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24 junio 2022

ENERGÍAS SALUDABLES Y TÓXICAS

 



 MODIFICACIONES DE LOS FLUIDOS Y MAGNETISMO

 

Un lugar cualquiera puede tener sus fluidos ambientales contaminados por los encarnados y por los no encarnados, o por ambos simultáneamente.

 

Se sabe que el pensamiento del encarnado actúa, así como el del no encarnado, sobre los fluidos espirituales; éstos son afectados por las cualidades de sus pensamientos; si son buenos tendremos fluidos saludables; si son malos, fluidos viciados. Esa capacidad de acción de los encarnados sobre los elementos del mundo espiritual, deriva del hecho que la encarnación no los priva totalmente de la vida espiritual.

 

«El pensamiento del encarnado actúa sobre los fluidos espirituales, como el de los no encarnados y se transmite de Espíritu a Espíritu por las mismas vías y, conforme sea bueno o malo, sanea o envicia los fluidos del ambiente». (01)

 

 Los fluidos corruptos por los malos efluvios de los Espíritus inferiores, pueden ser saneados por el alejamiento de ellos y esto se consigue eliminando lo que para ellos era foco de atracción. El cultivo de los buenos pensamientos y sentimientos, trasforma los fluidos del ambiente en buenos fluidos, los cuales tienen el poder de repeler a los malos fluidos. Cada encarnado dispone, en su periespíritu, de una fuente fluídica permanente, a la que puede movilizar para que se opere esa renovación. En cuanto al enviciamiento fluídico producido por los encarnados, es muy evidente que el ambiente se modifica si se observa el mismo procedimiento anterior, acerca del cultivo de los buenos pensamientos y sentimientos, en el caso de los malos Espíritus.

 

 «Por ser el periespíritu de los encarnados de idéntica naturaleza a la de los fluidos espirituales, éste los asimila con facilidad, como una esponja se embebe de un líquido. Esos fluidos ejercen sobre el periespíritu una acción tanto más directa dado que por su expansión y su irradiación, el periespíritu se confundo con ellos» (01)

 

 Por otro lado el periespíritu, que está íntimamente ligado al cuerpo físico -molécula a molécula– al sufrir la influencia de esos fluidos reacciona sobre aquél, transmitiéndole una impresión saludable o perturbadora, según los efluvios sean buenos o malos. La acción continuada y enérgica de los malos efluvios puede tener serias repercusiones, provocando la aparición de enfermedades.

 

 Los ambientes en los que se presentan los malos Espíritus están en buena medida impregnados de fluidos deletéreos, que afectan de forma muy perjudicial la salud de los encarnados, que los absorben a través de los poros periespirituales.

 

 El fluido cósmico universal presenta innumerables transformaciones, formando una inmensa variedad de fluidos con propiedades especiales. Uno de esos fluidos, condensado en el periespíritu, posee recursos que permiten la recuperación del cuerpo físico. Esto es posible en razón de la identidad existente entre ambos, cuyo origen es común. Para que esos efectos reparadores se produzcan, es menester inocular tales fluidos en el organismo debilitado. Tanto el encarnado como el no encarnado son los agentes de la infiltración de esa sustancia, extraída de su propio periespíritu.

 

La cura se opera por la remoción de las células enfermas, que son sustituidas por células sanas y éstas, naturalmente, son producidas por sustancias puras. Tenemos todavía que considerar la voluntad del inoculador, que cuanto más enérgica, hace más abundante la emisión fluídica y le da mayor poder de penetración en el cuerpo enfermo, y su deseo de promover la cura. (03)

 

 La acción de esos elementos fluídicos, también llamados elementos magnéticos, presenta efectos muy variados sobre los enfermos: a veces lentos, exigiendo un tratamiento prolongado, otras veces rápidos. Hay personas que producen curas instantáneas por la simple imposición de las manos o sólo por el uso de la voluntad.

 

 Según sea el agente responsable de la emisión magnética, se identifica:

 

A. Magnetismo humano, o magnetismo propiamente dicho, cuya acción, producida por los fluidos del encarnado (magnetizador), depende de la fuerza y, principalmente, de la calidad de fluido;

 

B. Magnetismo espiritual, producido por los Espíritus, cuya acción se efectúa directamente y sin intermediario sobre la criatura humana. Su cualidad está ligada a las cualidades de los Espíritus:

 

C. Magnetismo mixto, semi-espiritual o humano-espiritual, asociación de los recursos fluídicos del encarnado, o magnetizador, con los de los Espíritus. Estos irradian sobre aquél la sustancia fluídica que les es propia y el encarnado la trasmite a los enfermos, junto con sus recursos magnéticos. Hay, así, un enriquecimiento fluídico. (04)

 

ítems 18 a 21  del capítulo 14, de La Génesis, de Allan Kardec

 

18. El periespíritu de los encarnados es de naturaleza idéntica a la de los fluidos espirituales, de modo que los asimila con facilidad, como una esponja que se embebe de un líquido. Esos fluidos ejercen sobre el periespíritu una acción tanto más directa cuanto más se confunde este, por su expansión e irradiación, con ellos. Dado que esos fluidos actúan sobre el periespíritu, este, a su vez, reacciona sobre el organismo material con el cual se halla en contacto molecular. Si los efluvios son de buena naturaleza, el cuerpo recibe una impresión saludable; si son malos, la impresión es penosa. Si los efluvios malos son permanentes y enérgicos, pueden ocasionar desórdenes físicos: ciertas enfermedades no tienen otro origen.

 

Los ambientes donde predominan los Espíritus malos se encuentran, pues, impregnados de fluidos deletéreos que el encarnado absorbe por los poros periespirituales, así como absorbe por los poros del cuerpo los miasmas pestilentes.

 

19. Lo mismo sucede en las reuniones de los encarnados. Una asamblea es un foco de irradiación de pensamientos diversos. Dado que el pensamiento actúa sobre los fluidos como el sonido lo hace sobre el aire, esos fluidos nos transmiten los pensamientos como el aire nos trae el sonido. Por consiguiente, se puede decir con absoluta verdad que en esos fluidos hay ondas y rayos de pensamientos, que se entrecruzan sin confundirse, del mismo modo que en el aire hay ondas y vibraciones sonoras.

 

Una asamblea es como una orquesta o un coro de pensamientos, donde cada uno de sus integrantes emite una nota. Resulta de ahí una multiplicidad de corrientes y efluvios fluídicos cuya impresión cada uno recibe por medio del sentido espiritual, como en un coro musical cada uno recibe la impresión de los sonidos a través del sentido de la audición.

 

No obstante, del mismo modo que existen vibraciones sonoras armoniosas o disonantes, también existen pensamientos de una u otra clase. Si el conjunto es armonioso, la impresión será agradable; si es disonante, la impresión será penosa. Ahora bien, para eso no es necesario que el pensamiento se formule con palabras; ya sea que este se exprese o no, la irradiación fluídica existe siempre. Si se introducen en ella algunos pensamientos malos, estos producirán el efecto de una corriente de aire helado en un ambiente tibio.

 

Tal es la causa del sentimiento de satisfacción que se experimenta en una reunión simpática, animada por pensamientos buenos y benévolos; en ella reina una especie de atmósfera moral saludable, donde se respira libremente; de allí salimos reconfortados, pues nos hallamos impregnados de efluvios fluídicos saludables. De ese modo también se explica la ansiedad, el indefinible malestar que se experimenta en un ambiente antipático, donde los pensamientos malévolos provocan algo así como corrientes de aire nauseabundo.

 

 20. El pensamiento produce, pues, una especie de efecto físico que reacciona sobre lo moral, hecho este que sólo el espiritismo podía hacer comprensible. El hombre lo siente instintivamente, ya que busca las reuniones homogéneas y simpáticas, donde sabe que podrá absorber nuevas fuerzas morales. Se podría decir que en esas reuniones recupera las pérdidas fluídicas que padece cada día por la irradiación del pensamiento, así como recupera mediante los alimentos las pérdidas del cuerpo material. Sucede que, en efecto, el pensamiento es una emisión que ocasiona una pérdida real de fluidos espirituales y, por consiguiente, de fluidos materiales, de manera tal que el hombre necesita reconfortarse con los efluvios que recibe del exterior. Cuando se dice que un médico cura a un enfermo por medio de buenas palabras, se enuncia una gran verdad, porque un pensamiento bondadoso es portador de fluidos reparadores que actúan tanto sobre lo físico como sobre lo moral.

 

 21. No cabe duda de que es posible evitar a los hombres a los que se sabe malintencionados. Pero ¿cómo evitaremos la influencia de los Espíritus malos que pululan alrededor nuestro y se insinúan por todas partes sin que los veamos?

 

 El medio es muy simple, porque depende de la voluntad del  hombre mismo, que lleva en sí la necesaria prevención. Los fluidos se combinan de acuerdo con la semejanza de su naturaleza; los opuestos se repelen; existe incompatibilidad entre los fluidos buenos y los malos, así como la hay entre el aceite y el agua.

 

¿Qué se hace cuando el aire está viciado? Se procede a su saneamiento, se lo depura destruyendo el foco de los miasmas, expulsando los efluvios malsanos mediante las corrientes más fuertes de aire salubre. Así pues, contra la invasión de los fluidos malos es preciso que se opongan los fluidos buenos, y como cada uno tiene en su propio periespíritu una fuente fluídica permanente, todos son portadores del remedio. Sólo se trata de depurar esa fuente y de darle cualidades tales que se constituyan en un repelente de las malas influencias, en vez de que sea una fuerza de atracción.

 

 El periespíritu, por lo tanto, es una coraza a la que se le debe dar el mejor temple posible.

 

 Ahora bien, como las cualidades del periespíritu se corresponden con las cualidades del alma, es preciso que ésta trabaje en su propio mejoramiento, visto que son las imperfecciones del alma las que atraen a los Espíritus malos.

 

Las moscas son atraídas por los focos de putrefacción; destruid esos focos, y ellas desaparecerán. Lo mismo sucede con los Espíritus malos, que van hacia donde el mal los atrae; eliminad el mal, y ellos se alejarán. Los Espíritus realmente buenos, encarnados o desencarnados, no tienen nada que temer de la influencia de los Espíritus malos.

 

ítems 31 a 34 del capítulo 14, de La Génesis, de Allan Kardec

31. Como hemos visto, el fluido universal es el elemento primitivo del cuerpo carnal y del periespíritu, los cuales son simples transformaciones de aquel. Por la identidad de su naturaleza, ese fluido puede ofrecer principios reparadores al cuerpo. Condensado en el periespíritu, su agente propulsor es el Espíritu, encarnado o desencarnado, que infiltra en un cuerpo deteriorado una parte de la sustancia de su envoltura fluídica. La curación se opera mediante la sustitución de una molécula nociva por otra molécula sana. El poder curativo será proporcional a la pureza de la sustancia inoculada; depende también de la energía de la voluntad, que provoca una emisión fluídica más abundante y otorga al fluido mayor fuerza de penetración; por último, depende de las intenciones que animen a quien desee realizar la cura, sea hombre o Espíritu. Los fluidos que emanan de una fuente impura son como sustancias medicamentosas alteradas.

 

32. Los efectos de la acción fluídica sobre los enfermos son extremadamente variados, de acuerdo con las circunstancias. Algunas veces esa acción es lenta y requiere un tratamiento prolongado, como en el magnetismo común; otras veces es rápida como una corriente eléctrica. Hay personas dotadas de tal poder que en algunos enfermos producen curaciones instantáneas por medio de la sola imposición de las manos, o incluso por un simple acto de la voluntad. Entre los dos polos extremos de esa facultad hay infinitos matices. Todas las curaciones de ese tipo son variedades del magnetismo, y sólo difieren por la potencia y la rapidez de la acción. El principio es siempre el mismo: el fluido desempeña el papel de agente terapéutico, y su efecto está subordinado a su calidad y a circunstancias especiales.

 

 33. La acción magnética puede producirse de varias maneras:

 

1º) Por el fluido del magnetizador, en cuyo caso se trata del magnetismo propiamente dicho, o magnetismo humano, cuya acción se encuentra subordinada a la potencia y, sobre todo, a la calidad del fluido.

 

 2º) Por el fluido de los Espíritus, que actúan directamente y sin intermediarios sobre un encarnado, ya sea para curarlo o calmar un sufrimiento, sea para provocar el sueño sonambúlico espontáneo, o para ejercer sobre el individuo alguna influencia física o moral. Se trata del magnetismo espiritual, cuya calidad es proporcional a las cualidades del Espíritu.

 

3º) Por el fluido que los Espíritus derraman sobre el magnetizador, al cual este sirve de conductor. Se trata del magnetismo mixto, semiespiritual o, si se prefiere, humano-espiritual. Combinado con el fluido humano, el fluido espiritual le transmite a aquel las cualidades que le faltan. En esas circunstancias, algunas veces el concurso de los Espíritus es espontáneo, pero muy a menudo es provocado por la evocación del magnetizador.

 

 34. La facultad de curar mediante el influjo fluídico es muy común y puede desarrollarse con el ejercicio, pero la de curar instantáneamente con la imposición de las manos es más rara, y su apogeo puede ser considerado excepcional. No obstante, en épocas diferentes, en el seno de casi todos los pueblos, han existido in- dividuos que la poseyeron en grado sobresaliente. En estos últimos tiempos se han visto muchos ejemplos notables, cuya autenticidad no puede ser cuestionada. Dado que las curaciones de esta clase se basan en un principio natural, y que el poder de realizarlas no es un privilegio, resulta que no quedan al margen de la naturaleza y que no son milagrosas más que en apariencia. 

 

TESTIMONIOS DE CURACIONES ESPIRITUALES (Revista Espírita) (4)

 

No ano de 1829, veio a Wurtzbourg, cidade considerável da Baviera, um santo padre, o príncipe de Hohenlohe. Enfermos e doentes iam pedir-lhe, para obter do Céu a sua cura, o socorro de suas preces. Ele invocava sobre eles as graças divinas, e logo se viu grande número desses infortunados curados de repente. O rumor dessas maravilhas repercutiu longe.

 

 

A Alemanha, a França, a Suíça, a Itália, uma grande parte da Europa foram informadas disto. Numerosos escritos foram publicados, que perpetuarão a lembrança. Entre as testemunhas autênticas e dignas de fé, que certificam a realidade dos fatos, basta aqui transcrever algumas, cujo conjunto forma uma prova convincente.

 

 

Preliminarmente, eis um extrato do que a respeito escreve o Sr. Scharold, conselheiro de legação em Wurtzbourg, e testemunha de grande parte das coisas que relata. Há dois anos, uma princesa de 17 anos, Matilde de Schwartzemberg, filha do príncipe deste nome, achava-se na casa de saúde do Sr. Haine, em Wurtzbourg. Era-lhe absolutamente impossível andar. Em vão os médicos mais famosos da França, da Itália e da Áustria tinham esgotado todos os recursos de sua arte para curar a princesa desta enfermidade.

 

 

Somente o Sr. Haine, que se tinha servido das luzes e da experiência do célebre médico Sr. Textor, tinha consegui- do, graças aos cuidados prodigalizados à doente, pô-la em estado de ficar de pé, e ela própria, fazendo esforços, tinha conseguido execu- tar alguns movimentos como para andar, mas sem andar realmente.

 

 

Pois bem! A 20 de junho de 1821 ela deixou o leito de repente e andou com inteira liberdade. Eis como a coisa se passou. Cerca de dez horas da manhã o príncipe de Hohenlohe foi visitar a princesa, que mora em casa do Sr. Reinach, deão do capítulo. Quando entrou em seu apartamento, perguntou-lhe, como em conversa, na presença de sua governanta, se acreditava firmemente que Jesus Cristo pudesse curá-la de sua enfermidade. À sua resposta de que estava inteiramente persuadida, o príncipe disse à piedosa doente que orasse do mais profundo do coração e pusesse sua confiança em Deus. Quando ela parou de orar, o príncipe lhe deu sua bênção e disse: “Vamos, Princesa, levantai-vos; agora estais curada e podeis andar sem dores..”.

 

 

Todo mundo da casa foi chamado imediatamente. Não sabiam como exprimir o seu assombro por uma cura tão pronta e tão incompreensível. Todos caíram de joelhos na mais viva emoção e entoaram louvores ao Todo-Poderoso. Cumprimentaram a princesa por sua felicidade e juntaram suas lágrimas às que a ale- gria fazia correr de seus olhos. A notícia espalhou-se pela cidade e causou espanto. Corriam em multidão para se assegurarem do acontecimento pelos próprios olhos. No dia 21 de junho a princesa já se havia mostrado em público. Impossível descrever o êxtase que ela experimentou, vendo-se fora de seu estado de cruéis sofrimentos.

 

 

No dia 25 o príncipe de Hohenlohe deu outro exemplo notável da graça que possui. A esposa de um ferreiro da Rua Semmels não ouvia mais as grandes marteladas de sua forja. Foi encontrar o príncipe no pátio do presbitério Hung e lhe suplicou que a socorresse. Enquanto estava ajoelhada, ele lhe impôs as mãos sobre a cabeça e, tendo orado algum tempo, com os olhos erguidos para o céu, tomou-a pela mão e a levantou. Qual não foi o espanto dos espectadores quando essa mulher, erguendo-se, disse que ouvia o tilintar do relógio da igreja! Voltando para casa, não se cansava de contar a todos os que a interrogavam o que acabava de lhe acontecer.

 

 

No dia 26, uma pessoa ilustre (o príncipe real da Baviera) foi curado imediatamente de uma doença que, segundo as regras da Medicina, devia exigir muito tempo e daria muito sofrimento. Esta notícia causou viva alegria nos corações dos habitantes de Wurtzbourg. O príncipe de Hohenlohe não foi menos feliz na cura de uma doente que duas vezes tinham tentado curar, mas que, de cada vez, só tinham obtido um ligeiro alívio. Esta cura foi operada na cunhada do Sr. Broili, negociante. Desde muito ela era afligida por uma paralisia muito dolorosa. A casa ribombou de gritos de alegria.

 

 

No mesmo dia a viúva Balzano recuperou a vista, pois há vários anos estava completamente cega. Convenci-me por mim mesmo deste fato. Apenas saído do espetáculo desta cena tocante, fui testemunha de outra cura, operada na casa do Sr. general D... Uma jovem mulher tinha a mão direita tão gravemente estropiada, que não podia usá-la nem estendê-la. Ela imediatamente deu prova de sua perfeita cura, levantando com a mesma mão uma cadeira muito pesada.

 

 

No mesmo dia um paralítico, cujo braço esquerdo se havia definha-do, foi curado completamente. Uma cura de dois outros paralíticos ocorreu logo depois. Ela foi tão completa e ainda mais pronta.

 

 

No dia 28 eu mesmo vi com que prontidão e segurança o príncipe de Hohenlohe curou crianças. Tinham-lhe trazido uma do campo que só andava com muletas. Poucos minutos depois essa criança, transportada de alegria, corria sem muletas pelas ruas. Entremen- tes, uma criança muda, que apenas soltava alguns sons inarticula-dos, foi trazida ao príncipe; alguns minutos depois começou a falar. Logo uma pobre mulher trouxe sua filhinha às costas, estropiada das duas pernas; colocou-a aos pés do príncipe. Um momento de- pois ele entregou a criança à sua mãe, que então viu a filha correr e pular de alegria.

 

 

No dia 29, uma mulher de Neustadt, paralítica e cega, foi-lhe trazida numa charrete. Estava cega há vinte e cinco anos. Cerca de três horas da tarde ela se apresentou no castelo da residência de nossa cidade, para implorar o socorro do príncipe de Hohenlohe, no mo- mento em que ele entrava no vestíbulo, construído sob a forma de uma grande tenda. Caindo aos pés do príncipe, ela lhe suplicou, em nome de Jesus-Cristo, que a socorresse. O príncipe orou por ela, deu-lhe sua bênção e perguntou se acreditava firmemente que pudesse, em nome de Jesus, recobrar a vista. Como respondesse que sim, disse a ela que se levantasse. Retirou-se. Mal se havia afastado alguns passos, seus olhos abriram-se de repente. Ela viu e deu todas as provas que lhe pediram da faculdade que acabava de recobrar. Todas as testemunhas desta cura, entre as quais grande número de senhores da corte, ficaram extasiadas de admiração. A cura de uma mulher do hospital civil, que haviam trazido ao príncipe, não é menos admirável.

 

 

Essa mulher, chamada Elisabeth Laner, filha de um sapateiro, tinha a língua tão vivamente afetada que, por vezes, passava quinze dias sem poder articular uma sílaba. Suas faculdades mentais tinham sofrido muito. Tinha perdido qua- se completamente o uso dos membros, de sorte que jazia no leito como uma massa. Pois bem! Essa pobre infeliz foi hoje ao hospital sem ajuda de ninguém. Goza de todos os sentidos, como há doze anos, e sua língua soltou-se tão bem que ninguém no hospício fala com tanta volubilidade quanto ela.

 

 

No dia 30, à tarde, o príncipe deu um exemplo extraordinário de cura. Uma carroça, em volta da qual estavam reunidos milhares de espectadores, tinha vindo de Musmerstadt. Nela estava um pobre estudante, paralítico dos braços e das pernas, definhados de manei- ra assustadora. Suplicado pelo infeliz para aliviá-lo, o príncipe veio à carroça. Orou cerca de cinco minutos, as mãos postas e erguidas para o céu. Fa- lou várias vezes ao estudante e, enfim, lhe disse: “Levantai-vos, em nome de Jesus Cristo”. O estudante realmente se levantou, mas com sentimentos que não pôde dissimular. O príncipe lhe disse que não perdesse a confiança. O infortunado que, alguns minutos antes, não podia mover braços nem pernas, endireitou-se e ficou perfeitamente livre na carroça. Depois, erguendo os olhos para o céu, onde se viam desenhados o mais terno reconhecimento, excla- mou: “Ó Deus! vós me socorrestes!” Os espectadores não puderam conter as lágrimas.

 

 

As curas miraculosas operadas em Wurtzbourg pelo príncipe de Hohenlohe poderiam oferecer assunto para mais de cem quadros de ex-voto.

 

PARA MÁS EJEMPLOS DE TESTIMONIOS DIRIGIRSE A:

 

  • Revista Espírita, febrero de 1863, pág. 64; abril de 1865, pág. 113; y septiembre de 1865, pág. 264. (N. de Allan Kardec.) Las páginas citadas corresponden a la edición francesa. (N. del T.)
 
  • Revista Espírita: el doctor Cardon, agosto de 1863, pág. 251; la mujer corsa, mayo de 1866, pág. 134. (N. de Allan Kardec.) Las páginas citadas corresponden a la edición francesa (N. del T.)
 
  • Revista Espírita: el príncipe de Hohenlohe, diciembre de 1866, pág. 368; Jacob, octubre y noviembre de 1866, págs. 312 y 345; octubre y noviembre de 1867, págs. 306 y 339; Simonet, agosto de 1867, pág. 232; el caíd Hassan, octubre de 1867, pág. 303; el cura Gassner, noviembre de 1867, pág. 331. (N. de Allan Kardec.) Las páginas citadas corresponden a la edición francesa. (N. del T.)

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

1. KARDEC, Allan. Los Fluidos. In: ____. La Génesis. Traducción de Nora V.

Casadella de Girard. Buenos Aires, Editora Argentina «18 de Abril», 1981. Ítem 18. p.

2. ____. Ítem 18. p.

3. ____. Ítem 31. p.

4. ____. Ítem 33. p

5. Revista Espírita diciembre 1866. Edición portuguesa.

 

 

 

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