DEL MIEDO AL AMOR
Por José Alonso Quintanilla
El miedo se ha clasificado como una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta de forma innata en todos los animales debido a la herencia genética, incluyendo también al ser humano para quien el miedo supone una angustia por un riesgo o daño real o imaginario, presente, futuro o incluso pasado.
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Los diferentes rostros del miedo son por todos conocidos en nuestras vidas. Desde el inicio de la pandemia es posible que hayamos sentido ansiedad en algún momento debido a esta situación estresante, llegando hasta el extremo de convertirse en pánico o crear alguna fobia debido a la incesante información sobre la peligrosidad del virus y sus consecuencias.
El miedo es una emoción que puede tener diferentes respuestas. Puede llegar a ser paralizante sin saber como actuar, como una respuesta instintiva de querer alejar al depredador al tratar de parecer muerto; o también puede ocasionar el instinto de huida como evitación del peligro, o el instinto de ataque para hacer frente al mismo.
En nuestra sociedad tenemos miedo al dolor y al sufrimiento que recientemente se han visto paliados gracias a los avances tecnológicos en la medicina y a los fármacos. Pero también se dan casos extremos de miedo a vivir, miedo al amor, miedo al rechazo, miedo al fracaso, miedo a la pobreza… y para los más mayores que hemos sufrido las enseñanzas desacertadas de la religión católica, el miedo a Dios y al temible infierno.
El miedo predomina tanto en nuestra sociedad actual que constituye la emoción principal que gobierna nuestro mundo. Al tener relación con nuestra supervivencia se halla en un lugar especial en nuestras mentes.
Muchas de las acciones que realizamos se llevan a cabo por miedo en lugar de actuar por Amor. A veces se cuida del cuerpo por miedo a la enfermedad y no por apreciación y valoración a nosotr@s mism@s. Nos comportamos adecuadamente por miedo al qué dirán, por dar una imagen agradable, en lugar de hacerlo por aprecio a los demás. Realizamos tareas de voluntariado por motivos personales o ambicionando puestos elevados, en lugar de efectuarlos movidos por un sentimiento altruista, por miedo a la desaprobación o miedo a incumplir las Leyes Universales. Tratamos de manifestarnos con superioridad sobre los demás con nuestros conocimientos por miedo a no ser valorados o respetados en un ámbito social cada vez más competitivo. Conducimos con cuidado por temor a las multas por exceso de velocidad sin pensar que hemos de cuidar y respetar nuestra propia vida y la de los demás. Realizamos nuestro trabajo por miedo a la sanción o al despido sin disfrutar por el hecho de hacer las cosas de forma correcta...
En cambio, el sentimiento del Amor es una forma de ser, en la que somos afectuosos, cuidadosos, generosos, indulgentes, sinceros. En el amor nos convertimos en seres colaboradores, protectores, atentos, agradecidos, humildes, plenos, puros de intención. Es más que una emoción o un pensamiento, por eso se dice que es “un estado de ser”.
El Amor es una manera de estar en el mundo que expresa nuestro deseo sincero de ayuda, de consuelo en las pérdidas familiares, de facilitar el trabajo, de ayuda en problemas económicos, enfermedad o falta de trabajo. Amar es una forma a través de la cual podemos iluminar el mundo.
Tod@s tenemos la oportunidad de contribuir a la belleza, la armonía del planeta y los seres que lo habitamos, con nuestra bondad hacia todos los seres vivos y ensalzando el espíritu humano. Aquello que libremente nos da la vida fluye de nuevo a nosotros porque somos igualmente parte de esa vida. Lo que hacemos hacia los demás, revierte sobre nosotr@s mism@s. Algo que los grandes filósofos y santos nos han invitado a experimentar. Como el psicólogo y filósofo humanista Eric Fromm que nos habla del “amor como arte”, así como es un arte vivir. Expresaba que el Amor abarca diferentes áreas de la vida cotidiana, alcanzando a la familia y amigos, el amor hacia uno mismo como ser humano, el amor a todos los seres vivos y el amor a Dios.
El Amor es un sentimiento que perdura en el tiempo, trascendiendo a las
emociones, ya que proviene de una comprensión, un conocimiento, una experiencia
trascendente, arraigada en nuestra conciencia, por lo que tiene un efecto
curativo sobre el miedo que desde el punto de vista de la medicina vibracional
está constituido por una vibración más baja que proviene de una emoción
primaria o instintiva.
El miedo es curado por el amor, como comenta el psiquiatra Jerry Jampolsky en sus publicaciones (por ejemplo, Amar es Liberarse del Miedo). Esta fue también la base para la curación en el “Centro de Curación por la Actitud” en Manhasset, en Long Island fundado por el psiquiatra David Hawkins. La curación por la Actitud tiene que ver con la interacción del grupo con los pacientes que tienen enfermedades mortales y terribles, y todo el proceso de la curación tiene que ver con dejar ir el miedo y reemplazarlo con el Amor. Debido al éxito conseguido, con los mismos fundamentos se crearon nuevos centros en México y Santo Domingo.
Se emplea el mismo procedimiento de curación que han llevado a cabo los grandes santos y seres iluminados, cuya sola presencia tenía la capacidad de curar debido a la intensa vibración de amor que irradiaban. También esta capacidad de sanación, que tiene como fundamento la sanación espiritual, es transmitida por los pensamientos cariñosos hacia la personas.
Chico Xavier es conocido principalmente por sus obras asistenciales en la ciudad de Uberaba. A partir de los años 70 se dedicó a ayudar a personas pobres mediante la creación de una fundación. Logró un gran reconocimiento en Brasil, especialmente en los últimos años, por su benevolencia y asistencia al prójimo. En 1981 fue nominado para el Premio Nobel de la Paz.
También Divaldo Franco con la creación de la Mansión del Camino en 1947, adoptó a más de 600 niños, ofreciéndoles educación y alimento para desenvolverse en la sociedad y que al emanciparse le han ofrecido más de doscientos nietos. Además de atender diariamente la alimentación de más de tres mil niños y adolescentes del exterior, así como la educación en diferentes escuelas con las que cuenta el complejo. Ayudando a otras tres instituciones benéficas de Brasil con asistencia médica, medicinas, alimentos, educación, integración familiar, e inserción laboral.
En la historia reciente tenemos como ejemplo a la Madre Teresa que se le atribuye la curación de un gran número de personas por estos mismos procedimientos de amor incondicional y la presencia iluminada.
Para las personas que están familiarizadas con las leyes de
la conciencia, este tipo de curas que parece “milagroso” se entiende como
fenómenos comunes que pueden explicarse, tal como describe Allan Kardec en La
Génesis en el capítulo XV sobre los denominados “milagros” realizados por
el Maestro Jesús.
Se puede recordar este proceso de curación que se manifestaba al estar próximo al Maestro Jesús con su capacidad de irradiar altos niveles de amor, recomendando a aquellos a quienes sanaba no volver a incurrir en el error que les había conducido a esa situación de enfermedad la cual se sitúa en una baja frecuencia vibratoria, teniendo que aprender a elevar su propia conciencia a través de la transformación personal para mantener el estado de sanación.
Por lo tanto, se puede decir que el Amor transforma a las personas. Un ejemplo de ello es sobre un cazador que en un día de caza al ver un pato volando le disparó y éste cayó al suelo, cuando el cazador se acercó a recogerlo observó que aún no estaba muerto aunque sí herido y otra ave compañera había bajado al suelo situándose sobre él con sus alas extendidas para protegerle. El cazador al ver éste acto de amor nunca más pudo volver a cazar.
Una vez que el Amor nos ha transformado hay cosas que nunca
más podemos volver a hacer. Así como hay cosas que no podrían hacerse si no
fuera por la trascendencia transformadora del Amor, como arriesgar la propia
vida para salvar a una persona como ocurrió en los atentados de Londres con el
joven español que salvó la vida de una mujer perdiendo la suya tratando de
defenderla.
Es conveniente diferenciar lo que se denomina “querer” de Amar. El querer implica egoísmo, ya que esperamos un intercambio con la otra persona, las cosas se hacen por interés, esperando un beneficio. Por eso, a veces, cuando realizamos acciones hacia las personas sin ninguna intención y sin esperar nada a cambio, tienen miedo y sospechan de este Amor.
A pesar de todo, el Amor transforma todo a su alrededor debido a la energía que irradia. Sin necesidad de “hacer nada” actúa silenciosamente debido a su poderosa naturaleza transformando las situaciones.
Además, el Amor nos relaciona con el perdón, al aumentar lo positivo de los
demás en lugar de sus defectos y al mismo tiempo sirve como antídoto para el
orgullo. También nos relaciona con la gratitud, virtud que elimina la falta de
humildad y nos permite percibir la bondad de la vida en cada una de sus manifestaciones.
Cuanto más amamos, más podemos amar. El Amor es ilimitado.
El Amor engendra amor. Incrementa las endorfinas, que son las hormonas que
mejoran la vida, nos permite vivir más tiempo y más sanos.
Después de más de dos mil años de la máxima “Amad a los demás como a vosotros mismos y tratadles como os gustaría ser tratados”, y que la doctrina espírita ha tenido como enseña desde sus inicios, la medicina moderna, con los ejemplos citados anteriormente, aboga por la práctica del Amor, ya que se ha comprobado que los niveles elevados de conciencia son por sí mismos capaces de sanar en algunos casos, transformar a las personas e iluminar a los demás fomentando las mejores cualidades del ser humano.
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Amor sobre todas las cosas
del Libro "Momentos de Salud y Conciencia de Divaldo Franco inspirado por Joanna de Ángelis
Jesús recomendó
que el amor debe ser la piedra angular de todas las construcciones. Lo
consideró el mandamiento mayor y sintetizó toda la Ley y los profetas en el
amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. En esa
instrucción de aspecto triple está presente la totalidad de las realizaciones
humanas, las ambiciones y metas.
El amor a Dios
significa el respeto y la acción preservadora de la vida en sus más variadas
expresiones, del cual el ser llega a formar parte, íntegramente de él,
consciente del conjunto cósmico. La responsabilidad ante la Naturaleza, sin
agredirla ni despreciarla, antes bien, colaborando para su desarrollo y
armonía, expresa el amor que contribuye a la obra divina y rinde homenaje a su
Autor.
El amor al
prójimo es consecuencia de aquel que se profesa al Progenitor; muestra la
fraternidad que debe unir a todos, por ser Sus hijos dilectos que marchan de
regreso a Su seno. Sin este sentimiento hacia su hermano, el ser se desorienta
en la soledad y se debilita, perdiendo entusiasmo por las actividades
esclarecedoras.
El amor a sí
mismo, sin la pasión ególatra, lo eleva a las cumbres de la plenitud, y lo
auxilia en el desarrollo de los ignorados tesoros que en él yacen adormecidos.
Ese amor se manifiesta como una forma de preservar y dignificar la existencia
física, para ponerse en armonía con el conjunto general y convertirse en un
polo de irradiación de alegría, paz y bienestar que a todos impregna.
Observa si te
encuentras en la condición de quien cumple con la recomendación del Maestro. En
esa síntesis perfecta dispones de todo lo necesario para tu actual existencia y
la solución para todos tus problemas. Analiza con serenidad tu conducta en
relación a Dios, al prójimo y a ti mismo. En caso de que te encuentres en falta
con alguno de los postulados de la tríada superior, proponte corregir la
deficiencia y modifica tu conducta en el sentido de la plenitud.
Descubrirás, por cierto, la necesidad de amar al Padre Celestial y al
prójimo de acuerdo a tus posibilidades. No obstante, padeces restricciones o
pasiones con relación a ti mismo. En ciertos períodos te detestas, mientras que
en otros te justificas, confesándote víctima de los otros. Es necesario que te
ames con rectitud. Dedícate a la meditación saludable en torno a tus
deficiencias para corregirlas, y a tus valores para ampliarlos.
Aplica en ti la severidad sin crueldad y el amor sin compasión, para colocarte en la ruta del equilibrio, del crecimiento. Amarse es una manera de perfeccionarse en espíritu, en emoción y en cuerpo. Sin despreciar ningún componente del conjunto armonioso que eres, ámate, lucha con tenacidad para superarte cada día más, establece nuevas directrices y objetivos promisorios que alcanzarás si eres generoso, activo y perseverante en el bien, en relación a ti mismo.
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886. ¿Cuál es el verdadero sentido de la
palabra caridad, tal como Jesús la entendía?
“Benevolencia para con todos, indulgencia para con las imperfecciones de los demás, perdón de las ofensas.” El amor y la caridad son el complemento de la ley de justicia, porque amar al prójimo es hacerle todo el bien que nos es posible y que querríamos que se nos hiciese a nosotros mismos. Ese es el sentido de las palabras de Jesús: Amaos los unos a los otros como hermanos.
La caridad, según Jesús, no se limita a la limosna: abarca todas las relaciones con nuestros semejantes, sean ellos inferiores, iguales o superiores a nosotros.
La caridad nos impulsa a ser
indulgentes, porque también nosotros necesitamos la indulgencia de los demás.
La caridad nos prohíbe humillar a los desdichados, contrariamente a lo que se
hace tan a menudo. Si ante nosotros se presentara una persona rica, le
dispensaríamos mil consideraciones y deferencias. Si fuera pobre, no nos
parecería necesario preocuparnos por ella. Por el contrario, cuanto más digna
de lástima sea su situación, tanto más debemos precavernos de no aumentar su
desdicha con un trato humillante. El hombre verdaderamente bueno se esfuerza
por elevar al inferior a su propio nivel, para disminuir de ese modo la
distancia que existe entre ambos.
887. Jesús también ha dicho: Amad a
vuestros enemigos. Ahora bien, el amor a nuestros enemigos, ¿no es contrario a
nuestras tendencias naturales? Y la enemistad, ¿no proviene de la falta de
simpatía entre los Espíritus?
“No cabe duda de que no se puede sentir por
los enemigos un amor tierno y apasionado. No es eso lo que Jesús quiso decir.
Amar a los enemigos significa perdonarlos y devolverles bien por mal. De ese
modo nos hacemos superiores a ellos, mientras que con la
venganza nos colocamos por debajo.”
888. ¿Qué pensar de la limosna?
“El
hombre reducido a pedir limosna se degrada moral y físicamente; se embrutece.
En una sociedad basada en la ley de Dios y en la justicia es necesario proveer
a la vida del débil sin humillarlo. Esa sociedad debe garantizar la existencia
de los que no pueden trabajar, sin dejar su vida a merced del acaso y de la
buena voluntad.”
[888a] – Entonces, ¿reprobáis la
limosna?
“No; lo reprobable no es la limosna, sino la forma de darla. El hombre de bien, que entiende la caridad según Jesús, va al encuentro del desdichado sin esperar a que este le tienda la mano.
”La verdadera caridad es siempre buena y benevolente. Radica tanto en la manera de hacerla como en el acto en sí. Un servicio que se presta con delicadeza vale el doble. En cambio, si se lo hace con altanería, puede que la necesidad de quien lo recibe haga que lo acepte, pero su corazón se conmoverá poco.
”Recordad también que la ostentación quita, ante Dios, el mérito del beneficio. Jesús dijo: Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha. Con ello os enseña a no empañar la caridad con el orgullo.
”Es preciso distinguir la limosna, propiamente dicha, de la beneficencia. El más necesitado no siempre es el que pide. El temor a la humillación detiene al verdadero pobre, que a menudo sufre sin quejarse. A este es a quien el hombre realmente humanitario sabe ir a buscar sin ostentación.
”Amaos los unos a los
otros: esta es toda la ley. Ley divina mediante la cual Dios gobierna los
mundos. El amor es la ley de atracción para los seres vivos y organizados. La
atracción es la ley del amor para la materia inorgánica Nunca olvidéis que el Espíritu, sean cuales
fueren su grado de adelanto y su situación –reencarnado o en la erraticidad–,
se encuentra siempre entre un superior que lo guía y perfecciona, y un inferior
para con el cual tiene que cumplir esos mismos deberes. Por consiguiente, sed
caritativos, no sólo con esa caridad que os hace sacar del bolsillo el óbolo
que fríamente dais a quien se atreve a pedíroslo, sino también con la que os
lleva al encuentro de las miserias ocultas. Sed indulgentes para con los
defectos de vuestros semejantes. En vez de despreciar la ignorancia y el vicio,
instruidlos y moralizadlos. Sed afables y benévolos para con todo lo que os sea
inferior. Haced lo mismo en relación con los seres más ínfimos de la creación,
y habréis obedecido a la ley de Dios.” SAN VICENTE DE PAUL
889. ¿Hay hombres reducidos a la
mendicidad por su propia culpa?
“Sin
duda, pero si una buena educación moral les hubiese enseñado a practicar la ley
de Dios, no caerían en los excesos que causan su perdición. De ello
principalmente depende el mejoramiento de vuestro globo.” (Véase el ítem 707.)
Amor materno y filial
890. El amor materno, ¿es una virtud o
un sentimiento instintivo común a los hombres y a los animales?
“Lo
uno y lo otro. La naturaleza ha dado a la madre el amor a sus hijos con vistas
a la conservación de estos. No obstante, en el animal ese amor se limita a las
necesidades materiales; cesa cuando los cuidados se vuelven innecesarios.
En el hombre, en cambio, permanece toda la vida e implica una dedicación y una
abnegación que son virtud. Incluso sobrevive a la muerte y sigue al hijo más
allá de la tumba. Podéis ver, pues, que en él hay algo más que en el animal.”
891. Dado que el amor materno está en la
naturaleza, ¿por qué hay madres que aborrecen a sus hijos, a menudo desde el
nacimiento?
“A
veces es una prueba elegida por el Espíritu del hijo, o una expiación en caso
de que él haya sido, a su vez, un mal padre o una mala madre, o un mal hijo en
otra existencia (Véase el ítem 392). En todos los casos, la mala madre sólo puede
estar
animada por un Espíritu malo que trata de obstaculizar al del hijo, a fin de
que este sucumba bajo la prueba que eligió. Con todo, esa violación de las
leyes de la naturaleza no quedará impune, mientras que el Espíritu del hijo
será recompensado por los obstáculos que haya superado.”
892. Cuando los padres tienen hijos que
les causan pesares, ¿son excusables por no haberles prodigado la ternura que
habrían tenido para con ellos en caso contrario?
“No,
porque es una carga que se les ha confiado, y su misión consiste en esforzarse
al máximo para reconducirlos al bien. No obstante, esos pesares suelen ser la
consecuencia de una mala costumbre que les han dejado contraer desde la cuna.
En ese caso, cosechan lo que sembraron.”
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