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15 febrero 2023

VOLUNTAD Y ENERGÍAS

Caracol, Superar El Obstáculo, Voluntad
Maryam62

 

La Génesis. Capítulo XIV Los fluidos. Cualidades de los fluidos

Se podrá decir: Es posible huir de los hombres que se sabe malintencionados, pero,  ¿cómo sustraerse a la influencia de los malos espíritus que pululan a nuestro alrededor y se deslizan  por doquier sin ser vistos?


El medio es muy simple: depende enteramente de la voluntad del hombre mismo, que lleva  en sí el resguardo necesario. Los fluidos se unen por la similitud de su naturaleza: los fluidos  contrarios se repelen; hay incompatibilidad entre los buenos y los malos fluidos, como entre el  aceite y el agua.


 ¿Que se hace cuando el aire está viciado? Se sanea, se depura, destruyendo el centro de las  impurezas, expulsando los efluvios malsanos mediante las corrientes de aire salubre más fuertes.


Ante una invasión de malos fluidos hay que oponer otra mayor de buenos, y como cada uno tiene en  su periespíritu una fuente fluídica permanente, el remedio lo lleva uno mismo. Sólo hay que  purificar esa fuente y darle cualidades que actúen como un repulsivo para las malas influencias y no  como una fuerza de atracción. El periespíritu es una coraza a la que conviene saber templar. Ahora  bien, como las cualidades del periespíritu guardan relación con las del alma, es preciso trabajar en  su mejoramiento, puesto que son las imperfecciones del alma las que atraen a los malos espíritus.


 Las moscas se sienten atraídas por la suciedad, y a ella se dirigen; si se acaba con esos focos  insalubres, las moscas desaparecen. También los malos espíritus se sienten atraídos por la suciedad,  aunque moral, y a ella van. Destruid, por tanto el centro de atracción y se alejarán. Los espíritus  buenos, encarnados o desencarnados, no tienen nada que temer de la influencia de los malos  espíritus.


La Génesis. Capítulo XV. Los Milagros en el Evangelio 

 

Estas palabras: “Conociendo en sí mismo el poder que había salido de él”, son  significativas: expresan el movimiento fluídico que se había operado de Jesús a la mujer enferma;  ambos habían sentido la acción producida. Lo notable es que el efecto no fue provocado a voluntad  de Jesús; no hubo magnetización ni imposición de manos. La irradiación fluídica normal bastó para  operar la curación.


 Pero, ¿a qué se debió que la radiación se dirigiera hacia esa mujer y no hacia otros, si Jesús  no pensaba en ella y, además, estaba rodeado por una multitud?

 La razón es obvia: el fluido, considerado como un elemento terapéutico, debe alcanzar al  desorden orgánico para repararlo; puede ser dirigido sobre el mal por la voluntad del curador o  atraído por el deseo ardiente, la confianza o la fe del enfermo. En relación con la corriente fluídica,  el primero actúa como una bomba impelente y el segundo como otra aspirante. A veces es necesaria  la simultaneidad de las dos condiciones, en otras ocasiones sólo basta una; la última es la que operó  en la circunstancia narrada.



 Gracias al Espiritismo el hombre sabe de dónde viene, hacia dónde va, por qué está sobre la  Tierra, por qué sufre en esta vida temporalmente y comprende que la justicia de Dios todo lo  penetra.


 Sabe que el alma progresa sin cesar, al pasar de una a otra existencia, hasta el instante en  que logra el grado de perfección necesario para acercarse a Dios.   Sabe que todas las almas tienen un mismo origen, que son creadas iguales y con idénticas  aptitudes para progresar, en virtud de su libre albedrío. Que todas son de la misma esencia, y que  entre ellas la única diferencia es la del progreso alcanzado. Todas tienen el mismo destino y  lograrán igual meta, en mayor o menor lapso, según el trabajo y la buena voluntad que pongan en la  tarea. (La Génesis. Capítulo I. Caracteres de la revelación espírita. Kardec)

 
El cielo y el Infierno cap. III y VII
 

El progreso de los espíritus es fruto de su propio trabajo, pero como son libres, trabajan para su adelanto con más o menos actividad o negligencia, según su voluntad. Adelantan o detienen así su progreso, y por consiguiente, su dicha. Mientras que unos adelantan rápidamente, otros se estacionan durante muchos siglos en rangos inferiores. Son, pues, los autores de su propia situación, feliz o desgraciada, según estas palabras de Cristo: “¡A cada uno según sus obras!” Todo espíritu que queda rezagado, sólo debe culparse a sí mismo, así como al que adelanta le corresponde el mérito de ello. La dicha, que es obra suya, tiene a sus ojos un gran precio. (El Cielo y el Infierno. Capítulo 3. El Cielo. Kardec).

 

Cada existencia es para el alma una nueva ocasión de dar un paso adelante. De su voluntad depende que este paso sea lo más grande posible, el subir muchos peldaños o quedarse estacionada. En este último caso, sufrió sin provecho, y como siempre, tarde o temprano tiene que pagar su deuda y principiar de nuevo otra existencia en condiciones todavía más penosas, porque a una mancha no lavada, añade otra.



Por esta razón, en las encarnaciones sucesivas el alma se despoja, poco a poco, de sus imperfecciones. Se purga, en una palabra, hasta que esté bastante pura para merecer dejar los mundos de expiación por mundos mejores, y más tarde estos para gozar de la suprema felicidad. (El Cielo y el Infiero. Capítulo 3. El Cielo. Kardec.)

 

La reparación consiste en hacer bien a aquel a quien se hizo daño. Aquel que no repare en esta vida las faltas cometidas por impotencia o falta de voluntad, en una posterior existencia se hallará en contacto con las mismas personas a quienes habrá perjudicado y en condiciones escogidas por él mismo que pongan a prueba su buena voluntad en hacerles tanto bien como mal les había hecho antes. (El Cielo y el Infiero. Capítulo 7. Las penas futuras. Kardec.)

 

Cualesquiera que sean la inferioridad y la perversidad de los espíritus, Dios no les abandona jamás. Todos tienen su ángel guardián que vela por ellos, espía los movimientos de su alma y se esfuerza en suscitar en ellos buenos pensamientos, y el deseo de progresar y de reparar en una nueva existencia el mal que han hecho.


Sin embargo, el guía protector obra lo más a menudo de una manera oculta, sin ejercer ninguna presión. El espíritu debe mejorarse por el hecho de su propia voluntad, y no a consecuencia de una fuerza cualquiera. Obra bien o mal en virtud de su libre albedrío, pero sin ser fatalmente inducido en un sentido o en otro. Si hace mal, sufre sus consecuencias tanto tiempo como permanece en el mal camino. Luego que da un paso hacia el bien, siente inmediatamente los efectos (El Cielo y el Infiero. Capítulo 7. Las penas futuras. El Cielo. Kardec.)



LA VOLUNTAD Y LOS FLUIDOS

 León Denis. Despues de la muerte. Capítulo 32.


Las enseñanzas que debemos a los Espíritus sobre su situación, después de la muerte, nos hacen comprender mejor las reglas según las cuales el periespíritu o cuerpo fluídico se transforma y progresa.
  

La misma fuerza que impulsa al ser en su evolución a través de los siglos, a crear por sus necesidades y tendencias los órganos materiales necesarios para su desarrollo, le incita, por una acción análoga y paralela, a perfeccionar sus facultades y a crearse nuevos medios de acción apropiados a su estado fluídico, intelectual y moral.

 

La envoltura fluídica del ser se depura, se ilumina o se oscurece según la naturaleza elevada o grosera de los pensamientos que en ella se reflejan. Todo acto, todo pensamiento repercute y se graba en el periespíritu. De aquí nacen consecuencias inevitables para la situación del Espíritu. El alma ejerce una acción continua sobre su envoltura, siendo siempre dueña de modificar su estado por medio de la voluntad.

  

 La voluntad es la facultad soberana del alma, la fuerza espiritual por excelencia. Es el fondo mismo de la personalidad. Su poder sobre los fluidos es ilimitado y se acrecienta con la elevación del Espíritu. En el centro terrestre sus efectos sobre la materia son limitados porque el hombre se ignora y no sabe utilizar las fuerzas que están en él. Pero en los mundos más adelantados, el ser humano que ha aprendido a querer, domina la naturaleza entera, dirige a su gusto los fluidos materiales, y produce metamorfosis y fenómenos prodigiosos.

 

 En el espacio y en esos mundos, la materia se presenta en estados fluídicos de los cuales sólo podemos formarnos una vaga idea. Del mismo modo que en la Tierra ciertas combinaciones químicas se producen únicamente bajo la influencia de la luz, así en esos centros los fluidos no se unen y no se ligan sino por un acto de la voluntad de los seres superiores.

 

La acción de la voluntad sobre la materia ha entrado ya en el dominio de la experiencia científica gracias al estudio proseguido por varios fisiólogos de los fenómenos magnéticos, bajo el nombre de hipnotismo y de sugestión mental. Se han visto ya experimentadores que, por un acto directo de su voluntad, hacer aparecer llagas y estigmas en el cuerpo de ciertos sujetos, hacer salir de ellos sangre y humores, y curarlos en seguida por una volición contraria.

 

De modo que la voluntad humana destruye y repara a su gusto los tejidos vivos; puede también modificar las sustancias materiales hasta el punto de comunicarles propiedades nuevas, provocando la embriaguez con agua clara, etc. Tiene también acción sobre los fluidos y crea objetos y cuerpos que los hipnotizados ven, sienten y tocan, que tienen para ellos una existencia positiva y obedecen a todas las leyes de la óptica.

 

Esto es lo que resulta de las investigaciones y de los trabajos de los doctores Charcot, Dumontpallier, Liébault, Bernheim, de los profesores Liégeois, Delboeuf, etc., cuya relación puede leerse en todas las revistas médicas.

 

Pues bien, si la voluntad ejerce semejante influencia sobre la materia bruta y sobre los fluidos rudimentarios, tanto más fácil será de comprender su imperio sobre el periespíritu, y los progresos o los desórdenes que en él determine, según la naturaleza de su acción, lo mismo en el curso de la vida que después de la desencarnación.

 


Todo acto de la voluntad reviste una forma, una apariencia fluídica y se graba en la envoltura periespiritual. Es evidente que si estos actos son inspirados por pasiones materiales, su forma será material y grosera.

 

Las moléculas periespirituales, impregnadas y saturadas de estas formas y estas imágenes, se aproximan y se condensan. Al reproducirse las mismas causas, los mismos efectos se acumulan y la condensación se acelera, los sentidos se debilitan y se atrofian, las vibraciones disminuyen en fuerza y en extensión.

  

Después de la muerte, el Espíritu se encuentra envuelto en fluidos opacos y pesados que ya no dejan pasar las impresiones del mundo exterior, sirviéndole al alma de cárcel y de tumba. Es el castigo preparado por el Espíritu mismo; esta situación es su obra, y no cesa hasta que el arrepentimiento, la voluntad de corregirse y aspiraciones más elevadas, vienen a romper la cadena material que lo sujeta.

 

En efecto, si las pasiones bajas y materiales turban y oscurecen el organismo fluídico, en cambio, los pensamientos generosos y las nobles acciones afinan y dilatan las moléculas periespirituales.

 

 Sabemos que las propiedades de la materia aumentan con su grado de pureza. Las experiencias de William Crookes han demostrado que la rarefacción de los átomos lleva a estos al estado radiante.

 

 La materia, en este estado sutil, se inflama y se hace luminosa e imponderable. Lo mismo pasa con la sustancia periespiritual. Al enrarecerse, su flexibilidad y su sensibilidad ganan; su fuerza de radiación y energía vibratoria aumentan, permitiéndole sustraerse a las atracciones terrestres.


 El Espíritu entra entonces en posesión de nuevos sentidos, con cuyo auxilio podrá penetrar en centros más puros y comunicar con seres etéreos. Estas facultades, estos sentidos que abren el acceso a las regiones felices, toda alma humana pude conquistarlos y desarrollarlos, pues posee sus gérmenes imperecederos.

 

Nuestras vidas sucesivas llenas de trabajos y de esfuerzos, no tienen otro objeto que hacerlos florecer en nosotros. Ya en este mundo, vemos estas facultades despertarse en algunos individuos que, gracias a ellas, entran en relaciones con el mundo oculto.

  

Los médiums de todas clases están en este caso. Su número aumentará sin duda con el progreso moral y la difusión de la verdad. Puede preverse que llegará día en que la gran mayoría de los humanos se encontrará apta para recibir las enseñanzas de esos seres invisibles cuya existencia negaba ayer.

 

 Esta evolución paralela de la materia y del Espíritu, por la cual el ser conquista sus órganos y sus facultades, se construye completamente y se aumenta sin cesar, nos demuestra otra vez la solidaridad que une las fuerzas universales, el mundo de las almas y el mundo de los cuerpos. Nos demuestra sobre todo qué riquezas, qué profundos recursos puede crearse el ser por un uso metódico y perseverante de la voluntad. Esta llega a ser la fuerza suprema, el alma misma, ejerciendo su imperio sobre los poderes inferiores.

 


El empleo que hacemos de nuestra voluntad, dirige por sí solo nuestro adelantamiento, prepara nuestro porvenir, nos fortifica o nos rebaja. No hay azar ni fatalidad. Hay fuerzas, hay leyes. Utilizar y dirigir las unas, y observar las otras, en esto se encierra el secreto de todas las grandezas y todas las elevaciones.

 

 Los resultados producidos alrededor nuestro por la voluntad, trastornan ya la imaginación de las personas de mundo y provocan, la admiración de los sabios. El hipnotismo y la sugestión han producido en este sentido resultados que han sido calificados de maravillosos.

  

Todo esto es sin embargo poca cosa al lado de los efectos obtenidos en los centros superiores donde, a las órdenes del Espíritu, todas las fuerzas se combinan y entran en acción.

 


Y si, en este orden de ideas, llevásemos más alto nuestra atención, ¿no llegaríamos, por analogía, a vislumbrar de qué manera la voluntad divina, dominando la materia cósmica, puede formar los soles, trazar las órbitas de los mundos, y procrear los universos?

 

 Sí, la voluntad ejercida en el sentido del bien y conforme a las leyes eternas, lo puede todo. También puede hacer mucho mal. Nuestros malos pensamientos, nuestros deseos impuros, nuestras acciones culpables, corrompen, al reflejarse en ellos, los fluidos que nos rodean, y el contacto de estos produce malestar e impresiones dañinas en todos aquellos que se nos aproximan, pues todos los organismos sienten la influencia de los fluidos ambientes.

 

Asimismo los sentimientos de orden elevado, los pensamientos de amor, las exhortaciones calurosas, penetran en los seres que nos rodean, los sostienen y los vivifican. Así se explican el imperio ejercido sobre las multitudes por los grandes misioneros y las almas escogidas, y la influencia contraria de los malvados que podemos siempre conjurar, es cierto, por voliciones en sentido inverso y una resistencia enérgica de nuestra voluntad.

  

Un conocimiento más preciso de las facultades del alma y de su aplicación modificará totalmente nuestras tendencias y nuestras acciones. Sabiendo que los hechos y pensamientos de nuestra vida se inscriben en nosotros, y dan testimonio en favor o en contra, fijaremos en cada uno de ellos una atención más escrupulosa.

  

Nos aplicaremos desde ahora a desarrollar los recursos que dormitan en nosotros, a obrar por su medio sobre los fluidos esparcidos en el espacio con objeto de depurarlos y transformarlos para el bien de todos, a crear en torno nuestro una atmósfera límpida y pura, inaccesible a los efluvios viciados.

  

El Espíritu que no trabaja, y que se abandona a las influencias materiales, permanece débil, incapaz de percibir las sensaciones delicadas de la vida espiritual. Después de la muerte se siente poseído de una inercia completa, y los campos del espacio sólo vacío y obscuridad ofrecen a sus sentidos embotados.

 
 

El Espíritu activo, preocupado en ejercitar sus facultades por un uso constante, adquiere nuevas fuerzas, su vista abarca horizontes más vastos y el círculo de sus relaciones se ensancha gradualmente.

  

El pensamiento, utilizado como fuerza magnética, podría corregir muchos desórdenes, extinguir muchas llagas sociales. Procediendo por voliciones continuas, proyectando resuelta y frecuentemente nuestra voluntad hacia los seres desgraciados, hacia los enfermos, los perversos, los extraviados, podríamos consolar, convencer, aliviar, curar.

 

Por medio de este ejercicio se obtendrían no solamente resultados inesperados para el mejoramiento de la especie, sino que se llegaría a dar al pensamiento una sutileza y una fuerza de penetración incalculables.

 
 

Gracias a una combinación íntima de buenos fluidos sacados del inagotable depósito de la naturaleza, y con la asistencia de los Espíritus invisibles, se puede restablecer la salud comprometida, y devolver la esperanza y la energía a los desesperados.

 

Por un impulso regular y perseverante de la voluntad, puede llegarse a impresionar a distancia a los incrédulos, a los escépticos y a los malos, conmover su terquedad, atenuar su odio, hacer penetrar un rayo de verdad en el entendimiento de los más hostiles.

 

Ésta es una forma ignorada de la sugestión mental, de este tremendo poder del cual muchos se sirven a tontas y a locas, y que, utilizado en el sentido del bien, transformaría el estado moral, de las sociedades.

  

La voluntad, ejercida con fluidez, desafía toda vigilancia e inquisición. Opera en la sombra y en el silencio, salva todos los obstáculos y penetra en todos los centros. Mas para hacerle producir todos sus efectos, se necesita una acción enérgica, arranques poderosos y una paciencia incansable.

  

Así como la gota de agua taladra lentamente la piedra más dura, así un pensamiento incesante y generoso acaba por insinuarse en el espíritu más refractario.

 

La voluntad aislada puede mucho para el bien de los hombres; mas ¿qué no podría esperarse de una asociación de pensamientos elevados, de un agrupamiento de todas las voluntades libres?

  

Las fuerzas intelectuales, hoy en día divergentes, se esterilizan y se anulan recíprocamente. Esta es la causa de la turbación y de la incoherencia de las ideas modernas; pero tan pronto como el espíritu humano, conociendo su poder, agrupe las voluntades diseminadas para hacerlas converger hacia el bien, la belleza y la verdad, ese día la humanidad adelantará osadamente hacia las cumbres eternas y se renovará la faz del mundo.

 

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