VERDADERA
PUREZA
Bienaventurados los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios. (Mateo, cap. V, v. 8).
Y le presentaban unos niños para que
los tocase. Mas los discípulos reñían a los que les presentaban.
- Y
cuando los vio Jesús, lo llevó muy a mal,
y les dijo: "Dejad a los niños venir a mí", y no se lo impidáis,
porque de tales es el reino de Dios.
-
En verdad os digo que el que no recibiera el reino de Dios como niño, no
entrará en él. (Mateo, cap. X, v. de 13 a 16).
¿Es
una afirmación literal o se trata de una alegoría?
La pureza de corazón es inseparable de
la sencillez y de la humildad, y excluye todo pensamiento de egoísmo y orgullo;
por esto Jesús toma la infancia como emblema de esa pureza, como la tomó
también por el de la humildad.
Esta comparación podría no ser justa
si se considera que el espíritu del niño puede ser muy viejo, y que trae,
naciendo otra vez a la vida corporal, las imperfecciones de que no se ha
despojado en las existencias precedentes; sólo un espíritu llegado a la perfección
podría dársenos como tipo de la verdadera pureza. Mas es exacta desde el punto
de vista de la vida presente; porque el niño, no habiendo podido aún manifestar
ninguna tendencia perversa, nos ofrece la imagen de la inocencia y del candor:
así es que Jesús no dice de un modo absoluto que el reino de Dios "es para
ellos", sino "para aquellos que se les parecen".
Puesto que el espíritu del niño ha vivido
ya, ¿por qué desde el nacimiento no se manifiesta tal cual es? Todo es sabio en
las obras de Dios. El niño necesita cuidados delicados que sólo la ternura de
una madre puede prodigarle, y esa ternura aumenta con la debilidad y la
ingenuidad del niño. Para una madre, su hijo es siempre un ángel, y así debía
ser para cautivar su solicitud; no hubiera podido abandonarse a su cariño si en
vez de la gracia sencilla hubiese encontrado bajo las facciones infantiles, un
carácter viril y las ideas de un adulto, y menos aún si hubiese conocido su
pasado. Por otra parte, era preciso que la actividad del principio inteligente
fuese proporcionada a la debilidad del cuerpo, porque no hubiera podido
resistir a una actividad demasiado grande del espíritu, como se ve en los niños
muy precoces.
Por esto, desde que se aproxima la
encarnación, el espíritu, entrando en turbación, pierde poco a poco la
conciencia de sí mismo, y por espacio de cierto período, está en una especie de
sueño, durante el cual todas sus facultades se hallan en estado latente. Este
estado transitorio es necesario para dar al espíritu un nuevo punto de partida,
y hacerle olvidar, en su nueva existencia terrestre, las cosas que hubieran
podido estorbarle. Su pasado, sin embargo, reacciona sobre él y renace a más
amplía vida, más fuerte, moral e intelectualmente, sostenido y secundado por la
intuición que conserva de la experiencia adquirida.
Desde su nacimiento, sus ideas vuelven
a tomar gradualmente su vuelo a medida que se desarrollan sus órganos, pudiendo
decirse que durante los primeros años, el espíritu es verdaderamente niño,
porque las ideas que forman el fondo de su carácter están aún embotadas.
Durante el tiempo en que sus instintos dormitan, es más flexible, y por lo
mismo más accesible a las impresiones que puedan modificar su naturaleza y
hacerle progresar, y es más dócil al cuidado de los padres.
El espíritu reviste, pues, por una
temporada el ropaje de inocencia, y Jesús dice la verdad cuando, a pesar de la
interioridad del alma, toma al niño por emblema de la pureza y de la sencillez.
¿Padecemos las consecuencias de un mal pensamiento que no se ha
ejecutado?
Debemos hacer una distinción
importante. A medida que el alma, que está en el camino de la evolución,
adelanta en la vida espiritual, se instruye y se despoja poco a poco de sus
imperfecciones, según su mayor o menor voluntad, en virtud de su libre
albedrío.
Todo mal pensamiento, es, pues,
resultado de la imperfección del alma, pero según el deseo que ha concebido de purificarse,
ese mal pensamiento viene a ser aún para ella una ocasión de adelantamiento,
porque lo rechaza con energía; ese indicio de una mancha que se esfuerza en
borrar, si se presenta la ocasión de satisfacer un mal deseo, no cederá, y
después que haya resistido, se sentirá más fuerte y alegre por su victoria.
La que, por el contrario, no ha tenido
buenas resoluciones, busca la ocasión, y si no llega a cumplir el acto malo, no
es por voluntad, sino porque le ha faltado ocasión, y de este modo, es tan
culpable como si lo cometiera.
En resumen: en la persona que ni
siquiera concibe el pensamiento del mal, el progreso se ha cumplido; en la que
tiene este pensamiento, pero que lo rechaza, el progreso está en camino de
cumplirse; en aquella, en fin, que tiene ese pensamiento y se complace en el
mal, está en todo su vigor; en la una está hecho el trabajo, en la otra está por
hacer; Dios, que es justo, toma en cuenta todos esos matices en la responsabilidad
de los actos y de los pensamientos del hombre.
Verdadera
pureza. Manos no lavadas
Entonces se llegaron a él unos
escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por
qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las
manos cuando comen pan.
Y él respondiéndoles, dijo: Y vosotros, ¿por qué traspasáis el
mandamiento de Dios por vuestra tradición? Pues Dios dijo: Honra al padre y a
la madre. Y: Quien maldijere al padre y a la madre, muera de muerte.
-
Mas vosotros decís: cualquiera que dijera al padre, o a la madre: Todo don que
yo ofreciere, a tí aprovechará.
-
Y no honrará a su padre o a su madre: y habéis hecho vano el mandamiento de
Dios por vuestra tradición.
Hipócritas,
bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo con los labios me
honra; mas el corazón de ellos lejos está de mí. - Y en vano me honran enseñando
doctrinas y mandamientos de hombres. Y habiendo convocado así a las gentes, les
dijo: Oid y entended. No ensucia al hombre lo que entre en la boca; mas lo que
sale de la boca, eso ensucia al hombre.
Entonces, llegándose sus discípulos,
le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se han
escandalizado, cuando han oído esta palabra? - Mas él respondiendo, dijo: Toda
planta que no plantó mi padre celestial, arrancada será de raíz. - Dejadlos; ciegos
son, y guías ciegos. Y si un ciego guía a otro cíego, entrambos caerán en el hoyo.-Y
respondiendo Pedro le dijo: Explícanos esa parábola. - Y Jesús dijo: ¿Aun vosotros
también sois sin entendimiento? - ¿No comprendéis que toda cosa que entra en la
boca, va al vientre, y es echado en lugar secreto? Mas lo que sale de la boca,
del corazón sale, y esto ensucia al hombre. Porque del corazón salen los pensamientos
malos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios,
blasfemias. Estas cosas son las que ensucian al hombre. Mas el comer con las
manos sin lavar no ensucia al hombre. (Mateo, capítulo XV, v. de 1 a 20).
Y cuando estaba hablando le rogó un
fariseo que fuese a comer con él. Y habiendo entrado se sentó a la mesa. Y el
fariseo comenzó a pensar y decir dentro de sí, por qué no se habrá lavado antes
de comer. Y el señor le dijo: Ahora vosotros
los fariseos, limpiáis lo de fuera del vaso y del plato: mas vuestro interior está
lleno de rapiña y de maldad. Necios: ¿el que hizo lo que está de fuera, no hizo
también lo que está de dentro? (Lucas, cap. XI, v. de 37 a 40).
Los judíos habían descuidado los verdaderos
mandamientos de Dios, para observar la práctica de los reglamentos establecidos
por los hombres y cuyos rígidos observadores se hacían de ella un cargo de conciencia;
el fondo, muy sencillo, había concluido por desaparecer bajo la complicación de
la forma.
Como era mucho más cómodo observar los
actos exteriores que el reformarse moralmente (lavarse las manos que limpiarse
el corazón), los hombres se engañaron a sí mismos, y se creían en paz con Dios,
porque se conformaban a esas prácticas permaneciendo lo mismo que eran antes,
porque se les enseñaba que Dios no pedía más. Por esto dijo el profeta; "Y en vano me honran enseñando
doctrinas y mandamientos de hombres".
Lo mismo ha sucedido con la doctrina
moral de Cristo, que ha hecho que muchos cristianos, a ejemplo de los antiguos judíos,
creen su salvación más asegurada con las prácticas exteriores que con las de la
moral. A estas adiciones hechas por los hombres a la ley de Dios, son a las que
Jesús hacía alusión cuando dijo: "Toda planta que mi padre celestial no ha
plantado, será arrancada de raíz".
El
objeto de la religión es conducir al hombre a Dios; así, pues, el hombre no llega
a Dios hasta que es perfecto; toda religión que no hace al hombre mejor, no consigue
su objeto, y aquélla en la cual cree apoyarse para hacer el mal, es o falsa, o falseada
en su principio. Tal es el resultado de todas aquellas cuya forma altera el
fondo.
La
creencia en la eficacia de las formas exteriores es nula si no impide el
cometer asesinatos, adulterios, robos, calumniar y hacer daño a su prójimo de
cualquier modo que sea. Hace supersticiosos, hipócritas o fanáticos, pero no
hace hombres de bien. No basta, pues, tener las apariencias de la pureza; ante
todo es preciso tener la pureza del corazón.
Cristo dijo: "Dejad a los niños
venir a mí" Estas palabras profundas, en su sencillez, no se concretan al
simple llamamiento de los niños, si que también al de las almas que gravitan en
los mundos o estados inferiores en donde la desgracia ignora la esperanza.
Jesús llamaba a la infancia
intelectual de la criatura formada; a los débiles, a los esclavos, a los
viciosos; nada podía enseñar a la infancia física, prisionera de la materia,
sometida al yugo del instinto y que no pertenecía al orden superior de la razón
y de la voluntad que se ejercen alrededor de ella y por ella.
Jesús quería que los hombres fuesen a
El con la confianza de aquellos pequeños seres de vacilante paso, cuyo
llamamiento le conquistaba el corazón de todas las mujeres que son madres: de
este modo sometía las almas a su tierna y misteriosa autoridad. Fue la antorcha
que despeja las tinieblas, el clarín de la mañana que toca a despertar; fue el
iniciador del Espiritismo, que debe a su vez llamar a él, no a los niños sino a
los hombres de buena voluntad.
La acción viril está subyugada; ya no
se trata de creer instintivamente, y obedecer maquinalmente; es menester que el
hombre siga la ley inteligente que le revela su universalidad. Pero, queridos míos,
estamos ya en los tiempos en que los errores explicados serán verdades;
nosotros os enseñaremos el sentido exacto de las parábolas, la correlación
poderosa que une lo que fue y lo que es. En verdad os digo, la manifestación espiritista
dilata el horizonte y aquí está su enviado que va a resplandecer como el sol en
la cima de los montes. (Juan Evangelista. París, 1863).
“Dejad
venir a mí a los niños",
porque yo poseo la leche que fortifica a los débiles. Dejad venir a mí a
aquéllos que temerosos y débiles tienen necesidad de apoyo y de consuelo. Dejad
venir a mí a los ignorantes, para que yo les ilustre; dejad venir a mí a todos
los que sufren, a la multitud de afligidos y desgraciados, porque yo les
enseñaré el gran remedio para aliviar los males de la vida; yo les daré el
secreto para curar sus heridas.
¿Cuál será ese bálsamo soberano que
posee la virtud por excelencia, ese bálsamo que se aplica a todas las llagas
del corazón y las cierra? ¿Es el amor; es la caridad? Si tenéis ese fuego
divino, ¿qué temeréis?
Diréis en todos los instantes de
vuestra vida: Padre mío, que se haga vuestra voluntad y no la mía, y si os
place el probarme por el dolor y las tribulaciones, bendito seáis, porque es
por mi bien, yo lo sé; que vuestra mano pese sobre mí. Si os conviene, Señor,
tened piedad de vuestra frágil criatura; si dais a su corazón los goces
permitidos, bendito seáis también; pero haced que el amor divino no duerma en
nuestra alma, sino que sin cesar haga subir a vuestros pies la voz de su
reconocimiento... Si tenéis amor, tendréis todo lo que podáis desear en vuestra
tierra, poseeréis la perla por excelencia, que ni los acontecimientos, ni las
fechorías de los que os aborrecen y os persiguen podrán arrebataros. Si tenéis amor, habréis colocado vuestros tesoros, en
donde la polilla y el orín no pueden alcanzarlos, y veréis borrarse
insensiblemente de vuestra alma todo lo que puede manchar la pureza; sentiréis
que el peso de la materia se aligera de día en día, y, semejante al pájaro que
cruza los aires y no se acuerda ya de la tierra, subiréis sin cesar, subiréis
siempre hasta que vuestra alma embriagada pueda saturarse de su elemento de vida
en el seno del Señor. (Un Espíritu protector. Bordeaux, 1861)
Bienvenidos
los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mateo 5:8) El Yoga de Jesús por Paramahamsa Yogananda.
La mayor experiencia es la percepción
directa de Dios y para ello hay que purificar el corazón. El Bhagavad Guita (parte
del Mahabarata que consta de 700 versos) dice: El yogui que ha logrado aquietar
la mente y controlar las pasiones por completo, liberándolas de toda impureza,
y que es uno con el Espíritu, en verdad ha alcanzado la bienaventuranza
suprema. Con el alma unida al Espíritu, el yoga, percibe la misma esencia en
todas las cosas, el yogui contempla su verdadero Ser (unido al Espíritu) en todas
las criaturas y a todas las criaturas en el Espíritu. Aquel que me ve en todas
partes y contempla todo en Mí, nunca me pierde de vista, y Yo jamás le pierdo
de vista a él.
El sabio Patanjali (s. III
a. C.) decía: el yoga (la unión
científica con Dios), es la neutralización de los cambios de chitta (corazón
interno o sentimiento, abarca los componentes mentales que dan lugar a la
conciencia inteligente). Tanto la razón como el sentimiento derivan de la
conciencia inteligente. La evolución espiritual del hombre consiste en la
purificación del corazón. A partir del estado inicial, en el que la conciencia
está bajo el engaño de maya, el hombre evoluciona hasta llegar al corazón puro,
en el cual puede comprender la Luz Espiritual, Brahma (el Espíritu) o la
Sustancia Real del universo.
A
Dios se le percibe con la visión del alma, que por medio de la intuición
contemplan directamente a Dios o la Verdad. Tanto la razón como el sentimiento son intuitivos, pero
si la razón se limita por la intelectualidad de la mente atada a los sentidos,
y si el sentimiento se transforma en emoción egoísta, estos instrumentos del
alma producen percepciones distorsionadas. Este estado de bienaventuranza es el
que decía San Juan “a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse
hijos de Dios”, reciben la omnipresencia Luz Divina o Conciencia Crística a
través de la purificada transparencia del corazón y de la mente.
La transparencia a la Verdad se
cultiva cuando la conciencia (sentimiento del corazón y raciocinio de la mente)
se libera de las influencias dualistas de la atracción y la repulsión. La
realidad no se puede reflejar en una conciencia agitada por gustos y
aversiones, deseos y pasiones y emociones (ira, celos, avaricia,...)
Cuando chitta (conocimiento y sentimiento)
se aquieta con la meditación, el ego cede a la serena percepción del alma. La
pureza de intelecto da la facultad de razonar acertadamente, pero la pureza del
corazón brinda el contacto con Dios.
La
capacidad intelectual es una cualidad del poder de razonamiento, y la sabiduría
es una cualidad del alma. Cuando la razón se purifica con el discernimiento, se
transforma en sabiduría. La pureza de corazón, se basa en que las acciones sean
guiadas por la discernidora sabiduría, que las actitudes y el comportamiento
sean modelados por las cualidades del alma: amor, misericordia, servicio,
autocontrol, autodisciplina, conciencia moral e intuición. La sabiduría se debe
combinar con el buen sentimiento del corazón. La sabiduría revela el camino
correcto y el corazón desea seguir ese sendero. Las cualidades del alma deben
seguirse de todo corazón. El discernimiento y el sentimiento puro abren el ojo
de la intuición que todo lo revela y así se percibe la presencia de Dios, tanto
en su alma como en los seres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por sus Comentarios: