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08 septiembre 2022

INTELIGENCIA E INSTINTO

 


La comprensión de los conceptos instinto, instinto de conservación e inteligencia nos conduce necesariamente al proceso de evolución de los seres vivos. Para el Espiritismo la evolución biológica y espiritual manifiesta un proceso natural y continuo, producto de la ley del progreso.

 

En este sentido las enseñanzas espíritas van más allá de los actuales conocimientos científicos, los cuales, al no tener en cuenta la supervivencia del Espíritu, centralizan sus estudios solamente en los procesos biológicos y fisiológicos. Entre tanto, en lo que respecta a la evolución de los seres vivos, hay una significativa concordancia entre el pensamiento espírita y el pensamiento científico.

 

Los siguientes esclarecimientos hechos por Allan Kardec en la Revista Espírita de 1868, son, en esencia, los mismos que la Ciencia ha divulgado en la actualidad: la escala de los seres es ininterrumpida; antes de ser lo que somos recorrimos todos los grados inferiores a nosotros, y continuaremos escalando todos los que son más elevados. Antes de que nuestro cerebro fuese reptil, fue pez, y fue pez antes de ser mamífero. (18)

 

Hoy es un hecho científicamente demostrado que la vida orgánica no existió siempre en la Tierra y que allí tuvo un comienzo. La geología permite observar su desarrollo gradual. Los primeros seres del reino vegetal y del reino animal que aparecieron entonces debieron haberse formado sin procreación y pertenecer a las clases inferiores, como consta en las observaciones geológicas.

 

A medida que los elementos dispersos se fueron reuniendo, las primeras combinaciones formaron cuerpos exclusivamente inorgánicos, es decir, las piedras, las aguas y toda la diversidad de los minerales. Cuando esos mismos elementos se modificaron por la acción del fluido vital – que no es el principio inteligente – formaron cuerpos dotados de vitalidad, con una organización constante y regular, cada uno en su especie.

 

Ahora bien, así como la cristalización de la materia bruta no se produce sino cuando una circunstancia accidental se opone al orden simétrico de las moléculas, los cuerpos organizados se forman desde el momento en que se producen las circunstancias favorables de temperatura, humedad, reposo o movimiento, y una especie de ebullición que permiten que las moléculas de la materia, vivificadas por el fluido vital, se reúnan. (19)

 

En este punto es importante destacar, que la Ciencia no acepta la idea del fluido vital en la forma como lo enseña el Espiritismo. Hay también otras concordancias entre el Espiritismo y la Ciencia, especialmente en lo referente a la biodiversidad de los seres existentes en el Planeta. Allan Kardec nos esclarece de este modo: Los seres no procreados forman pues el primer eslabón de los seres orgánicos.

 

 En cuanto a las especies que se propagan mediante la procreación, una opinión que no es nueva es que los primeros tipos de cada especie son el producto de una modificación de la especie inmediatamente inferior. De ese modo, se establece una cadena ininterrumpida desde el musgo y el liquen hasta el roble, y después, desde el zoofito, el verme de tierra y el ácaro, hasta el hombre. Sin duda, si se consideran solamente los dos puntos extremos, entre el verme de tierra y el hombre hay una diferencia aparentemente abismal, pero cuando se aproximan todos los eslabones intermedios, se encuentra un vínculo sin solución de continuidad. (19)

 

En resumen, fue así que en cierto momento de la jornada evolutiva, surgieron el instinto, el instinto de conservación y la inteligencia en los seres vivos del Planeta. Es en esa encrucijada evolutiva que percibimos las grandes divergencias que existen aún entre la Ciencia – que considera a la evolución como un proceso de naturaleza exclusivamente biológica o física- y el Espiritismo, que enseña que la evolución se produce en los dos planos de la vida: en el espiritual y en el físico, y que proviene de la acción del principio inteligente.

 

En un esfuerzo de síntesis el Espíritu André Luiz nos presenta un panorama general de la evolución y esclarece cómo y cuándo surgieron el instinto y la inteligencia. El principio inteligente se apartó del lecho oceánico, llegó a la superficie de las aguas que lo protegían, se dirigió hacia el fango de las márgenes, se agitó en el pantano, llegó a tierra firme, ensayó en la floresta un abundante material de formas representativas, se irguió del suelo, contempló los cielos, y después de muchos milenios durante los cuales aprendió a procrear, a alimentarse, a escoger, a recordar y a sentir, conquistó la inteligencia... Recorrió etapas desde el simple impulso a la irritabilidad, de la irritabilidad a la sensación, de la sensación al instinto, y del instinto a la razón. En ese penoso peregrinar, pasaron innumerables milenios sobre nosotros. (22)

 

1. El instinto

La Doctrina Espírita nos enseña que el  instinto es la fuerza oculta que incita a los seres orgánicos a efectuar actos espontáneos e involuntarios para preservarse. En los actos instintivos no hay reflexión, ni combinación, ni premeditación. Es por eso que la planta busca el aire, se orienta hacia la luz, dirige sus raíces hacia el agua y hacia la tierra que la nutre; que la flor se abre y se cierra alternativamente según lo necesite; que las plantas trepadoras se enroscan en torno de aquello que les sirve de sostén o se amarran con los zarcillos. Es por el instinto que los animales saben lo que les es provechoso o perjudicial; que buscan, según la estación, los climas propicios; que construyen, sin enseñanza previa, con mayor o menor arte, según las especies, lechos suaves y refugios para sus progenies; que fabrican celadas para atrapar la presa con la cual se nutren; que utilizan diestramente las armas ofensivas y defensivas de las que están provistos; que los sexos se vinculan; que la madre atrae hacia sí a los hijos y que éstos buscan el seno materno.

 

En el hombre, sólo al comienzo de la vida el instinto domina con exclusividad. Es por instinto que el niño efectúa los primeros movimientos, que toma el alimento, que llora para expresar sus necesidades, que imita el sonido de la voz, que intenta hablar y caminar. Aún en el adulto hay ciertos actos instintivos, como los movimientos espontáneos para evitar un riesgo, para huir del peligro, para mantener el equilibrio del cuerpo. También son actos instintivos, el abrir y cerrar los párpados para moderar la luz o abrir maquinalmente la boca para respirar, etc. (04)

 

Las innumerables y reiteradas experiencias vividas por el principio inteligente en su larga ascensión dentro de la escala evolutiva realizada en los dos planos de la vida, favorecieron la adquisición de automatismos biológicos necesarios para la expresión del instinto y de la inteligencia. Estos automatismos se manifiestan en forma precisa, en el momento apropiado, independientemente de las interferencias de la razón. Es así que el bebé muestra desde el nacimiento innumerables reflejos instintivos como: succión, abrir y cerrar de los párpados, movimiento rítmico y coordinado de las extremidades inferiores y superiores, el llanto, etc. De esa manera, el  instinto es innato, actúa independientemente de la instrucción, sin experiencia y en forma invariable, y no realiza ningún progreso. Es en todo, la antítesis de la inteligencia. Los fenómenos del instinto son más notables cuanto más involuntarios sean. (20)

 

2. Instinto de conservación

El instinto de conservación es una ley de la Naturaleza y se refiere a la supervivencia y a la perpetuación de las especies. Todos los seres vivos lo poseen, cualquiera sea el grado de su inteligencia. En unos es un acto puramente mecánico, en otros, racional. (16)

 

El instinto de conservación existe en los animales y en la especie humana porque todos tienen que contribuir para que se cumplan los designios de la Providencia. Por eso es que Dios les dio el ansia de vivir. Además, la vida es necesaria para el perfeccionamiento de los seres. Éstos lo sienten instintivamente, sin percatarse de ello. (17)

 

Encontramos las manifestaciones primitivas del instinto de conservación en los animales y en el hombre, principalmente cuando éste se encuentra en las primeras encarnaciones. Esa es la forma que Dios determina para garantizar la supervivencia y perpetuación de las especies.

 

En las etapas primarias, el instinto de conservación presenta una característica peculiar: el temor a la muerte. El miedo a la muerte es tan traumático en los animales y en el hombre poco espiritualizado, que ante una amenaza inminente de algún riesgo de vida reaccionan con agresividad, aún con ferocidad, al intentar defender su existencia. En el hombre el temor a la muerte es consecuencia de una deficiente noción de la vida futura, aunque también revele la necesidad de vivir y el recelo a la destrucción total.

 

Por otra parte, lo estimula un ansia secreta por la supervivencia del alma, velada aún por la duda. Ese temor disminuye a medida que aumenta la certidumbre, y desaparece cuando ésta es absoluta. He aquí el aspecto providencial de la cuestión. Era prudente no deslumbrar con esa idea al hombre que no estaba aún lo suficientemente esclarecido y cuya razón no podía afrontar la perspectiva muy positiva y seductora de un futuro mejor porque por ella hubiera podido descuidar el presente, necesario para avanzar material e intelectualmente. (02)

 

Otra característica importante del instinto de conservación se refiere a la necesidad de ocuparse de las necesidades fisiológicas: En los seres inferiores de la creación, en aquellos a los que aún les falta el sentido moral, en los cuales la inteligencia no ha sustituido todavía al instinto, la lucha sólo tiene como móvil la satisfacción de una necesidad material. Una de las más imperiosas necesidades es la de la alimentación, por eso es que esos seres luchan únicamente para conservar la vida, es decir, para conseguir o defender una presa ya que no los estimula ningún otro móvil más elevado. Es en ese primer período que el alma se prepara gradualmente y se ejercita para la vida. (08)

 

 El temor a la muerte y la satisfacción de las necesidades fisiológicas significan, por lo tanto, un efecto de la sabiduría de la Providencia y una consecuencia del instinto de conservación, común a todos los seres vivientes. Mientras no se esté lo suficientemente esclarecido sobre las condiciones de la vida futura, el instinto de conservación es necesario para equilibrar la tendencia que, sin ese freno, nos conduciría a dejar prematuramente la vida y a descuidar el trabajo terrestre que nos permite evolucionar. Es así como vemos que en los pueblos primitivos el futuro es una vaga intuición que más tarde se tornará en una simple esperanza, y, finalmente, se transformará en seguridad, atenuada sólo por un secreto apego a la vida corporal. (01)

 

En el Espíritu atrasado la vida material prevalece sobre la espiritual. Al apegarse a las apariencias, el hombre no distingue la vida más allá del cuerpo, aunque la vida real esté en el alma. Cuando el cuerpo se aniquila, todo parece perdido y desesperante. (02)

 

3. La Inteligencia

La inteligencia se manifiesta a través de actos voluntarios, reflexivos, premeditados, combinados según las circunstancias. (05) Los Espíritus Superiores nos esclarecen: La inteligencia es un atributo esencial del espíritu. (09)

 

Entre tanto sabemos que la inteligencia no es un atributo exclusivo de la especie humana. Los animales también poseen inteligencia, aunque ésta sea rudimentaria. Al defender esa afirmativa, los Espíritus Orientadores afirman: La inteligencia es una facultad especial, propia de algunas clases de seres orgánicos a los cuales les da con el pensamiento, la voluntad de actuar, la conciencia de que existen y de que cada uno constituye una individualidad, así como los medios de establecer relaciones con el mundo exterior y de proveer a sus necesidades. (10)

 

Entre tanto, existe una gran diferencia entre la inteligencia animal y la inteligencia humana. Los animales sólo poseen la inteligencia de la vida material. En el hombre, la inteligencia proporciona la vida moral. (15) En realidad, es imposible negar que además de poseer el instinto, algunos animales efectúan actos combinados que revelan una voluntad de obrar en determinado sentido y de acuerdo con las circunstancias.

 

Hay pues en ellos una especie de inteligencia cuyo ejercicio se circunscribe casi exclusivamente a utilizar los medios de satisfacer sus necesidades físicas y de proveer a su propia conservación. El desarrollo intelectual de algunos de ellos que se muestran aptos para recibir cierta educación, desarrollo que no puede superar estrechos límites, se debe a la acción del hombre sobre su naturaleza maleable porque no hay allí un progreso que realicen por sí mismos. (14)

 

El ser humano es un animal dotado de razón o inteligencia, es decir, que posee la facultad de conocer, comprender, razonar y aprender. Entre tanto, observamos que en los Espíritus imperfectos, la inteligencia puede estar aliada a la maldad o a la malicia, pero, sea cual fuere el grado de desarrollo intelectual que hayan alcanzado, sus ideas son poco elevadas y sus sentimientos más o menos abyectos. (11)

 

En los buenos Espíritus predomina el Espíritu sobre la materia. Sus cualidades y posibilidades para hacer el bien tienen relación con el grado de adelanto que hayan logrado; unos poseen la ciencia, otros la sabiduría y la bondad. Los más adelantados reúnen en sí el saber y las cualidades morales. (12)

 

 Los Espíritus puros no sufren ninguna influencia de la materia sobre ellos. Poseen superioridad intelectual y moral absoluta con relación a los Espíritus de otros órdenes. (13)

 

4. Instinto e inteligencia

Todo acto maquinal es instintivo; el acto que denota reflexión, combinación, deliberación, es inteligente. Uno es libre, el otro no lo es. El instinto es guía seguro, nunca se equivoca; la inteligencia, por el simple hecho de ser libre, está a veces sujeta a cometer errores. Al acto instintivo le falta el carácter del acto inteligente. Entre tanto, revela una causa inteligente esencialmente apta para prever. (05)

 

Es  frecuente que el instinto y la inteligencia se manifiesten simultáneamente en un mismo acto. Por ejemplo, al caminar, el movimiento de las piernas es instintivo. El hombre pone maquinalmente un pie delante del otro sin pensar en eso, pero cuando quiere acelerar o aminorar el paso, levantar un pie o desviarse de un obstáculo, hay cálculo, combinación, actúa con un deliberado propósito. El impulso involuntario del movimiento es el acto instintivo; la dirección calculada del movimiento es el acto inteligente. Por el instinto, el animal carnívoro se siente impulsado a alimentarse de carne, pero las precauciones que toma y que varían de acuerdo con las circunstancias para capturar su presa, su cautela ante las eventualidades, son actos de la inteligencia. (06)

 

El instinto es un guía seguro y siempre bueno. Al cabo de cierto tiempo puede tornarse inútil, pero nunca perjudicial. Se debilita a medida que aumenta el predominio de la inteligencia. En las primeras edades del alma, las pasiones tienen algo en común con el instinto: el hecho de que las criaturas son conducidas por una fuerza inconsciente. (07)

 

En síntesis podemos afirmar: los sentimientos son los instintos elevados a la altura del progreso alcanzado. En su origen, el hombre solamente tiene instintos; cuando ha avanzado más y se ha corrompido, sólo tiene sensaciones; cuando se ha instruido y depurado, tiene sentimientos. (03)

 

El instinto y la inteligencia se transforman poco a poco en conocimiento y responsabilidad, y esa importante renovación le otorga al ser instrumentos más avanzados para manifestarse... (21)

 

De modo que una inteligencia profunda significa un inmenso acervo de luchas planetarias. Cuando se logra esa posición, si el hombre conserva en sí mismo idéntica expresión de progreso espiritual mediante el sentimiento, estará entonces en condiciones de elevarse a nuevas esferas de lo Infinito para la conquista de su perfección. (23)

 

 

BIBLIOGRAFÍA

1. KARDEC, Allan. El Cielo y el Infierno. Capítulo II. Ítem 2

2. __________. Ítem 4.

3. __________. El Evangelio según el Espiritismo. Capítulo XI. Ítem 8.

4. __________. La Génesis. Capítulo III. Ítem 11.

5. __________. Ítem 12.

6. __________. Ítem 13.

7. __________. Ítem 18.

8. __________. Ítem 24.

9. __________. El Libro de los Espíritus. Pregunta 24.

10. __________. Pregunta 71.

11. __________. Pregunta 101.

12. __________. Pregunta 107.

13. __________. Pregunta 112.

14. __________. Pregunta 593.

15. __________. Pregunta 604.

16. __________. Pregunta 702.

17. __________. Pregunta 703.

18. __________. Revista Espírita. Tema: Conferencias. Año 11. Nº 6. Junio de 1868.

19. __________. Tema: “La generación espontánea y la Génesis”. Año 11. Nº 7. Julio de 1868.

20. FLAMMARION, Camille. Dios en la Naturaleza. Tomo IV. Capítulo II Plan de la Naturaleza. Instinto e inteligencia.

21. XAVIER, Francisco Cândido. Entre la Tierra y el Cielo. Por el Espíritu André Luiz. Capítulo XXI: Conversación edificante.

22. __________. No Mundo Maior. Por el Espíritu André Luiz. Capítulo 4: Estudiando el cerebro.

23. __________. El Consolador que prometió Jesús. Por el Espíritu Emmanuel. Pregunta 117

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