo y de paz.
Se
expande como un perfume que impregna, agradable, suavemente, porque
no es agresivo ni embriagador o apasionado…
El
amor no se apega, no sufre la falta, pero disfruta siempre, porque
vive en lo íntimo del ser y no de las gratificaciones que el amado ofrece.
El
amor debe ser siempre el punto de partida de todas las aspiraciones y
la etapa final de todos los anhelos humanos.
El
clímax del amor se encuentra en aquel sentimiento que Jesús ofreció
a la Humanidad y prosigue donando, en Su condición de Amante no
Amado.
AMOR
Y EROS
El
amor se expresa como un sentimiento que se expande, irradiando
armonía y paz, terminando por generar plenitud y renovación íntima.
Igualmente se manifiesta a través de las necesidades de intercambio
afectivo, en el cual los individuos se complementan, permutando
hormonas que relajan el cuerpo y dinamizan las fuentes de inspiración
del alma, impulsando hacia el progreso.
Sin
el amor, se entibian las esperanzas y se debilita el objetivo
existencial del ser humano en la Tierra.
Las
grandes construcciones del pensamiento siempre se cimientan en sus
variadas manifestaciones, concitando al engrandecimiento espiritual,
arrebatando por los ideales de dignificación humana y fomentando
tanto el desarrollo intelectual como el moral.
Vehículo
valioso para que se perpetúe la especie, cuando se trata de la
comunicación sexual, de la que es el más importante componente, es
la fuerza dinámica e indispensable para que la vida se prolongue,
etapa a etapa, dichosa y plena.
En
los reinos –animal y vegetal- se manifiesta como instinto en el
primero y factor de sincronía en el segundo- de alguna forma
embriones de la futura conquista de la evolución.
Adorna
la búsqueda con la melodía de la ternura y encanta mediante la
capacidad que posee de involucrar sin agresión o cualquier tipo de
tormento.
Bajo
su inspiración las funciones sexuales se ennoblecen y la sexualidad
se manifiesta rica en valores sutiles: una mirada de caridad, una
caricia envolvente, una palabra enriquecedora, una sonrisa de
distensión, tornándose vehículo de la manifestación de su
pujanza, preparando el campo para las expresiones más profundas y
responsables.
Como
es verdad que el instinto reproductor realiza su menester
automáticamente, no obstante, cuando el amor interviene, la
sensación se eleva al grado de emoción duradera con todos los
componentes fisiológicos, sin el salvajismo de la posesión, del
abandono y del agotamiento.
La
armonía y la satisfacción de ambos componentes de la pareja,
constituyen el equilibrio del sentimiento que se expande y produce
plenitud.
La
libido, bajo sus impulsos, como fuerza creadora que es, no produce
tormentos, no exige satisfacción inmediata irradiándose, también,
como, vibración envolvente, inmaterial, profundamente psíquica y
emocional.
Cuando
el sexo se impone sin amor, su pasaje es rápido, frustrante,
insaciable…
Por
otro lado, los mitólogos definen el Eros, en la conceptuación
antigua del Olimpo Griego, como una divinidad que representa el Amor,
particularmente el de naturaleza física.
Eros
había nacido del caos primitivo, por lo tanto, espontáneamente,
como manifestación de la vida afectiva. A partir del siglo V a.C.
pasó a ser representativo de la Pasión y tendría un origen
diferente, una génesis más poética, compareciendo como hijo de
Hermes y de Afrodita o como descendiente de Cronos y Gé o de Céfiro
e Iris o aún de Afrodita y Marte …
Fue
objeto de un culto particular y especial en Téspias, Esparta, Samos
y Atenas, mereciendo que ese culto fuese asociado al que se
dispensaba a Afrodita, Carites, Dionisio y Hércules. Por extensión
pasó a representar el deseo sexual, la función meramente
consecuente del gozo sensual, de los placeres y satisfacciones
sexuales.
Posteriormente,
los romanos lo identificaron como Cupido , hijo de Venus,
inicialmente representado como un adolescente, en cuanto en Grecia
poseía la apariencia de un niño algo malicioso, que era conocido
con o sin alas, arco y flecha en las manos. Fue considerado como el
más poderoso de los dioses durante mucho tiempo.
Sin
embargo, lo importante es que, en nuestro concepto personal, el amor
trasciende los deseos sexuales, en cuanto Eros, que `puede ser
portador de sentimientos afectivos, se caracteriza por los
condimentos de la libido, siempre dirigida hacia los placeres y
satisfacciones inmediatas de la utilización del sexo.
El
amor es permanente, en cuanto eros es transitorio. El primero produce
felicidad, proporcionando alegrías duraderas, el segundo agrada y
desaparece voraz, como llama crepitante que luego se convierte en
ceniza que se enfría …
Eros
toma cuenta de los sentidos y responde por las pasiones
desenfrenadas, por los conflictos de la insatisfacción que conducen
al crimen, a la infelicidad, a la desesperación. Su objetivo
inmediato e impostergable es atender a los deseos mentales de los
desequilibrados sexuales y es responsable por la alucinación que
predomina en los grupos sociales desaliñados.
Surge
en torrentes de posesión enceguecido, no confía, se envenena por
los celos, se trastorna por la inseguridad, hiere y aflige, para caer
en patologías sexuales devastadoras y perversiones alucinantes.
El
amor dulcifica y calma, espera y confía. Es enriquecedor y aunque se
exprese en deseos ardientes que se extasían en la unión sexual, no
consume a aquellos que se entregan a sus brasas, porque se enternece
y vitaliza, contribuyendo para la perfecta unión.
El
amor se vale de eros, sin someterse a el, en cuanto que éste
raramente se unge del sentimiento de pureza y serenidad que
caracterizan al primero.
Los
días actuales son los de libido desenfrenada, de pasión
avasallante, de predominancia de los deseos que desgobiernan las
mentes y aturden los sentimientos bajo el comando de eros.
No
obstante, el amor está siendo convidado a sustituir la ilusión que
el sexo automatista produce, calmando las ansiedades en cuanto eleva
a los seres humanos a la planicie de las aspiraciones liberadoras.
Juana de Ángelis (Psicografiado por Divaldo
Pereira Franco).
Libro:
AMOR INVENCIBLE AMOR. 1999.
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