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24 febrero 2022

FRATERNIDAD ANTE LA GUERRA


El "Libro de los Espíritus" muestra las respuestas sobre las cuestiones de Allan Kardec sobre las guerras, la evolución humana y el progreso.


La Regla de Oro: Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti.


182.¿Podemos conocer con exactitud el estado físico y moral de los diferentes mundos?


“Nosotros, los Espíritus, sólo podemos responder al grado en que os encontráis. Es decir que no debemos revelar esas cosas a todos, porque no todos están en condiciones de comprenderlas, y eso los turbaría.”


A medida que el Espíritu se purifica, el cuerpo que lo reviste también se acerca a la naturaleza espírita. La materia se torna menos densa, ya no se arrastra penosamente por la superficie del suelo, las necesidades físicas son menos groseras y los seres vivos no tienen necesidad de destruirse mutuamente para alimentarse. El Espíritu es más libre y tiene, respecto de las cosas lejanas, percepciones que desconocemos. Ve con los ojos del cuerpo lo que nosotros sólo vemos con el pensamiento.


La purificación de los Espíritus se refleja en el perfeccionamiento moral de los seres en que están encarnados. Las pasiones animales se debilitan y el egoísmo da lugar al sentimiento fraternal. Así, en los mundos superiores a la Tierra no se conocen las guerras. Los odios y las discordias allí no tienen objeto, porque nadie piensa en hacer daño a su semejante. La intuición que tienen de su porvenir y la seguridad que les confiere una conciencia exenta de remordimientos, hacen que la muerte no les cause ninguna aprensión: la ven llegar sin temor, como una simple transformación.


La duración de la vida en los diferentes mundos parece ser proporcional al grado de superioridad física y moral de los mismos, lo cual es absolutamente racional. Cuanto menos material es el cuerpo, menos expuesto se encuentra a las vicisitudes que lo desorganizan.


Cuanto más puro es el Espíritu, menos son las pasiones que lo consumen. Es otro de los beneficios de la Providencia, que de ese modo quiere abreviar los padecimientos.


Los Espíritus durante los combates


541. En una batalla, ¿hay Espíritus que asisten y sostienen a cada bando?

“Sí, y estimulan su valor.”


Así, en otros tiempos, los antiguos representaban a sus dioses a favor de tal o cual pueblo. Esos dioses no eran otra cosa que Espíritus representados mediante figuras alegóricas.


542. En una guerra, la justicia siempre está de un solo lado. ¿Cómo puede ser que haya Espíritus a favor del bando que no tiene razón?

Sabéis que hay Espíritus que sólo buscan la discordia y la destrucción. Para ellos, la guerra es la guerra. La justicia de la causa les afecta poco.”


543. Algunos Espíritus, ¿pueden influir en un general cuando éste concibe los planes de campaña?

“Sin ninguna duda. Los Espíritus pueden influir en esa concepción así como en cualquier otra.”


544. Los Espíritus malos, ¿podrían sugerirle planes equivocados para que sea derrotado?

“Sí; pero ¿acaso el general no tiene libre albedrío? Si su juicio no le permite distinguir una idea acertada de otra falsa, sufrirá las consecuencias de ello. En vez de dar órdenes, sería mejor que obedeciera.”


545. El general, ¿puede ser guiado a veces por una especie de doble vista, una vista intuitiva que le muestre por anticipado el resultado de sus planes?

“Eso ocurre con frecuencia en el hombre de genio. Es lo que él llama inspiración, y hace que obre con una especie de certeza. Esa inspiración le llega de los Espíritus que lo dirigen y que aprovechan las facultades de que está dotado.”


546. En el tumulto del combate, ¿qué sucede con los Espíritus de los que sucumben? ¿Siguen interesados en la batalla, aun después de la muerte?

“Algunos se interesan, otros se alejan.” En los combates ocurre lo mismo que en todos los casos de muerte violenta. En el primer momento, el Espíritu está sorprendido y como aturdido; no cree haber muerto. Le parece que todavía participa en la acción. Sólo poco a poco se le presenta la realidad.


547. Los Espíritus que combatían unos contra otros cuando estaban vivos, una vez muertos, ¿se reconocen como enemigos y continúan batiéndose con furor?

“El Espíritu, en esos momentos, nunca se mantiene sereno. Al principio sigue resentido, e incluso puede querer perseguir a su enemigo. No obstante, cuando sus ideas se aclaran comprende que su animosidad ya no tiene objeto, aunque todavía podrá conservar vestigios de ella, cuya intensidad dependerá de su carácter.”


[547a] – ¿Percibe aún el fragor de las armas?

“Sí, perfectamente.”


548. El Espíritu que asiste con serenidad a un combate, como espectador, ¿es testigo de la separación del alma y el cuerpo? ¿Cómo se le presenta ese fenómeno?

“Hay pocas muertes completamente instantáneas. La mayoría de las veces, el Espíritu, cuyo cuerpo acaba de ser herido mortalmente, no tiene al principio conciencia de lo que le sucedió. Sólo cuando el Espíritu comienza a reconocerse podemos distinguir que se mueve junto al cadáver. Eso parece tan natural, que la vista del cuerpo muerto no produce ningún efecto desagradable. Dado que toda la vida se traslada hacia el Espíritu, sólo él llama la atención. Con él conversamos o a él le damos órdenes.”


671. ¿Qué debemos pensar de las llamadas guerras santas? El sentimiento que con miras a ser gratos a Dios lleva a los pueblos fanáticos a exterminar a la mayor cantidad posible de los que no comparten sus creencias, parecería tener el mismo origen que el que los incitaba antaño a sacrificar a sus semejantes.

“Son impulsados por los Espíritus malos, y al hacerles la guerra a sus semejantes van contra la voluntad de Dios, pues Este les ordena amar a sus hermanos como a sí mismos.

Dado que todas las religiones, o mejor dicho, todos los pueblos adoran a un mismo Dios, sea cual fuere el nombre que le den, ¿por qué esos pueblos fanáticos habrían de llevar a cabo una guerra de exterminio, sólo porque su religión es diferente o todavía no alcanzó el progreso de la religión de los pueblos instruidos?


 Los pueblos son excusables por no creer en la palabra de Aquel que estaba animado por el Espíritu de Dios y que fue enviado por Él, sobre todo los que no lo vieron ni fueron testigos de sus actos. Además, ¿cómo pretendéis que crean en esa palabra de paz cuando vosotros mismos vais a imponérselas espada en mano? Ellos han de instruirse, y nosotros hemos de procurar que conozcan esa doctrina mediante la persuasión y la dulzura, y no por la fuerza y con derramamiento de sangre. 


La mayoría de vosotros no cree en las comunicaciones que mantenemos con algunos mortales. ¿Por qué pretenderíais, pues, que los extraños crean en vuestra palabra, cuando vuestros actos desmienten la doctrina que predicáis?”


733. La necesidad de destrucción, ¿existirá siempre entre los hombres, en la Tierra?

“La necesidad de destrucción disminuye en el hombre a medida que el Espíritu predomina sobre la materia. Por eso veis que el horror a la destrucción aumenta con el desarrollo intelectual y moral.”


742. ¿Cuál es la causa que lleva al hombre a la guerra?

Predominio de la naturaleza animal sobre la naturaleza espiritual, y satisfacción de las pasiones. En el estado de barbarie los pueblos sólo conocen el derecho del más fuerte. Por esa razón, la guerra es para ellos un estado normal. En cambio, a medida que el hombre progresa, la guerra se vuelve menos frecuente, porque él evita las causas que la provocan, y en caso de que la guerra sea necesaria, sabe humanizarla.”


743. La guerra, ¿desaparecerá algún día de la Tierra?

“Sí, cuando los hombres comprendan la justicia y practiquen la ley de Dios. Entonces, todos los pueblos serán hermanos.”


744. ¿Cuál ha sido el objetivo de la Providencia al hacer que la guerra sea necesaria?

“La libertad y el progreso.”

 



[744a] – Si la finalidad de la guerra es alcanzar la libertad, ¿cómo se explica que a menudo tenga por objetivo y por resultado la esclavitud?

“Esclavitud momentánea para cansar a los pueblos, a fin de que lleguen más rápido a la libertad.”


745. ¿Qué pensar del que provoca la guerra en su propio beneficio?

“Ese es el verdadero culpable. Necesitará muchas existencias para expiar todos los asesinatos que causó, porque responderá por cada hombre cuya muerte haya causado para satisfacer su ambición.”


749. El hombre, ¿es culpable de los asesinatos que comete durante la guerra?

“No, cuando está obligado a ello por la fuerza; pero eso no quita que sea culpable de las crueldades que comete. En cambio, su compasión le será tomada en cuenta.”


   


FRATERNIDAD


205. Según algunas personas, la doctrina de la reencarnación parece destruir los lazos de familia, pues hace que estos se remonten más allá de la existencia actual.


Los extiende, pero no los destruye. Como el parentesco se basa en afectos anteriores, los lazos que unen a los miembros de una misma familia son menos precarios. La reencarnación aumenta los deberes de la fraternidad, puesto que en vuestro vecino o en vuestro servidor puede encontrarse un Espíritu que ha estado unido a vosotros por los lazos de la sangre.”


841. Por respeto a la libertad de conciencia, ¿debemos permitir que se difundan doctrinas perniciosas, o podemos –sin atentar contra esa libertad– intentar que vuelvan al camino de la verdad aquellos que se han extraviado por seguir principios falsos? “Sin duda podéis intentarlo, e incluso debéis hacerlo. Pero enseñad, según el ejemplo de Jesús, mediante la dulzura y la persuasión, y no por la fuerza, lo cual sería peor que la creencia de aquel a quien queréis convencer. Si hay algo que está permitido imponer, es el bien y la fraternidad. Con todo, no creemos que el medio de lograr que se los admita sea obrar con violencia, pues la convicción no se impone.”


917. ¿Cuál es el medio de destruir el egoísmo? 

“De todas las imperfecciones humanas, la más difícil de desarraigar es el egoísmo, porque guarda relación con la influencia de la materia, de la cual el hombre, aún muy cercano a su origen, no ha podido liberarse. Además, todo contribuye a mantener esa influencia: las leyes, la organización social, la educación. 


El egoísmo habrá de debilitarse a medida que predomine la vida moral sobre la vida material y, en especial, mediante la comprensión que el espiritismo os ofrece de vuestro estado futuro real, y no desnaturalizado por ficciones alegóricas. El espiritismo bien comprendido, cuando se identifique con las costumbres y creencias, transformará los hábitos, los usos y las relaciones sociales. 


El egoísmo se basa en la importancia de la personalidad. Ahora bien, el espiritismo bien comprendido, hace ver las cosas desde tan alto que el sentimiento de la personalidad desaparece, en cierto modo, ante la inmensidad. Al destruir esa importancia, o al hacerla ver, al menos, como lo que es, el espiritismo combate necesariamente al egoísmo. 


”El impacto que el egoísmo de los otros produce en el hombre, suele hacer que él también se convierta en egoísta, porque siente la necesidad de ponerse a la defensiva. Al ver que los demás piensan en sí mismos y no en él, es impulsado a ocuparse de su propia persona más que de ellos. 


Cuando el principio de la caridad y la fraternidad sea la base de las instituciones sociales, de las relaciones legales entre los pueblos así como entre los hombres, el hombre pensará menos en sí mismo al comprobar que los otros han pensado en él. Sentirá la influencia moralizadora del ejemplo y del contacto. 


En presencia del desbordamiento del egoísmo, se requiere una auténtica virtud para sacrificar la personalidad en beneficio de los otros, que a menudo no lo comprenden. El reino de los Cielos está abierto principalmente para los poseedores de esa virtud”. FENELÓN.


Algunas personas, incluso entre las más escépticas, se convierten en apóstoles de la fraternidad y del progreso. No obstante, la fraternidad supone el desinterés, la abnegación de la personalidad. Con la verdadera fraternidad, el orgullo es una anomalía. 


¿Con qué derecho imponéis un sacrificio a aquel a quien decís que cuando haya muerto todo habrá terminado para él; que tal vez mañana mismo no sea más que una vieja máquina destartalada y a la que por eso se desecha? ¿Por qué razón habría de imponerse alguna privación? ¿No es más natural que durante los breves instantes que le concedéis procure vivir lo mejor posible? De ahí su deseo de poseer mucho para disfrutar más. De ese deseo nace la envidia hacia los que poseen más que él. Y de esa envidia a las ganas de apoderarse de lo que ellos tienen, no hay más que un paso. ¿Qué lo detiene? ¿La ley? Pero la ley no contempla todos los casos. ¿Diréis que es la conciencia, el sentimiento del deber? Pero ¿en qué basáis ese sentimiento? ¿Cuenta con alguna razón de ser además de la creencia de que todo acaba con la vida? 


Con esa creencia sólo una máxima es racional: Cada uno para sí. Las ideas de fraternidad, conciencia, deber, humanidad, incluso de progreso, no son más que palabras vanas. ¡Oh, vosotros, que proclamáis semejantes doctrinas, no sabéis cuánto mal hacéis a la sociedad, ni de cuántos crímenes asumís la responsabilidad! Con todo, ¿de qué responsabilidad hablo? Para el escéptico no la hay en absoluto: él sólo rinde homenaje a la materia (LE. Conclusión IX)


Para aquellos que atacan al espiritismo tengo una pregunta: ¿queréis un medio de combatirlo con éxito? Aquí lo tenéis: reemplazadlo por algo mejor. Encontrad una solución Más Filosófica a los problemas que él resuelve. Dad al hombre Otra Certeza que lo haga más feliz, y comprended bien el alcance de la palabra certeza, porque el hombre sólo acepta como cierto lo que le parece lógico. No os contentéis con decir “esto no es así”, lo cual resulta demasiado fácil. Probad, no mediante una negación, sino con hechos, que no es, que jamás fue ni Puede ser.


Si no es, decid ante todo qué habría en su lugar. Probad, por último, que las consecuencias del espiritismo no consisten en hacer a los hombres mejores y, por lo tanto, más felices mediante la práctica de la más pura moral evangélica, moral a la que se alaba mucho pero que tan poco se practica. Cuando hayáis hecho eso, tendréis el derecho de atacarlo. 


El espiritismo es fuerte porque se apoya en las bases mismas de la religión: Dios, el alma, las penas y recompensas futuras; porque muestra, sobre todo, esas penas y recompensas como consecuencia natural de la vida terrenal y porque nada, en el cuadro que ofrece del porvenir, puede ser rechazado por la razón más exigente.


Vosotros, cuya doctrina consiste únicamente en la negación del porvenir, ¿qué compensación ofrecéis por los padecimientos de este mundo? Os apoyáis en la incredulidad; el espiritismo se apoya en la confianza en Dios. Mientras que él invita a los hombres a la felicidad, a la esperanza, a la verdadera fraternidad, vosotros les ofrecéis la Nada como perspectiva y el Egoísmo como consuelo. Él lo explica todo, vosotros no explicáis nada. Él prueba mediante hechos, vosotros no probáis nada. ¿Cómo pretendéis que se vacile entre ambas doctrinas?

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