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18 marzo 2023

PSIQUISMO-RESONANCIA DIVINA


Dr. Jorge Andrea dos Santos
 

La humanidad, en sus tareas y destinos, siempre quiso conocer “la causa primordial de todas las cosas”. El ser humano ha mantenido siempre en sus pensamientos mientras realizaba sus tareas cotidianas, el anhelo de conocer la razón de ser de la Vida. Debido a esto, el razonamiento filosófico y científico siempre se mantuvo activo y en extensos debates de cualquier naturaleza.


Dos corrientes de pensamiento prácticamente opuestas, el espiritualismo y el materialismo, siempre pusieron en evidencia sus respectivas propuestas. La ciencia con sus descubrimientos, a partir del siglo XIX, trató de deshacerse de la herencia habitual de las imposiciones religiosas por la ineficacia de sus supuestas verdades, ampliando la corriente materialista. De ese modo, las afirmaciones científicas incluso con pequeños tintes espirituales, eran rechazadas después por la invasión materialista, con el fin de liberarse de los dogmas que, realmente, en su mayoría, siempre fueron inverosímiles.


Aún así, la ciencia fue avanzando, describiendo con riqueza de detalles las formas y, poco a poco, fue penetrando en lo infinitamente pequeño y descubriendo la ampliación de la Vida trascendiendo la propia materia. El átomo pasó a ser relegado como la última partícula material y sus componentes estructurales se fueron proyectando en el mundo de las energías.


La física fue profundizando en sus propuestas, embarcándose en el terreno dinámico de los eventos y creando su tan discutido y aplaudido capítulo de la Física Cuántica. En ese terreno, la biología se va basando y comprendiendo las actuaciones dinámicas de ahí subyacentes, ampliando sus conceptos y valores, más bien expresados en las corrientes espiritualistas que se van alejando de los dogmas y acatando los acontecimientos después del examen racional y lógico.


Las propuestas de la Vida aparecen con mayor claridad y la corriente espiritualista se amplía en la condición holística, donde lo sobrenatural se va volviendo natural e inteligible. El avance psicológico se vuelve evidente. El behaviorismo o psicología del comportamiento va encontrando espacio y nuevas adquisiciones se van mostrando, con los modelos psiquiátricos y de psicoanálisis y con la psicología humanista. Los factores del psiquismo se muestran más evidentes y pasan a ser mejor interpretados, propiciando nuevas propuestas y se reflejan más eficientes ecuaciones de la psicología transpersonal.

De esta forma, el investigador moderno comienza a analizar, con más eficiencia, el psiquismo humano, a fin de definir sus bases y contenidos. Se sabe muy poco sobre la estructura de la psique, aunque ya se tiene como cierta su constante adquisición de conocimientos y experiencias en la construcción de sus propios fundamentos; fundamentos forjados en el crecimiento de fuentes o núcleos espirituales, comprensiblemente de modo individual y sin pérdida de cualquier evento. Eso quiere decir que la psique es inmortal y se va ampliando cada vez más, desde el protozoo hasta el ser humano, donde adquiere su máxima expresión.


En la comprensión de la organización de la psique humana, tomamos los hechos que se muestran ante nuestras percepciones. Muchas de esas proyecciones se reflejan en la zona consciente, la porción más externa de esa organización, otras tantas, no perceptibles por los sentidos comunes, son de más difícil evaluación.


Podemos constatar en el psiquismo humano varios planos o niveles, donde se evidencian dos zonas principales: la zona denominada de inconsciente, la más interna, de compleja estructura dinámica, cuyos ritmos energéticos no son percibidos por nuestros sentidos comunes; y la zona consciente, de estructura material que aunque reflejando elaboraciones dinámicas, es la región de nuestras percepciones cotidianas, a pesar de que las investigaciones las hayan definido muy poco todavía, debido a su complejidad funcional.


Ante la multiplicidad de los hechos observados y en hipótesis de trabajo, esquemáticamente, podemos tener en cuenta, del centro de psiquismo hasta su periferia, siete regiones bien definidas por las funciones que ejercen. Todas las zonas, a pesar de poseer condiciones que les son propias, se encuentran imbricadas, sin límites precisos, debido a las irradiaciones de sus propios impulsos. Y como si hubiese una graduación dimensional, donde la periferia sería más densa que el centro. Cuanto más al centro, más quintaesencia; cuanto más en la periferia, más densidad; tal como ocurre con la zona consciente.





La más periférica, la zona material, zona de las elaboraciones conscientes, está representada por los órganos nerviosos y sus respectivas conexiones. Las regiones que la siguen, aunque poseen estructuras dinámicas, ofrecen ricos fenómenos, siempre más complejos, a medida que vamos profundizando en la intimidad de la psique.

 

La zona siguiente es el doble etérico, está representado por un intenso campo energético producido por las irradiaciones neuro-psiquicas (Espiritu Andre Luiz) y que, como zona material o consciente, desaparece con la muerte, aunque posteriormente al de la cadaverización física.

Junto a esta última capa citada, continua el periespíritu, elemento intermediario, facilitando el sustento y orientación al campo material. Esa capa periespiritual se basa en una zona específica, el cuerpo mental (Espíritu Andre Luiz), donde parece ser una especie de expansión de sus energías.


Hacia el interior del cuerpo mental, se hallan otras regiones más profundas, con trabajos especiales del psiquismo y que, ante nuestras reducidas percepciones, entendemos muy poco de sus acontecimientos. Así, tendríamos el inconsciente actual, donde los trabajos psíquicos se desenvuelven cuando las activaciones y acciones traspasan la zona consciente, necesitando de elaboraciones y consecuentes respuestas.


Acciones armónicas en la zona consciente, respuestas armónicas y coherentes por las elaboraciones del inconsciente actual; acciones desarmónicas, respuestas de composición psíquica a través de reacciones dolorosas (tensiones, ansiedades, depresiones, etc.).


Comúnmente las reacciones de esa zona son pasajeras, por cuanto no deben alcanzar las estructuras psíquicas más profundas, donde los procesamientos, habitualmente, alcanzan varias reencarnaciones por lo que siempre han de dirigirse hacia un mecanismo constructivo para el impulso de la propia evolución.


A continuación, buscando el centro de la psique, tenemos la región del inconsciente del pasado o arcaico, cuyo nombre define sus manifestaciones. En esa zona estarían los archivos de todas nuestras experiencias y vivencias, siempre en constantes elaboraciones, buscando sublimaciones de sus fuentes, incluso de los dolores de cualquier naturaleza que las actitudes negativas de los seres pueden desencadenar.


Con el fin de que haya posibilidades de adquisiciones y avances psíquicos, solamente las etapas reencarnatorias pueden explicar tal misterio. Todas las experiencias adquiridas se concretizan, en esa zona, bajo la forma de focos energéticos, auténticas fuentes dinámicas o núcleos de energías. Por representar nuestras actividades adquiridas en el proceso reencarnatorio, se muestran de incontestable exhuberancia y formando zonas responsables por nuestras aptitudes, en constantes renovaciones, en busca de la sublimación que solamente el transcurrir de los milenios, con nuestra inmortalidad, pueden propiciar.



Finalmente, en el centro de la psique existe la chispa divina, zona intangible, de ahí que se denomine inconsciente puro. Sería la región abastecida por los impulsos purificados de energías quintaesenciadas, una auténtica pantalla donde recibiríamos los efluvios divinos, de impulsión constante a sustentar nuestra inmortalidad. Así, el inconsciente puro estaría en contacto constante con el campo del Dios Inmanente, donde todo el Universo, con sus incontables creaciones y manifestaciones, se encuentra sumergido y la criatura es amparada y sustentada por el Creador.


El campo central de la psique humana, el Logos, el Ultraser, el Eidolon de los filósofos griegos, la Chispa Divina, el Cristo Interior, el Dios en Nosotros, comandaría los núcleos o fuentes energéticas del inconsciente pasado que, a su vez, por impulsiones, irradiaciones y adaptaciones en las demás capas del psiquismo, alcanzaría, los limites del periespíritu, la zona física bajo la forma de “sugestiones” compatibles con sus propias posibilidades. Sugestiones de tal orden no serían imposiciones, por cuanto el libre albedrío entra en gran medida en el proceso psíquico de la conducta humana.


Los procesos psíquicos que engloban la propia vida del individuo estarán siempre relacionados al avance evolutivo; cuando las acciones son desarmónicas y negativas, las reacciones dolorosas de todos los matices participan del necesario equilibrio que el espíritu necesita en su avance evolutivo. Las acciones en el bien, muchas veces neutralizan campos negativos, disminuyendo el binomio reacciones-respuestas en la zona física.


Por ello, hemos de comprender que poseemos los campos captadores de “Resonancia Divina”, del pensamiento universal y causa de toda creación. Ese reflejo del pensamiento divino en nosotros, posibilita que entendamos al ser humano como imagen y semejanza de Dios.


Por el proceso evolutivo, la psique humana se irá enriqueciendo cada vez más, de núcleos o fuentes de energía que forman parte de la región del inconsciente del pasado. A medida que esos núcleos se van formando, por el nacimiento de los instintos y crecimiento en la escala de los seres vivos, en el hombre, ante el proceso de concientización, habrá un constante perfeccionamiento que las reencarnaciones van propiciando y sublimando sus respectivos dinamismos, de forma que
un día podamos alcanzar la angelitud.


Del hombre primitivo al hombre del futuro, el psiquismo de efusiones instintivas se va educando y adquiriendo una serie de condiciones, donde habrá predominio del factor razón; ésta proporcionará la angelitud, en el devenir de incontables milenios, al adquirir la auténtica intuición en el vasto campo de la colección de experiencias . Los núcleos así constituidos, basados en el bien y amor auténticos, se incorporan al vasto “Sol” del inconsciente puro, con el fin de avanzar por los senderos dimensionales desconocidos que tendremos que recorrer en las sublimes, y también desconocidas, misiones que nos esperan.


Esas fuentes o núcleos de energías del inconsciente pasado, resultado de inmensas elaboraciones que se pierden en la sucesión de los milenios, los denominamos núcleos en potencia, por no encontrarse nunca construidos en su totalidad, mostrándose en constantes adquisiciones por las interminables realizaciones que las labores de cada día proporcionan, como una necesidad biológica.


Si la Gran Fuente de los pensamientos divinos se encuentra en constante elaboración manifestando el Universo exterior, nuestro micro universo, de la individualidad, camina al mismo tiempo, como mecanismo inseparable de nuestra propia vida, constituida por el binomio trabajo-satisfacción.


Los físicos y biólogos modernos, con pensamientos más experimentados, se están incorporando a los modelos espiritualistas, con el fin de explicar las reacciones y manifestaciones de la vida. En la física cuántica, la física de los sucesos, las partículas atómicas en sus manifestaciones presentan auténticos reflejos de la presencia de un psiquismo orientador. A su vez, la biología, ciencia de la vida, cansada de escalar la muralla materialista, camina mucho más segura con los eventos dinámicos de las acciones espirituales del campo organizador de la forma, donde los fenómenos se explican de forma congruente y preestablecida.


En todo existe el psiquismo, ya lo proponía el padre T. de Chardin en su trabajo innovador,basado en las observaciones filogenéticas anteriores de J.B. Lamarck y C. Darwin. Psiquismo que se encuentra en la intimidad del Fenómeno-Vida bien expresado en la Psicología o ciencia del alma que, en sus vuelos dignos y coherentes, hoy se proyecta en las regiones transpersonales, donde el espíritu pasa a ser el campo de observaciones y manifestaciones.


En este escalón evolutivo en el que se instala el ser humano de la actualidad, observando, todavía con cautela, las dimensiones desconocidas con las que convive y que forman parte de él, en el flujo y reflujo de la vida, participa del sentimiento más noble y afectivo que la armonía Divina proyecta en su organización como hijos de Dios que somos.


Conscienticémonos de tan augusta propuesta que la Vida nos ofrece. Sepamos usar nuestro libre albedrío, aunque limitado, atravesando el Infinito con nuestra Inmortalidad.



"Presença Espirita". Enero-Febrero de 1997. Jorge Andrea dos Santos (10-8-1916 a 1/2/17) Psiquiatra, investigador y escritor. Presidente honorífico del Instituto de Cultura Espírita de Brasil.

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