¿ÁNGELES, GUÍAS, MENSAJEROS, AMPARADORES?
Comenzaremos este artículo explicando quiénes son los ángeles en general, para centrarnos, a medida que avanzamos, en los ángeles guardianes.
La palabra Ángel aparece en casi todas las religiones, teniendo mayor protagonismo en las tres más extendidas, es decir, la Judía, la Católica y el Islam. Su significado etimológico es “mensajero” y su “misión” ha sido la de velar por todos y cada uno de nosotros, o eso se creía hasta ahora.
Para el espiritismo, la palabra Ángel es un sinónimo de Espíritu Puro, que conlleva la idea de perfección moral. Son, por lo tanto, las almas de los hombres que alcanzaron el máximo grado de perfección.
La doctrina espírita nos explica que los espíritus son creados sencillos e ignorantes, esto es, sin conocimiento del bien y del mal, pero aptos para adquirir todo lo que les falta, lográndolo a través del trabajo. La meta, que es la perfección, es la misma para todos, llegando a ella más o menos pronto en virtud de su libre albedrío y en razón a sus esfuerzos. Todos tienen grados que recorrer y el mismo trabajo que realizar.
Según los buenos espíritus, la opinión de creer que fueron creados espíritus puros se basa en que mucho antes de que existiese nuestro mundo ya había espíritus ocupando el grado más alto en la escala, por lo que los hombres pudieron creer que siempre habían estado en la misma altura.
Todos los que hemos oído hablar de ellos en mayor o menor medida, nos imaginamos un gran ser alado, bellísimo, rodeado de una hermosa luz blanca… en definitiva, una criatura de gran pureza. Si partimos de la base de que es un espíritu corregiremos el error de pensar que se trata de un ser enorme de grandes alas blancas, tocando el arpa...
Pero, ¿qué es un ángel guardián? Según la doctrina espírita se trata de un espíritu protector de orden elevado (no puro), un guía. No son criaturas perfectas, están también aprendiendo y evolucionando. Necesitan de esa experiencia para comprender el significado de la inter-ligación entre los dos planos de la vida.
Su elevación va a depender de su cometido. El nivel de inferioridad que aún tenemos, no requiere de un espíritu muy elevado para poder orientarnos y su misión es similar a la de un padre con respecto a sus hijos, llevar a su protegido por el buen camino, ayudarle con sus consejos, consolarle y sostenerle en las pruebas de la vida. Para algunos guías, esta tarea es un placer, para otros una misión o un deber.
Por norma general, orientan a personas afines o con las que tienen algún tipo de relación, incluso un padre o una madre podrían llegar a ser el espíritu protector de su hijo, pero la protección supone cierto grado de elevación. Un padre o madre que protege a su hijo puede estar a su vez asistido por un espíritu más elevado.
Los casos en los que el ángel de la guarda no sabe quién es su protegido, son un poco más complicados para ellos, porque no conocen bien a la persona a la que van a ayudar, sus defectos o flaquezas, ni sus virtudes… aunque saben que todo buen espíritu debe cultivar el amor fraterno hacia su semejante, no importando quien sea.
Lo que sí es seguro es que todos tenemos un amigo espiritual que vela por nosotros y aunque a veces no somos conscientes, en el fondo, oímos voces que nos alertan del mal que estamos practicando o recibimos la enhorabuena por el bien que hacemos…
El ángel guardián nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte y, a menudo después de esta, nos sigue en el mundo espiritual e incluso está con nosotros en muchas existencias corporales, porque son fases muy breves comparadas con la vida inmortal. En otras ocasiones, se desligan en el momento de la muerte, aunque nos reencontremos durante el periodo en que estamos en la vida espiritual. Reflexionando acerca de esto nos surge una pregunta: ¿Podría, en algún momento, abandonar a su protegido durante su vida? Podría. A veces sucede porque tienen que cumplir otra misión, se verifica un cambio y otro espíritu guía ocupa su lugar.
Su ayuda es constante, pero debemos saber que los ángeles no operan hechos prodigiosos más allá de lo común, ni invierten el orden natural de las cosas. Cada encarnado tiene su momento de deliberación individual para seguir este o aquel camino, para caminar por lo acertado o lo errado, para lanzarse al bien o al mal.
Durante el sueño, en nuestro desprendimiento, mantenemos largas conversaciones con ellos (siempre que los queramos escuchar). Nos influencian en el día a día, a nosotros, a nuestros familiares, amigos… nos aconsejan a cada paso, siempre recomiendan y jamás se imponen.
Cuando los espíritus inferiores intentan influenciarnos, nuestros ángeles de la guarda trabajan con mucha dedicación y vigor, pero deben aguardar la decisión final de sus protegidos, pues esta proviene siempre del libre albedrío en el cual ellos no pueden intervenir, ni limitar y en el caso en que decidamos no escucharlos, se alejan cuando ven que son inútiles sus consejos porque impera más sobre nosotros el deseo de sufrir la influencia de esos espíritus menos elevados, aunque jamás nos abandonan del todo y vuelven en cuanto volvemos a llamarles.
A veces, los ángeles guardianes sufren y se angustian con las actitudes irreverentes de sus protegidos, se preocupan, incluso lloran cuando nos ven “equivocarnos”. Aun así, nada tiene que ver con las angustias que conocemos nosotros, porque saben que el mal tiene remedio y que lo que no hacemos hoy lo haremos mañana. Son felices cuando sus esfuerzos dan fruto, como un buen profesor siente felicidad con los progresos de sus alumnos, y no son responsables si no consiguen llevarnos por el buen camino, ya que ellos han hecho todo lo que estaba en sus manos.
Se tiene la creencia de que los niños tienen una protección especial por su estado de infancia. Este trabajo de protección se asocia a su guía espiritual o ángel de la guarda. Es cierto que hasta que no alcanzan la edad de los 16 años, cuando el libre albedrío se hace más pleno, los jóvenes son protegidos, por norma general, su ángel de la guarda inspirará a padres, familiares, amigos…para ayudar en el desarrollo saludable del niño.
Pero esta protección es relativa. Por un lado, están los demás espíritus que acompañan a la familia, entorno social… cada uno posee su ángel de la guarda y sus espíritus amigos que pueden ser buenos o malos, y su libre albedrío para escuchar a unos u a otros, aunque no por esto, los ángeles guardianes dejan de trabajar incesantemente en nuestra ayuda.
Por otro, esta protección es relativa al mérito del niño. Y es que no hay que olvidar que el niño es, antes que nada, un espíritu reencarnado, un alma que vuelve a comenzar una nueva existencia en la Tierra. Es, en realidad, un espíritu con una larga historia y una gran cantidad de experiencias, muchas de ellas, comprometedoras.
Es una gran suerte saber que contamos con unos amigos tan sinceros y que nos ayudarán en cada paso que demos, que no nos juzgan y que siempre podemos contar con ellos. Sigamos aprendiendo y evolucionando, ellos son un gran ejemplo. Hablémosles, pensemos en ellos, tengámoslos presentes en cada momento de nuestras vidas, es lo mínimo que podemos hacer, aunque sólo sea por agradecimiento, nuestros ángeles siempre estarán dando señales de su presencia.
Yolanda Durán Ruano
Centro Espírita Entre el Cielo y la Tierra.
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