(...)En 1917, Suzette,
huyendo de su propia conciencia, se sumergía en la búsqueda
exterior y había conseguido decorar el castillo con sentido
artístico y habilidad, logrando un inusitado éxito.
Angélique
le había propuesto a Suzette invitar a un extraño personaje lionés
que vivía en París: Madame de Couberville, a fin de realizar con
ella algunas experiencias psíquicas.
Aunque
era refractaria a ese tipo de investigaciones, con las cuales no se
sintió afín desde las bien cuidadas sensaciones realizadas por el
viejo profesor de M. y teniendo como objetivo agradar a sus
familiares que encontraron la idea fantástica, resolvió aceptar.
De
ese modo, después de estar algunos días en Nantes, Julien-Paul, al
retornar de París en uno de los pocos viajes que hacía para estar
informado de los acontecimientos que tenían lugar en su Empresa,
trajo a Madame de Couberville.
La
simpática señora de aspecto distinguido cautivó a todos. Descendía
de los célebres Courtenay (Antigua familia y Casa que ofreció
innumerables condes y nobles a Edessa durante las Cruzadas, perdiendo
el prestigio tras cruentas persecuciones de que fueron víctimas en
el pasado) agradable, todos sus temas preferidos eran expuestos en un
lenguaje y principios éticos relevantes.
Había
conocido personalmente a M. Henri Suasse, el célebre biógrafo de
Hippolyte-León Denizard Rivail, que la posteridad conocía con el
seudónimo de Allan Kardec, y asistió a las memorables reuniones de
la Federación Espírita Lionesa de las que participó y donde trabó
amistad con el insigne escritor espírita León Denis, cuando daba
sus memorables conferencias en aquella Entidad y en los Salones
importantes de aquella Ciudad.
A
través de M. Sausse se hizo espiritista, trabando contacto con el
Mundo Espiritual y conocimiento más directo de la Doctrina Espírita,
que la fascinaba. Madame de Couberville disertó con facilidad y
emoción sobre el historial de los fenómenos mediúmnicos en el
mundo y las circunspección y seriedad con que el Profesor Rivail los
encaró, durante las pesquisas que realizó.
“Investigador
metódico y analista severo –agregó- no se entregó al entusiasmo
o a la emoción del deslumbramiento. Más bien, se mantuvo en
permanente vigilancia examinando profundamente, cada información,
cada revelación, las que eran sometidas a averiguaciones incesantes,
tras lo cual y solamente entonces, pasaba a acatar sin refutación.
De temperamento científico, no se permitía la menor liviandad, sin
por ello perder el buen humor que le era habitual. Tal vez, todo era
consecuencia de haber ejercido antes el magisterio durante muchos
años.
Cuantos
lo trataron , fueron unánimes en testimoniar su honestidad y la
grandeza de su alma. Aún aquellos que se convirtieron en sus más
férreos adversarios, jamás encontraron un punto vulnerable en su
carácter diamantino o algo que tiznase su limpidez.
De
la constante reflexión, del estudio metódico y paciente, de la
observación tenaz y del análisis profundo, surgieron Obras
incomparables, preparándolo para ser el encargado de brindar al
futuro y a la humanidad, irrefutables conceptos sobre Dios, la vida,
el alma, la inmortalidad, la comunicación de los Espíritus, la
Reencarnación…”
Con
voz pausada, clara, de agradable entonación, la señora era
escuchada con admiración por el selecto público, que jamás había
oído la menor referencia sobre el tema. Las informaciones que les
habían llegado referentes a los Espíritus, poseían un carácter
despectivo o bien estaban rodeadas de supersticiones y misterios
absurdos. Sin embargo, la narradora les ofrecía una visión muy
distinta a ese respecto desprendiéndose de SUS PALABRAS
CONNOTACIONES MORALES SUPERIORES, IMPREVISTAS.
Entretejía
opiniones sobre la JUSTICIA DIVINA, afirmando: “que no se atrevía
a abordar el tema de la DIVINIDAD, directamente por faltarle
conocimientos suficientes razonables para la tentativa” Y
PRESENTABA A LA REENCARNACIÓN COMO UNA NECESIDAD IMPERIOSA,
DEPURADORA PARA UNOS E ILUMINATIVA PARA OTROS, EXPERIENCIA
INDISPENSABLE PARA EL PROGRESO DEL ESPÍRITU, CUYO ORIGEN SE PIERDE
EN LOS INCONTABLES MILENIOS DE LA CREACIÓN TERRENA…
Profunda
conocedora de la filosofía expuesta en El libro de los Espíritus y
sensiblemente inspirada, Madame de Couberville se transformó en el
centro de las tertulias, en el majestuoso Château de Niesembaum.
Durante
toda una semana de continuas explicaciones, sugirió ideas,
fundamentó conceptos, azuzó observaciones ,exponiendo con
simplicidad y lógica inconfundible. Sostenía siempre, citando a
ALLAN KARDEC, que: FE INQUEBRANTABLE ES AQUELLA QUE PUEDE MIRAR
FRENTE A FRENTE A LA RAZÓN, EN TODAS LAS ÉPOCAS DE LA HUMANIDAD.
-Para
tan segura filosofía –aducía Madame de Couberville- los hechos
constituyeron los cimientos fundamentales, sobre los cuales había
sido erigida la Doctrina en sí misma.
“ALLAN
KARDEC NO SUGIRIÓ CONCEPTOS BUSCANDO DESPUÉS DATOS POSTERIORES QUE
LOS CONFIRMARAN. PARTIERON DE LAS EXPERIENCIAS CIENTÍFICAS A LAS
CONCLUSIONES FILOSÓFICAS.
LA
DOCTRINA ES UNA CONSECUENCIA NATURAL DEL TESTIMONIO DE LAS
INVESTIGACIONES.
DIFIRIENDO
DEL CRITERIO DE TODAS LAS DEMÁS FILOSOFÍAS: LAS BASES DEL
ESPIRITISMO –DIOS, INMORTALIDAD, COMUNICABILIDAD DE LOS ESPÍRITUS,
REENCARNACIÓN Y PLURALIDAD DE LOS MUNDOS HABITADOS- ESTABAN
ASENTADAS EN LOS PRINCIPIOS MORALES RESULTANTES DEL INTERCABIO
MEDIÚMNICO.
“LA
MEDIUMNIDAD, ASÍ EXAMINADA, FUE EL VEHÍCULO MEDIANTE EL CUAL SE
PUDO PENETRAR EL BISTURÍ DE LA INDAGACIÓN, RESPONDIENDO CON
VITALIDAD Y SEGURIDAD A LOS ANÁLISIS QUE SE PROPUSIERON.”
“Innumerables
narraciones que pertenecían a la Mitología y a la superstición,
depuradas de lo fantástico y de lo sobrenatural, se hicieron dignas
de aceptación y análisis cultural. Aparte de eso, la más valiosa
contribución ofrecida por la Ciencia Espírita ha sido la certeza de
la sobrevivencia: la muerte de la muerte.
Ante
esa realidad, el soñado aniquilamiento de la vida, celebrado por las
escuelas nihilistas y materialistas, se reduce a la pobreza de los
parcos y desunidos sentidos físicos . En otra dimensión prosiguen
el amor y el odio, los sentimientos elevados y los soeces, las
construcciones santificantes y las viles, en natural proceso, dando
curso a la vida que se transfiere de dimensión, sin desaparecer.
En
el silencio de la tumba no se diluyen los ideales ni las pasiones,
las luchas ni las miserias a las que se aferran las criaturas. Cada
ser es, en el Más Allá, lo que cultivó el cuerpo, prosiguiendo
conforme se habituó, en la vivencia de la verdad, como acción de la
delincuencia.”
Madame
de Couberville exponía, raramente interrumpida para esclarecimientos
innecesarios, conforme se desprende de los fragmentos que
transcribimos de sus excelentes informes.
La
mediumnidad –informaba, serena –soportó la sospecha de los
psiquiatras y la incursión metapsiquista. Todas las respetables
teorías que fueron elaboradas con el fin de explicarlas, cayeron por
tierra. Sólo el concepto espírita aclaró definitivamente toda la
gama de sus manifestaciones.
“Los
médiums- y aquí me refiero a los hombres y mujeres honestos que se
convierten en paradigmas de una nueva era- acentuó-, tienen un
relevante papel en la Historia Universal. Surgieron en todos los
períodos humanos y en las más diversas culturas de Oriente como de
Occidente, impulsando el progreso de los pueblos y anticipando los
acontecimientos históricos.
Despojados
de lo fantasioso con que los vistieron los siglos y la imaginación,
se revelaron criaturas dotadas de superior percepción, por medio de
la cual sintonizan con otras fajas vibratorias que envuelven al
planeta, extrayendo de allí el contenido de ennoblecimiento que les
es transmitido por los Espíritus triunfadores del túmulo.
No
hay ninguna otra enseñanza más consoladora, mejor fundamentada, más
lógica que la Espírita.
Las
explicaciones bien ordenadas, obedeciendo a un programa hábilmente
elaborado, confirmaban en los creyentes la fe y despertaba en los
incrédulos la curiosidad. “Antes de intentar convertir a alguien
en espírita –escribió Allan Kardec y repetía la gentil señora-,
tornadlo espiritualista.”
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