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15 julio 2022

PUREZA DE CORAZÓN?



VERDADERA PUREZA

 

Bienaventurados los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios. (Mateo, cap. V, v. 8).

 

Y le presentaban unos niños para que los tocase. Mas los discípulos reñían a los que les presentaban.

- Y cuando los vio Jesús, lo llevó muy a mal, y les dijo: "Dejad a los niños venir a mí", y no se lo impidáis, porque de tales es el reino de Dios.

 

- En verdad os digo que el que no recibiera el reino de Dios como niño, no entrará en él. (Mateo, cap. X, v. de 13 a 16).

 

¿Es una afirmación literal o se trata de una alegoría?

 

La pureza de corazón es inseparable de la sencillez y de la humildad, y excluye todo pensamiento de egoísmo y orgullo; por esto Jesús toma la infancia como emblema de esa pureza, como la tomó también por el de la humildad.

 

Esta comparación podría no ser justa si se considera que el espíritu del niño puede ser muy viejo, y que trae, naciendo otra vez a la vida corporal, las imperfecciones de que no se ha despojado en las existencias precedentes; sólo un espíritu llegado a la perfección podría dársenos como tipo de la verdadera pureza. Mas es exacta desde el punto de vista de la vida presente; porque el niño, no habiendo podido aún manifestar ninguna tendencia perversa, nos ofrece la imagen de la inocencia y del candor: así es que Jesús no dice de un modo absoluto que el reino de Dios "es para ellos", sino "para aquellos que se les parecen".

 

Puesto que el espíritu del niño ha vivido ya, ¿por qué desde el nacimiento no se manifiesta tal cual es? Todo es sabio en las obras de Dios. El niño necesita cuidados delicados que sólo la ternura de una madre puede prodigarle, y esa ternura aumenta con la debilidad y la ingenuidad del niño. Para una madre, su hijo es siempre un ángel, y así debía ser para cautivar su solicitud; no hubiera podido abandonarse a su cariño si en vez de la gracia sencilla hubiese encontrado bajo las facciones infantiles, un carácter viril y las ideas de un adulto, y menos aún si hubiese conocido su pasado. Por otra parte, era preciso que la actividad del principio inteligente fuese proporcionada a la debilidad del cuerpo, porque no hubiera podido resistir a una actividad demasiado grande del espíritu, como se ve en los niños muy precoces.

 

Por esto, desde que se aproxima la encarnación, el espíritu, entrando en turbación, pierde poco a poco la conciencia de sí mismo, y por espacio de cierto período, está en una especie de sueño, durante el cual todas sus facultades se hallan en estado latente. Este estado transitorio es necesario para dar al espíritu un nuevo punto de partida, y hacerle olvidar, en su nueva existencia terrestre, las cosas que hubieran podido estorbarle. Su pasado, sin embargo, reacciona sobre él y renace a más amplía vida, más fuerte, moral e intelectualmente, sostenido y secundado por la intuición que conserva de la experiencia adquirida.

 

Desde su nacimiento, sus ideas vuelven a tomar gradualmente su vuelo a medida que se desarrollan sus órganos, pudiendo decirse que durante los primeros años, el espíritu es verdaderamente niño, porque las ideas que forman el fondo de su carácter están aún embotadas. Durante el tiempo en que sus instintos dormitan, es más flexible, y por lo mismo más accesible a las impresiones que puedan modificar su naturaleza y hacerle progresar, y es más dócil al cuidado de los padres.

 

El espíritu reviste, pues, por una temporada el ropaje de inocencia, y Jesús dice la verdad cuando, a pesar de la interioridad del alma, toma al niño por emblema de la pureza y de la sencillez.

 

¿Padecemos las consecuencias de un mal pensamiento que no se ha ejecutado?

 

Debemos hacer una distinción importante. A medida que el alma, que está en el camino de la evolución, adelanta en la vida espiritual, se instruye y se despoja poco a poco de sus imperfecciones, según su mayor o menor voluntad, en virtud de su libre albedrío.

 

Todo mal pensamiento, es, pues, resultado de la imperfección del alma, pero según el deseo que ha concebido de purificarse, ese mal pensamiento viene a ser aún para ella una ocasión de adelantamiento, porque lo rechaza con energía; ese indicio de una mancha que se esfuerza en borrar, si se presenta la ocasión de satisfacer un mal deseo, no cederá, y después que haya resistido, se sentirá más fuerte y alegre por su victoria.

 

La que, por el contrario, no ha tenido buenas resoluciones, busca la ocasión, y si no llega a cumplir el acto malo, no es por voluntad, sino porque le ha faltado ocasión, y de este modo, es tan culpable como si lo cometiera.

 

 

En resumen: en la persona que ni siquiera concibe el pensamiento del mal, el progreso se ha cumplido; en la que tiene este pensamiento, pero que lo rechaza, el progreso está en camino de cumplirse; en aquella, en fin, que tiene ese pensamiento y se complace en el mal, está en todo su vigor; en la una está hecho el trabajo, en la otra está por hacer; Dios, que es justo, toma en cuenta todos esos matices en la responsabilidad de los actos y de los pensamientos del hombre.

 

 

Verdadera pureza. Manos no lavadas

 

 

Entonces se llegaron a él unos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan.

 

Y él respondiéndoles, dijo: Y vosotros, ¿por qué traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Pues Dios dijo: Honra al padre y a la madre. Y: Quien maldijere al padre y a la madre, muera de muerte.

 

- Mas vosotros decís: cualquiera que dijera al padre, o a la madre: Todo don que yo ofreciere, a tí aprovechará.

- Y no honrará a su padre o a su madre: y habéis hecho vano el mandamiento de Dios por vuestra tradición.

Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo con los labios me honra; mas el corazón de ellos lejos está de mí. - Y en vano me honran enseñando doctrinas y mandamientos de hombres. Y habiendo convocado así a las gentes, les dijo: Oid y entended. No ensucia al hombre lo que entre en la boca; mas lo que sale de la boca, eso ensucia al hombre.

 

 

Entonces, llegándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se han escandalizado, cuando han oído esta palabra? - Mas él respondiendo, dijo: Toda planta que no plantó mi padre celestial, arrancada será de raíz. - Dejadlos; ciegos son, y guías ciegos. Y si un ciego guía a otro cíego, entrambos caerán en el hoyo.-Y respondiendo Pedro le dijo: Explícanos esa parábola. - Y Jesús dijo: ¿Aun vosotros también sois sin entendimiento? - ¿No comprendéis que toda cosa que entra en la boca, va al vientre, y es echado en lugar secreto? Mas lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto ensucia al hombre. Porque del corazón salen los pensamientos malos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Estas cosas son las que ensucian al hombre. Mas el comer con las manos sin lavar no ensucia al hombre. (Mateo, capítulo XV, v. de 1 a 20).

 

 

Y cuando estaba hablando le rogó un fariseo que fuese a comer con él. Y habiendo entrado se sentó a la mesa. Y el fariseo comenzó a pensar y decir dentro de sí, por qué no se habrá lavado antes de comer. Y el señor le dijo: Ahora vosotros los fariseos, limpiáis lo de fuera del vaso y del plato: mas vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad. Necios: ¿el que hizo lo que está de fuera, no hizo también lo que está de dentro? (Lucas, cap. XI, v. de 37 a 40).

 

 

Los judíos habían descuidado los verdaderos mandamientos de Dios, para observar la práctica de los reglamentos establecidos por los hombres y cuyos rígidos observadores se hacían de ella un cargo de conciencia; el fondo, muy sencillo, había concluido por desaparecer bajo la complicación de la forma.

 

Como era mucho más cómodo observar los actos exteriores que el reformarse moralmente (lavarse las manos que limpiarse el corazón), los hombres se engañaron a sí mismos, y se creían en paz con Dios, porque se conformaban a esas prácticas permaneciendo lo mismo que eran antes, porque se les enseñaba que Dios no pedía más. Por esto dijo el profeta; "Y en vano me honran enseñando doctrinas y mandamientos de hombres".

 

 

Lo mismo ha sucedido con la doctrina moral de Cristo, que ha hecho que muchos cristianos, a ejemplo de los antiguos judíos, creen su salvación más asegurada con las prácticas exteriores que con las de la moral. A estas adiciones hechas por los hombres a la ley de Dios, son a las que Jesús hacía alusión cuando dijo: "Toda planta que mi padre celestial no ha plantado, será arrancada de raíz".

 

 

El objeto de la religión es conducir al hombre a Dios; así, pues, el hombre no llega a Dios hasta que es perfecto; toda religión que no hace al hombre mejor, no consigue su objeto, y aquélla en la cual cree apoyarse para hacer el mal, es o falsa, o falseada en su principio. Tal es el resultado de todas aquellas cuya forma altera el fondo.

 

 

La creencia en la eficacia de las formas exteriores es nula si no impide el cometer asesinatos, adulterios, robos, calumniar y hacer daño a su prójimo de cualquier modo que sea. Hace supersticiosos, hipócritas o fanáticos, pero no hace hombres de bien. No basta, pues, tener las apariencias de la pureza; ante todo es preciso tener la pureza del corazón.

 

 

Cristo dijo: "Dejad a los niños venir a mí" Estas palabras profundas, en su sencillez, no se concretan al simple llamamiento de los niños, si que también al de las almas que gravitan en los mundos o estados inferiores en donde la desgracia ignora la esperanza.

 

Jesús llamaba a la infancia intelectual de la criatura formada; a los débiles, a los esclavos, a los viciosos; nada podía enseñar a la infancia física, prisionera de la materia, sometida al yugo del instinto y que no pertenecía al orden superior de la razón y de la voluntad que se ejercen alrededor de ella y por ella.

 

 

Jesús quería que los hombres fuesen a El con la confianza de aquellos pequeños seres de vacilante paso, cuyo llamamiento le conquistaba el corazón de todas las mujeres que son madres: de este modo sometía las almas a su tierna y misteriosa autoridad. Fue la antorcha que despeja las tinieblas, el clarín de la mañana que toca a despertar; fue el iniciador del Espiritismo, que debe a su vez llamar a él, no a los niños sino a los hombres de buena voluntad.

 

La acción viril está subyugada; ya no se trata de creer instintivamente, y obedecer maquinalmente; es menester que el hombre siga la ley inteligente que le revela su universalidad. Pero, queridos míos, estamos ya en los tiempos en que los errores explicados serán verdades; nosotros os enseñaremos el sentido exacto de las parábolas, la correlación poderosa que une lo que fue y lo que es. En verdad os digo, la manifestación espiritista dilata el horizonte y aquí está su enviado que va a resplandecer como el sol en la cima de los montes. (Juan Evangelista. París, 1863).

 

 

“Dejad venir a mí a los niños", porque yo poseo la leche que fortifica a los débiles. Dejad venir a mí a aquéllos que temerosos y débiles tienen necesidad de apoyo y de consuelo. Dejad venir a mí a los ignorantes, para que yo les ilustre; dejad venir a mí a todos los que sufren, a la multitud de afligidos y desgraciados, porque yo les enseñaré el gran remedio para aliviar los males de la vida; yo les daré el secreto para curar sus heridas.

 

¿Cuál será ese bálsamo soberano que posee la virtud por excelencia, ese bálsamo que se aplica a todas las llagas del corazón y las cierra? ¿Es el amor; es la caridad? Si tenéis ese fuego divino, ¿qué temeréis?

 

Diréis en todos los instantes de vuestra vida: Padre mío, que se haga vuestra voluntad y no la mía, y si os place el probarme por el dolor y las tribulaciones, bendito seáis, porque es por mi bien, yo lo sé; que vuestra mano pese sobre mí. Si os conviene, Señor, tened piedad de vuestra frágil criatura; si dais a su corazón los goces permitidos, bendito seáis también; pero haced que el amor divino no duerma en nuestra alma, sino que sin cesar haga subir a vuestros pies la voz de su reconocimiento... Si tenéis amor, tendréis todo lo que podáis desear en vuestra tierra, poseeréis la perla por excelencia, que ni los acontecimientos, ni las fechorías de los que os aborrecen y os persiguen podrán arrebataros. Si tenéis  amor, habréis colocado vuestros tesoros, en donde la polilla y el orín no pueden alcanzarlos, y veréis borrarse insensiblemente de vuestra alma todo lo que puede manchar la pureza; sentiréis que el peso de la materia se aligera de día en día, y, semejante al pájaro que cruza los aires y no se acuerda ya de la tierra, subiréis sin cesar, subiréis siempre hasta que vuestra alma embriagada pueda saturarse de su elemento de vida en el seno del Señor. (Un Espíritu protector. Bordeaux, 1861)

 

 

 

Bienvenidos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mateo 5:8) El Yoga de Jesús por Paramahamsa Yogananda.

 

 

La mayor experiencia es la percepción directa de Dios y para ello hay que purificar el corazón. El Bhagavad Guita (parte del Mahabarata que consta de 700 versos) dice: El yogui que ha logrado aquietar la mente y controlar las pasiones por completo, liberándolas de toda impureza, y que es uno con el Espíritu, en verdad ha alcanzado la bienaventuranza suprema. Con el alma unida al Espíritu, el yoga, percibe la misma esencia en todas las cosas, el yogui contempla su verdadero Ser (unido al Espíritu) en todas las criaturas y a todas las criaturas en el Espíritu. Aquel que me ve en todas partes y contempla todo en Mí, nunca me pierde de vista, y Yo jamás le pierdo de vista a él.

 

El sabio Patanjali (s. III a. C.) decía: el yoga (la unión científica con Dios), es la neutralización de los cambios de chitta (corazón interno o sentimiento, abarca los componentes mentales que dan lugar a la conciencia inteligente). Tanto la razón como el sentimiento derivan de la conciencia inteligente. La evolución espiritual del hombre consiste en la purificación del corazón. A partir del estado inicial, en el que la conciencia está bajo el engaño de maya, el hombre evoluciona hasta llegar al corazón puro, en el cual puede comprender la Luz Espiritual, Brahma (el Espíritu) o la Sustancia Real del universo.

 

A Dios se le percibe con la visión del alma, que por medio de la intuición contemplan directamente a Dios o la Verdad. Tanto la razón como el sentimiento son intuitivos, pero si la razón se limita por la intelectualidad de la mente atada a los sentidos, y si el sentimiento se transforma en emoción egoísta, estos instrumentos del alma producen percepciones distorsionadas. Este estado de bienaventuranza es el que decía San Juan “a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios”, reciben la omnipresencia Luz Divina o Conciencia Crística a través de la purificada transparencia del corazón y de la mente.

 

 

La transparencia a la Verdad se cultiva cuando la conciencia (sentimiento del corazón y raciocinio de la mente) se libera de las influencias dualistas de la atracción y la repulsión. La realidad no se puede reflejar en una conciencia agitada por gustos y aversiones, deseos y pasiones y emociones (ira, celos, avaricia,...)

 

 

Cuando chitta (conocimiento y sentimiento) se aquieta con la meditación, el ego cede a la serena percepción del alma. La pureza de intelecto da la facultad de razonar acertadamente, pero la pureza del corazón brinda el contacto con Dios.

 

 

La capacidad intelectual es una cualidad del poder de razonamiento, y la sabiduría es una cualidad del alma. Cuando la razón se purifica con el discernimiento, se transforma en sabiduría. La pureza de corazón, se basa en que las acciones sean guiadas por la discernidora sabiduría, que las actitudes y el comportamiento sean modelados por las cualidades del alma: amor, misericordia, servicio, autocontrol, autodisciplina, conciencia moral e intuición. La sabiduría se debe combinar con el buen sentimiento del corazón. La sabiduría revela el camino correcto y el corazón desea seguir ese sendero. Las cualidades del alma deben seguirse de todo corazón. El discernimiento y el sentimiento puro abren el ojo de la intuición que todo lo revela y así se percibe la presencia de Dios, tanto en su alma como en los seres.


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