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28 septiembre 2020

ESCÁNDALOS

 

Joanna de Ángelis / Divaldo Franco


EVANGELIO Cap. VII, Item 12

¡Ay del mundo por causa de los escándalos!
Mateo, Cap. XVIII, v. 7



Todo aquello que violente el equilibrio, lo establecido, constituye un escándalo, una irreverencia atentatoria contra el orden. Como consecuencia, los efectos del acto dañino produce resonancia, deshumanizando al individuo y con él, al grupo social, en el cual está situado.


Por constituir un desequilibrio de aquel que lo practica, el escándalo, bajo el punto de vista de la psicología profunda, es una manifestación de la sombra que permanece en una vertiginosa expansión en el ser humano, generando vicios y hábitos mórbidos que conducen a desaires profundamente perturbadores, ya que terminan por afectar a aquellos que comparten su convivencia, su afectividad.

En este caso, invariablemente, es de naturaleza intima y nadie torna conocimiento, porque permanece actuando en el lado oscuro de la personalidad, fomentando disturbios emocionales y comportamentales de variado porte, que se transforman en conflictos de conciencia cuando son enfrentados con lo ético, lo social y lo espiritual.

Casi siempre, el individuo inmerso en la sombra, de la que tiene dificultad de libertarse, disfraza sus imperfecciones proyectando la imagen irreal de un comportamiento que está lejos de poseer, pero que se torna comúnmente, severo para con los demás y muy tolerante con los propios errores.

Establecida esa transferencia psicológica de conducta, pasa a vivir en un torbellino de pasiones y tormento de aflicciones que procura disimular con habilidad.

El lamento del Hombre-Jesús sobre el escándalo es portador de una energía nada común en Sus discursos, invitando a actitudes que serían absurdas si fuesen consideradas en la letra neo-testamentaria, que conclama a la eliminación del órgano por intermedio del cual se procesa el escándalo, antes que despertar en la Vida más allá del cuerpo con su modelo periespiritual degenerado.


Esto porque, todas las construcciones mentales del Espíritu, antes de alcanzar al cuerpo  e inducirlo a la acción de cualquier procedencia, son decodificadas por el agente intermediario, que se encarga de impulsar la forma física en la ejecución del propósito psíquico.

Siendo así, comprensiblemente la materia no es responsable por las acciones a que va siendo inducida. Razón por la cual, fortaleza y debilidad de carácter, de voluntad, de acción, pertenecen al Espíritu y no al cuerpo, que siempre refleja el origen de donde proceden.

Es inevitable que ocurran fenómenos perturbadores e infelices, considerando el nivel en que permanecen las criaturas humanas, su conducta anterior, los hábitos a los que se encuentran vinculadas. No obstante, cuando alguien se yergue para censurar y condenar sin autoridad moral el hecho, también produce escándalo, por esconder la deficiencia y se  resarce en aquel en quien proyecta la inferioridad que le gustaría eliminar de sí.

En esa propuesta se encuentra embutido el deber que a todos cabe, que es el de respetar las decisiones y acciones de su prójimo, por cuanto, quien se levanta para impedir el proceso de desarrollo de otro, sea por el motive que fuere, realiza un escándalo de agresión a su libre albedrio, envolviéndola en su sombra, de la que no consigue liberarse.

Ese es el sentido revolucionario de la palabra de Jesús, en torno a la necesidad de la auto-iluminación para arrancar el órgano escandaloso: lengua, brazo, mano, pie...

Erradicar en su origen la onda vibratoria que va a accionar el órgano es el esfuerzo que debe ser emprendido, de forma que sea eliminada la causa generadora de la futura acción malévola, de modo que el individuo se armonice, cambiando la línea direccional de las aspiraciones y de los compromisos a los cuales se vincula.

Inevitablemente, los escándalos se tornan necesarios en el mundo, porque constituyen advertencias para la observancia de los buenos principios por cuanto si así no fuera, difícilmente se pudiese aquilatar los males que producen los instintos agresivos, los comportamientos destructivos, invitando a las más audaces conquistas morales.

Para que los escándalos se tornen conocidos, las criaturas se convierten en sus intermediarias y es a esas a las que Jesús advierte con severidad, por cuanto están escribiendo el capitulo oscuro de su porvenir, en el cual enfrentarán los frutos putrefactos de las actitudes anteriores que ahora  exigen recuperación. 

Como es siempre más difícil reeducar, reparar y rehacer, el discurso de advertencia tiene cabida, ayudando al individuo evitar, aunque con austeridad, los muchos placeres que son de naturaleza primaria y perversa, de que disfrutarlos y pasar a vivir bajo la instigación o la conciencia intranquila y del corazón angustiado.

Cuando el individuo escandaliza, prescribe para si mismo consecuencias lamentables, y es conducido a recorrer el camino de vuelta con aquellos a quienes hirió o enfrentando los accidentes morales que fueron dejados en el transcurso de sus actos.

Por ahora, es necesario que acontezca el escándalo y sus escuelas morales y espirituales, porque, de esa manera, las criaturas pasan a considerar la profundidad del significado existencial, que es todo elaborado en compromisos de dignificación y de engrandecimiento moral.

Un campo no labrado se torna pasto de miasmas o de muerte, área desértica, salvaje o pantanosa, aguardando el arado y el drenaje, conforme fuere el espacio de que se disponga para sembrar y cultivar.

Las inclinaciones agresivas y conflictivas en el hogar o fuera de él, resultan de las acciones escandalosas del pasado, ahora de retorno, a fin de que se rehabiliten aquellos que generaron las dificultades, probando el pan amargo de su vicio y de su insensatez.

La única manera de construir el futuro dichoso, es extirpar de los sentimientos el egoísmo, ese gran responsable por los males que se multiplican en todas partes, sustituyéndolo por su antagonista, que es el altruismo, generador de bendiciones y estimulante para el crecimiento moral de aquel que lo cultiva.

En la conducta de sombra espesa del pasado muchos místicos, atormentados por el masoquismo, siguieron la severa propuesta de Jesús al pie de la letra, procurando amputar los órganos que anteriormente provocaron daños al prójimo, olvidados de que esos perjuicios son siempre de naturaleza moral, permaneciendo esculpidos en aquellos que los operan.

Esa necesidad de sufrimiento, de castración, de amputación, está superada por la razón, por el discernimiento, que demuestran las excelentes oportunidades que se pueden disfrutar utilizándolos de forma positiva y edificante, frente a las necesidades de toda naturaleza que son encontradas a menudo aguardando socorro y orientación.

¿Cuál es la utilidad de amputar la mano que abofeteó, cuando ella no pudo recuperar moralmente a aquel que fue ultrajado? Y ¿Cómo amputar el pensamiento vil, sino a través de la disciplina que cultiva aspiraciones ennoblecidas e induce a conductas de libertad?

Los vicios, que son herencias del primitivismo ancestral del ser, necesitan de la corrección mediante el esfuerzo emprendido para la adquisición de nuevas costumbres, aquellas que son saludables y contribuyen para el bienestar.

Sería un absurdo, en un hombre de excelente lucidez, arrancarse un ojo porque es instrumento de la envidia de aquello que observa, considerando que es en el Espíritu que se encuentra la falta, la inferioridad moral, la ambición desmedida de poseer lo que en otro percibe. Extirpar el órgano, de alguna forma altera el sentido mental del comportamiento, en cuanto es necesario corregir la óptica emocional para visualizar todo con alegría y gratitud a Dios, es la forma más ejecutable para la superación de las dificultades enraizadas en el ego discriminador.

Las alegorías del Maestro demuestran Su profunda sabiduría de esconder en la letra que mata, el espíritu que vivifica, porque las Suyas eran enseñanzas para todos los períodos y tiempos de la Humanidad, no solamente pura una fase del proceso evolutivo del ser humano y del planeta terrestre.

Penetrando en los arcanos del futuro, Él podía escudriñar su esencialidad y cultura, dejando desde entonces registrados los códigos de respeto por la vida y de integración en la Conciencia Cósmica.

La visión de unicidad de las existencias, en una psicología superficial, torna absurda la lección del Maestro con respecto a los escándalos, así como otras de notable actualidad, si son confrontadas con la doctrina de los renacimientos corporales, que contienen el sembradío de los actos y su cosecha, la realización de una etapa y su reencuentro en otra, constituyendo el método educativo y saludable para el desarrollo de todos los valores éticos que yacen dormidos en el ser profundo, aguardando los factores propiciatorios a su desarrollo.

En cuanto el ser humano no se libera de los perjuicios morales a los que se entrega, cabe el lamento del Maestro: - Ay del mundo por causa de los escándalos, frente a los infelices efectos que de él son consecuencia.

"Jesús y el Evangelio a la luz de la psicología profunda"
Joanna de Angelis/Divaldo Franco. 

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