«El alma duerme en el mineral, sueña en el vegetal, se mueve en el animal y despierta en el hombre».
El principio inteligente, principio del Espíritu, comienza su contacto con la materia en el mineral. León Denis:
El principio inteligente pasa así por los diferentes reinos, en el mineral (atracción), en el vegetal (sensación) y en el animal (instinto) hasta llegar a ser Espíritu en el reino hominal (razón).
A continuación Allan Kardec realiza las siguientes cuestiones a los Espíritus Superiores sobre el tema, que pueden encontrarse en el Libro de los Espíritus.
Pregunta 585 : desde el punto de vista moral existen, evidentemente, cuatro grados.” Esos cuatro grados tienen, en efecto, caracteres precisos, aunque sus límites parezcan confundirse. La materia inerte, que constituye el reino mineral, sólo tiene en sí una fuerza mecánica. Las plantas, compuestas de materia inerte, se hallan dotadas de vitalidad.
Los animales, compuestos de materia inerte y dotados de vitalidad, tienen además una especie de inteligencia instintiva, limitada, con conciencia de su existencia y de su individualidad. El hombre, que tiene cuanto hay en las plantas y en los animales, domina a las otras clases por medio de una inteligencia especial, ilimitada, que le da la conciencia de su porvenir, la percepción de las cosas extramateriales y el conocimiento de Dios.
Pregunta 592.
Si comparamos al hombre con los animales desde el punto de vista de la inteligencia, la línea de demarcación entre uno y otros parece difícil de trazar, porque algunos animales tienen, desde ese punto de vista, una notoria superioridad sobre determinados hombres. Esa línea de demarcación, ¿puede ser trazada de una manera precisa?
La naturaleza ha dado a los animales todo lo que el hombre está obligado a inventar con su inteligencia para satisfacer sus necesidades, con miras a su conservación. El cuerpo del hombre se destruye como el de los animales, es cierto, pero su Espíritu tiene un destino que sólo él puede comprender, porque sólo él es completamente libre. ¡Pobres hombres, que os rebajáis al nivel de los irracionales! ¿No sabéis distinguiros de ellos? Reconoced al hombre por el pensamiento de Dios.”
593. ¿Se puede decir que los animales sólo actúan por instinto?
Es verdad que el instinto predomina en la mayoría de los animales. Con todo, ¿no ves que actúan con una voluntad determinada? Eso es la inteligencia, aunque se halla limitada.”
Además del instinto, no se puede negar que algunos animales ejecutan acciones combinadas que denotan una voluntad de obrar en un sentido determinado y conforme a las circunstancias. Por consiguiente, en ellos hay una especie de inteligencia, pero cuyo ejercicio se concentra más exclusivamente en los medios de satisfacer sus necesidades físicas y de proveer a su conservación. No existe en los animales ningún tipo de creación ni de mejoramiento. Por mucho que sea el arte que admiramos en sus trabajos, lo que hacían antaño es lo mismo que hacen en la actualidad, ni mejor ni peor, según formas y proporciones constantes e invariables.
Una cría, aislada de los de su especie, no por eso deja de construir su nido conforme al mismo modelo, sin haber recibido ninguna enseñanza. Si algunos animales son susceptibles de cierta educación, su desarrollo intelectual, recluido en todos los casos dentro de estrechos límites, se debe a la acción del hombre sobre una naturaleza flexible, pues no progresan por sus propios medios. No obstante, ese progreso es efímero y puramente individual, dado que el animal, una vez librado a sí mismo, no tarda en volver a actuar dentro de los límites trazados por la naturaleza.
595. Los animales, ¿tienen el libre albedrío de sus actos?
“No son simples máquinas, como vosotros creéis. No obstante, su libertad de acción se halla limitada a sus necesidades, y no se la puede comparar con la del hombre. Dado que los animales son muy inferiores al hombre, no tienen los mismos deberes que este. Su libertad se halla restringida a los actos de la vida material.”
597. Dado que los animales tienen una inteligencia que les confiere cierta libertad de acción, ¿hay en ellos un principio independiente de la materia?
“Sí, y que sobrevive al cuerpo.”
– Ese principio, ¿es un alma semejante a la del hombre?
“Es también un alma, si así lo queréis. Eso depende del sentido que se le atribuya a esa palabra. No obstante, es inferior a la del hombre. Entre el alma de los animales y la del
hombre hay tanta distancia como la que existe entre el alma del hombre y Dios.”
598. El alma de los animales, ¿conserva después de la muerte su individualidad y la conciencia de sí?
“Su individualidad, sí; pero no la conciencia de su yo. La vida inteligente permanece en estado latente.”
599. El alma de los animales, ¿puede elegir encarnar en un animal antes que en otro?
“No, debido a que carece de libre albedrío.”
600. Dado que el alma del animal sobrevive a su cuerpo, ¿se halla después de la muerte en un estado errante, como la del hombre?
“Es una especie de erraticidad, puesto que no se encuentra unida a un cuerpo, pero no es un Espíritu errante. El Espíritu errante es un ser que piensa y obra por su libre voluntad; el de los animales no tiene la misma facultad.
La conciencia de sí es el atributo principal del Espíritu. El Espíritu del animal es clasificado, después de su muerte, por los Espíritus a quienes les corresponde esa tarea, y se lo utiliza casi de inmediato. No tiene oportunidad de ponerse en contacto con otras criaturas.”
601. Los animales, ¿siguen una ley progresiva, como los hombres?
“Sí. Por eso en los mundos superiores, donde los hombres están más adelantados, los animales lo están también y disponen de medios de comunicación más desarrollados. No obstante, siempre son inferiores al hombre y se hallan subordinados a él. Son sus servidores inteligentes.”
En esto no hay nada de extraordinario. Supongamos que nuestros animales más inteligentes –el perro, el elefante, el caballo– poseyeran una conformación adecuada para los trabajos manuales: ¿qué no podrían hacer bajo la dirección del hombre?
602. Los animales, ¿progresan del mismo modo que el hombre, es decir, por medio de su voluntad, o lo hacen por la fuerza de las circunstancias?
“Por la fuerza de las circunstancias. Por ese motivo no hay expiación para ellos.”
603. En los mundos superiores, ¿conocen los animales a Dios?
“No. El hombre es un dios para ellos, así como antaño los Espíritus eran dioses para los hombres.”
En la cuestión 604.
Dado que los animales –incluso los más perfeccionados, que se encuentran en los mundos superiores– siempre son inferiores al hombre, resulta de ahí que Dios ha creado seres intelectuales perpetuamente destinados a la inferioridad, lo cual parece estar en desacuerdo con la unidad de miras y de progreso que se observa en todas sus obras.
“Todo se eslabona en la naturaleza por medio de lazos que aún no podéis captar. Las cosas que en apariencia son más disparatadas tienen puntos de contacto que el hombre, en su estado actual, nunca llegará a comprender. Puede entreverlos mediante un esfuerzo de su inteligencia, pero sólo cuando esa inteligencia se haya desarrollado por completo y se encuentre libre de los prejuicios del orgullo y de la ignorancia podrá ver con claridad la obra de Dios. Mientras tanto, sus limitadas ideas hacen que vea las cosas desde un punto de vista mezquino y estrecho. Sabed bien que Dios no puede contradecirse, y que todo en la naturaleza se armoniza por medio de leyes generales que nunca se apartan de la sublime sabiduría del Creador.”
[604a] – La inteligencia, por consiguiente, ¿es una propiedad común, un punto de contacto entre el alma de los animales y la del hombre?
“Sí, pero los animales sólo tienen la inteligencia de la vida material. En el hombre, la inteligencia da lugar a la vida moral.”
La pregunta 606, nos presenta la indagación crucial:
«¿La inteligencia humana y la de los animales emanan de un principio único?
Respuesta: «Sin lugar a dudas, pero, en el hombre, ha recibido una elaboración que la eleva por encima de la del animal».
Materia y espíritu constituyen los dos elementos generales del universo, estando arriba Dios, el Creador.
Esas tres cosas constituyen el principio de cuanto existe, la Trinidad Universal (LE 1-27).
En la Creación todo proviene del principio material: la materia, los fluidos, etc., y del principio espiritual: los espíritus y los principios inteligentes que le anteceden. En varias oportunidades, Kardec cuestiona a los espíritus, con respecto a eso.
Así, les pregunta (LE 1-64) si el principio vital formaría un tercer elemento, además del espíritu y de la materia, al que los espíritus responden negativamente, informando que ese principio tiene su fuente en las modificaciones de la materia universal.
También es de Kardec (LE 1-79) la indagación:
«Puesto que dos elementos generales hay en Universo: el elemento inteligente y el material, ¿Se podría afirmar que los Espíritus están formados del elemento inteligente, así como los cuerpos inertes se hallan integrados por el elemento material?»
Y la respuesta es afirmativa.
Al principio de los años 80, los científicos Jon Ahlquist y Charles Siby descubrieron que el código genético de los seres humanos y de los chimpancés tiene el 98,4% de identidad. En otras palabras, diferimos genéticamente de los chimpancés en tan sólo el 1,6% de nuestras características.
613. Las diferentes especies de animales no proceden intelectualmente unas de otras por medio de la progresión. Así, el espíritu de la ostra no se convierte sucesivamente en el espíritu del pez, del pájaro, del cuadrúpedo y del cuadrumano. Cada especie es un tipo absoluto, física y moralmente, cuyos individuos toman de la fuente universal la cantidad de principio inteligente que necesitan, según la perfección de sus órganos y la tarea que deben llevar a cabo en los fenómenos de la naturaleza. Una vez muertos, devuelven esa cantidad de principio.
Los
animales de los mundos más adelantados que
el nuestro también constituyen razas
distintas –apropiadas a las necesidades
de esos mundos y al grado de adelanto de
los hombres, de quienes son auxiliares–, pero que no proceden en modo alguno de los de la Tierra,
espiritualmente hablando. No sucede lo
mismo con el hombre. Desde el punto de vista físico, es evidente que el hombre integra un eslabón de
la cadena de los seres vivos. En cambio,
desde el punto de vista moral, entre el animal y el hombre hay solución de continuidad. Lo
propio del hombre es el alma o Espíritu,
chispa divina que le confiere el sentido moral y un alcance intelectual del que carecen los
animales.
Los animales trabajan, como tú. No obstante, su trabajo, al igual que su inteligencia, se halla limitado al cuidado de su propia conservación. Por eso en ellos el trabajo no genera progreso, mientras que en el hombre tiene un doble objetivo: la conservación del cuerpo y el desarrollo del pensamiento, que es también una necesidad que lo eleva por encima de sí mismo. ellos son, sin saberlo y mientras proveen a sus necesidades materiales, agentes que secundan los designios del Creador. Su trabajo no deja por eso de cooperar en el objetivo final de la naturaleza, aunque con mucha frecuencia no descubráis su resultado inmediato.
El alma viene de Dios. Es, en nosotros, el principio de la inteligencia y de la vida. Esencia misteriosa, escapa al análisis, como todo cuanto dimana del Absoluto.
Creada por amor, creada para amar, tan insignificante que puede ser encerrada
en una forma frágil, tan grande que, con un impulso de su pensamiento, abarca
el Infinito,
El alma es una
partícula de la esencia divina proyectada al mundo material. Desde la hora
en que cayó en la materia, hemos contemplado el camino que siguió para remontar
hasta el punto actual de su carrera. Precisó pasar por vías oscuras,
revestir formas, animar organismos que dejaba al salir de cada existencia, como
se hace con un vestuario inútil. Todos estos cuerpos de carne perecieron,
el soplo de los destinos les dispersó las cenizas.
Mas el alma persiste y permanece en su perpetuidad, prosigue su marcha ascendente, recorre las innumerables estaciones de su viaje y se dirige hacia un fin grande y apetecible, un fin que es la perfección. El alma contiene en estado virtual, todos los gérmenes de su desarrollo futuro. Está destinada a conocer, adquirir y poseer todo. Para realizar sus fines, tiene que recorrer, en el tiempo y el espacio, un campo sin límites.
El objetivo de la evolución, la razón de ser de la vida no es la felicidad terrestre, como muchos erróneamente creen, y sí el perfeccionamiento de cada uno de nosotros. Y ese perfeccionamiento debemos realizarlo por medio del trabajo, del esfuerzo, de todas las alternativas de la alegría y del dolor, hasta que nos hayamos desarrollado completamente y elevado al estado celeste.
El dolor, físico y moral, forma nuestra experiencia. La sabiduría es el premio. Poco a poco el alma se eleva y, conforme va subiendo, en ella se va acumulando una suma siempre creciente de saber y virtud; se siente más estrechamente unida a sus semejantes; se comunica más íntimamente con su medio social y planetario. Elevándose cada vez más, no tarda en unirse por lazos pujantes a las sociedades del Espacio y después al Ser Universal.
Así, la vida del ser consciente es una vida de solidaridad y libertad. Libre dentro de los límites que le señalan las leyes eternas, se constituye en arquitecto de su destino. Su adelantamiento es obra suya. Ninguna fatalidad lo oprime, salvo la de sus propios actos, cuyas consecuencias recaen en él; mas, no puede desarrollarse y medrar sino en la vida colectiva con el recurso de cada uno y en provecho de todos. Cuanto más sube, tanto más se siente vivir y sufrir en todos y por todos. En la necesidad de elevarse a sí mismo, atrae a sí, para hacerlos llegar al estado espiritual, a todos los seres humanos que pueblan los mundos donde viviera. Quiere hacer por ellos lo que por él hicieran sus hermanos más viejos, los grandes Espíritus que lo guiarán en su marcha.
La materia es el obstáculo útil; provoca el esfuerzo y desarrolla la voluntad; contribuye para la ascensión de los seres, imponiéndoles necesidades que los obligan a trabajar. ¿Cómo, sin el dolor, habríamos de conocer la alegría; sin la sombra, apreciar la luz; sin la privación, saborear el bien adquirido, la satisfacción alcanzada?
Aquí está la razón del por qué encontramos dificultades de toda suerte en
nosotros y a nuestro alrededor.
735. ¿Qué pensar de la destrucción que excede los límites de las necesidades y de la seguridad; de la caza, por ejemplo, cuando su único objetivo es el placer de destruir, sin utilidad alguna?
“Predominio de la bestialidad sobre la naturaleza espiritual. Toda destrucción que rebase los límites de la necesidad es una violación de la ley de Dios. Los animales sólo destruyen para proveer a sus necesidades. El hombre, en cambio, que posee libre albedrío, lo hace sin necesidad. Tendrá que dar cuenta del abuso de la libertad que se le ha concedido, porque en esos casos cede a los malos instintos.”
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