Casi veinte años
cerca de Sol
Quiero contribuir con estas
apretadas líneas a rendir un homenaje a esta mujer tan especial, porque su
personalidad no te podía dejar indiferente: una sueca latinizada, con una
trayectoria vital muy rica, con unas convicciones marcadas, con una gran
autoexigencia, con un corazón siempre sensible, atento para prestar su ayuda,
su tiempo, su dedicación. Para ella, cualquier gesto se hacía grande, porque
tenía un corazón grande, grande, grande…
Pero empecemos este testimonio desde
los primeros momentos en que conocí a Sol y empecé a gravitar en torno a ella… Entró
en mi vida a principios del nuevo siglo XXI. Yo estaba en un momento en mi vida
con muchas inquietudes hacia el mundo espiritual (no del religioso, del que
estaba ya saturado). Así que un día cayó en mis manos un cartelito en una
herboristería de Benidorm, de la charla y encuentro con una afamada médium
canadiense: Marilyn Rossner. El encuentro fue en Alicante. Allí me desplacé
desde mi localidad (Villajoyosa). La verdad que poco recuerdo de la hora y pico
de esta mujer hablándonos del mundo de los espíritus y de los mensajes que iba
repartiendo personalmente a gran parte de la audiencia. Pero lo mejor para mí
fue a la salida, en una mesita había unas pequeñas octavillas amarillas son un
diseño muy sencillo, y en el que se invitaba a conocer el centro espírita Ana
Franco, en Benidorm. Como mi inquietud seguía insatisfecha, a los pocos días
telefoneé a este sitio para concertar una visita. Entonces conocí a Sol, y
también a Rosa. Y nuestra amistad perduró cerca de dos décadas, hasta que en
fechas recientes desencarnó y ahora está en ese imperecedero mundo del que
tanto y tanto nos habló. Estoy convencido de que alguien del otro lado se valió
del encuentro con Marilyn para que Sol entrara en mi vida.
En los primeros años de amistad con
Sol leí y comenté con ella los libros de Allan Kardec; participé con Sol en un
congreso internacional de la Sociedad Espírita Española en Valencia, en varios
congresos nacionales en Calpe, y en alguno más limitado en el Albir. Pero
bueno, a mí lo que me marcó fue que me enseñó un poquito de sanscrito, pues
recitábamos y cantábamos mantras. También recuerdo con emoción y cariño la
fiesta de reyes de varios años en su casa (la sede de la escuela espiritista
Ana Franco), en compañía también de Rosa, Tanit y Adriana. Tomábamos un poquito
de sidra, turrón (blando), renovábamos los cargos de la Asociación, y nos
proponíamos metas para el nuevo año. ¡Ah!, lo que siempre me llamó la atención
en ella fue su incansable autoexigencia para el trabajo (traducciones,
reuniones, disponibilidad para desplazarse…); pero claro, ¡se trataba de una
mujer nonagenaria y de movilidad limitada!
Otra faceta que quiero destacar es
que vino a mi instituto de secundaria en Villajoyosa, La Malladeta, allá por el
2014, para tener un encuentro con los alumnos de mi tutoría, estudiantes de 4º
de ESO, quince y dieciséis años. Allí esta pequeña mujer, rodeada de cerca de
treinta adolescentes: se crecía y transmitía entusiasmo. Con este encuentro lo
que pretendía era que estos jóvenes conocieran a una mujer diferente y así
marcara sus vidas, salieran de la mediocridad y aspiraran a buscar y perseguir
lo mejor de cada uno. Por último, también vino Sol a la escuela de yoga de Beatriz,
en Polop. Allí, con adultos nos abrió su corazón y compartió sus enseñanzas.
Bueno, y esto es todo, querida Sol.
Siempre estarás en mi corazón.
Jesús Moreno
Ramos
Catedrático de
Lengua y Literatura Española
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