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09 abril 2022

ESPÍRITUS PUROS

 


El Espíritu no es, por lo tanto, un ser abstracto, indefinido, que únicamente se puede concebir con el pensamiento. Se trata de un ser real, circunscrito, que en ciertos casos es percibido por los sentidos de la vista, del oído y del tacto.



Los Espíritus pertenecen a diferentes clases: no son iguales en poder, como tampoco en inteligencia, saber o moralidad. Los del primer orden son los Espíritus superiores, que se distinguen de los demás por su perfección, sus conocimientos, su proximidad a Dios, la pureza de sus sentimientos y su amor al bien: son los ángeles o Espíritus puros. (L.E. Introducción VI).



Desde la eternidad ha habido, pues, ángeles o espíritus puros. Pero su existencia humanitaria se pierde en lo infinito del pasado, y es para nosotros como si siempre hubiesen sido ángeles.



Así se encuentra realizada la gran ley de unidad de la Creación. Dios no ha estado jamás

inactivo. Siempre ha tenido espíritus puros experimentados e iluminados, para transmitirles sus órdenes y para la dirección de todas las partes del Universo, desde el gobierno de los mundos hasta los más ínfimos detalles. No ha tenido, pues, necesidad de crear seres privilegiados exentos de cargas. Todos, antiguos o nuevos, han conquistado sus grados en la lucha y por su propio mérito, en fin, son hijos de sus obras. Así se cumplen igualmente la soberana justicia de Dios. (Cielo e Infierno)



Espíritus puros tienen una influencia nula de la materia. La Superioridad intelectual y moral es absoluta en comparación con los Espíritus de los otros órdenes. Han recorrido todos los grados de la escala y se han despojado de todas las impurezas de la materia.



Alcanzaron la suma de la perfección de que es capaz la criatura, razón por la cual ya no habrán de sufrir pruebas ni expiaciones. Como no se encuentran sujetos a la reencarnación en cuerpos perecederos, realizan la vida eterna en el seno de Dios.



Gozan de una dicha inalterable, porque no están sujetos a las necesidades ni a las vicisitudes de la vida material. Con todo, esa dicha no consiste en una ociosidad monótona que transcurre en perpetua contemplación. Son los mensajeros y los ministros de Dios, cuyas órdenes ejecutan para mantener la armonía universal. Dirigen a los Espíritus inferiores a ellos, los ayudan a perfeccionarse y les asignan su misión. Asistir a los hombres en sus padecimientos, incitarlos al bien o a la expiación de las faltas que los alejan de la felicidad suprema, es para ellos una grata ocupación. Se los designa a veces con los nombres de ángeles, arcángeles o serafines.



¿Por qué se representa a los ángeles con alas?


Las alas de los ángeles, arcángeles y serafines, que son espíritus puros, no son evidentemente sino un atributo imaginado por los hombres, para pintar la rapidez con que se transportan, porque su naturaleza etérea no necesita de ningún sostenimiento para recorrer los espacios. Pueden, sin embargo, aparecer a los hombres con este accesorio, para responder a su pensamiento, como otros espíritus toman la apariencia que tenían en la Tierra para hacerse reconocer. (Cielo e Infierno).



¿Podemos establecer comunicación con los espíritus superiores?


Los hombres pueden entrar en comunicación con ellos, pero muy presuntuoso sería el que pretendiese tenerlos constantemente a sus órdenes. (L.E. # 112).



Según el Espiritismo, ni los ángeles ni los demonios son seres excepcionales. La creación de los seres inteligentes es una. Unidos a cuerpos materiales, constituyen la Humanidad que puebla la Tierra y las otras esferas habitadas. Separados de este cuerpo, constituyen el mundo espiritual o de los espíritus que pueblan los espacios. Dios los ha creado perfectibles, les ha dado como fin la perfección y la dicha, que es su consecuencia, pero no les ha dado la perfección, sino que ha querido que la debiesen a su trabajo personal, a fin de que tuviesen el mérito de ella. Desde el instante de su formación, progresan, ya sea en el estado de encarnación, ya sea en el estado espiritual. Llegados al apogeo, son espíritus puros o ángeles, según se llaman vulgarmente, de forma que desde el embrión del ser inteligente hasta el ángel, hay una cadena no interrumpida de la cual cada eslabón marca un grado en el progreso. (Cielo e Infierno).



Resulta de esto que existen espíritus de todos los grados de adelanto moral e intelectual, según estén en lo alto, en lo bajo o en medio de la escala. En consecuencia, los hay en todos los grados de saber y de ignorancia, de bondad y de maldad. (Cielo e Infierno).



La bienaventuranza suprema sólo es peculiar de los espíritus perfectos, es decir, de los espíritus puros. Sólo la alcanzan después de haber progresado en inteligencia y moralidad.



El progreso intelectual y el progreso moral rara vez marchan a la par, pero lo que el espíritu no hace en un tiempo, lo hace en otro, de manera que los dos progresos concluyen al llegar a un mismo nivel. Esta es la razón del por qué se ven frecuentemente hombres inteligentes e instruidos muy poco adelantados moralmente y viceversa. (El Cielo y el Infierno. Allan Kardec)



(...) La encarnación es necesaria para alcanzar tanto el progreso moral como el intelectual del espíritu. El progreso intelectual, a través de la actividad que tiene que desplegar en su trabajo. El progreso moral, mediante la necesidad que los hombres tienen los unos de los otros. La vida social es la piedra de toque de las buenas y de las malas cualidades. La bondad, la maldad, la dulzura, la violencia, la benevolencia, la caridad, el egoísmo, la avaricia, el orgullo, la humildad, la sinceridad, la franqueza, la lealtad, la mala fe, la hipocresía, en una palabra, todo lo que constituye el hombre de bien o el perverso, tiene por móvil, por objeto y por estimulante, las relaciones del hombre con sus semejantes. Para el hombre que viviera solo, no habría ni vicios ni virtudes: si por el aislamiento se preserva del mal, anula del mismo modo el bien.



¿Cómo es la vida en los mundos superiores?



La vida en los mundos superiores es ya una recompensa porque allí no se sufren los males y las vicisitudes con las cuales se lucha aquí en la Tierra. Los cuerpos, menos materiales, casi fluídicos, no están expuestos ni a las enfermedades ni a los accidentes, ni incluso a las necesidades.



Estando excluidos de allí los malos espíritus, los hombres viven en paz, sin otro cuidado que el de su adelanto por el trabajo de la inteligencia. Allí impera la verdadera fraternidad porque no hay egoísmo, la verdadera libertad porque no hay orgullo, la verdadera igualdad porque no hay desórdenes que reprimir ni ambiciosos que quieran oprimir al débil. Estos mundos comparados con la Tierra son verdaderos paraísos; son etapas del camino del progreso que conduce al estado definitivo. La Tierra es un mundo inferior destinado a la depuración de los espíritus imperfectos, y ésta es la razón por la cual domina el mal, hasta que Dios quiera hacer de este planeta una mansión de espíritus más adelantados.



Así pues, el espíritu, progresando gradualmente a medida que se desarrolla, llega al apogeo de la felicidad. Pero antes de haber alcanzado el punto culminante de la perfección, goza de una dicha en proporción con su adelanto, del mismo modo que el niño disfruta de los placeres de su edad infantil, más tarde de los la de juventud, y finalmente los más sólidos de la edad madura.




(...) La felicidad de los espíritus bienaventurados no consiste en la ociosidad contemplativa, que sería una fastidiosa inutilidad. La vida espiritual, en todos los grados, es, por el contrario, una actividad constante; pero una actividad exenta de fatigas.



La suprema dicha consiste en el goce de todos los esplendores de la Creación, que ninguna lengua humana podría expresar y que ni la imaginación más desarrollada podría concebir. Consiste en el conocimiento y la penetración de todas las cosas, en la carencia de todas las penas físicas y morales, en una satisfacción íntima, en una serenidad de alma que nada turba, en el amor puro que une todos los seres, resultado de ningún roce ni contacto con los malos, y, sobre todo, en la visión de Dios y en la contemplación de sus misterios revelados a los más dignos. Consiste también en las funciones, cuyo encargo es una dicha. Los espíritus puros son los mesías mensajeros de Dios para la transmisión y la ejecución de sus voluntades. Llevan a cabo las grandes misiones, presidiendo a la formación de los mundos y a la armonía general del Universo, cometido glorioso al cual se llega con la perfección. Los espíritus de rango más elevado son los únicos iniciados en los secretos de Dios, inspirándose en su pensamiento, puesto que son sus representantes directos.




¿Cuales son las ocupaciones de los espíritus superiores?


(…) Las atribulaciones de los espíritus son proporcionadas a su adelanto, las luces que

poseen, sus capacidades, su experiencia y al grado de confianza que inspiran al soberano Señor.



Allí no existen los privilegios ni los favores que no sean premio del mérito: todo está medido con el peso de la justicia divina. Las misiones más importantes sólo son confiadas a los que Dios reconoce como capaces de llevarlas a cabo e incapaces de faltar a ellas o de comprometerlas. Mientras que a la vista de Dios, los más dignos componen el consejo supremo, la dirección de las infinitas evoluciones planetarias está confiada a jefes superiores, y a otros está conferida la de mundos especiales.



Vienen después en el orden de adelanto y de la subordinación jerárquica las atribulaciones más restringidas de aquellos que presiden la marcha de los pueblos, la protección de las familias y de los individuos, el impulso de cada ramo de progreso, las diversas operaciones de la Naturaleza hasta los más ínfimos detalles de la Creación. En ese amplio y armonioso conjunto hay ocupaciones para todas las capacidades, aptitudes y buenas voluntades. Ocupaciones aceptadas con alegría, solicitadas con ardor, porque son un medio de adelanto para espíritus que aspiran a elevarse.



Todas las inteligencias contribuyen, pues, a la obra general en cualquier grado que se

encuentren, y cada una según la medida de sus fuerzas. Unas en el estado de encarnación, otras en el estado de espíritu. Todo es actividad, desde el pie hasta la cumbre de la escala. Todos instruyéndose, prestándose un mutuo apoyo, dándose la mano para llegar a la cima. Así se asienta la solidaridad entre el mundo espiritual y el mundo corporal, o dicho de otro modo, entre los hombres y los espíritus, entre los espíritus libres y los cautivos. Así se perpetúa y se consolidan, a través de la depuración y la continuidad de las relaciones, las simpatías verdaderas y los nobles afectos.




En todas partes, pues, todo es vida y movimiento. Ni un rincón hay en el infinito que no esté poblado, ni una región que no sea incesantemente recorrida por innumerables legiones de seres radiantes, invisibles a los sentidos groseros de los encarnados, pero cuya contemplación llena de admiración y de la alegría a las almas libres ya de la materia. En todas partes, en fin, hay una dicha relativa para todos los progresos, para todos los deberes bien cumplidos. Cada uno lleva consigo los elementos de su dicha, en proporción a la categoría en que le coloca su grado de adelanto. La dicha radica en las cualidades propias de los individuos, y no en el estado material del centro en que se encuentran. La dicha está, pues, en todas partes donde haya espíritus capaces de ser felices, y no tiene ningún sitio señalado en el Universo. En cualquier lugar en que se encuentren los espíritus puros puede contemplarse la Divina Majestad, porque Dios está en todas partes.




¿Qué debemos entender cuando se dice que los Espíritus puros están reunidos en el seno de Dios y ocupados en cantar sus alabanzas?


Es una alegoría que representa la comprensión que ellos tienen de las perfecciones de Dios, porque lo ven y lo comprenden. Con todo, no hay que interpretarla más literalmente que a muchas otras. Todo en la naturaleza, desde el grano de arena, canta, es decir, proclama el poder, la sabiduría y la bondad de Dios. Pero no creas que los Espíritus bienaventurados se encuentran en estado de contemplación por toda la eternidad. Sería una felicidad estúpida y monótona. Además, sería la felicidad del egoísta, puesto que su existencia constituiría una inutilidad sin término. Esos Espíritus ya no sufren las tribulaciones de la existencia corporal, lo cual es de por sí un goce. Por otra parte, como hemos dicho, conocen y saben todas las cosas. Aprovechan la inteligencia que han adquirido para contribuir al progreso de los otros Espíritus. Esa es su ocupación y, al mismo tiempo, un goce.” (L.E. 969)




¿Qué ventajas tiene la purificación del Espíritu?


A medida que el Espíritu se purifica, el cuerpo que lo reviste también
se acerca a la naturaleza espírita.
La materia se torna menos densa, ya
no se arrastra penosamente por la superficie del suelo, las necesidades
físicas son menos groseras y los seres vivos no tienen necesidad de destruirse mutuamente para alimentarse
. El Espíritu es más libre y tiene,
respecto de las cosas lejanas, percepciones que desconocemos. Ve con
los ojos del cuerpo lo que nosotros sólo vemos con el pensamiento.




La purificación de los Espíritus se refleja en el perfeccionamiento
moral de los seres en que están encarnados. Las pasiones animales se
debilitan y el egoísmo da lugar al sentimiento fraternal. Así, en los
mundos superiores a la Tierra no se conocen las guerras. Los odios
y las discordias allí no tienen objeto, porque nadie piensa en hacer
daño a su semejante. La intuición que tienen de su porvenir y la se-
guridad que les confiere una conciencia exenta de remordimientos,
hacen que la muerte no les cause ninguna aprensión: la ven llegar
sin temor, como una simple transformación.



La duración de la vida en los diferentes mundos parece ser pro-
porcional al grado de superioridad física y moral de los mismos, lo
cual es absolutamente racional. Cuanto menos material es el cuerpo,
menos expuesto se encuentra a las vicisitudes que lo desorganizan.
Cuanto más puro es el Espíritu, menos son las pasiones que lo con-
sumen. Es otro de los beneficio de la Providencia, que de ese modo
quiere abreviar los padecimientos. (L.E. #182)




¿Todas las comunicaciones espirituales son verdaderas?


Sólo los espíritus puros reciben la misión de transmitir la palabra de Dios, pues hoy sabemos que los espíritus están lejos de ser todo perfectos y que algunos intentan aparentar lo que no son, razón por la cual San Juan ha dicho: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios” (Primera Epístola Universal de San Juan Apóstol 4:1).


Hay revelaciones apócrifas y mentirosas, pero también las hay serias y verdaderas. El carácter esencial de la revelación divina es el de verdad eterna. Toda revelación factible de error o sujeta a modificaciones no emana de Dios. (La Génesis).

 

La tarea realizada con espíritus superiores siempre dejará una sensación de bienestar, elevación de conciencia y asistencial.


¿Habitan los Espíritus puros en mundos especiales o se encuentran en el espacio universal sin estar más vinculados a un mundo que a otro?


“Los Espíritus puros habitan en mundos determinados, pero no están confinados en ellos como los hombres en la Tierra. Con más facilidad que los demás Espíritus, pueden estar en todas partes.”



Según los Espíritus, de la totalidad de los mundos que componen nuestro sistema planetario, la Tierra es uno de aquellos cuyos habitantes se encuentran menos adelantados física y moralmente. Marte sería más inferior aún, y Júpiter muy superior en todos los aspectos. El Sol no sería un mundo en el que habitan seres corporales, sino un lugar de reunión de los Espíritus superiores, que desde allí irradian con el pensamiento hacia los otros mundos, a los que rigen por intermedio de Espíritus menos elevados, con los cuales se comunican a través del fluido universal.



En cuanto a su constitución física, el Sol sería un foco de electricidad. Todos los soles parecerían estar en la misma situación. El volumen de cada mundo y su distancia del Sol no tienen ninguna relación necesaria con su grado de adelanto, pues, al parecer, Venus está más adelantado que la Tierra, y Saturno menos que Júpiter.


Muchos Espíritus, que en la Tierra animaron a personas conocidas, han manifestado que
están reencarnados en Júpiter, uno de los mundos más cercanos a la perfección. Nos
hemos asombrado al ver en ese planeta tan adelantado a hombres a quienes la opinión no colocaría en este mundo al mismo nivel. Eso no debe sorprendernos si consideramos, en primer lugar, que algunos Espíritus que habitan en ese planeta han podido ser enviados a la Tierra para cumplir en ella una misión que, desde nuestro punto de vista, no los ubicaba en la primera fila. En segundo lugar, que entre su existencia terrestre y la de Júpiter, es posible que esos Espíritus hayan tenido otras intermedias en las cuales mejoraron. Por último, que en ese mundo, al igual que en el nuestro, hay distintos grados de desarrollo, de uno a otro grado puede existir una distancia semejante a la que separa entre nosotros al salvaje del hombre civilizado. Así pues, del hecho de habitar en Júpiter no se sigue que se esté al nivel de los seres más adelantados, como tampoco se está al nivel de un sabio por el hecho de vivir en París.


Las condiciones de longevidad tampoco son en todas partes las mismas que en la Tierra. Las edades no se pueden comparar. Una persona que falleció hace algunos años, al ser
evocada dijo que hacía seis meses que estaba encarnada en un mundo cuyo nombre
desconocemos. Interrogada acerca de la edad que tenía en ese mundo, respondió: “No
puedo precisarla, porque nosotros no contamos el tiempo como vosotros. Además, el
modo de vida no es el mismo: aquí nos desarrollamos mucho más rápido. Por lo tanto,
aunque hace sólo seis de vuestros meses que estoy aquí, puedo decir que, en cuanto a
inteligencia, tengo treinta años de la edad que contaba en la Tierra”. (L.E. # 188.)



¿Podemos, desde esta vida, mediante una conducta perfecta, superar todos los grados y convertirnos en Espíritus puros, sin pasar por otros grados intermedios?


no, pues lo que el hombre considera perfecto está lejos de la perfección. hay cualidades que ignora y que no puede comprender. Puede ser tan perfecto como lo permita su naturaleza terrenal, pero eso no es la perfección absoluta. Lo mismo ocurre con el niño: por muy precoz que sea, debe pasar por la juventud antes de llegar a la edad madura. Del mismo modo, el enfermo pasa por la convalecencia antes de recobrar la salud. Además, el Espíritu debe adelantar en ciencia y en moralidad. Si sólo progresó en un sentido, es necesario que lo haga en el otro, para alcanzar el punto más elevado de la escala. No obstante, cuanto más adelanta el hombre en la vida presente, menos prolongadas y penosas son las pruebas siguientes.” (L.E. # 192)



¿En qué consiste la felicidad de los Espíritus buenos?


“En conocer todas las cosas. En no tener odio, celos, envidia, ambición, ni ninguna de las pasiones que causan la desdicha de los hombres. El amor que los une es para ellos la fuente de una suprema felicidad. no experimentan las necesidades ni los padecimientos ni las angustias de la vida material. Son felices por el bien que hacen. Por lo demás, la dicha
de los Espíritus siempre es proporcional a su elevación. Si bien es cierto que sólo los Espíritus puros gozan de la dicha suprema, los demás no son desdichados. Entre los malos y los perfectos hay una infinidad de grados en que los goces son relativos al estado moral. Los que están suficientemente adelantados comprenden la felicidad de los que han llegado antes que ellos, y aspiran a alcanzarla. Pero esa felicidad les resulta un motivo de emulación, no de envidia. Saben que de ellos depende lograrla y trabajan con ese fin, pero con la tranquilidad de la conciencia limpia, y son dichosos por no tener que sufrir lo que padecen los malos.” (L.E. # 967).



La armonía, la ciencia y la virtud son las tres grandes concepciones del Espíritu: la primera le arrebata, la segunda le ilumina y la tercera le eleva. Poseídas en toda su plenitud, se confunden y constituyen la pureza. ¡Oh! Espíritus puros que las tenéis, ¡descended a nuestras tinieblas e iluminad nuestro camino! ¡Mostradnos la guía que habéis tomado con el fin de que sigamos vuestras huellas!




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