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10 enero 2024

EXPIACIONES COLECTIVAS


 

Imagen de starline en Freepik

Pregunta. - El espiritismo nos explica perfectamente la causa de los padecimientos individuales, que son la consecuencia inmediata de las faltas cometidas en la existencia presente, o una expiación del pasado; pero dado que cada uno sólo es responsable de sus propias faltas, ¿cómo se explican satisfactoriamente las desgracias colectivas que afectan a las aglomeraciones de individuos, como sucede en ocasiones a toda una familia, a una ciudad, a una nación o a una raza, y que se abaten tanto sobre los buenos como sobre los malos, tanto sobre los inocentes como sobre los culpables?

 

Respuesta.- Las leyes que rigen el universo, sean físicas o morales, materiales o intelectuales, han sido descubiertas, analizadas y comprendidas a partir del estudio de la individualidad y de la familia hacia el de todo el conjunto, y se las ha generalizado gradualmente, comprobando la universalidad de los resultados. Lo mismo sucede hoy en relación con las leyes que el estudio del espiritismo os ha permitido conocer.

 

Podéis aplicar, sin temor a equivocaciones, las leyes que rigen el individuo a la familia, a la nación, a las razas, al conjunto de los habitantes de los mundos, los cuales constituyen individualidades colectivas. Existen las faltas del individuo, las de la familia, las de la nación; y cada una de ellas, sea cual fuere su carácter, se expía en virtud de la misma ley. El verdugo expía, en relación con su víctima, ya sea encontrándose con ella en el espacio, o viviendo en contacto con ella en una o en muchas existencias sucesivas, hasta que haya reparado todo el mal que practicó. Lo mismo sucede cuando se trata de crímenes cometidos solidariamente por un cierto número de personas; las expiaciones son solidarias, lo que no suprime la expiación simultánea de las faltas individuales.

 

En cada hombre existen tres caracteres: el de individuo o ser en sí mismo, el de miembro de la familia, y finalmente el de ciudadano. Bajo cada una de esas tres fases puede ser criminal o virtuoso, es de[1]cir, puede ser virtuoso como padre de familia, al mismo tiempo que criminal como ciudadano, y recíprocamente. De ahí las situaciones especiales que experimenta en sus existencias sucesivas.

 

Así pues, salvo alguna excepción, podemos admitir como regla general que todos aquellos que en una existencia están reunidos por una tarea en común, ya han vivido juntos para trabajar con el mismo objetivo, y todavía se encontrarán reunidos en el futuro hasta que hayan alcanzado la meta, es decir, expiado su pasado o cumplido la misión que aceptaron.

 

Gracias al espiritismo comprendéis ahora la justicia de las pruebas que no derivan de los actos de la vida presente, porque reconocéis que esas pruebas son el rescate de las deudas del pasado. ¿Por qué no habría de ser del mismo modo en relación con las pruebas colectivas?

 

Alegáis que las desgracias de orden general alcanzan al inocente tanto como al culpable; pero ¿no sabéis que el inocente de hoy puede haber sido el culpable de ayer? Si se ve afectado individualmente o en forma colectiva, es porque lo ha merecido.

 

Además, como ya hemos dicho, están las faltas del individuo y las del ciudadano; la expiación de unas no exime de la expiación de las otras, dado que toda deuda debe ser pagada hasta la última moneda. Las virtudes de la vida privada difieren de las de la vida pública. Alguien que es un excelente ciudadano puede ser un pésimo padre de familia; y otro, que es buen padre de familia, probo y honesto en sus negocios, puede ser un mal ciudadano, haber atizado el fuego de la discordia, oprimido al débil, manchado sus manos con crímenes de lesa sociedad.

 

Esas faltas colectivas son las que expían colectivamente los individuos que a ellas han concurrido, los cuales se encuentran de nuevo reunidos para sufrir juntos la pena del talión, o para tener la oportunidad de reparar el mal que han cometido, probando su devoción a la causa pública mediante el socorro y la asistencia a los que antes habían maltratado.

 

Así, lo que sin la preexistencia del alma es incomprensible e inconciliable con la justicia de Dios, se vuelve claro y lógico mediante el conocimiento de esa ley.

 

La solidaridad, por lo tanto, que es el verdadero lazo social, no lo es sólo para el presente: se extiende al pasado y al porvenir, puesto que las mismas individualidades se han reunido, se reúnen y se reunirán para ascender juntas la escala del progreso mediante el auxilio mutuo. Esto es lo que el espiritismo hace comprensible por medio de la equitativa ley de la reencarnación y de la continuidad de las relaciones entre los mismos seres.

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