MODIFICACIONES DE LOS FLUIDOS Y MAGNETISMO
Un lugar cualquiera puede tener sus fluidos ambientales contaminados por los encarnados y por los no encarnados, o por ambos simultáneamente.
Se sabe que el pensamiento del encarnado actúa, así como el del no encarnado, sobre los fluidos espirituales; éstos son afectados por las cualidades de sus pensamientos; si son buenos tendremos fluidos saludables; si son malos, fluidos viciados. Esa capacidad de acción de los encarnados sobre los elementos del mundo espiritual, deriva del hecho que la encarnación no los priva totalmente de la vida espiritual.
«El pensamiento del encarnado actúa sobre los fluidos espirituales, como el de los no encarnados y se transmite de Espíritu a Espíritu por las mismas vías y, conforme sea bueno o malo, sanea o envicia los fluidos del ambiente». (01)
Los fluidos corruptos por los malos efluvios de los Espíritus inferiores, pueden ser saneados por el alejamiento de ellos y esto se consigue eliminando lo que para ellos era foco de atracción. El cultivo de los buenos pensamientos y sentimientos, trasforma los fluidos del ambiente en buenos fluidos, los cuales tienen el poder de repeler a los malos fluidos. Cada encarnado dispone, en su periespíritu, de una fuente fluídica permanente, a la que puede movilizar para que se opere esa renovación. En cuanto al enviciamiento fluídico producido por los encarnados, es muy evidente que el ambiente se modifica si se observa el mismo procedimiento anterior, acerca del cultivo de los buenos pensamientos y sentimientos, en el caso de los malos Espíritus.
«Por ser el periespíritu de los encarnados de idéntica naturaleza a la de los fluidos espirituales, éste los asimila con facilidad, como una esponja se embebe de un líquido. Esos fluidos ejercen sobre el periespíritu una acción tanto más directa dado que por su expansión y su irradiación, el periespíritu se confundo con ellos» (01)
Por otro lado el periespíritu, que está íntimamente ligado al cuerpo físico -molécula a molécula– al sufrir la influencia de esos fluidos reacciona sobre aquél, transmitiéndole una impresión saludable o perturbadora, según los efluvios sean buenos o malos. La acción continuada y enérgica de los malos efluvios puede tener serias repercusiones, provocando la aparición de enfermedades.
Los ambientes en los que se presentan los malos Espíritus están en buena medida impregnados de fluidos deletéreos, que afectan de forma muy perjudicial la salud de los encarnados, que los absorben a través de los poros periespirituales.
El fluido cósmico universal presenta innumerables transformaciones, formando una inmensa variedad de fluidos con propiedades especiales. Uno de esos fluidos, condensado en el periespíritu, posee recursos que permiten la recuperación del cuerpo físico. Esto es posible en razón de la identidad existente entre ambos, cuyo origen es común. Para que esos efectos reparadores se produzcan, es menester inocular tales fluidos en el organismo debilitado. Tanto el encarnado como el no encarnado son los agentes de la infiltración de esa sustancia, extraída de su propio periespíritu.
La cura se opera por la remoción de las células enfermas, que son sustituidas por células sanas y éstas, naturalmente, son producidas por sustancias puras. Tenemos todavía que considerar la voluntad del inoculador, que cuanto más enérgica, hace más abundante la emisión fluídica y le da mayor poder de penetración en el cuerpo enfermo, y su deseo de promover la cura. (03)
La acción de esos elementos fluídicos, también llamados elementos magnéticos, presenta efectos muy variados sobre los enfermos: a veces lentos, exigiendo un tratamiento prolongado, otras veces rápidos. Hay personas que producen curas instantáneas por la simple imposición de las manos o sólo por el uso de la voluntad.
Según sea el agente responsable de la emisión magnética, se identifica:
A. Magnetismo humano, o magnetismo propiamente dicho, cuya acción, producida por los fluidos del encarnado (magnetizador), depende de la fuerza y, principalmente, de la calidad de fluido;
B. Magnetismo espiritual, producido por los Espíritus, cuya acción se efectúa directamente y sin intermediario sobre la criatura humana. Su cualidad está ligada a las cualidades de los Espíritus:
C. Magnetismo mixto, semi-espiritual o humano-espiritual, asociación de los recursos fluídicos del encarnado, o magnetizador, con los de los Espíritus. Estos irradian sobre aquél la sustancia fluídica que les es propia y el encarnado la trasmite a los enfermos, junto con sus recursos magnéticos. Hay, así, un enriquecimiento fluídico. (04)
ítems 18 a 21 del capítulo 14, de La Génesis, de Allan Kardec
18. El periespíritu de los encarnados es de naturaleza idéntica a la de los fluidos espirituales, de modo que los asimila con facilidad, como una esponja que se embebe de un líquido. Esos fluidos ejercen sobre el periespíritu una acción tanto más directa cuanto más se confunde este, por su expansión e irradiación, con ellos. Dado que esos fluidos actúan sobre el periespíritu, este, a su vez, reacciona sobre el organismo material con el cual se halla en contacto molecular. Si los efluvios son de buena naturaleza, el cuerpo recibe una impresión saludable; si son malos, la impresión es penosa. Si los efluvios malos son permanentes y enérgicos, pueden ocasionar desórdenes físicos: ciertas enfermedades no tienen otro origen.
Los ambientes donde predominan los Espíritus malos se encuentran, pues, impregnados de fluidos deletéreos que el encarnado absorbe por los poros periespirituales, así como absorbe por los poros del cuerpo los miasmas pestilentes.
19. Lo mismo sucede en las reuniones de los encarnados. Una asamblea es un foco de irradiación de pensamientos diversos. Dado que el pensamiento actúa sobre los fluidos como el sonido lo hace sobre el aire, esos fluidos nos transmiten los pensamientos como el aire nos trae el sonido. Por consiguiente, se puede decir con absoluta verdad que en esos fluidos hay ondas y rayos de pensamientos, que se entrecruzan sin confundirse, del mismo modo que en el aire hay ondas y vibraciones sonoras.
Una asamblea es como una orquesta o un coro de pensamientos, donde cada uno de sus integrantes emite una nota. Resulta de ahí una multiplicidad de corrientes y efluvios fluídicos cuya impresión cada uno recibe por medio del sentido espiritual, como en un coro musical cada uno recibe la impresión de los sonidos a través del sentido de la audición.
No obstante, del mismo modo que existen vibraciones sonoras armoniosas o disonantes, también existen pensamientos de una u otra clase. Si el conjunto es armonioso, la impresión será agradable; si es disonante, la impresión será penosa. Ahora bien, para eso no es necesario que el pensamiento se formule con palabras; ya sea que este se exprese o no, la irradiación fluídica existe siempre. Si se introducen en ella algunos pensamientos malos, estos producirán el efecto de una corriente de aire helado en un ambiente tibio.
Tal es la causa del sentimiento de satisfacción que se experimenta en una reunión simpática, animada por pensamientos buenos y benévolos; en ella reina una especie de atmósfera moral saludable, donde se respira libremente; de allí salimos reconfortados, pues nos hallamos impregnados de efluvios fluídicos saludables. De ese modo también se explica la ansiedad, el indefinible malestar que se experimenta en un ambiente antipático, donde los pensamientos malévolos provocan algo así como corrientes de aire nauseabundo.
20. El pensamiento produce, pues, una especie de efecto físico que reacciona sobre lo moral, hecho este que sólo el espiritismo podía hacer comprensible. El hombre lo siente instintivamente, ya que busca las reuniones homogéneas y simpáticas, donde sabe que podrá absorber nuevas fuerzas morales. Se podría decir que en esas reuniones recupera las pérdidas fluídicas que padece cada día por la irradiación del pensamiento, así como recupera mediante los alimentos las pérdidas del cuerpo material. Sucede que, en efecto, el pensamiento es una emisión que ocasiona una pérdida real de fluidos espirituales y, por consiguiente, de fluidos materiales, de manera tal que el hombre necesita reconfortarse con los efluvios que recibe del exterior. Cuando se dice que un médico cura a un enfermo por medio de buenas palabras, se enuncia una gran verdad, porque un pensamiento bondadoso es portador de fluidos reparadores que actúan tanto sobre lo físico como sobre lo moral.
21. No cabe duda de que es posible evitar a los hombres a los que se sabe malintencionados. Pero ¿cómo evitaremos la influencia de los Espíritus malos que pululan alrededor nuestro y se insinúan por todas partes sin que los veamos?
El medio es muy simple, porque depende de la voluntad del hombre mismo, que lleva en sí la necesaria prevención. Los fluidos se combinan de acuerdo con la semejanza de su naturaleza; los opuestos se repelen; existe incompatibilidad entre los fluidos buenos y los malos, así como la hay entre el aceite y el agua.
¿Qué se hace cuando el aire está viciado? Se procede a su saneamiento, se lo depura destruyendo el foco de los miasmas, expulsando los efluvios malsanos mediante las corrientes más fuertes de aire salubre. Así pues, contra la invasión de los fluidos malos es preciso que se opongan los fluidos buenos, y como cada uno tiene en su propio periespíritu una fuente fluídica permanente, todos son portadores del remedio. Sólo se trata de depurar esa fuente y de darle cualidades tales que se constituyan en un repelente de las malas influencias, en vez de que sea una fuerza de atracción.
El periespíritu, por lo tanto, es una coraza a la que se le debe dar el mejor temple posible.
Ahora bien, como las cualidades del periespíritu se corresponden con las cualidades del alma, es preciso que ésta trabaje en su propio mejoramiento, visto que son las imperfecciones del alma las que atraen a los Espíritus malos.
Las moscas son atraídas por los focos de putrefacción; destruid esos focos, y ellas desaparecerán. Lo mismo sucede con los Espíritus malos, que van hacia donde el mal los atrae; eliminad el mal, y ellos se alejarán. Los Espíritus realmente buenos, encarnados o desencarnados, no tienen nada que temer de la influencia de los Espíritus malos.
ítems 31 a 34 del capítulo 14, de La Génesis, de Allan Kardec
31. Como hemos visto, el fluido universal es el elemento primitivo del cuerpo carnal y del periespíritu, los cuales son simples transformaciones de aquel. Por la identidad de su naturaleza, ese fluido puede ofrecer principios reparadores al cuerpo. Condensado en el periespíritu, su agente propulsor es el Espíritu, encarnado o desencarnado, que infiltra en un cuerpo deteriorado una parte de la sustancia de su envoltura fluídica. La curación se opera mediante la sustitución de una molécula nociva por otra molécula sana. El poder curativo será proporcional a la pureza de la sustancia inoculada; depende también de la energía de la voluntad, que provoca una emisión fluídica más abundante y otorga al fluido mayor fuerza de penetración; por último, depende de las intenciones que animen a quien desee realizar la cura, sea hombre o Espíritu. Los fluidos que emanan de una fuente impura son como sustancias medicamentosas alteradas.
32. Los efectos de la acción fluídica sobre los enfermos son extremadamente variados, de acuerdo con las circunstancias. Algunas veces esa acción es lenta y requiere un tratamiento prolongado, como en el magnetismo común; otras veces es rápida como una corriente eléctrica. Hay personas dotadas de tal poder que en algunos enfermos producen curaciones instantáneas por medio de la sola imposición de las manos, o incluso por un simple acto de la voluntad. Entre los dos polos extremos de esa facultad hay infinitos matices. Todas las curaciones de ese tipo son variedades del magnetismo, y sólo difieren por la potencia y la rapidez de la acción. El principio es siempre el mismo: el fluido desempeña el papel de agente terapéutico, y su efecto está subordinado a su calidad y a circunstancias especiales.
33. La acción magnética puede producirse de varias maneras:
1º) Por el fluido del magnetizador, en cuyo caso se trata del magnetismo propiamente dicho, o magnetismo humano, cuya acción se encuentra subordinada a la potencia y, sobre todo, a la calidad del fluido.
2º) Por el fluido de los Espíritus, que actúan directamente y sin intermediarios sobre un encarnado, ya sea para curarlo o calmar un sufrimiento, sea para provocar el sueño sonambúlico espontáneo, o para ejercer sobre el individuo alguna influencia física o moral. Se trata del magnetismo espiritual, cuya calidad es proporcional a las cualidades del Espíritu.
3º) Por el fluido que los Espíritus derraman sobre el magnetizador, al cual este sirve de conductor. Se trata del magnetismo mixto, semiespiritual o, si se prefiere, humano-espiritual. Combinado con el fluido humano, el fluido espiritual le transmite a aquel las cualidades que le faltan. En esas circunstancias, algunas veces el concurso de los Espíritus es espontáneo, pero muy a menudo es provocado por la evocación del magnetizador.
34. La facultad de curar mediante el influjo fluídico es muy común y puede desarrollarse con el ejercicio, pero la de curar instantáneamente con la imposición de las manos es más rara, y su apogeo puede ser considerado excepcional. No obstante, en épocas diferentes, en el seno de casi todos los pueblos, han existido individuos que la poseyeron en grado sobresaliente. En estos últimos tiempos se han visto muchos ejemplos notables, cuya autenticidad no puede ser cuestionada. Dado que las curaciones de esta clase se basan en un principio natural, y que el poder de realizarlas no es un privilegio, resulta que no quedan al margen de la naturaleza y que no son milagrosas más que en apariencia.
TESTIMONIOS
DE CURACIONES ESPIRITUALES (Revista Espírita) (4)
Alemania, Francia, Suiza, Italia, una gran parte de Europa fueron informadas de esto. Numerosos escritos fueron publicados, que perpetuarán el recuerdo. Entre los testigos auténticos y dignos de fe, que certifican la realidad de los hechos, basta aquí transcribir algunos, cuyo conjunto forma una prueba convincente.
Preliminarmente, he aquí un extracto de lo que al respecto escribe el Sr. Scharold, consejero de legación en Wurzburgo, y testigo de gran parte de las cosas que relata. Hace dos años, una princesa de 17 años, Matilde de Schwartzemberg, hija del príncipe de este nombre, se encontraba en la casa de salud del Sr. Haine, en Wurzburgo. Le era absolutamente imposible caminar. En vano los médicos más famosos de Francia, Italia y Austria habían agotado todos los recursos de su arte para curar a la princesa de esta enfermedad.
Solo el Sr. Haine, que se había servido de las luces y la experiencia del célebre médico Sr. Textor, había logrado, gracias a los cuidados prodigados a la enferma, ponerla en estado de mantenerse de pie, y ella misma, haciendo esfuerzos, había conseguido ejecutar algunos movimientos como para caminar, pero sin caminar realmente.
¡Pues bien! El 20 de junio de 1821 dejó el lecho de repente y caminó con entera libertad. He aquí cómo ocurrió. Cerca de las diez de la mañana, el príncipe de Hohenlohe fue a visitar a la princesa, que vivía en casa del Sr. Reinach, deán del capítulo. Cuando entró en su apartamento, le preguntó, como en conversación, en presencia de su gobernanta, si creía firmemente que Jesucristo pudiera curarla de su enfermedad. A su respuesta de que estaba completamente convencida, el príncipe dijo a la piadosa enferma que orara desde lo más profundo de su corazón y pusiera su confianza en Dios. Cuando ella dejó de orar, el príncipe le dio su bendición y dijo: "Vamos, Princesa, levantaos; ahora estáis curada y podéis caminar sin dolores".
Todos en la casa fueron llamados inmediatamente. No sabían cómo expresar su asombro por una cura tan rápida e incomprensible. Todos cayeron de rodillas en la más viva emoción y entonaron alabanzas al Todopoderoso. Felicitaron a la princesa por su felicidad y unieron sus lágrimas a las que la alegría hacía correr de sus ojos. La noticia se extendió por la ciudad y causó asombro. Acudían en multitud para asegurarse del acontecimiento con sus propios ojos. El 21 de junio la princesa ya se había mostrado en público. Imposible describir el éxtasis que experimentó al verse libre de su estado de crueles sufrimientos.
El 25, el príncipe de Hohenlohe dio otro ejemplo notable de la gracia que poseía. La esposa de un herrero de la calle Semmels ya no oía los fuertes martillazos de su forja. Fue a encontrar al príncipe en el patio del presbiterio Hung y le suplicó que la socorriera. Mientras estaba arrodillada, él le impuso las manos sobre la cabeza y, habiendo orado algún tiempo con los ojos elevados al cielo, la tomó de la mano y la levantó. ¡Cuál no fue el asombro de los espectadores cuando esta mujer, levantándose, dijo que oía el repique del reloj de la iglesia! Al volver a casa, no se cansaba de contar a todos los que la interrogaban lo que acababa de sucederle.
El 26, una persona ilustre (el príncipe real de Baviera) fue curada inmediatamente de una enfermedad que, según las reglas de la Medicina, debía requerir mucho tiempo y causar mucho sufrimiento. Esta noticia causó viva alegría en los corazones de los habitantes de Wurzburgo. El príncipe de Hohenlohe no fue menos afortunado en la cura de una enferma que dos veces habían intentado curar, pero que, cada vez, solo habían obtenido un ligero alivio. Esta cura fue operada en la cuñada del Sr. Broili, comerciante. Desde hacía mucho tiempo estaba afligida por una parálisis muy dolorosa. La casa resonó con gritos de alegría.
El mismo día, la viuda Balzano recuperó la vista, pues hacía varios años que estaba completamente ciega. Me convencí personalmente de este hecho. Apenas salido del espectáculo de esta escena conmovedora, fui testigo de otra cura, operada en la casa del Sr. general D... Una joven mujer tenía la mano derecha tan gravemente lisiada que no podía usarla ni extenderla. Inmediatamente dio prueba de su perfecta curación, levantando con la misma mano una silla muy pesada.
El mismo día, un paralítico, cuyo brazo izquierdo se había atrofiado, fue completamente curado. La cura de otros dos paralíticos ocurrió poco después. Fue tan completa y aún más rápida.
El 28, yo mismo vi con qué prontitud y seguridad el príncipe de Hohenlohe curó a los niños. Le habían traído uno del campo que solo caminaba con muletas. Pocos minutos después, este niño, transportado de alegría, corría sin muletas por las calles. Mientras tanto, un niño mudo, que apenas emitía algunos sonidos inarticulados, fue llevado al príncipe; unos minutos después comenzó a hablar. Pronto, una pobre mujer trajo a su hijita a la espalda, lisiada de ambas piernas; la colocó a los pies del príncipe. Un momento después, él entregó a la niña a su madre, que entonces vio a su hija correr y saltar de alegría.
El 29, una mujer de Neustadt, paralítica y ciega, fue llevada en un carruaje. Estaba ciega desde hacía veinticinco años. Alrededor de las tres de la tarde, se presentó en el castillo de la residencia de nuestra ciudad, para implorar el socorro del príncipe de Hohenlohe, en el momento en que él entraba en el vestíbulo, construido en forma de una gran tienda. Cayendo a los pies del príncipe, le suplicó, en nombre de Jesucristo, que la socorriera. El príncipe oró por ella, le dio su bendición y le preguntó si creía firmemente que pudiera, en nombre de Jesús, recobrar la vista. Como respondiera que sí, le dijo que se levantara. Se retiró. Apenas se había alejado unos pasos, sus ojos se abrieron de repente. Vio y dio todas las pruebas que le pidieron de la facultad que acababa de recobrar. Todas las testigos de esta cura, entre las cuales gran número de señores de la corte, quedaron extasiadas de admiración. La cura de una mujer del hospital civil, que habían llevado al príncipe, no es menos admirable.
Esta mujer, llamada Elisabeth Laner, hija de un zapatero, tenía la lengua tan gravemente afectada que, a veces, pasaba quince días sin poder articular una sílaba. Sus facultades mentales habían sufrido mucho. Había perdido casi completamente el uso de los miembros, de modo que yacía en la cama como una masa. ¡Pues bien! Esta pobre infeliz fue hoy al hospital sin ayuda de nadie. Goza de todos los sentidos, como hacía doce años, y su lengua se soltó tan bien que nadie en el hospicio habla con tanta volubilidad como ella.
El 30, por la tarde, el príncipe dio un ejemplo extraordinario de curación. Un carruaje, alrededor del cual se habían reunido miles de espectadores, había venido de Musmerstadt. En él estaba un pobre estudiante, paralítico de los brazos y las piernas, atrofiados de manera espantosa. Suplicado por el infeliz para aliviarlo, el príncipe se acercó al carruaje. Oró durante unos cinco minutos, con las manos juntas y elevadas al cielo. Habló varias veces al estudiante y, finalmente, le dijo: "Levantaos, en nombre de Jesucristo". El estudiante realmente se levantó, pero con sentimientos que no pudo disimular. El príncipe le dijo que no perdiera la confianza. El infortunado que, unos minutos antes, no podía mover brazos ni piernas, se enderezó y quedó perfectamente libre en el carruaje. Luego, levantando los ojos al cielo, donde se veían dibujados el más tierno agradecimiento, exclamó: "¡Oh Dios! ¡Vos me socorristeis!" Los espectadores no pudieron contener las lágrimas.
PARA MÁS EJEMPLOS DE TESTIMONIOS DIRIGIRSE A:
- Revista Espírita, febrero de 1863, pág. 64; abril de 1865, pág. 113; y septiembre de 1865, pág. 264. (N. de Allan Kardec.) Las páginas citadas corresponden a la edición francesa. (N. del T.)
- Revista Espírita: el doctor Cardon, agosto de 1863, pág. 251; la mujer corsa, mayo de 1866, pág. 134. (N. de Allan Kardec.) Las páginas citadas corresponden a la edición francesa (N. del T.)
- Revista Espírita: el príncipe de Hohenlohe, diciembre de 1866, pág. 368; Jacob, octubre y noviembre de 1866, págs. 312 y 345; octubre y noviembre de 1867, págs. 306 y 339; Simonet, agosto de 1867, pág. 232; el caíd Hassan, octubre de 1867, pág. 303; el cura Gassner, noviembre de 1867, pág. 331. (N. de Allan Kardec.) Las páginas citadas corresponden a la edición francesa. (N. del T.)
BIBLIOGRAFÍA
1. KARDEC, Allan. Los Fluidos. In: ____. La Génesis. Traducción de Nora V.
Casadella de Girard. Buenos Aires, Editora Argentina «18 de Abril», 1981. Ítem 18. p.
2. ____. Ítem 18. p.
3. ____. Ítem 31. p.
4. ____. Ítem 33. p
5. Revista Espírita diciembre 1866. Edición portuguesa.
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